PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 9 - Número 2500 ~ Jueves
23 de Octubre de 2014
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
¿Dónde estamos plantados: en construir o destruir? ¿Nos
importa lo ético y lo moral o nos da lo mismo la corrupción, el desencuentro,
la incomunicación y la descalificación?
Esta crisis mundial que no debemos reducir sólo a lo
económico sino que es fundamentalmente una crisis moral, nos debe interpelar en
lo profundo de nuestra conciencia. Esta situación la debemos afrontar con
grandeza y asumirla con esperanza, como nos enseñan los pobres auténticos, los
pobres de corazón.
Vivimos un tiempo de grandes cambios, pero el cambio por
“moda” no sirve para nada, es urgente, mis hermanos, un cambio de mayor
consistencia: el del corazón de cada uno, que debe salir del caos, para vivir
en el orden y así renovar la vida, la familia y la sociedad.
Mons. Baldomero Martini
¡Buenos días!
Espera y ayuda
La esperanza
busca lo bueno en la gente, en lugar de subrayar lo malo. La esperanza descubre
lo que se puede hacer, en lugar de protestar por lo que no se puede. La
esperanza obtiene su poder de una profunda confianza en Dios y en la bondad
innata de la humanidad. La esperanza considera los problemas, sean grandes o
pequeños, como oportunidades.
Los vivientes pasan por etapas en que los
signos vitales disminuyen notablemente. Por ejemplo, muchos invertebrados,
durante el invierno, entran en un estado de hibernación en que su metabolismo
desciende; esto les ayuda a soportar el frío y la escasez de alimentos. Algo
parecido les pasa a los vegetales en la estación fría. A nuestro alrededor, hay
personas que también entran a veces en crisis especiales, en que llegan a
perder signos de normalidad y vitalidad. No es justo tomar decisiones de las
que podríamos arrepentirnos. Esperemos y ayudemos a que les vuelva la vida
plena y exuberante en una próxima primavera del corazón. Entretanto ora y
anima.
“Si no existiera
la esperanza, el corazón estallaría”, suele oírse. Necesitamos cultivar sin
cesar la flor de la esperanza porque ella nos alienta a superar las
dificultades más graves. Los árabes dicen: “No desesperes en medio de las más
sombrías aflicciones, pues de las nubes más negras cae un agua limpia y
fecundante”. Mantén viva la esperanza.
Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «He venido
a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar
por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a
traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará
dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos: el padre contra
el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la
madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra». (Lc 12,49-53)
Comentario
Hoy, el Evangelio nos presenta a Jesús como una persona
de grandes deseos: «He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera
ya ardiendo!» (Lc 12,49). Jesús ya querría ver el mundo arder en caridad y
virtud. ¡Ahí es nada! Tiene que pasar por la prueba de un bautismo, es decir,
de la cruz, y ya querría haberla pasado. ¡Naturalmente! Jesús tiene planes, y
tiene prisa por verlos realizados. Podríamos decir que es presa de una santa
impaciencia. Nosotros también tenemos ideas y proyectos, y los querríamos ver
realizados enseguida. El tiempo nos estorba. «¡Qué angustia hasta que se
cumpla!» (Lc 12,50), dijo Jesús.
Es la tensión de la vida, la inquietud experimentada por
las personas que tienen grandes proyectos. Por otra parte, quien no tenga
deseos es un apocado, un muerto, un freno. Y, además, es un triste, un amargado
que acostumbra a desahogarse criticando a los que trabajan. Son las personas
con deseos las que se mueven y originan movimiento a su alrededor, las que
avanzan y hacen avanzar.
¡Ten grandes deseos! ¡Apunta bien alto! Busca la
perfección personal, la de tu familia, la de tu trabajo, la de tus obras, la de
los encargos que te confíen. Los santos han aspirado a lo máximo. No se
asustaron ante el esfuerzo y la tensión. Se movieron. ¡Muévete tú también!
Recuerda las palabras de san Agustín: «Si dices basta, estás perdido. Añade
siempre, camina siempre, avanza siempre; no te pares en el camino, no
retrocedas, no te desvíes. Se para el que no avanza; retrocede el que vuelve a
pensar en el punto de salida, se desvía el que apostata. Es mejor el cojo que
anda por el camino que el que corre fuera del camino». Y añade: «Examínate y no
te contentes con lo que eres si quieres llegar a lo que no eres. Porque en el
instante que te complazcas contigo mismo, te habrás parado». ¿Te mueves o estás
parado? Pide ayuda a la Santísima Virgen, Madre de Esperanza.
Rev. D. Joan MARQUÉS i Suriñach (Vilamarí, Girona,
España)
Santoral Católico:
San Juan de Capistrano
Presbítero
San Juan de Capistrano, presbítero de la Orden de
Hermanos Menores, que luchó en favor de la disciplina regular, estuvo al
servicio de la fe y costumbres católicas en casi toda Europa, y con sus
exhortaciones y plegarias mantuvo el fervor del pueblo fiel, defendiendo
también la libertad de los cristianos. En la localidad de Ujlak, junto al
Danubio, en el reino de Hungría, descansó en el Señor. († 1456) Información amplia haciendo clic acá.
Fuente: Catholic.net
Palabras del Papa Francisco
“Esto es lo que hace daño: la codicia en mi relación con
el dinero. Tener más, tener más, tener más… Te lleva a la idolatría, destruye
tu relación con los demás. No el dinero, sino la actitud, que se llama codicia.
Y luego, esta codicia también te enferma, porque te hace pensar todo en función
del dinero. Y al final -esto es lo más importante-, la codicia es un
instrumento de la idolatría, porque va por el camino opuesto al que hizo Dios
para nosotros. San Pablo dice que Jesucristo, que era rico, se hizo pobre para
enriquecernos. Ese es el camino de Dios: la humildad, el humillarse para
servir. En cambio, la codicia te lleva por el camino opuesto: tú eres un pobre
hombre, te haces Dios por vanidad. ¡Es la idolatría!”
Papa Francisco
Historias:
La humildad
Se acercaba mi cumpleaños y quería ese año pedir un deseo
especial al apagar las velas de mi pastel. Caminando por el parque me senté al
lado de un mendigo que estaba en uno de los bancos, el más retirado, viendo dos
palomas revolotear cerca del estanque y me pareció curioso ver a un hombre de
aspecto abandonado, mirar las avecillas con una sonrisa en la cara que parecía
eterna.
Me acerqué a él con la intención de preguntarle por qué
estaba tan feliz. Quise también sentirme afortunado al conversar con él para
sentirme más orgulloso de mis bienes, porque yo era un hombre al que no le
faltaba nada. Tenía mi trabajo, que me producía mucho dinero. Claro que...
¿cómo no iba a producírmelo trabajando tanto? Tenía mis hijos a los que,
gracias a mi esfuerzo, tampoco les faltaba nada y tenían todos los juguetes que
quisiesen tener. En fin, gracias a mis interminables horas de trabajo no le
faltaba nada a mi familia.
Me acerqué entonces al hombre y le pregunté:
- Caballero, ¿qué pediría usted como deseo en su
cumpleaños?
Pensaba yo que el hombre me contestaría que pediría
dinero. Así, de paso, yo le daría unos billetes que tenía y realizaría “la obra
de caridad del año”.
No sabe usted mi asombro cuando el hombre me contesta lo
siguiente, con la misma sonrisa en su rostro que no se le había borrado y nunca
se le borró:
- “Amigo, si pidiese algo más de lo que tengo sería muy
egoísta, yo ya he tenido de todo lo que necesita un hombre en la vida y más.
Vivía con mis padres y mi hermano antes de perderlos una tarde de junio. Hace
mucho, conocí el amor de mi padre y mi madre, que se desvivían por darme todo
el amor que les era posible dentro de nuestras limitaciones económicas. Al
perderlos, sufrí muchísimo pero entendí que hay otros que nunca conocieron ese
amor, yo sí y me sentí mejor.
De joven, conocí una chica de la cual me enamoré
perdidamente. Un día la besé y estalló en mí el amor hacia aquella joven tan
bella. Cuando se marchó, mi corazón sufrió tanto... Recuerdo ese momento y
pienso que hay personas que nunca han conocido el amor y me siento mejor.
Un día en este parque, un niño correteando cayó al suelo
y comenzó a llorar. Yo fui, lo ayudé a levantarse, le sequé las lágrimas con
mis manos y jugué con él por unos instantes más y aunque no era mi hijo, me
sentí padre y me sentí feliz porque pensé que muchos no han conocido ese
sentimiento.
Cuando siento frío y hambre en el invierno, recuerdo la
comida de mi madre y el calor de nuestra pequeña casita y me siento mejor
porque hay otros que nunca lo han sentido y tal vez no lo sentirán nunca.
Cuando consigo dos piezas de pan comparto una con otro mendigo del camino y
siento el placer que da compartir con quien lo necesita, y recuerdo que hay
unos que jamás sentirán esto.
Mi querido amigo, ¿qué más puedo pedir a Dios o a la vida
cuando lo he tenido todo, y lo más importante es que soy consciente de ello?
Puedo ver la vida en su más simple expresión, como esas
dos palomitas jugando. ¿Qué necesitan ellas? Lo mismo que yo, nada... Estamos
agradecidos al Cielo de esto, y sé que usted pronto lo estará también”.
Miré hacia el suelo un segundo como perdido en la
grandeza de las palabras de aquel sabio que me había abierto los ojos en su
sencillez. Cuando miré a mi lado ya no estaba, sólo las palomitas y un
arrepentimiento enorme de la forma en que había vivido sin haber conocido la
vida. Jamás pensé que aquel mendigo era tal vez un ángel enviado por Dios, que
me daría el regalo más precioso que se le puede dar a un ser humano... la
humildad.
Web Católico de Javier
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el
Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes,
diáconos, seminaristas, catequistas y todos los que componemos el cuerpo
místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que seamos uno, así como
Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por
las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón
de María; por la conversión de todos los
pueblos; por la Paz en el mundo; por nuestros hermanos sufrientes por diversos
motivos especialmente por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto,
la falta de trabajo, el hambre y la pobreza; por los presos políticos y la
falta de libertad en muchos países del mundo; por la unión de las familias, la
fidelidad de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este
sacramento; por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas; y por
las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración para Ángela
D., de Corrientes, Argentina, que permanece postrada en cama desde hace dos
meses luego de una operación de cadera y ahora debe operarse la rótula, para
que Dios ilumine a los médicos y le otorgue fortaleza a ella.
Pedimos oración por Marta Cecilia S., de Córdoba, Argentina, que espera el resultado de una biopsia, rogando a la Santísima Virgen de Lourdes su mediación para que los resultados sean negativos.
Pedimos oración por Marta Cecilia S., de Córdoba, Argentina, que espera el resultado de una biopsia, rogando a la Santísima Virgen de Lourdes su mediación para que los resultados sean negativos.
Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara
nuestras debilidades,
para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la
paciencia;
escucha ahora las plegarias que te dirigimos por
nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la
aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu
hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la
redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Amén
Un estímulo todos los días
Octubre 23
“Te entrego, Señor, todo lo que tengo y todo lo que estoy
viviendo. Te doy gracias por lo que me estás regalando y lo disfruto con gozo.
Pero desde ya te lo entrego todo para que acabe cuando tenga que acabar.
Te proclamo a ti, Jesús, como único Señor, rey de todo lo
que soy y de todo mi futuro. Te declaro Señor de todos mis afectos, de mis
deseos, de mis relaciones.
Sé que me darás la felicidad que necesito, porque confío
en tu amor, pero me la darás a tu modo, como sea mejor para mí.
En ti deposito toda la confianza de mi corazón. Amén.”
Mons. Víctor Manuel Fernández
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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