PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año
20 - Número 6149 ~ Domingo 2 de Noviembre de 2025
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
¡Alabado sea Jesucristo!
“Nosotros los creyentes, cuando rezamos por nuestros muertos, nos
reencontramos con ellos en una misteriosa comunión de fe, esperanza y amor.
Ellos han transpuesto ya la frontera del
tiempo y entrado en el ámbito de la eternidad, propio de Dios. Pero aunque
hayan dejado de existir para nuestro mundo físico, siguen viviendo, con todo,
en el mismo mundo espiritual en que vivimos nosotros.
Siempre que hacemos oración por ellos, los encontramos dentro del infinito
abrazo con que estrecha Dios a cuantos lo aman. He aquí el motivo de por qué,
quienes nos hemos abierto por la fe a un sentido cristiano de la muerte, no nos
dejamos abatir por el pesimismo o la desesperación. Desde luego, cuando se
produce el deceso de algún ser querido, los creyentes experimentamos, como
cualquier ser humano, un profundo dolor. Nuestro corazón puede derramar
lágrimas de sangre. Nuestra sensibilidad puede haber quedado destrozada. Pero
en la zona más secreta del alma, la fe nos hace vivir una experiencia de paz,
esperanza y gozo.
Paz, esperanza y gozo que surgen de saber con seguridad que ellos,
nuestros muertos, viven. No podemos precisar cómo ni dónde, pero sabemos que
viven. Así como sabemos que un día nos volveremos a encontrar definitivamente
con ellos, para compartir en plenitud la existencia trascendente que ellos ya
viven”. (H. Valla). Que Cristo, “resurrección y vida”, aliente tu esperanza.
(PADRE NATALIO)
La Palabra de Dios
Lecturas del día
- LOS FIELES DIFUNTOS -
♡ Primera Lectura: Sabiduría 3:1-9
♡ Salmo: Sal 27:1, 4, 7-9, 13-14
♡ Segunda Lectura: Romanos 5:5-11
♡ Santo Evangelio: Juan 6:37-40 (o Lc
23,33.39-43 o Lc 24,1-8))
En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “Todo aquel que me da el Padre
viene hacia mí; y al que viene a mí yo no lo echaré fuera, porque he bajado del
cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.
Y la voluntad del que me envió es que yo no pierda nada de lo que él me ha
dado, sino que lo resucite en el último día. La voluntad de mi Padre consiste
en que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y yo lo resucite
en el último día’’.
♡ Comentario:
Hoy celebramos el día dedicado a todos los fieles difuntos. La Iglesia
Católica nos invita a rezar por nuestros
Fieles Difuntos. Ellos constituyen la Iglesia Purgante y viven en solidaridad
con los demás miembros –los de la Iglesia Militante en la tierra y los de la
Iglesia Triunfante en el Paraíso– y en comunión con Dios, aunque de diverso
modo.
Así como las almas de los fieles que alcanzaron ya su meta definitiva en
el Cielo, viven en una perfecta intimidad con la Trinidad Beatísima, y los que
aún vivimos en el mundo batallamos contra nuestras pasiones por ser fieles a
Dios, las almas del Purgatorio pasaron ya por el mundo, pero todavía no gozan
de Dios y requieren, por eso, de nuestras oraciones a la Misericordia de la
Santísima Trinidad.
La liturgia nos regala hoy este pequeño fragmento del evangelio de Juan
que pertenece al discurso del pan de vida. La comunidad de Juan celebraba la
eucaristía y recordaba en ella la presencia del pan bajado del cielo, Jesús,
que venía a alimentar los deseos más profundos y auténticos de todo ser humano.
En este contexto, llegan las palabras del evangelio de hoy para asegurarnos que
Jesús no «pierde» ni «rechaza» ninguno de los que creen y acuden a él.
Santoral Católico:
Conmemoración de los Fieles Difuntos
La Iglesia, después de
celebrar ayer la fiesta de todos sus hijos bienaventurados ya en el cielo, se
interesa hoy ante el Señor en favor de las almas de todos cuantos nos
precedieron en el signo de la fe y duermen en la esperanza de la resurrección,
para que, purificados de toda mancha de pecado, puedan gozar de la felicidad
eterna. Celebramos, pues, la victoria de Cristo, y de nosotros con Él, sobre la
muerte. Y hacemos memoria de cuantos, habiendo compartido ya la muerte de
Jesucristo, están llamados a compartir también con Él la gloria de la
resurrección. El primer prefacio de difuntos nos enseña que «en Cristo brilla
la esperanza de nuestra feliz resurrección; y así, aunque la certeza de morir
nos entristece, nos consuela la promesa de la futura inmortalidad; porque la
vida de los que creemos en el Señor, no termina, se transforma; y, al
deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo».
Mientras nosotros pedimos por los difuntos, ellos interceden por nosotros.
Oración: Oh Dios, que
resucitaste a tu Hijo para que, venciendo la muerte, entrara en tu reino,
concede a tus siervos difuntos que, superada su condición mortal, puedan
contemplarte para siempre como su Creador y Salvador. Por Jesucristo, nuestro
Señor. Amén.
Para más información hacer clic acá.
(Directorio Franciscano – ACI Prensa – Catholic.net)
Palabras de San Juan Pablo II
«Aliento a los católicos a orar con fervor por los
difuntos, por los de sus familias y por todos nuestros hermanos y hermanas que
han muerto, para que obtengan la remisión de las penas debidas a sus pecados y
escuchen la llamada del Señor: “Ven, querida alma mía, al descanso eterno entre
los brazos de mi bondad, que te ha preparado las delicias eternas” (San
Francisco de Sales, Introducción a la vida devota 17, 4). Confiando a la
intercesión de Nuestra Señora y de San José, Patrono de la buena muerte, a los fieles
que oren por los difuntos, les imparto de todo corazón mi bendición apostólica»
Predicación del Evangelio:
La muerte no es el final
Al llegar a los setenta u ochenta años, ya no tenemos la misma energía de
antes. No podemos trabajar todo el día ni divertirnos hasta muy noche. Muchos
conocidos de tiempos pasados —parientes, maestros, incluso compañeros— se han
marchado de este mundo. Además, el mundo contemporáneo, con sus miles de
novedades, nos deja desorientados, como si despertáramos una mañana en un país
extranjero.
Es tiempo de prepararnos para la muerte. La muerte nos lleva de la vida
como un camión que recoge los muebles cuando nos mudamos. Es un acto pasivo que
podemos resistir por un tiempo, pero al final debemos rendirnos. Pensemos en la
muerte como una oportunidad de encontrarnos con Cristo. En la Carta a los
Filipenses, san Pablo escribe: “Para mí, la vida es Cristo, y la muerte una
ganancia” (Flp 1,21). El apóstol espera su muerte como la novia que se prepara
para ser recogida por su amado. También nuestra meta es vivir con el Señor para
siempre.
Existen fuerzas en nuestra sociedad que van en contra de nuestro deseo de
ver la muerte como ganancia. Trivializan la muerte, como si representara
únicamente el final de la vida, con poco valor en sí misma. Quienes la
consideran así no esperan en Cristo como su Salvador eterno. Para ellas, la
vida está limitada entre el nacimiento y la muerte, y su valor se mide solo por
lo que sucede dentro de esos confines.
Nuestra tradición católica es, con razón, solemne. Llevamos el cuerpo a
la iglesia acompañado de su familia y amigos. Buscamos consolarnos unos a otros
por la pérdida del ser querido. Nuestra presencia reconoce los logros del
difunto mientras damos gracias a Dios por sus virtudes. No menos importante,
rezamos para que sus vicios sean purificados, a fin de que pueda entrar en la
presencia del Señor.
Hoy, en el Día de Todos los Fieles Difuntos, tenemos otra oportunidad
para orar por los muertos. Pedimos a Dios no solo por nuestros seres queridos
fallecidos, sino también por los miles de millones de difuntos anónimos.
Queremos que el Señor perdone sus pecados y purifique sus faltas. A cambio,
podemos esperar que otros, en algún momento y lugar del futuro, oren por
nosotros.
.
(P. Carmelo Mele OP - Imagen de Facebook)
Meditación Dominical
La muerte no es nada, sólo he pasado a la habitación de al lado. Yo soy
yo, ustedes son ustedes. Lo que somos unos para los otros seguimos siéndolo.
Denme el nombre que siempre me han dado. Hablen de mí como siempre lo han
hecho. No usen un tono diferente. No tomen un aire solemne y triste. Sigan
riendo de lo que nos hacía reír juntos. Recen, sonrían, piensen en mí. Que mi
nombre sea pronunciado como siempre lo ha sido, sin énfasis de ninguna clase,
sin señal de sombra. La vida es lo que siempre ha sido. El hilo no se ha
cortado. ¿Por qué estaría yo fuera de su mente? ¿Simplemente porque estoy fuera
de su vista? Los espero. No estoy lejos, sólo al otro lado del camino. ¿Ven?
Todo está bien. No lloren si me aman. ¡Si conocieran el don de Dios y lo que es
el Cielo! ¡Si pudieran oír el cántico de los Ángeles y verme en medio de ellos!
¡Si pudieran ver con sus ojos los horizontes, los campos eternos y los nuevos
senderos que atravieso! ¡Si por un instante pudieran contemplar como yo la
belleza ante la cual todas las bellezas palidecen! Créanme: Cuando la muerte
venga a romper sus ligaduras como ha roto las que a mí me encadenaban y, cuando
un día que Dios ha fijado y conoce, su alma venga a este Cielo en el que los ha
precedido la mía, ese día volverán a ver a aquel que los amaba y que siempre
los ama, y encontrarán su corazón con todas sus ternuras purificadas. Volverán
a verme, pero transfigurado y feliz, no ya esperando la muerte, sino avanzando
con ustedes por los senderos nuevos de la Luz y de la Vida, bebiendo con
embriaguez, a los pies de Dios, un néctar del cual nadie se saciará jamás.
(San Agustín de Hipona)
Un año con María
Noviembre 2: El servicio del amor
A Jesús no le importan los rótulos ni tampoco los
currículums. A Jesús le importan las personas. Eso creo que tenemos que tener
en cuenta vos y yo en la vida. Dejemos de estar mirando al otro por su
currículum y aprendamos a hacer un poco mejor esta vida a la gente que nos
rodea. Cuántas personas salen a buscar a Jesús porque no pueden más o porque
les aflige la vida de quienes aman. Aprende de María, pendiente de su Hijo y al
mismo tiempo pendiente de los demás.
(PADRE LUIS ZAZANO)
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)
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