martes, 2 de febrero de 2010

Pequeñas Semillitas 0982

PEQUEÑAS SEMILLITAS


Número 0982 ~ Martes 2 de Febrero de 2010
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)



Hola !!!
Hoy, 2 de Febrero, se celebra la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Por ese motivo nos unimos en el saludo respetuoso y lleno de admiración a todas las personas que han consagrado generosamente su vida al Señor: sacerdotes, frailes, monjas, religiosos y religiosas. Que Dios los acompañe, los guíe en su tarea y los colme de bendiciones.


La Palabra de Dios:
Evangelio del día


Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor» y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor.
Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre Él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel». Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de Él.
Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción —¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!— a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones».
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del Niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El Niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre Él.
(Lucas 2, 22-40)

Comentario
Hoy, aguantando el frío del invierno, Simeón aguarda la llegada del Mesías. Hace quinientos años, cuando se comenzaba a levantar el Templo, hubo una penuria tan grande que los constructores se desanimaron. Fue entonces cuando Ageo profetizó: «La gloria de este templo será más grande que la del anterior, dice el Señor del universo, y en este lugar yo daré la paz» (Ag 2,9); y añadió que «los tesoros más preciados de todas las naciones vendrán aquí» (Ag 2,7). Frase que admite diversos significados: «el más preciado», dirán algunos, «el deseado de todas las naciones», afirmará san Jerónimo.
A Simeón «le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor» (Lc 2,26), y hoy, «movido por el Espíritu», ha subido al Templo. Él no es levita, ni escriba, ni doctor de la Ley, tan sólo es un hombre «justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel» (Lc 2,25). Pero el Espíritu sopla allí donde quiere (cf. Jn 3,8).
Ahora comprueba con extrañeza que no se ha hecho ningún preparativo, no se ven banderas, ni guirnaldas, ni escudos en ningún sitio. José y María cruzan la explanada llevando el Niño en brazos. «¡Puertas, levantad vuestros dinteles, alzaos, portones antiguos, para que entre el rey de la gloria!» (Sal 24,7), clama el salmista.
Simeón se avanza a saludar a la Madre con los brazos extendidos, recibe al Niño y bendice a Dios, diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel» (Lc 2,29-32).
Después dice a María: «¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!» (Lc 2,35). ¡Madre!, —le digo— cuando llegue el momento de ir a la casa del Padre, llévame en brazos como a Jesús, que también yo soy hijo tuyo y niño.
Rev. D. Lluís RAVENTÓS i Artés (Tarragona, España)


Santoral Católico
Presentación del Señor en el Templo
y Purificación de María Santísima
Día de la Candelaria


En esta fecha, no sólo se conmemora la purificación de nuestra Madre sino también, un segundo gran misterio: la presentación de Nuestro Redentor en el templo. Además de la ley que obligaba a purificarse, había otra que ordenaba ofrecer a Dios al primogénito, aunque posteriormente podía ser rescatado por cierta suma de dinero. María cumplió estrictamente con todas esas ordenanzas.

Permaneció 40 días en su casa sin dejarse ver, absteniéndose de entrar al templo y de participar en las ceremonias de culto. Luego se dirigió a Jerusalén con su hijo en brazos, hizo sus ofrendas como acción de gracias y para su expiación, presentó a su Hijo, por manos del sacerdote a su Padre Celestial y luego lo rescató por cinco shekels recibiéndolo de nuevo en sus brazos hasta que el Padre volviera a reclamarlo.

Sin duda alguna, Cristo nos dio un ejemplo de humildad, obediencia y devoción al renovar públicamente la propia oblación al Padre como El lo había hecho en su Encarnación.

El nombre de Candelaria, viene de la tradición de bendecir velas que eran repartidas entre los adoradores el día 2 de febrero. Su fin, recalcar la entrada de Cristo, Luz del Mundo, en el Templo de Jerusalén.

En muchos lugares del mundo este día marcaba el principio del año. Por lo tanto en varios pueblos indígenas, se tiene la costumbre de bendecir las semillas para la siembra.


Más información en:
http://webcatolicodejavier.org/PresentacionJesus.html
http://www.corazones.org:80/biblia_y_liturgia/textos_bib_liturgia/fiestas/feb2_presentacion.htm
http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Presentación_de_Jesús.htm


Pensamiento


"Cree a aquellos que buscan la verdad,
duda de los que la han encontrado"
André Gide


Tema del día:
Terremoto en Haití... ¿Dónde estaba Dios?


Siempre que ocurre una gran desgracia natural, algunos ateos sueltan con tono de desafío esa pregunta: -Ahí ¿dónde estaba Dios? Bien les contesta un amigo mío argentino: “Resulta llamativo que aquéllos que no creen en Dios le dediquen tanto esfuerzo y tiempo a emprenderla contra Él. Esto sería como si yo culpara de mis tragedias a Santa. El esfuerzo de los ateos es, como poco, contradictorio, ya que niegan la existencia de Dios, pero lo culpan de todo lo malo que nos pasa. A ponerse de acuerdo, muchachos ¿existe o no Dios?”

Creo que muchos de este tipo de ateos son creyentes renegados; todavía creen en Dios aunque se niegan a reconocerlo; están en guerra con su conciencia. Hay otro tipo de ateos más rotundamente ateos que dicen: “¿Para qué quieren buscarle sentido a las desgracias y tragedias humanas? -No tienen ningún sentido.” Están en la línea de algunos escritores existencialistas –Jean Paul Sartre, Albert Camus y otros- y deberían escribir, a la cabecera de sus escritos y en relieve, esa tremenda sentencia declamada en el Matbeth de Shakespeare: “Life is a tale/ Told by an idiot, / full of sound and fury/ signifying nothing”. Y es que, si Dios no existiera, nada tendría sentido definitivo; tampoco el luchar contra los males de cualquier tipo. Sólo encerrarse en el egoísmo placentero, desesperado, desembocando en el agujero negro de la muerte. Pero... ¿es esa la realidad? Volvamos a la pregunta: ¿Donde estaba Dios en Haití?

Escandalícense los que quieran; pero Dios claro que estaba allí: en los que sufrieron la catástrofe en su cuerpo, en sus seres queridos, en sus bienes, en todo. Porque Jesucristo ha asumido toda nuestra vida, también el fracaso y el sufrimiento humano. Es parte del misterio de su Pasión y su Cruz. Bien lo señala San Mateo sobre el Juicio Final: “Entonces dirá el Rey a los que estén a su derecha: Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo: porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; era peregrino y me acogisteis; estaba desnudo y me vestisteis; enfermo y me visitasteis; en la cárcel y vinisteis a verme.” (Mateo 25, 34-36). Dios está allí, en todos los que sufren.

Pero Dios estuvo, y sigue estando en Haití, también en todos los que acudieron a rescatar a los atrapados en los escombros, a socorrer a los heridos, a los hambrientos, a los moribundos... Todos los que se compadecieron; todos los que siguen restando horas al sueño, venciendo la fatiga de días sin descanso para seguir haciendo casi lo imposible, todos esos heroicos médicos, enfermeras, personal de instituciones humanitarias, voluntarios espontáneos... Todos esos de buen corazón expresado en obras. Son esos que dirán con sorpresa en el Juicio Final: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber?; ¿cuando te vimos peregrino y te acogimos o desnudo y te vestimos? o ¿cuando te vimos enfermo o en la cárcel y vinimos a verte? Y el Rey en respuesta les dirá: En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mi me lo hicisteis.” (Mateo 25, 37-39). Muchos de esos no creen en Dios pero cumplieron -¿sin saberlo?- el segundo mandamiento, cuando amaron a su prójimo socorriéndole. Y donde hay amor, allí está Dios. Ellos fueron las manos, las palabras y las acciones de Dios, socorriendo a Dios en sus hermanos sufrientes.

Es un misterio esa identificación de Dios con los hombres. Además es la piedra de toque para descubrir si el amor a Dios es oro puro, o metal falso, fariseísmo, aunque mucho brille y presuma de religioso, porque “Si alguno dice 'amo a Dios' y odia a su hermano, es un mentiroso; porque quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve.” (1, Juan 4,20).

Y también es un misterio conmovedor la fe de mucha gente pobre o enferma que no reniega de Dios. Jeanne Orelis, una haitiana de 26 años, con el brazo quebrado envuelto en harapos dice con calma, esperando que la atiendan: “Dependemos de Dios. No se puede estar enojada con Dios.”

Carl Anderson en su artículo sobre Haití recuerda lo visto en leprosos de Molokai mutilados por su enfermedad, y además ciegos, que siguen rezando a Dios y agradeciéndole “por todas las cosas buenas que me has dado”. Eso es algo que, para la soberbia de muchos, es sólo mentalidad mágica primitiva o simple estupidez. Pero esa mujer haitiana o esos ciegos leprosos tienen un luz que otros no ven y que a ellos les conduce hacia la luz eterna de la Felicidad.

Luis Fernández Cuervo
El Salvador


Pedidos de oración


Pedimos oración por Ivonne V., de Santiago de Chile, para que el Señor le conceda buena salud y un mejor trabajo.


Pedimos oración por Cuchu (de Perú) y por Boris Jrs (de Canadá) para que nuestro Señor Jesucristo les conceda salud y trabajo digno para sostener a sus familias.


Pedimos oración por Micaela C. que vive en Alberdi, Buenos Aires, Argentina, tiene 15 años y padece diabetes insulino dependiente, para que el Buen Jesús la ayude y la fortalezca en el cotidiano convivir con esta enfermedad, manteniendo renovada la esperanza de encontrar la curación.


Pedimos oración por Haydée O. que vive en Cuba y tiene una enfermedad oncológica bajo tratamiento de quimioterapia. Que Dios con su infinita misericordia le dé fuerzas para soportar estos días difíciles y logre salir adelante con mucha fe y oraciones.


Pedimos oración por la salud de José María "Gringo", que vive en Médanos, provincia de Buenos Aires, Argentina, rogando que la Santísima Virgen de Schoenstatt lo sostenga en sus brazos y el Buen Jesús le brinde mucha fortaleza y salud.


Pedimos oración por la recuperación de Dalidia C. P., que es de Puerto Rico y ha sido transplantada de médula ósea por cáncer en USA. Que el Señor de la Misericordia esté junto a ella para que complete su recuperación y logre su plena salud.


Pedimos oración por Mercedes G., de Guatemala, que lleva varios meses siendo sometida a radioterapia por problemas de piel, para que Dios le conceda la gracia de curarse.


Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia; escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos, y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu Hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.


Ven Espíritu Santo...!


Te rogamos Señor, que visites nuestras conciencias para purificarlas, a fin de que al venir nuestro Señor Jesucristo encuentre en ellas una morada digna; quien contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Así sea.
P. Florentín Brusa cmf


Felipe de Urca
-Jardinero de Dios-


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