martes, 13 de diciembre de 2022

Pequeñas Semillitas 5184

PEQUEÑAS SEMILLITAS
 
Año 17 - Número 5184 ~ Martes 13 de Diciembre de 2022
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
¡Alabado sea Jesucristo!
Acepta tu verdadera condición. No mientas a los demás sobre tu real situación personal, económica, financiera y social.
Usa autenticidad y espontaneidad cuando seas interrogado por alguien. No te avergüences de tu trabajo, de tu familia y de tu posición social. Tu verdadero valor consiste en la riqueza que tienes dentro de ti.
Se honesto contigo mismo, para que más tarde no seas ridiculizado por haber mentido.
Es que siendo tú mismo, las personas te admirarán y sabrán descubrir tus cualidades.
Recuerda siempre que Jesús nació en un pesebre.
 
La Palabra de Dios
Lecturas del día
Primera Lectura: Sof 3,1-2.9-13
 
Salmo: Sal 33,2-3.6-7.17-18.19.23
 
Santo Evangelio: Mt 21,28-32
En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero, le dijo: ‘Hijo, vete hoy a trabajar en la viña’. Y él respondió: ‘No quiero’, pero después se arrepintió y fue. Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. Y él respondió: ‘Voy, Señor’, y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?». «El primero», le dicen. Díceles Jesús: «En verdad os digo que los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros por camino de justicia, y no creísteis en él, mientras que los publicanos y las rameras creyeron en él. Y vosotros, ni viéndolo, os arrepentisteis después, para creer en él».
 
Comentario:
Hoy contemplamos al padre que tiene dos hijos y dice al primero: «Hijo, vete hoy a trabajar en la viña» (Mt 21,28). Éste respondió: «‘No quiero’, pero después se arrepintió y fue» (Mt 21,29). Al segundo le dijo lo mismo. Él le respondió: «Voy, señor»; pero no fue... (cf. Mt 21,30). Lo importante no es decir “sí”, sino “obrar”. Hay un adagio que afirma que «obras son amores y no buenas razones».
En otro momento, Jesús dará la doctrina que enseña esta parábola: «No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial» (Mt 7,21). Como escribió san Agustín, «existen dos voluntades. Tu voluntad debe ser corregida para identificarse con la voluntad de Dios; y no la de Dios torcida para acomodarse a la tuya». En lengua catalana decimos que un niño “creu” (“cree”), cuando obedece: ¡cree!, es decir, identificamos la obediencia con la fe, con la confianza en lo que nos dicen.
Obediencia viene de “ob-audire”: escuchar con gran atención. Se manifiesta en la oración, en no hacernos “sordos” a la voz del Amor. «Los hombres tendemos a “defendernos”, a apegarnos a nuestro egoísmo. Dios exige que, al obedecer, pongamos en ejercicio la fe. A veces el Señor sugiere su querer como en voz baja, allá en el fondo de la conciencia: y es necesario estar atentos, para distinguir esa voz y serle fieles» (San Josemaría Escrivá). Cumplir la voluntad de Dios es ser santo; obedecer no es ser simplemente una marioneta en manos de otro, sino interiorizar lo que hay que cumplir: y, así, hacerlo porque “me da la gana”.
Nuestra Madre la Virgen, maestra en la “obediencia de la fe”, nos enseñará el modo de aprender a obedecer la voluntad del Padre.
* Rev. D. Jordi POU i Sabater (Sant Jordi Desvalls, Girona, España)
 
Santoral Católico:
Santa Lucía
Es una de las figuras más estimadas por la devoción cristiana y la Iglesia la celebra como una de las gloriosas vírgenes y mártires del tiempo del Imperio Romano. Murió en Siracusa (Sicilia) durante la persecución del emperador Diocleciano el 13 de diciembre del año 304. Su culto se extendió desde la antigüedad por la Iglesia, y su nombre fue introducido en el Canon Romano de la misa. La leyenda según la cual la Santa se habría arrancado los ojos por amor de Cristo, tiene su origen seguramente en la etimología popular del nombre de Lucía (lux-lucis, luz), luminosa, y sugiere la luminosidad que emana de su propio nombre. La misma fuente dice que, después de peregrinar a la tumba de Santa Águeda en Catania, decidió consagrarse a Cristo y vendió su dote, por lo que su prometido, desairado, la denunció como cristiana y la torturaron sin conseguir doblegar su propósito de virginidad. Es abogada de la vista y patrona de los ciegos.
Oración: Que la poderosa intercesión de santa Lucía, virgen y mártir, sea nuestro apoyo, Señor, para que en la tierra celebremos su triunfo y en el cielo participemos de su gloria. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Para más información hacer clic acá.
© Directorio Franciscano – ACI Prensa – Catholic.net
 
Pensamiento del día
“Siempre que puedes llevar paz a la vida de alguien, hazlo. Ya hay demasiado caos en la vida de los demás. Y hay demasiada gente lastimando y haciendo daño. Siempre que tengas la oportunidad de ser amable, hacer el bien, ayudar, escuchar, hacer reír, no lo dudes y hazlo”
 
Tema del día:
Las lágrimas del Papa
Este jueves 8 de diciembre, recuperando la tradición interrumpida por los dos años de pandemia, el Papa acudió a la Plaza de España en Roma para rendir homenaje a la Inmaculada, ante la esbelta columna que sostiene su imagen. Un homenaje que consiste sobre todo en una cálida oración. Durante esta oración, que el Pontífice quiso hacer de pie incorporándose de la silla de ruedas, se refirió largamente a la guerra que está destruyendo Ucrania.
 
«Pongo ante ti -dijo el Papa- las súplicas de los niños, de los ancianos de los padres y madres, de los jóvenes de la martirizada Ucrania. Virgen Inmaculada, hoy hubiera querido traerte el agradecimiento del pueblo ucraniano por la paz que llevamos tanto tiempo pidiendo al Señor. En cambio, aún tengo que traerte la súplica de los niños, de los ancianos de los padres y madres, de los jóvenes de esa tierra martirizada. Pero en realidad todos sabemos que estás con ellos y con todos los que sufren, como estuviste junto a la cruz de tu Hijo. Mirándote a ti, que estás libre de pecado podemos seguir creyendo y esperando que sobre el odio venza el amor, que la verdad prevalezca sobre la mentira, que la ofensa gane el perdón, que sobre la guerra gane la paz. ¡Que así sea!».
 
Durante la oración, el Papa se conmovió tanto que no pudo contener las lágrimas y tuvo que interrumpir unos instantes la lectura de su plegaria. La tortura que están padeciendo los ucranianos, que tienen que afrontar el frío invierno de su tierra sin calefacción, si luz y muchas veces sin agua potable, tocaron el corazón del Santo Padre, que con la humedad de sus ojos intensificaba el fervor de su petición a la Inmaculada. Sus lágrimas expresaron, mejor que mil palabras, el dolor de su corazón ante lo que está pasando en ese país europeo, un dolor compartido por todos los hombres de bien, que ven, impotentes, como sufre un pueblo inocente y valiente.
 
Claro que hay más motivos para derramar lágrimas, por desgracia. Pienso en los católicos nicaragüenses, sometidos a una dictadura que les ha impedido expresar en las calles su famoso “griterío” en honor a la Inmaculada, su patrona, mientras algunos de sus sacerdotes y obispos están encarcelados o en el exilio. O en los de Venezuela, sometidos a todo tipo de restricciones y que no ven mejorar sus condiciones de vida, aunque digan que la macroeconomía va mejor. O en los cubanos, que, sesenta años después, siguen aguantando todo el peso de la madre de todas las dictaduras latinoamericanas. Pienso también en los católicos chinos, con el cardenal Zen a la cabeza, pendiente de otro juicio, tras haber sido condenado en el primero, que puede llevarle a la cárcel. Y en los cristianos de todo el gran centro de África, desde Mali a Mozambique, pasando por Nigeria, que son ofrecidos en holocausto en el altar de un extremismo islámico que considera que matar a hombres, mujeres y niños agrada mucho al dios en el que cree.
 
Por desgracia, hay tanto por lo que llorar, que parecería que no hay motivo ni para la alegría ni para la esperanza. Las lágrimas del Papa son un bofetón de realidad y una acusación silenciosa a esa parte del mundo que se precipita en estos días en una verdadera orgía de consumismo y de derroche. Por desgracia, no creo que surtan el efecto de que se gaste un poco menos para compartir un poco más con los que no tienen ni siquiera lo imprescindible. La compasión de los que tienen no suele llegar hasta su bolsillo.
 
Sin embargo, y a pesar de todo, ternemos motivos sobrados para la esperanza. No está puesta ni en la mejora de la economía, ni siquiera en que los que mueven los hilos de la guerra den una oportunidad a la paz. Está puesta en el acontecimiento que ocurrió en una mísera cueva de ovejas, hace 2022 años, donde una humilde virgen nazarena dio a luz a su único hijo, que era Dios desde toda la eternidad y que, en su vientre inmaculado, adquirió la naturaleza humana. El que nació en Belén, Dios y hombre verdadero, es nuestra gran esperanza. No les mejoró sus condiciones de vida a los pastores que fueron a adorarle, sino que les cambió por completo la vida, porque, a ellos y a nosotros, nos perdonó los pecados y nos abrió las puertas del cielo. Esa es la verdadera esperanza, que nadie, ni siquiera las bombas o la tortura, nos podrá arrebatar.
© P. Santiago Martín
 
”Pequeñas Semillitas” por email
Si lo deseas puedes recibir todos los días "Pequeñas Semillitas" por correo electrónico. Las suscripciones son totalmente gratuitas y solo tienes que solicitarlas dirigiéndote por e-mail a feluzul@gmail.com   
Recuerden, queridos lectores, que, desde el día mismo de nuestro Bautismo, todos somos discípulos y misioneros, y en tal condición tenemos que ayudar a llevar la Palabra y las divinas enseñanzas de Jesús a tantas personas como nos sea posible.
También pueden difundir “Pequeñas Semillitas” a través de las redes sociales en las que estamos presentes, como Facebook, Twitter, etc.
 
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
No fue fácil para San José aceptar la noticia de que su mujer estaba embarazada sin haber tenido relaciones con él. Sin la intervención de Dios, María habría tenido que asumir la dura condición de madre soltera y Jesús habría llevado el baldón de ser un hijo de padre desconocido. Pero ese miedo de San José tiene también un significado simbólico: el miedo a dejar entrar en la propia vida al Hijo de Dios. A un Hijo de Dios que no venía con los ropajes propios de su rango, pues si así hubiera sido nadie habría dudado en aceptarle con todos los honores. Por el contrario, venía camuflado de debilidad, de la debilidad de un niño pobre, tan pobre que sólo tenía para defenderle los brazos y el corazón de una jovencísima muchacha nazarena.
También a nosotros nos puede pasar lo mismo: por miedo a complicarnos la vida, por miedo a lo que Dios nos pueda pedir, hacemos oídos sordos a la voz del ángel del Señor, que nos invita a llevarnos a nuestra casa a la Virgen con el Niño en su seno, con el Niño en los brazos. No queremos líos y, efectivamente, no tenemos los líos de Dios. Pero como los problemas no se pueden evitar, tenemos, a cambio, los que proceden del enemigo, del pecado, de nuestro propio egoísmo. Llevarse a María a casa, como hizo San José, es sinónimo de aceptar lo que Dios nos pida, de aceptar la ley del amor como la suprema de nuestra vida. Rechazar a María no es simplificar la vida, sino complicarla de otra manera, de una manera más dañina para nosotros y también para los demás. De nosotros depende con quién nos complicamos la vida: si con Dios y María o con sus enemigos.
(P. Santiago Martín)
 
Un minuto para volar
Diciembre 13
Cristo dice que lo que hicimos con los necesitados se lo hicimos a él mismo (Mt 25,40). Lo sabemos, pero ¿hiciste alguna vez la experiencia de reconocer realmente a Cristo en un necesitado? ¿Has sentido de verdad que al darle de comer le estabas dando de comer al mismo Cristo? O cuando ayudaste a alguien que estaba pasando un mal momento, ¿sentiste que Cristo estaba en él, lo reconociste? Trata de vivir alguna vez con el corazón y la piel esa convicción intensa y preciosa de estar aliviando realmente a nuestro amado Señor cuando trates de dar alivio a un necesitado. Si logras vivir esa experiencia mística ante los pobres, entonces sabrás lo que es dar porque sí. Ya no sentirás que ser misericordioso es una obligación pesada.
(Mons. Víctor M. Fernández)

FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)
 
BLOG ”PEQUEÑAS SEMILLITAS
FACEBOOK de “FELIPE DE URCA”
TWITTER de “PEQUEÑAS SEMILLITAS”
INSTAGRAM: FELIPE DE URCA
AMDG
 
🕊

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡Gracias por participar comentando! Por favor, no te olvides de incluir tu nombre y ciudad de residencia al finalizar tu comentario dentro del cuadro donde escribes.