domingo, 4 de diciembre de 2022

Pequeñas Semillitas 5175

PEQUEÑAS SEMILLITAS
 
Año 17 - Número 5175 ~ Domingo 4 de Diciembre de 2022
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
¡Alabado sea Jesucristo!
El Evangelio de hoy invita al arrepentimiento. El tema es hoy de mucha actualidad, pues como dijo el Papa Pío XII, hoy se ha perdido el sentido del pecado.
Es que hoy a la gente no le importa si una cosa es pecado o deja de serlo. Todo es normal. Todo vale. Lo hace todo el mundo. Es lo que el papa Benedicto XVI definió con su gran sabiduría como “la dictadura del relativismo”.
El bien y el mal son valores objetivos, sean frecuentes o no. La santidad es más escasa que el pecado, y no por eso vamos a decir que el pecado es mejor que la santidad. Lo único que preocupa a la gente son las consecuencias terrenas del pecado. Si no se aprueba el libertinaje sexual es por miedo al SIDA, no porque sea pecado. Y lo mismo pasa al ladrón: teme la cárcel más que el pecado.
En este tiempo de Adviento, Dios espera mi arrepentimiento. Y quiere que sea por amor (contrición), no sólo por miedo al infierno (atrición).
 
La Palabra de Dios
Lecturas del día 
Primera Lectura: Is 11,1-10
 
Salmo: Sal 71,1-2.7-8.12-13.17
 
Segunda Lectura: Rom 15,4-9
 
Santo Evangelio: Mt 3,1-12
Por aquellos días se presentó Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea: «Convertíos porque ha llegado el Reino de los Cielos». Éste es aquél de quien habla el profeta Isaías cuando dice: ‘Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas’. Tenía Juan su vestido hecho de pelos de camello, con un cinturón de cuero a sus lomos, y su comida eran langostas y miel silvestre. Acudía entonces a él Jerusalén, toda Judea y toda la región del Jordán, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.
Pero viendo él venir muchos fariseos y saduceos al bautismo, les dijo: «Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira inminente? Dad, pues, fruto digno de conversión, y no creáis que basta con decir en vuestro interior: ‘Tenemos por padre a Abraham’; porque os digo que puede Dios de estas piedras dar hijos a Abraham. Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego. Yo os bautizo en agua para conversión; pero aquel que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de llevarle las sandalias. Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene el bieldo y va a limpiar su era: recogerá su trigo en el granero, pero la paja la quemará con fuego que no se apaga».
 
Comentario:
Hoy, el Evangelio de san Mateo nos presenta a Juan el Bautista invitándonos a la conversión: «Convertíos porque ha llegado el Reino de los Cielos» (Mt 3,2).
A él acudían muchas personas buscando bautizarse y «confesando sus pecados» (Mt 3,6). Pero dentro de tanta gente, Juan pone la mirada en algunos en particular, los fariseos y saduceos, tan necesitados de conversión como obstinados en negar tal necesidad. A ellos se dirigen las palabras del Bautista: «Dad fruto digno de conversión» (Mt 3,8).
Habiendo ya comenzado el tiempo de Adviento, tiempo de gozosa espera, nos encontramos con la exhortación de Juan, que nos hace comprender que esta espera no se identifica con el “quietismo”, ni se arriesga a pensar que ya estamos salvados por ser cristianos. Esta espera es la búsqueda dinámica de la misericordia de Dios, es conversión de corazón, es búsqueda de la presencia del Señor que vino, viene y vendrá.
El tiempo de Adviento, en definitiva, es «conversión que pasa del corazón a las obras y, consiguientemente, a la vida entera del cristiano» (San Juan Pablo II).
Aprovechemos, hermanos, este tiempo oportuno que nos regala el Señor para renovar nuestra opción por Jesucristo, quitando de nuestro corazón y de nuestra vida todo lo que no nos permita recibirlo adecuadamente. La voz del Bautista sigue resonando en el desierto de nuestros días: «Preparad el camino al Señor, enderezad sus sendas» (Mt 3,3).
Así como Juan fue para su tiempo esa “voz que clama en el desierto”, así también los cristianos somos invitados por el Señor a ser voces que clamen a los hombres el anhelo de la vigilante espera: «Preparemos los caminos, ya se acerca el Salvador y salgamos, peregrinos, al encuentro del Señor. Ven, Señor, a libertarnos, ven tu pueblo a redimir; purifica nuestras vidas y no tardes en venir» (Himno de Adviento de la Liturgia de las Horas).
* Pbro. Walter Hugo PERELLÓ (Rafaela, Argentina)
 
Palabras del Santo Padre Pío
"Como las abejas que sin titubear atraviesan una y otra vez las amplias extensiones de los campos para alcanzar el bancal preferido y después, fatigadas pero satisfechas y cargadas de polen vuelven al panal para llevar a cabo allí, en una acción fecunda y silenciosa, la sabia transformación del néctar de las flores en néctar de vida; así vosotros, después de haberla acogido, guardad bien cerrada en vuestro corazón la Palabra de Dios"
 
Predicación del Evangelio:
Una voz en el desierto
En el Evangelio del segundo domingo de Adviento no nos habla directamente Jesús, sino su precursor, Juan el Bautista. El corazón de la predicación del Bautista se contiene en esa frase de Isaías que repite a sus contemporáneos con gran fuerza: «Voz del que grita en el desierto: preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas». Isaías, a decir verdad, expresaba: «Una voz clama: en el desierto abrid camino al Señor» (Is 40, 3).
 
Jerusalén era una ciudad rodeada por el desierto: a Oriente los caminos de acceso, en cuanto se trazaban, fácilmente desaparecían por la arena que mueve el viento, mientras que a Occidente se perdían entre las asperezas del terreno hacia el mar. Cuando una comitiva o un personaje importante debía llegar a la ciudad, era necesario salir y caminar por el desierto para abrir una vía al menos provisional; se cortaban las zarzas, se colmaban las hondonadas, se allanaban los obstáculos, se reparaba un puente o un paso. Así se hacía, por ejemplo, con ocasión de la Pascua para acoger a los peregrinos que llegaban de la Diáspora. En este dato, de hecho, se inspira Juan el Bautista. Está a punto de llegar, clama, uno que está por encima de todos, «el que debe venir», el que esperan las gentes: es necesario trazar una senda en el desierto para que pueda llegar.
 
Pero he aquí el salto de la metáfora a la realidad: este sendero no se traza sobre el terreno, sino en el corazón de cada hombre; no se traza en el desierto, sino en la propia vida. Para hacerlo, no es necesario ponerse materialmente al trabajo, sino convertirse: «Enderezad las sendas del Señor»: este mandato presupone una amarga realidad: el hombre es como una ciudad invadida por el desierto; está cerrado en sí mismo, en su egoísmo; es como un castillo con un foso alrededor y los puentes alzados. Peor: el hombre ha complicado sus sendas con el pecado y ahí se ha quedado, seducido, como en un laberinto. Isaías y Juan el Bautista hablan metafóricamente de precipicios, de montes, de pasos tortuosos, de lugares impracticables. Basta con llamar estas cosas por sus verdaderos nombres, que son orgullo, pereza, vejaciones, violencias, codicias, mentiras, hipocresía, impudicias, superficialidades, ebriedades de todo tipo (se puede estar ebrio no sólo de vino o de drogas, sino también de la propia belleza, de la propia inteligencia, o de uno mismo ¡que es la peor ebriedad!). Entonces se percibe inmediatamente que el discurso también es para nosotros; es para cada hombre que en esta situación desea y espera la salvación de Dios.
 
Enderezar un sendero para el Señor tiene por lo tanto un significado concretísimo: significa emprender la reforma de nuestra vida, convertirse. En sentido moral lo que hay que allanar y los obstáculos que hay que retirar son el orgullo -que lleva a ser despiadado, sin amor hacia los demás-, la injusticia -que engaña al prójimo, tal vez aduciendo pretextos de resarcimiento y de compensación para acallar la conciencia-, por no hablar de rencores, venganzas, traiciones en el amor. Son hondonadas a colmar la pereza, la acidia, la incapacidad de imponerse un mínimo esfuerzo, todo pecado de omisión.
 
La palabra de Dios jamás nos aplasta bajo una mole de deberes sin darnos al mismo tiempo la seguridad de que Él nos brinda lo que nos manda hacer. Dios, dice [el profeta] Baruc, «ha ordenado que sean rebajados todo monte elevado y los collados eternos, y colmados los valles hasta allanar la tierra, para que Israel marche en seguro bajo la gloria de Dios» [Ba 5, 7]. Dios allana, Dios colma, Dios traza la senda; es tarea nuestra secundar su acción, recordando que «quien nos ha creado sin nosotros, no nos salva sin nosotros».
(P. Raniero Cantalamessa)
 
Poesía
Préstame Madre
 
Préstame, Madre, tus pensamientos,
e ilumina mi mente con la luz de tu sabiduría.
Préstame, Madre, tus ojos, para con ellos mirar;
si con ellos miro nunca volveré a pecar.
Préstame, Madre, tu lengua, para poder comulgar;
pues es tu lengua materna de amor y santidad.
Préstame, Madre, tu corazón, para poder perdonar
y cambiar mi corazón de roca por uno celestial.
Préstame, Madre, tus manos, para poder trabajar;
si con ellos trabajo, rendirá una y mil veces más.
Préstame, Madre, tu manto, para esconder mi maldad;
pues cubierto con tu manto al cielo he de llegar.
Préstame Madre a tu Hijo, para poderle yo amar,
y esa será mi dicha para toda la eternidad.
Amén.
 
Nuevo vídeo
 
Hay un nuevo vídeo subido al blog
de "Pequeñas Semillitas" en internet.
Para verlo tienes que ir al final de esta página
 
Agradecimientos
Imaginemos que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.
 
💕 Desde Cuba, Nereida P. agradece porque el pasado 12 de noviembre pidió oraciones para que su hijo Roberto y su esposo Víctor pudieran trabajar y completar sus trámites migratorios en USA. Pues bien, ya consiguieron permiso de trabajo y falta completar trámite migratorio. Damos gracias a Dios y seguimos en oración para que lo que falta conseguir llegue pronto y la familia se pueda unir de nuevo.
 
💕 Desde Buenos Aires, Argentina, agradecen a Dios y a los que rezaron por la salud de Juan Rodolfo P. y Julio Alberto P. Ambos se recuperan de sus operaciones al corazón. ¡Gracias Señor por atender nuestros pedidos!
 
💕 Desde Florida, USA, un agradecimiento a Dios Padre y la Virgen Santísima, porque las pruebas neurológicas realizadas a la niña Arisen I. G., de 3 meses, han arrojado todos resultados normales. Vaya también el agradecimiento para todas las personas que rezaron por esta intención, lo dice su abuela Maira G. P.
 
💕 Desde Córdoba, Argentina, Marta D. agradece a Dios  y a todas las personas que rezaron por ella cuando se accidentó estando en España el 22 de agosto (fractura de fémur). Ya en su casa en Córdoba sigue su rehabilitación y en su último control la han encontrado en excelente condición y está haciendo ya su vida normal. Nos sumamos a la plegaria de acción de gracias.
 
💕 Desde Montevideo, Uruguay, Karen S. agradece a Dios por regalarle la gracia de la fe, por ayudarla a continuar este camino y por haberle confiado a Fabiana (su hija) durante 34 años. ¡Gloria a Dios!
 
Bendito seas, Dios mío, porque a pesar de ser yo indigno de toda ayuda, tu generosidad e infinita bondad nunca dejan de otorgar el bien aún a los ingratos y a los que se han apartado de ti. Conviértenos a ti, para que seamos agradecidos, humildes y piadosos, pues Tú eres nuestra salud, nuestra fortaleza y nuestra salvación.
 
Un minuto para volar
Diciembre 4
No te desgastes tanto analizando las cosas. Gasta tu tiempo “viviendo” las cosas, penetrando en lo que vivas, aprovechando cada experiencia. Pero no lo podrás hacer si te llenas de negatividades. Libera tu mente constantemente de toda experiencia desagradable, de todo pensamiento destructivo, de toda idea que te paralice. No dejes que se acumulen dentro las frustraciones, sentimientos de inferioridad, tristezas, apegos. Observa esas cosas y expúlsalas, como si volvieras a nacer cada día. Y si no se van, déjalas que estén allí, como si fueran sombras o pequeñas nubes, pero no permitas que te dominen.
(Mons. Víctor M. Fernández)
 
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)
 
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