domingo, 28 de abril de 2019

Pequeñas Semillitas 3987

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 14 - Número 3987 ~ Domingo 28 de Abril de 2019
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
El Evangelio de  hoy me sugiere hacer tres consideraciones.
Cristo entra en el Cenáculo estando las puertas cerradas. El cuerpo glorioso atraviesa las paredes. Los Apóstoles se asustan y creen que es un fantasma.  Cristo les tranquiliza y come con ellos.
Cristo les da poder de perdonar los pecados: «A quienes perdonéis sus pecados, Yo les perdono; y a quienes no les perdonéis, Yo tampoco». Cristo delega el perdón de los pecados a los Apóstoles y a sus legítimos sucesores que son los sacerdotes.
La tercera consideración es sobre el acto de fe de Santo Tomás: «Señor mío y Dios mío». Es muy bonita costumbre decirlo en la elevación de la Sagrada Hostia y del Sagrado Cáliz. Y yo suelo añadir: «Que tu Santa Redención que estamos celebrando en esta Santa Misa consiga mi salvación eterna y la de todos los que van a morir hoy. Amén».
Padre Jorge Loring S. J.

¡Buenos días!

Mensaje de Jesús para ti
La actitud de confianza en Dios es fundamental en la Biblia: recorre casi todas sus páginas; las personas que desfilan por ellas son confrontadas con esta señal del varón justo, que busca a Dios como su único bien y poderoso refugio. La confianza es un aspecto de la misma fe, pero tiene una nota afectiva y cordial. El trozo de hoy es de una suavidad y dulzura inefables.

¿Por qué te confundes y te agitas ante los problemas de la vida? Déjame el cuidado de todas tus cosas y todo te irá mejor. Cuando te abandones en mí, todo se resolverá con tranquilidad según mis designios. No desesperes; no me dirijas una oración agitada, como si quisieras exigirme el cumplimiento de tus deseos. Déjame ser Dios y actuar con libertad. Abandónate confiadamente en mí. Reposa en mí y deja en mis manos tu futuro. Dime frecuentemente: “Jesús, yo confío en ti”. Déjate llevar en mis brazos divinos, no tengas miedo. Yo te amo. Si crees que las cosas empeoran o se complican a pesar de tu oración, sigue confiando. Cierra los ojos del alma y confía. Continúa diciéndome a toda hora: “Jesús, yo confío en ti”. Y verás grandes milagros. Te lo prometo por mi amor. Jesús.

Esta confianza, que es entrega y abandono en el Señor, te dejará sereno y tranquilo en medio de las tempestades de la vida, porque te has fiado nada menos que de Dios que es poderoso, bondadoso y fiel a su Palabra. El salmista afirma: “Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor porque no quedará defraudado”. Anímate a intentarlo.
* Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios
Lecturas del día
Primera Lectura: Hech 5, 12-16

Salmo: Sal 117, 2-4. 13-15. 22-27a

Segunda Lectura: Apoc 1, 9-11a. 12-13. 17-19

SANTO EVANGELIO: Jn 20,19-31
Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros». Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío». Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré».
Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con vosotros». Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente». Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío». Dícele Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído».
Jesús realizó en presencia de los discípulos otras muchas señales que no están escritas en este libro. Éstas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.

Comentario:
Hoy, Domingo II de Pascua, completamos la octava de este tiempo litúrgico, una de las dos octavas —juntamente con la de Navidad— que en la liturgia renovada por el Concilio Vaticano II han quedado. Durante ocho días contemplamos el mismo misterio y tratamos de profundizar en él bajo la luz del Espíritu Santo.
Por designio del Papa San Juan Pablo II, este domingo se llama Domingo de la Divina Misericordia. Se trata de algo que va mucho más allá que una devoción particular. Como ha explicado el Santo Padre en su encíclica Dives in misericordia, la Divina Misericordia es la manifestación amorosa de Dios en una historia herida por el pecado. “Misericordia” proviene de dos palabras: “Miseria” y “Cor”. Dios pone nuestra mísera situación debida al pecado en su corazón de Padre, que es fiel a sus designios. Jesucristo, muerto y resucitado, es la suprema manifestación y actuación de la Divina Misericordia. «Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito» (Jn 3,16) y lo ha enviado a la muerte para que fuésemos salvados. «Para redimir al esclavo ha sacrificado al Hijo», hemos proclamado en el Pregón pascual de la Vigilia. Y, una vez resucitado, lo ha constituido en fuente de salvación para todos los que creen en Él. Por la fe y la conversión acogemos el tesoro de la Divina Misericordia.
La Santa Madre Iglesia, que quiere que sus hijos vivan de la vida del resucitado, manda que —al menos por Pascua— se comulgue y que se haga en gracia de Dios. La cincuentena pascual es el tiempo oportuno para el cumplimiento pascual. Es un buen momento para confesarse y acoger el poder de perdonar los pecados que el Señor resucitado ha conferido a su Iglesia, ya que Él dijo sólo a los Apóstoles: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados» (Jn 20,22-23). Así acudiremos a las fuentes de la Divina Misericordia. Y no dudemos en llevar a nuestros amigos a estas fuentes de vida: a la Eucaristía y a la Penitencia. Jesús resucitado cuenta con nosotros.
Rev. D. Joan Ant. MATEO i García (La Fuliola, Lleida, España)

Palabras de San Juan Pablo II
“Y tú, Faustina, don de Dios a nuestro tiempo, 
don de la tierra de Polonia a toda la Iglesia, 
concédenos percibir la profundidad de la misericordia divina,
 ayúdanos a experimentarla en nuestra vida 
y a testimoniarla a nuestros hermanos”

Predicación del Evangelio:
¡Ha resucitado el Señor!
“Si no lo veo…no lo creo” (Jn 20,19-31) En cierta ocasión un predicador se acercó a una gran ciudad y dejó amarrado, en el exterior de sus muros, un caballo que llevaba para su misión apostólica. Comenzó su predicación sobre las verdades de la fe y, uno de los asistentes, le grito: “eso que Vd. dice no me lo creo” Y el predicador le contestó, esto que os digo, es tan verdad como que hay un caballo detrás de aquellos muros al cual vosotros no veis pero del cual os fiais que existe por mi palabra.

Santo Tomás, en este segundo Domingo de Pascua, representa a ese mundo nuestro que se fija y se deja llevar por lo palpable. Por aquello que se siente en la mano, se saborea en el paladar o se hace color frente a la mirada de los ojos: ¡Ha resucitado el Señor!

Y, como Santo Tomás, nos gustaría meter nuestras manos en su costado. Hurgar en los orificios que dejaron los clavos para, a continuación, salir corriendo y llevar la buena noticia de que Jesús no sólo murió sino que, además, sigue tan vivo como el primer día: ¡Ha resucitado el Señor!

La mayor prueba de su triunfo sobre la muerte nos la dan aquellos que tuvieron la suerte de encararse frente a frente con aquel misterio que ha dado un resplandor y un esplendor nuevo y alegre a nuestro futuro: aquellas mujeres que se acercaron temerosas al sepulcro.

El mayor respaldo a nuestra fe, viene de aquellos hombres que, sin dudar un solo instante, lo dejaron todo para dispararse por los cuatro puntos cardinales pregonando aquella buena noticia: ¡es verdad…ha resucitado! ¡Ha resucitado el Señor! Y, muchos de nosotros, somos fotocopia idéntica a aquel Tomás que, no solamente no creía que Jesús había salido triunfante del sepulcro, sino que además no se fiaba ni un pelo de la palabra de sus amigos cuando le decían, que sí Tomás, “hemos visto al Señor”.

Ese Tomás se prolonga en nuestro tiempo y en el entorno que nos preocupa. En aquellos/as que vivieron una experiencia religiosa pero que la abandonaron al ahogarse por el pragmatismo reinante o por exigir demasiadas razones.

Ese Tomás sigue reclamando pruebas con tantos de nuestros hermanos que piden conversión a la Iglesia, pruebas de su fidelidad al Evangelio pero….que son incapaces de mirar por encima de sus debilidades la grandeza que ella encierra, actualiza y conserva: ¡Cristo muerto y resucitado! ¡Ha resucitado el Señor! Y muchos de nosotros, en medio de las sacudidas a las que estamos sometidos, seguimos creyendo en EL como valor supremo de nuestra vida cristiana y como cumbre de todo lo que realizamos y celebramos en su nombre.

¡Ha resucitado el Señor! Como aquellos hombres y mujeres de entonces, seguimos siendo (con virtudes y defectos) los eternos entusiastas de la muerte y de la vida del Resucitado.
P. Javier Leoz

Poesía
Señor mío y Dios mío

SEÑOR MIO Y DIOS MIO
Como Tomás, con resistencias, pero creo en Ti
Como Tomás, con interrogantes, pero espero en Ti
Como Tomás, exijo pruebas y certezas
Como Tomás, no me fío de lo que me dicen de Ti.

SEÑOR MÍO Y DIOS MIO
Como Tomás, también tengo temor a seguirte
Como Tomás, asegurarme de que estás vivo
Como Tomás, quisiera meter mis dedos en los agujeros de tus clavos
Como Tomás, quisiera que, apartases el sayal, y me dejases contemplar
aquellos otros agujeros que otros clavos en tus pies dejaron.
¿Me dejas, Señor?
Quiero creer, pero soy incrédulo
Quiero seguirte, y me desvío de tus caminos
Eres Resurrección, y sigo empeñado en las horas de muerte
Eres vida, y busco noches oscuras que conducen al desazón

SEÑOR MÍO Y DIOS MIO
Pero, al final, también quiero ser como Tomás:
Creyente, entusiasta de tu Palabra enamorado y difusor de tu Reino
Y que, por encima de todo, en lo bueno y en lo malo nunca deje de exclamar:

¡SEÑOR MÍO Y DIOS MIO!
Amén
(P. Javier Leoz)

Nuevo vídeo y artículo

Hay un nuevo vídeo subido al blog
de "Pequeñas Semillitas" en internet.
Para verlo tienes que ir al final de esta página

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"Juan Pablo II inolvidable"
Puedes acceder en la dirección:

Ofrecimiento para sacerdotes y religiosas
  
Formulo el siguiente ofrecimiento únicamente para sacerdotes o religiosas que reciben diariamente "Pequeñas Semillitas" por e-mail: Si desean recibir los comentarios del Evangelio del domingo siguiente con dos o tres días de anticipación, para tener tiempo de preparar sus meditaciones, homilías o demás trabajos pastorales sobre la Palabra de Dios, pueden pedírmelo a feluzul@gmail.com
Sólo deben indicar claramente su nombre, su correo electrónico, ciudad de residencia y a qué comunidad religiosa pertenecen.
  
Agradecimientos
Imaginemos que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.

 Desde Cuba, agradecemos a Dios y a todos los que rezaron por nuestra amiga Verónica, que fue sometida a una delicada operación en el transcurso de la semana y ya está en su casa, a la vez que pedimos a la Virgen que la siga acompañando hasta su total recuperación.

También desde Cuba, llega el pedido de agradecer al Señor y a los que rezaron por la mejoría de Juan Carlos, que reside en Nueva Jersey, luego de la cirugía abdominal complicada a la que fue sometido

Desde Bogotá, Colombia, Carlos C. O. escribe para dar gracias al Señor y a nuestra Señora, la Virgen María, porque el viaje realizado por su hijo Carlos de Londres a Barcelona, por el que oramos hace algunos días, fue exitoso, sin inconvenientes de ninguna naturaleza. Ya se encuentra en Londres retomando con ahínco sus estudios y compromisos académicos. Igualmente la Familia Cardona Andrade agradece los favores recibidos, dados siempre por la Voluntad del Señor y Su Divina Providencia.
  
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
Jose Maria Rovira, teólogo en Barcelona, en uno de sus libros dice:
"Dios se acerca a nosotros buscando la rendija que el hombre mantiene abierta a lo verdadero, a lo bueno, a lo bello, a lo humano". Si quieres encontrarte con Dios, tienes que abrir en tu vida pequeñas rendijas por las que Él pueda entrar a tu corazón. Pedir perdón es una de esas rendijas.
Perdón si alguna vez pisaste una iglesia y nadie te abrazó.
Perdón si fuiste a buscar ayuda y nadie te ayudó.
Perdón si ibas con un nudo en la garganta y nadie lo notó.
Perdón si alguien te miró mal.
Perdón si te hicieron sentir incómodo.
Perdón si te juzgaron por tu forma de vestirte o de hablar.
Perdón, mil perdones. Porque Jesús no es así.
El te ama, te abraza, te ayuda, te mira con ojos de amor, te hace sentir amado, mira tu corazón, y no te juzga por tu manera de hablar, sabe que eso también aprenderás.
Perdón porque muchas veces necesitaste un hombro donde llorar, y no le permití a Jesús que usara el mío.
Perdón." 

Cinco minutos con Jesús
Abril 28
Los amigos desean estar siempre juntos y hacerse mutuamente felices. Si Jesús es nuestro Amigo, tampoco quiere separarse de nosotros; debiendo ir al Padre, nos advierte que no se separa de nosotros por mucho tiempo, sino que Él se nos ha adelantado para “prepararnos un lugar”.
El pensamiento del lugar que nos espera, gozando de la compañía de Jesús, tiene que dar fuerzas y aliento para soportar las contrariedades de la vida y aspirar a los goces del cielo.
(Padre Alfonso Milagro)
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)

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