PEQUEÑAS
SEMILLITAS Año
19 - Número 5566 ~ Jueves 29 de Febrero de 2024Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina) ¡Alabado sea Jesucristo!
No le reces a Dios mirando al cielo: ¡Mira hacia adentro! No lo busques a Dios lejos de ti, sino en ti
mismo.
No le pidas a Dios lo que te falta: ¡Búscalo tú mismo!, y Dios lo buscará
contigo, porque ya te lo dio como promesa y como meta para que tú lo alcances.
No reproches a Dios por tu desgracia: ¡Súfrela con Él! Y Él sufrirá
contigo; y si hay dos para un dolor, se sufre menos.
No le exijas a Dios que te gobierne, a golpe de milagros: ¡Gobiérnate tú
mismo! con responsable libertad, amando, y Dios te estará guiando desde adentro
y sin que sepas cómo.
No le pidas a Dios que te responda cuando le hablas: ¡Respóndele tú!,
porque Él te habló primero; y si quieres seguir oyendo lo que falta escucha lo
que ya te dijo.
No le pidas a Dios que te libere, desconociendo la libertad que ya te dio:
¡Anímate a vivir tu libertad! Y sabrás que sólo fue posible porque tu Dios te
quiere libre.
No le pidas a Dios que te ame, mientras tengas miedo de amar y de saberte
amado: ¡Ámalo tú! y sabrás que si hay calor es porque hubo fuego y que si tú
puedes amar es porque Él te amó primero.
La Palabra de Dios Lecturas del día ♡ Primera Lectura: Jer 17, 5-10
♡ Salmo: Sal 1, 1-2. 3. 4 y 6
♡ Santo Evangelio: Lc 16,19-31
En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: «Era un hombre rico que vestía
de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. Y un pobre,
llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas, deseaba
hartarse de lo que caía de la mesa del rico pero hasta los perros venían y le
lamían las llagas.
»Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno
de Abraham. Murió también el rico y fue sepultado. Estando en el Hades entre
tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.
Y, gritando, dijo: ‘Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que
moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy
atormentado en esta llama’. Pero Abraham le dijo: ‘Hijo, recuerda que recibiste
tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él
es aquí consolado y tú atormentado. Y además, entre nosotros y vosotros se
interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros,
no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros’.
»Replicó: ‘Con todo, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre,
porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no vengan también
ellos a este lugar de tormento’. Díjole Abraham: ‘Tienen a Moisés y a los
profetas; que les oigan’. Él dijo: ‘No, padre Abraham; sino que si alguno de
entre los muertos va donde ellos, se convertirán’. Le contestó: ‘Si no oyen a
Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite’».
♡ Comentario:
Hoy, el Evangelio es una parábola que nos descubre las realidades del
hombre después de la muerte. Jesús nos habla del premio o del castigo que
tendremos según cómo nos hayamos comportado.
El contraste entre el rico y el pobre es muy fuerte. El lujo y la
indiferencia del rico; la situación patética de Lázaro, con los perros que le
lamen las úlceras (cf. Lc 16,19-21). Todo tiene un gran realismo que hace que
entremos en escena.
Podemos pensar, ¿dónde estaría yo si fuera uno de los dos protagonistas de
la parábola? Nuestra sociedad, constantemente, nos recuerda que hemos de vivir
bien, con confort y bienestar, gozando y sin preocupaciones. Vivir para uno
mismo, sin ocuparse de los demás, o preocupándonos justo lo necesario para que
la conciencia quede tranquila, pero no por un sentido de justicia, amor o
solidaridad.
Hoy se nos presenta la necesidad de escuchar a Dios en esta vida, de
convertirnos en ella y aprovechar el tiempo que Él nos concede. Dios pide
cuentas. En esta vida nos jugamos la vida.
Jesús deja clara la existencia del infierno y describe algunas de sus
características: la pena que sufren los sentidos —«que moje en agua la punta de
su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama» (Lc
16,24)— y su eternidad —«entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo»
(Lc 16,26).
San Gregorio Magno nos dice que «todas estas cosas se dicen para que nadie
pueda excusarse a causa de su ignorancia». Hay que despojarse del hombre viejo
y ser libre para poder amar al prójimo. Hay que responder al sufrimiento de los
pobres, de los enfermos, o de los abandonados. Sería bueno que recordáramos
esta parábola con frecuencia para que nos haga más responsables de nuestra
vida. A todos nos llega el momento de la muerte. Y hay que estar siempre
preparados, porque un día seremos juzgados.
* Rev. D. Xavier SOBREVÍA i Vidal (Sant Just Desvern, Barcelona, España) ©
Textos de Evangeli-net
Santoral Católico: San Dositeo En su juventud, Dosieto
ejerció la profesión de soldado, y mientras realizaba un recorrido por Tierra
Santa, fue impresionado por un cuadro que representaba los tormentos del
Infierno. Esta imagen fue el punto de partida de su profunda y radical
conversión.
Fue un monje
contemplativo que renuncia a la propia voluntad para ponerse en manos de Dios y
que tiene un desprendimiento ejemplar respecto a las cosas de este mundo, sin
sentir apego por nada, porque cualquier afición a personas u objetos era para
él una atadura que le impedía estar completamente disponible en su espera del
Cielo.
San Dositeo se nos
aparece en una desnudez heroica de asceta negándose a apoyarse en nada humano,
reducido a un manojo de ansias de vivir sólo para Dios y entrar en su eternidad
sin el menor lastre de afectos relativos a esta tierra.
Para más información hacer clic acá.
(EWTN – ACI Prensa)
Pensamiento del día Hoy, en lugar de un pensamiento o una frase, he preferido
copiar el texto de la Primera Lectura de la Liturgia de este día, tomada de Jer 17, 5-10:
«Esto
dice el Señor: "Maldito el hombre que confía en el hombre, que en él pone
su fuerza y aparta del Señor su corazón. Será como un cardo en la estepa, que
nunca disfrutará de la lluvia. Vivirá en la aridez del desierto, en una tierra
salobre e inhabitable.
Bendito
el hombre que confía en el Señor y en él pone su esperanza. Será como un árbol
plantado junto al agua, que hunde en la corriente sus raíces; cuando llegue el
calor, no lo sentirá y sus hojas se conservarán siempre verdes; en año de
sequía no se marchitará ni dejará de dar frutos.
El
corazón del hombre es la cosa más traicionera y difícil de curar. ¿Quién lo
podrá entender? Yo, el Señor, sondeo la mente y penetro el corazón, para dar a
cada uno según sus acciones, según el fruto de sus obras".»
Tema del día: Recordar
sanamente
🌟
No te lamentes de las oportunidades perdidas. Mientras lo haces, quizás esté
pasando el último tren por delante de tu casa, tal vez está amaneciendo de
nuevo, acaso alguien esté llamando a tu puerta.
🌟
No sigas castigándote por los errores cometidos. Es como repetir siempre la
misma asignatura. De este modo, nunca aprenderás la lección del amor que Dios
te regala cada día, ni el arte de conjugar la vida. El pasado pasó. ¡Desahoga
en Él tus afanes!
🌟
Vive agradecidamente el presente: es tu tiempo y tu tarea. De lo contrario, tu
futuro puede convertirse en una vana ficción.
🌟
En la adversidad y en la debilidad haz también memoria: reaviva energías que ya
usaste, despierta recursos que conoces, desempolva entusiasmos que ya gozaste.
Saborearás de nuevo la vida.
🌟
No uses de tu pasado como pretexto compensatorio, como arma arrojadiza contra
alguien, como acumulador de resentimientos: terminará por ser más fuerte que
tú.
🌟
La nostalgia es actitud de necios. Lo mejor, lo más interesante, lo nuevo
(incluso cuando la soledad parece cegarte) es tu presente: acógelo, sácale
partida.
🌟
Si ya no tienes objetivos, ilusiones y esperanza aterrizarás forzosa y
peligrosamente en el pasado. Deja, por tanto, que por algún resquicio de tu
alma o de tus ventanas, entre un poco de aire que mantenga vivo el rescoldo.
🌟
Mira siempre agradecido a tu pasado. No te faltan motivos para ello.
Descubrirás que, a pesar de todo, ha valido la pena haber sido escogido desde
la eternidad de Dios para la aventura maravillosa de la vida.
🌟
Vive cada día como una nueva oportunidad. En el pórtico de la Vida que te ha
sido prometida, ya puedes decir (con modestia, claro): Confieso que he vivido.
🌟
"Haz memoria de Jesucristo, resucitado de entre los muertos". La fe
de los cristianos tiene su origen en la historia de Aquél que "pasó entre
nosotros haciendo el bien". Pero no pasó. Sigue vivo. Ser y hacer memoria
de Él es apuntarse a la mejor conjugación: He vivido, vivo, y viviré.
RECUERDA la frase de San
Agustín: "Dios no manda cosas imposibles, sino que, al mandar lo que
manda, te invita a hacer lo que puedas y pedir lo que no puedas y te ayuda para
que puedas."
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas” La Cuaresma es un camino de crecimiento espiritual. Hagamos de nuestro
camino de cuaresma, un camino hacia Dios abriendo nuestro corazón. Yo estoy
seguro, de que siempre que abramos nuestro corazón vamos a encontrarnos con
nuestro Señor, con Cristo que nos dice por dónde tenemos que ir.
¿Cómo buscamos a Cristo? ¿Cuánto somos capaces de abrir los ojos para ver
a Cristo? ¿Hasta qué punto nos atrevemos a ir descubriendo, en todo lo que nos
pasa, a Cristo? La experiencia cotidiana nos viene a decir que no es así, que
muchas veces preferimos cerrar nuestros ojos a Cristo y no encontrarnos con Él.
Que el reclamo a la santidad, que es la Cuaresma, sea un reclamo a un
corazón tan abierto, tan generoso y tan disponible que no tenga miedo de
reconocer a Cristo en todas y cada una de las situaciones por las que
atraviesa; en todas y cada una de las exigencias, que Cristo, venga a pedir a
nuestra vida cotidiana. No se trata simplemente de esperar hasta el día del
Juicio Final para que nos digan: “tú a la derecha y tú a la izquierda”; es en
el camino cotidiano, donde tenemos que empezar a abrir los ojos y a reconocer a
Cristo.
(P. Cipriano Sánchez)
🌸El dolor puede conducir a una triste rebelión en las personas que no lo
quieren aceptar. Sin embargo, el dolor es siempre una oportunidad que el hombre
tiene para crecer interiormente.
Todos nos habremos admirado alguna vez de la gran altura de espíritu de
las personas que sufren serenamente. De aquellos a quienes los años de
sufrimiento les han hecho madurar. De aquellos a quienes la enfermedad ha
producido tesoros de fortaleza y humildad. Se descubre en todos, al final de su
vida, una serie de rasgos que difícilmente habrían surgido si no hubieran
sufrido tanto.
La vida de todos los hombres tiene unas cosas buenas y otras menos buenas.
Lo que no podemos pretender es que, por tener fe, nuestra vida tenga que ser
como una balsa de aceite, o disfrutar de la felicidad de un cuento de hadas, o
vivir en un perpetuo descanso físico, psíquico y afectivo. No podemos pretender
que los problemas tengan que desaparecer por sí solos por el mero hecho de
creer en Dios. O que los dolores de cabeza deban convertirse en efluvios
místicos. O que las preocupaciones tengan también que desvanecerse como por
arte de magia. Es verdad que la fe ayuda a afrontar esas situaciones y a estar
alegre, pero no las hace desaparecer. Las personas con fe no dejan de ser
personas normales. (Alfonso Aguiló)
🌸Un hombre cayó en un pozo, pero por más esfuerzos que hacía, no lograba
salir de él. Comenzó a pedir auxilio. Los que pasaban por allí, al escuchar sus
gritos se asomaban para ver qué sucedía, y desde arriba cada uno aconsejaba al
hombre de manera diferente: Unos le decían que confiara en Dios y que tuviera
paciencia, que Él lo sacaría. Otros se lamentaban e incluso algunos lloraban
por lo que había ocurrido y se marchaban diciendo que lo tendrían presente en
sus oraciones. Había quienes le reprochaban su irresponsabilidad y su falta de
atención al caminar, sin fijarse por dónde iba, y le daban largos sermones de
moralidad. Algunos intentaban ayudarle diciéndole desde arriba lo que tenía que
hacer para salir, pero como no conseguía hacerlo solo, se enfadaban y se
marchaban diciendo que si no salía era porque él no quería. Había otros que
tenían tanta prisa, que no tenían tiempo para ayudarlo...
Así, unos tras otros, iban asomándose a la boca del pozo. El hombre estaba
desesperado. Todo eran palabras y más palabras... pero él seguía en el hoyo. Se
le quitaron las ganas de pedir auxilio porque la ayuda que recibía de los
hombres le hundía más en el agujero. Pasó días de profunda depresión... Hasta
que se asomó una persona, que en lugar de hablar desde allí arriba, puso una
escalera, bajó hasta dónde estaba él, le preguntó cómo se encontraba y le ayudó
a salir de ahí. No supo cómo darle las gracias. Sólo pudo decirle: "Si
Dios existe, no creo que sea muy diferente de usted".
Extractos de cartas del Padre Pío (Recopilación: P. Gianluigi Pasquale en “365
días con el Padre Pío”) 29 de febrero
A los mundanos les parece increíble que haya almas
que sufren al ver que la providencia les prolonga la vida. Sin embargo, ahí
está la historia de los santos, que es y será la maestra de la humanidad.
De los sufrimientos atroces que sufren las almas de
los justos al verse lejos de su centro podemos formarnos, oh Raffaelina, una
pálida idea fijándonos en lo que esas almas sufren, incluso al tener que
satisfacer las necesidades más vitales de la vida, como el comer, el beber y el
dormir. Y si la piedad de Dios no acudiera, especialmente en ciertos momentos y
en ciertos días, con una especie de milagro, privándoles de la reflexión
mientras realizan esos actos necesarios para la vida, para las pobrecitas es tal
el tormento que experimentan al realizar una tal acción, que además no pueden
evitar que yo, sin miedo a mentir, no sabría encontrar una comparación adecuada
como no sea lo que debieron de experimentar los mártires que fueron quemados
vivos, entregando así sus vidas a Jesús en testimonio de su fe.
Es fácil que esta comparación a alguno le resulte
una exageración hermosa y vacía, pero yo, mi querida Raffaelina, sé lo que me
digo. El día del juicio universal veremos ciertamente a estas almas que, sin
haber dado su sangre por la fe, digo que las veremos coronadas, igual que los
mártires, con la palma del martirio.
(23 de febrero de 1915, a Raffaelina Cerase,
Ep. II, 340)
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