PEQUEÑAS
SEMILLITAS Año
18 - Número 5432 ~ Sábado 23 de Setiembre de 2023Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina) ¡Alabado sea Jesucristo!
Hoy celebramos al Santo Padre Pío de Pietrelcina (cuyo nombre bautismal
era Francisco Forgione), un santo de nuestro tiempo, muy querido y muy invocado
por los católicos de todo el mundo, incluso antes de que el Santo Papa Juan
Pablo II lo canonizara.
Heredero espiritual de San Francisco de Asís, el Padre Pío de ha sido el primer sacerdote en
llevar impreso sobre su cuerpo las señales de la crucifixión, por lo que fue
conocido en el mundo como el fraile estigmatizado. El Padre Pío, al que Dios
donó particulares carismas, se empeñó con todas sus fuerzas por la salvación de
las almas. Los muchos testimonios sobre su gran santidad llegan hasta nuestros
días, acompañados por sentimientos de gratitud. Sus intercesiones
providenciales cerca de Dios fueron para muchos hombres causa de sanación en el
cuerpo y motivo de renacimiento en el Espíritu.
A él dedicamos completa esta edición de “Pequeñas Semillitas”. ¡Ojalá
seamos capaces de mirarnos en su ejemplo de santidad humilde (“Soy un simple
fraile que reza”) y como él podamos entregar nuestra vida a Jesús!
Si quieres ver la película sobre su vida puedes hacer clic acá.
La Palabra de Dios Lecturas del día ♡ Primera Lectura: 1Tim 6,13-16
♡ Salmo: Sal 99, 2. 3. 4. 5
♡ Santo Evangelio: Lc 8,4-15
En aquel tiempo, habiéndose congregado mucha gente, y viniendo a Él de
todas las ciudades, dijo en parábola: «Salió un sembrador a sembrar su
simiente; y al sembrar, una parte cayó a lo largo del camino, fue pisada, y las
aves del cielo se la comieron; otra cayó sobre piedra, y después de brotar, se
secó, por no tener humedad; otra cayó en medio de abrojos, y creciendo con ella
los abrojos, la ahogaron. Y otra cayó en tierra buena, y creciendo dio fruto
centuplicado». Dicho esto, exclamó: «El que tenga oídos para oír, que oiga».
Le preguntaban sus discípulos qué significaba esta parábola, y Él dijo: «A
vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de Dios; a los demás
sólo en parábolas, para que viendo, no vean y, oyendo, no entiendan.
»La parábola quiere decir esto: La simiente es la Palabra de Dios. Los de
a lo largo del camino, son los que han oído; después viene el diablo y se lleva
de su corazón la Palabra, no sea que crean y se salven. Los de sobre piedra son
los que, al oír la Palabra, la reciben con alegría; pero éstos no tienen raíz;
creen por algún tiempo, pero a la hora de la prueba desisten. Lo que cayó entre
los abrojos, son los que han oído, pero a lo largo de su caminar son ahogados
por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y no llegan a
madurez. Lo que cae en buena tierra, son los que, después de haber oído,
conservan la Palabra con corazón bueno y recto, y dan fruto con perseverancia».
♡ Comentario:
Hoy, Jesús nos habla de un sembrador que salió «a sembrar su simiente» (Lc
8,5) y aquella simiente era precisamente «la Palabra de Dios». Pero «creciendo
con ella los abrojos, la ahogaron» (Lc 8,7).
Hay una gran variedad de abrojos. «Lo que cayó entre los abrojos, son los
que han oído, pero a lo largo de su caminar son ahogados por las
preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y no llegan a madurez»
(Lc 8,14).
—Señor, ¿acaso soy yo culpable de tener preocupaciones? Ya quisiera no
tenerlas, ¡pero me vienen por todas partes! No entiendo por qué han de privarme
de tu Palabra, si no son pecado, ni vicio, ni defecto.
—¡Porque olvidas que Yo soy tu Padre y te dejas esclavizar por un mañana
que no sabes si llegará!
«Si viviéramos con más confianza en la Providencia divina, seguros —¡con
una firmísima fe!— de esta protección diaria que nunca nos falta, ¡cuántas
preocupaciones o inquietudes nos ahorraríamos! Desaparecerían un montón de
quimeras que, en boca de Jesús, son propias de paganos, de hombres mundanos
(cf. Lc 12,30), de las personas que son carentes de sentido sobrenatural (...).
Yo quisiera grabar a fuego en vuestra mente —nos dice san Josemaría— que
tenemos todos los motivos para andar con optimismo en esta tierra, con el alma
desasida del todo de tantas cosas que parecen imprescindibles, puesto que
vuestro Padre sabe muy bien lo que necesitáis! (cf. Lc 12,30), y Él proveerá».
Dijo David: «Pon tu destino en manos del Señor, y él te sostendrá» (Sal
55,23). Así lo hizo san José cuando el Señor lo probó: reflexionó, consultó,
oró, tomó una resolución y lo dejó todo en manos de Dios. Cuando vino el Ángel
—comenta Mn. Ballarín—, no osó despertarlo y le habló en sueños. En fin, «Yo no
debo tener más preocupaciones que tu Gloria..., en una palabra, tu Amor» (San
Josemaría).
* Rev. D. Lluís RAVENTÓS i Artés (Tarragona, España)
Santoral Católico: San Pío de Pietrelcina Nació en Pietrelcina (Benevento, Italia) el año 1887, y en 1903 entró en
la Orden Capuchina. Ordenado de sacerdote en 1910, fue destinado en 1916 al
convento de San Giovanni Rotondo, donde permaneció hasta su muerte,
desarrollando una extraordinaria aventura de taumaturgo y de apóstol del
confesonario. Desde 1918 llevó en su cuerpo las llagas del Señor y fue objeto
de otros dones divinos extraordinarios. Se santificó viviendo a fondo en carne
propia el misterio de la cruz de Cristo y cumpliendo en plenitud su vocación de
colaborador en la Redención. Centró su vida pastoral en la dirección espiritual
de los fieles, la reconciliación sacramental de los penitentes y la celebración
de la Eucaristía. Su preocupación por los pobres y los enfermos se materializó
en la «Casa Alivio del Sufrimiento». Otra iniciativa suya fueron los grupos de
oración, que rápidamente se extendieron por todo el mundo. Murió el 23 de
septiembre de 1968 en San Giovanni Rotondo (Apulia). San Juan Pablo II lo
beatificó en 1999 y lo canonizó en 2002.
Oración: Dios omnipotente y eterno que, con gracia
singular concediste al sacerdote san Pío participar en la cruz de tu Hijo y,
por medio de su ministerio, has renovado las maravillas de tu misericordia,
concédenos, por su intercesión, que unidos constantemente a la pasión de Cristo
podamos llegar felizmente a la gloria de la resurrección. Por Jesucristo,
nuestro Señor. Amén.
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© Directorio Franciscano – ACI Prensa – Catholic.net
Palabras del Santo Padre Pío «Reza, espera y no te preocupes. La preocupación es
inútil. Dios es misericordioso y escuchará tu oración... La oración es la mejor
arma que tenemos; es la llave al corazón de Dios. Debes hablarle a Jesús, no solo
con tus labios sino con tu corazón. En realidad, en algunas ocasiones debes
hablarle solo con el corazón...»
🌞«Todo lo podría resumir así: me siento devorado por
el amor a Dios y el amor por el prójimo. Dios está siempre presente en mi
mente, y lo llevo impreso en mi corazón. Nunca lo pierdo de vista: me toca
admirar su belleza, sus sonrisas y sus emociones, su misericordia, su venganza
o más bien el rigor de su justicia»
🌞«Practicad con perseverancia la meditación a
pequeños pasos, hasta que tengáis piernas fuertes, o más bien alas. Tal como el
huevo puesto en la colmena se transforma, a su debido tiempo, en una abeja,
industriosa obrera de la miel. Sed vigilantes cuando meditéis. Generalmente los
que se entregan a la meditación, lo hacen con una especie de arrogancia, tan
ansiosos están por encontrar el sujeto susceptible de consolar su espíritu, y
esto es suficiente para impedirles encontrar lo que buscan»
Tema del día: De la vida del Padre Pío ♡ ¡Cuida por dónde caminas!
Un hombre fue a San Giovanni Rotondo para conocer al Padre Pío pero era
tal la cantidad de gente que había que tuvo que volverse sin ni siquiera poder
verlo. Mientras se alejaba del convento sintió el maravilloso perfume que
emanaba de los estigmas del padre y se sintió reconfortado.
Unos meses después, mientras caminaba por una zona montañosa, sintió
nuevamente el mismo perfume. Se paró y quedó extasiado por unos momentos
inhalando el exquisito olor. Cuando volvió en sí, se dio cuenta que estaba al
borde de un precipicio y que si no hubiera sido por el perfume del padre
hubiera seguido caminando... Decidió ir inmediatamente a San Giovanni Rotondo a
agradecer al Padre Pío. Cuando llegó al convento, el Padre Pío, el cual jamás
lo había visto, le gritó sonriendo:- “¡Hijo mío! ¡Cuida por dónde caminas!”.
♡ Debajo del colchón
Una señora sufría de tan terribles jaquecas que decidió poner una foto del
Padre Pío debajo de su almohada con la esperanza de que el dolor desaparecería.
Después de varias semanas el dolor de cabeza persistía y entonces su
temperamento italiano la hizo exclamar fuera de sí: -“Pues mira Padre Pío, como
no has querido quitarme la jaqueca te pondré debajo del colchón como castigo”.
Dicho y hecho. Enfadada puso la fotografía del padre debajo de su colchón.
A los pocos meses fue a San Giovanni Rotondo a confesarse con el padre.
Apenas se arrodilló frente al confesionario, el padre la miró fijamente y cerró
la puertecilla del confesionario con un soberano golpe. La señora quedó
petrificada pues no esperaba semejante reacción y no pudo articular palabra. A
los pocos minutos se abrió nuevamente la puertecilla del confesionario y el
padre le dijo sonriente: “No te gustó ¿verdad? ¡Pues a mí tampoco me gustó que
me pusieras debajo del colchón!”.
♡ Los consejos del
Padre Pío
Un sacerdote argentino había oído hablar tanto sobre los consejos del
Padre Pío que decidió viajar desde su país a Italia con el único objeto de que
el padre le diera alguna recomendación útil para su vida espiritual. Llegó a
Italia, se confesó con el padre y se tuvo que volver sin que el padre le diera
ningún consejo. El padre le dio la absolución, lo bendijo y eso fue todo. Llegó
a la Argentina tan desilusionado que se desahogaba contando el episodio a todo
el mundo. “No entiendo por qué el padre no me dijo nada”, decía. “¡Y yo que
viajé desde la Argentina sólo para eso!... El Padre Pío lee las consciencias y
sabía que yo había ido con la esperanza de que me diera alguna recomendación”.
Así se quejaba una y otra vez hasta que sus fieles le empezaron a preguntar:
“Padre, ¿está seguro que el padre Pío no le dijo nada? ¿No habrá hecho algún
gesto, algo fuera de lo común?”. Entonces el sacerdote se puso a pensar y
finalmente se acordó que el Padre Pío sí había hecho algo un poco extraño. “Me
dio la bendición final haciendo la señal de la cruz sumamente despacio, tan
despacio que yo pensé: ¿es que no va a acabar nunca?”, contó a sus fieles. “¡He
ahí el consejo!”, le dijeron, “usted la hace tan rápido cuando nos bendice que
más que una cruz parece un garabato”. El sacerdote quedó contentísimo con esta
forma tan original de aconsejar que tenía el Padre Pío.
♡ El vigilante y
los ladrones
“Unos ladrones merodeaban en mi barrio, en Roma, y esto me impedía ir a
visitar al Padre Pío. Al final me decidí después de haber hecho un pacto mental
con él: “Padre, yo iré a visitarte si tú me cuidas la casa...”. Una vez en San
Giovanni Rotondo, me confesé con el Padre y al día siguiente, cuando fui a
saludarle, me reprendió: “¿Aún estás aquí? ¡Y yo que estoy sudando para
sostenerte la puerta!”.
Me puse de viaje inmediatamente, sin haber comprendido qué había querido
decirme. Habían forzado la cerradura, pero en casa no faltaba nada.”
♡ Niños y caramelos
“Hacía tanto tiempo que no iba a visitar al Padre Pío que me sentía
obsesionada por la idea de que se hubiera olvidado de mí.
Una mañana, después de haberle confiado, como de costumbre, mi hija bajo
su protección, fui a Misa. De regreso, encontré a la pequeña saboreando un
caramelo. Sorprendida le pregunté quién le había dado el “melito”, como ella
llamaba a los caramelitos, y muy contenta me señaló el retrato del Padre Pío
que dominaba sobre el corralito donde dejaba a la pequeña durante mis breves
ausencias.
No di ninguna importancia al episodio y no pensé más en él. Después de
algún tiempo, no logrando sacarme de la cabeza la idea de que el Padre Pío se
hubiera olvidado de mí, pude finalmente ir a visitarlo. Inmediatamente después
de la confesión, cuando fui a besarle la mano, me dijo riendo: “¿También tú
querías un “melito”?”.
♡ Un calvo
“No había remedios para mi cabello que iba desapareciendo de mi cabeza, y
sinceramente me disgustaba quedar calvo. Me dirigí al Padre Pío y le dije:
“Padre, ruegue para que no se me caiga el cabello”.
El Padre en ese momento bajaba por la escalera del coro. Yo lo miraba
ansioso esperando una contestación. Cuando estuvo cerca de mí cambió el
semblante y con una mirada expresiva señaló a alguien que estaba detrás y me
dijo: “Encomiéndate a él”. Me di vuelta. Detrás había un sacerdote
completamente calvo, con una cabeza tan brillante que parecía un espejo. Todos
nos echamos a reír.
♡ El zapatazo
Una vez un paisano del Padre Pío tenía un fuertísimo dolor de muelas. Como
el dolor no lo dejaba tranquilo su esposa le dijo: “¿Por qué no rezas al Padre
Pío para que te quite el dolor de muelas? Mira aquí está su foto, rézale”. El
hombre se enojó y gritó furibundo: “¿Con el dolor que tengo quieres que me
ponga a rezar?”. Inmediatamente cogió un zapato y lo lanzó con todas sus
fuerzas contra la foto del Padre Pío.
Algunos meses más tarde su esposa lo convenció de irse a confesar con el
Padre Pío a San Giovanni Rotondo. Se arrodilló en el confesionario del Padre y,
luego de decir todos los pecados que se acordaba, el Padre le dijo: “¿Qué más
recuerdas?” “Nada más”, contestó el hombre. “¿Nada más? ¡¿Y qué hay del
zapatazo que me diste en plena cara?!”
♡ El saludo “grande, grande”
Una hija espiritual del Padre Pío se había quedado en San Giovanni Rotondo
tres semanas con el único propósito de poder confesarse con él. Al no lograrlo,
ya se marchaba para Suiza profundamente triste, cuando se acordó que el Padre
Pío daba todos los días la bendición desde la ventana de su celda. Se animó con
la idea de que por lo menos recibiría su bendición antes de partir y salió
corriendo hacia el convento. Por el camino iba diciendo para sus adentros:
“quiero un saludo grande, grande, sólo para mí”. Cuando llegó se encontró con
que la gente se había marchado pues el Padre había dado ya su bendición, los
había saludado a todos agitando su pañuelo desde su ventana y se había retirado
a descansar. Un grupo de mujeres que rezaban el Rosario se lo confirmaron. Era
inútil esperar. La señora no se desanimó por eso y se arrodilló con las demás
mujeres diciendo para sí: “no importa, yo quiero un saludo grande, grande, sólo
para mí”. A los pocos minutos se abrió la ventana de la celda del Padre y éste,
luego de dar nuevamente su bendición, se puso a agitar una sábana a modo de
saludo en vez de usar su pañuelo. Todos se echaron a reír y una mujer comentó:
“-¡Miren, el padre se ha vuelto loco!”. La hija espiritual del padre comenzó a
llorar emocionada. Sabía que era el saludo “grande, grande” que había pedido
para sí.
♡ Un niño y los caramelos
Un niño, hijo de un guardia civil, deseaba tener un trencito eléctrico
desde hacía mucho tiempo. Acercándose la fiesta de Reyes, se dirigió a un
retrato del Padre Pío colgado en la pared, y le hizo esta promesa: “Oye, Padre
Pío, si haces que me regalen un trenecito eléctrico, yo te llevaré un paquete
de caramelos”. El día de los Santos Reyes el niño recibió el trencito tan
deseado.
Pasado algún tiempo, el niño fue con su tía a San Giovanni Rotondo. El
padre Pío, paternal y sonriente, le preguntó: “-Y los caramelos, ¿Dónde
están?”.
♡ ¡Por dos higos!
Una señora devota del Padre Pío comió un día un par de higos de más.
Asaltada por los escrúpulos, pues le parecía que había cometido un pecado de
gula, prometió que iría en cuánto pudiera a confesarse con el Padre Pío. Al tiempo
se dirigió a San Giovanni Rotondo y al final de la confesión le dijo al padre
muy preocupada: “Padre, tengo la sensación de que me estoy olvidando de algún
pecado, quizá sea algo grave”. El Padre le dijo: “No se preocupe más. No vale
la pena. ¡Por dos higos!”.
♡ ¿Esperas que me case yo con ella?
El Padre Pío estaba celebrando una boda. En el momento culminante del acto
el novio, muy emocionado, no atinaba a pronunciar el “sí” del rito.
El Padre esperó un poco, procurando ayudarlo con una sonrisa, pero viendo
que era en vano todo intento, exclamó con fuerza: “¡¿En fin, quieres decir este
“sí” o esperas que me case yo con ella?!”
♡ ¡Padre, ruegue por mis hijitos!
Una señora muy devota del Padre Pío nunca se iba a dormir sin haberle
encomendado antes a sus hijos. Todas las noches se arrodillaba frente a la
imagen del Padre y le decía: “Padre Pío, ruegue por mis hijitos”. Después de
tres años de rezar todos los días la misma jaculatoria pudo ir a San Giovanni
Rotondo. Cuando vio al Padre le dijo: “Padre, ruegue por mis hijitos”. “Lo sé,
hija mía”, le dijo el Padre, “¡Hace tres años que me vienes repitiendo lo mismo
todos los días!”.
♡ ¡Y tú te burlas!
Una devota del Padre Pío se arrodillaba todos los días frente a la imagen
del padre y le pedía su bendición. Su marido, a pesar de ser también devoto del
padre, se moría de la risa y se burlaba de ella pues consideraba que aquello
era una exageración. Todas las noches se repetía la misma escena entre los
esposos. Una vez fueron los dos a visitar al Padre Pío y el señor le dijo:
“Padre, mi esposa le pide su bendición todas las noches”. “Lo sé”, contestó el
Padre… “¡Y tú te burlas!”.
♡ Amor del Padre Pío por San Pío X y Pío XII
El Padre Pío solía decir que San Pío X era el papa más simpático desde San
Pedro hasta nuestros días. “Un verdadero santo”, decía siempre, “la auténtica
figura de Nuestro Señor”. Cuando murió San Pío X Padre Pío lloraba como un niño
diciendo: “Esta guerra se ha llevado a la víctima más inocente, más pura y más
santa: el Papa”, pues corrían rumores que el Santo Padre había ofrecido su vida
para salvar a sus hijos del flagelo de la guerra.
Otra vez Padre Pío dijo a un sacerdote que iba para Roma: “Dile a su
Santidad (Pío XII) que con gusto ofrezco mi vida por él”. Cuando murió Pío XII
el Padre Pío también lloraba desconsoladamente. Al día siguiente de la muerte
no lloraba más y entonces le preguntaron: “Padre, ¿ya no llora por el Papa?”
“No”, contestó el padre, “pues Cristo ya me lo ha mostrado en Su gloria”.
♡ Mucho más sobre el Padre Pío haciendo clic acá.
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas” Si el Santo Padre Pío pidió rezarle a la Virgen todas las tardes, para
llegar al Paraíso más fácilmente, se debe a que María es la Reina de los
Ángeles, quienes, bajo su mando, tienen el poder de perseguir y reprimir a los
demonios que afligen al hombre. Y, para vencer a sus enemigos, a través de
ellos, Ella intercede por los pecadores para que se vuelvan hacia su Hijo.
Para el Santo Padre Pío, los ángeles eran una realidad concreta. Él
siempre estuvo en conexión directa con ellos. Gracias a su fe absoluta en la
Madre de Dios, mantuvo esta conexión rezando el Rosario constantemente,
estrechando su Rosario entre sus manos, como un arma poderosa. ¡Esta arma lo
haría ganar y obtener todo! Le prometió a la Virgen rezarlo siempre…
El Santo Padre Pio enseñó: "Reza el Rosario, rézalo todo el tiempo y
cuantas veces puedas".
Recordando al Padre Natalio Clarividencia del Padre Pío
Consta en la biografía de varios santos dedicados al
ministerio de la confesión, que Dios les regaló el don de la clarividencia, por
ejemplo, a san Juan Bosco y al santo Cura de Ars. Por medio de este carisma
ayudaban a los penitentes a clarificar y ordenar su conciencia para recibir con
fruto el sacramento del perdón. Aquí tienes una curiosa anécdota del Padre Pío.
En la primavera de 1967, en el tren del
trayecto Nápoles-Foggia, se encontraron dos madres con sus respectivas hijas
que iban a ver al padre Pío para confesarse. Las dos chicas se hicieron
rápidamente amigas. Maria Teresa, que ya había estado con el fraile, viendo a
la otra en minifalda, le aconsejó que cambiara de ropa al llegar a San Giovanni
Rotondo, porque si no el santo fraile la haría alejarse del confesionario. Las
dos chicas fueron a una tienda, y la napolitana, compró una falda larga. Pero,
mirándose al espejo, dijo: “¡Si me viese mi novio, pensaría que soy un
payaso!”. Al otro día, la chica de Nápoles, que estaba esperando, vio que se
abría la ventanilla y oyó que le decían: “Fuera, ¡vete! Yo no confieso a los
payasos”.
Con el padre Pío, los trucos no funcionaban. Ella
pensaba que conformaría así al santo, pero por otro lado continuaría cediendo
para agradar a su novio. A Dios no le agradan los engaños. Por eso iluminó al
santo fraile. Un refrán popular dice: “No está bien encender una vela a Dios y
otra al diablo”. Dios quiere corazones enteros y no partidos.
(P. Natalio)
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Tema del día:
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
Recordando al Padre Natalio
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