PEQUEÑAS
SEMILLITAS Año
18 - Número 5414 ~ Martes 5 de Setiembre de 2023Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina) ¡Alabado sea Jesucristo!
En la puerta de un templo parroquial había cinco carteles. El primer
cartel mostraba a un niño gordito, de esos que anuncian alimentos para bebés, y
debajo habían escrito: "Demasiado pequeño para amar a Dios". El
segundo presentaba a una pareja de enamorados recién casados dándose un besito;
el correspondiente letrero avisaba: "Demasiado felices para amar a
Dios". Le seguía un ejecutivo rodeado de teléfonos y con cara de
desarrollar una tarea febril: "Demasiado ocupado para amar a Dios". A
continuación, un ricachón gordo, con los dedos de las manos llenos de
relucientes anillos de oro y pedrería, un habano en la boca, en el momento de
descender de un cochazo de lujo: "Demasiado seguro de sí mismo para amar a
Dios". Y finalizaba la serie con una sepultura: "Demasiado tarde para
amar a Dios”.
“Si escuchas hoy la voz del Señor, no endurezcas tu corazón” (Salmo 95)
La Palabra de Dios Lecturas del día ♡ Primera Lectura: 1 Tes 5, 1-6. 9-11
♡ Salmo: Sal 26, 1. 4. 13-14
♡ Santo Evangelio: Lc 4, 31-37
En aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaúm, ciudad de Galilea, y los sábados
les enseñaba. Quedaban asombrados de su doctrina, porque hablaba con autoridad.
Había en la sinagoga un hombre que tenía el espíritu de un demonio inmundo, y
se puso a gritar a grandes voces: «¡Ah! ¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de
Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios». Jesús
entonces le conminó diciendo: «Cállate, y sal de él». Y el demonio, arrojándole
en medio, salió de él sin hacerle ningún daño. Quedaron todos pasmados, y se
decían unos a otros: «¡Qué palabra ésta! Manda con autoridad y poder a los
espíritus inmundos y salen». Y su fama se extendió por todos los lugares de la
región.
♡ Comentario:
Hoy vemos cómo la actividad de enseñar fue para Jesús la misión central de
su vida pública. Pero la predicación de Jesús era muy distinta a la de los
otros maestros y esto hacía que la gente se extrañara y se admirara.
Ciertamente, aunque el Señor no había estudiado (cf. Jn 7,15), desconcertaba
con sus enseñanzas, porque «hablaba con autoridad» (Lc 4,32). Su estilo de
hablar tenía la autoridad de quien se sabe el “Santo de Dios”.
Precisamente, aquella autoridad de su hablar era lo que daba fuerza a su
lenguaje. Utilizaba imágenes vivas y concretas, sin silogismos ni definiciones;
palabras e imágenes que extraía de la misma naturaleza cuando no de la Sagrada
Escritura. No hay duda de que Jesús era buen observador, hombre cercano a las
situaciones humanas: al mismo tiempo que le vemos enseñando, también lo contemplamos
cerca de las gentes haciéndoles el bien (con curaciones de enfermedades, con
expulsiones de demonios, etc.). Leía en el libro de la vida de cada día
experiencias que le servían después para enseñar. Aunque este material era tan
elemental y “rudimentario”, la palabra del Señor era siempre profunda,
inquietante, radicalmente nueva, definitiva.
La cosa más grande del hablar de Jesucristo era el compaginar la autoridad
divina con la más increíble sencillez humana. Autoridad y sencillez eran
posibles en Jesús gracias al conocimiento que tenía del Padre y su relación de
amorosa obediencia con Él (cf. Mt 11,25-27). Es esta relación con el Padre lo
que explica la armonía única entre la grandeza y la humildad. La autoridad de
su hablar no se ajustaba a los parámetros humanos; no había competencia, ni
intereses personales o afán de lucirse. Era una autoridad que se manifestaba
tanto en la sublimidad de la palabra o de la acción como en la humildad y
sencillez. No hubo en sus labios ni la alabanza personal, ni la altivez, ni
gritos. Mansedumbre, dulzura, comprensión, paz, serenidad, misericordia,
verdad, luz, justicia... fueron el aroma que rodeaba la autoridad de sus
enseñanzas.
* Rev. D. Joan BLADÉ i Piñol (Barcelona, España)
Santoral Católico: Santa Teresa de Calcuta De sí misma decía: «De
sangre soy albanesa. De ciudadanía, India. En lo referente a la fe, soy una
monja Católica. Por mi vocación, pertenezco al mundo. En lo que se refiere a mi
corazón, pertenezco totalmente al Corazón de Jesús». Nació el año 1910 en
Skopje, en los Balcanes. A los 18 años ingresó en el Instituto de la
Bienaventurada Virgen María, conocido como Hermanas de Loreto, en Irlanda.
Llegó a Calcuta (India) en 1929 y en 1937 hizo su profesión perpetua. Permaneció
veinte años en Loreto, dedicada a la vida religiosa y a las tareas de sus
colegios. En 1946, durante un viaje en tren de Calcuta a Darjeeling, se sintió
llamada a consagrarse a los indigentes. Dejó su Congregación y fundó en 1950 la
de las Misioneras de la Caridad, dedicadas al servicio de los más pobres entre
los pobres. La obra se consolidó y pronto se difundió por todo el mundo. Para
colaborar con su Congregación y extender su espiritualidad y apostolado, fundó
otras instituciones. Murió en Calcuta el 5 de septiembre de 1997. Fue
beatificada por San Juan Pablo II el 19 de octubre del 2003. Y canonizada 13
años después por el Papa Francisco en la Plaza de San Pedro el 04 de septiembre
del 2016 dentro de la celebración del Jubileo de los voluntarios y operarios de
la misericordia.
Oración de la Madre
Teresa: Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros
semejantes de todo el mundo que viven y mueren en medio de la pobreza y el
hambre. Dales hoy, a través de nuestras manos, el pan de cada día y, junto con
nuestro amor y comprensión, dales paz y alegrías. Por Jesucristo, nuestro
Señor. Amén.
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© ACI Prensa – Catholic.net
Pensamiento del día «La alegría del Señor es
nuestra fuerza. Todos
nosotros, si tenemos a Jesús dentro nuestro, debemos
llevar la alegría como novedad al mundo. Nuestra
alegría es el mejor modo de predicar el cristianismo. Al ver
la felicidad en nuestros ojos, tomarán conciencia de su condición de hijos de
Dios. Pero
para eso debemos estar convencidos de eso».
(SANTA TERESA DE CALCUTA)
Tema del día: ¿Cuándo será el
fin del mundo? Por Walter
Sánchez Silva para ACI Prensa
Un arzobispo peruano
responde a la pregunta sobre cuándo es el fin del mundo y cómo debe esperarlo
un católico.
“El Señor Jesús no quiso
revelar con detalles muy precisos estas señales, en especial las del fin del
mundo, para que estuviéramos siempre preparados”, indicó Mons. José Antonio
Eguren, Arzobispo de Piura y Tumbes, en una homilía en noviembre de 2022.
El Prelado recuerda que
el mismo Jesús señala esto en el evangelio de Mateo, cuando afirma que “De
aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sino
solo el Padre”.
El Arzobispo resaltó
asimismo que “nuestra fe católica cree firmemente que Dios pondrá fin a la
historia con la Segunda y definitiva venida del Señor Jesús”.
Cuando eso suceda,
continuó, “los muertos resucitarán y los que estén vivos serán transformados”.
¿Cómo esperar el fin del
mundo?
Mons. Eguren dijo que
del fin del mundo, que se dará con la segunda venida de Cristo, “no sabemos el
día y la hora” por lo que “nuestra actitud espiritual debe ser la de la
vigilante espera, siempre preparados”.
Esto quiere decir que se
debe vivir “en gracia de Dios, trabajando en las cosas del Señor, con el
corazón convertido y en tensión hacia Él, de tal manera que cuando nuestro
Señor Jesucristo venga, salgamos a su encuentro acompañados por nuestras buenas
obras para que merezcamos ser colocados a su derecha y tener parte en su Reino
eterno”.
En esta espera activa
del fin del mundo, los fieles deben vivir también la perseverancia, que se
puede definir “como paciencia. Es la capacidad de soportar, de llevar sobre los
hombros, y de permanecer fieles a Cristo, incluso cuando el peso parece hacerse
demasiado grande e intolerable, y estamos tentados a abandonarlo todo y a
todos”.
La perseverancia se basa
en la certeza de la fe y en la esperanza en Cristo. Por ello, “el que persevere
hasta el final, ése se salvará”.
El Arzobispo peruano
recordó además que Jesús advierte en el evangelio de los falsos profetas, “una
advertencia a tener muy presente en nuestros tiempos, en que no pocos usurpan
las funciones de los obispos y sacerdotes de la Iglesia Católica, Apostólica y
Romana, fundada por Cristo”.
“O por ‘líderes’ que nos
pregonan ideologías o sistemas políticos o económicos, que pretenden ponerse en
el lugar de Dios prometiendo al hombre de hoy la felicidad y la salvación en
este mundo”.
Mons. Eguren animó
también a “no hacer caso a aquellos adivinos y agoreros que, aprovechándose de
nuestros miedos e inseguridades, falsamente pretenden profetizarnos cuándo será
el fin del mundo”.
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas” Hay una leyenda, narrada por un escritor alemán moderno. En un monasterio,
vivían dos monjes entre los que existía una profunda amistad. Uno se llamaba
Rufus y el otro Rufinus. En todas sus horas libres no hacían sino tratar de
imaginar y describir cómo sería el cielo. Rufus, que era maestro de obras, se
lo imaginaba como una ciudad con puertas de oro, cuajada de piedras preciosas.
Rufinus, que era organista, lo soñaba resonando con melodías celestes.
Al final, llegaron a un acuerdo: el primero que muriese de ellos, volvería
la noche siguiente para asegurar al amigo que las cosas sucedían como habían
imaginado. La contraseña consistiría solamente, en una palabra. Si pasaba como
habían pensado, diría simplemente: ‘taliter’, es decir, así es. Si fuese de otro
modo, diría: ‘aliter’, es decir, diferente.
Una tarde, mientras estaba al órgano, el corazón de Rufinus se detuvo. El
amigo veló tembloroso toda la noche, pero no pasó nada. Esperó con vigilias y
ayunos semanas y meses, pero no pasó nada. Finalmente, en el aniversario de la
muerte de Rufinus, de noche, en un halo de luz, entra en su celda el amigo.
Viendo que callaba, le pregunto: ¿Taliter? ¿Así es? Pero el amigo sacudió la
cabeza en ademán negativo. Desesperado, gritó entonces: ¿Aliter? ¿Es diferente?
De nuevo, el signo negativo de cabeza.
Y, finalmente de los labios cerrados del amigo brotaron como un soplo dos
palabras: totaliter aliter, es decir, totalmente diferente. Rufus comprendió en
un abrir y cerrar de ojos que el cielo es infinitamente más de lo que habían
imaginado, que es algo indescriptible; y, al poco tiempo, murió también él por
el deseo de experimentarlo.
(P. Ángel Peña en “Experiencias de Dios”)
Recordando al Padre Natalio Un anciano y Madre Teresa
Por un sentimiento de clemencia Jesús evitó que
apedrearan a aquella mujer sorprendida en adulterio. Se compadeció ante una
viuda que había perdido a su hijo, y se lo devolvió con vida. Ante la muerte de
Lázaro, su amigo, lloró de dolor antes de resucitarlo. Y frente a la multitud
que parecía como ovejas sin pastor, se compadeció y multiplicó los panes.
Una vez Madre Teresa fue a visitar a un
anciano que vivía solo. La casa estaba sucia. Intentó limpiarla, pero no se lo
permitió. “¿Para qué?, replicó el anciano. Nadie viene a verme”. Entre los
andrajos, la Madre Teresa encontró una magnífica lámpara cubierta de polvo.
“¿Por qué no la enciendes?, le dijo. “¿Para qué?, replicó el anciano. “Nadie
viene a verme. Estoy bien a oscuras“. “¿La encenderías si alguien viniera a
verte?”, le replicó Teresa. “Sí, la encendería con tal de escuchar una voz
humana en esta casa”. A los pocos días la Madre Teresa mandó a una de sus
religiosas, y recibió una nota brevísima del anciano: “Quiero decirte que la
lámpara que prendiste en mi vida sigue encendida”.
A veces vemos personas necesitadas de misericordia:
enfermos, solitarios, ancianos tristes, niños abandonados, gente que duerme en
la calle, marginados de todo tipo. Estos prójimos necesitan ante todo sentir la
cercanía y afecto de alguien que les dé a comprender que no están ni sufren
solos. Ojalá puedas brindarles presencia humana.
(P. Natalio)
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