jueves, 7 de septiembre de 2023

Pequeñas Semillitas 5416

PEQUEÑAS SEMILLITAS
 
Año 18 - Número 5416 ~ Jueves 7 de Setiembre de 2023
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
¡Alabado sea Jesucristo!
Jesús, mi amor, Señor de mi vida y de mi historia, gracias por permanecer a mi lado y ayudarme a construir mi camino con las gracias que día a día me vas regalado. Te confieso que en algunos momentos me cerré a ver esas obras de amor hacías conmigo, pero en el fondo de mi corazón siempre he tenido claro que me amas y no vas a permitir que nada malo me pase. Te agradezco por las fuerzas que pones en mi corazón para que pueda salir adelante. Te entrego mis preocupaciones y cargas de este día, te suplico que me apartes de toda murmuración, de toda palabra de maledicencia que mis labios se vean tentados a pronunciar. Con tu gracia y tu bendición me basta para salir victorioso de todas trampas que quieren apartar mi corazón del tuyo. Te amo, confío en tus promesas. Amén.
 
La Palabra de Dios
Lecturas del día
Primera Lectura: Col 1, 9-14
 
Salmo: Sal 97, 2-3ab.3cd-4. 5-6
 
Santo Evangelio: Lc 5,1-11
En aquel tiempo, estaba Jesús a la orilla del lago Genesaret y la gente se agolpaba sobre él para oír la Palabra de Dios, cuando vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los pescadores habían bajado de ellas, y lavaban las redes. Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le rogó que se alejara un poco de tierra; y, sentándose, enseñaba desde la barca a la muchedumbre.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar». Simón le respondió: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes». Y, haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse. Hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que vinieran en su ayuda. Vinieron, pues, y llenaron tanto las dos barcas que casi se hundían. Al verlo Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: «Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador». Pues el asombro se había apoderado de él y de cuantos con él estaban, a causa de los peces que habían pescado. Y lo mismo de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: «No temas. Desde ahora serás pescador de hombres». Llevaron a tierra las barcas y, dejándolo todo, le siguieron.
 
Comentario:
Hoy día todavía nos resulta sorprendente comprobar cómo aquellos pescadores fueron capaces de dejar su trabajo, sus familias, y seguir a Jesús («Dejándolo todo, le siguieron»: Lc 5,11), precisamente cuando Éste se manifiesta ante ellos como un colaborador excepcional para el negocio que les proporciona el sustento. Si Jesús de Nazaret nos hiciera la propuesta a nosotros, en nuestro siglo XXI..., ¿tendríamos el coraje de aquellos hombres?; ¿seríamos capaces de intuir cuál es la verdadera ganancia?
Los cristianos creemos que Cristo es eterno presente; por lo tanto, ese Cristo que está resucitado nos pide, no ya a Pedro, a Juan o a Santiago, sino a Jorge, a José Manuel, a Paula, a todos y cada uno de quienes le confesamos como el Señor, repito, nos pide desde el texto de Lucas que le acojamos en la barca de nuestra vida, porque quiere descansar junto a nosotros; nos pide que le dejemos servirse de nosotros, que le permitamos mostrar hacia dónde orientar nuestra existencia para ser fecundos en medio de una sociedad cada vez más alejada y necesitada de la Buena Nueva. La propuesta es atrayente, sólo nos hace falta saber y querer despojarnos de nuestros miedos, de nuestros “qué dirán” y poner rumbo a aguas más profundas, o lo que es lo mismo, a horizontes más lejanos de aquellos que constriñen nuestra mediocre cotidianeidad de zozobras y desánimos. «Quien tropieza en el camino, por poco que avance, algo se acerca al término; quien corre fuera de él, cuanto más corra más se aleja del término» (Santo Tomás de Aquino).
«Duc in altum»; «Boga mar adentro» (Lc 5,4): ¡No nos quedemos en las costas de un mundo que vive mirándose el ombligo! Nuestra navegación por los mares de la vida nos ha de conducir hasta atracar en la tierra prometida, fin de nuestra singladura en ese Cielo esperado, que es regalo del Padre, pero indivisiblemente, también trabajo del hombre —tuyo, mío— al servicio de los demás en la barca de la Iglesia. Cristo conoce bien los caladeros, de nosotros depende: o en el puerto de nuestro egoísmo, o hacia sus horizontes.
* Rev. D. Pedro IGLESIAS Martínez (Rubí, Barcelona, España)
 
Santoral Católico:
Santa Regina
Hija de un ciudadano pagano de Alise, en Borgoña, la santa -cuya madre falleció al dar la luz- fue entregada a una nodriza que era cristiana y que la educó en la fe. Su belleza atrajo las miradas del prefecto Olybrius, quien, al saber que era de noble linaje, quiso casarse con ella, pero ella se negó a aceptarlo y no quiso atender los discursos de su padre, quien trataba de convencerla para que se casara con un hombre tan rico.
Ante su obstinación, su padre decidió encerrarla en un calabozo y, como pasaba el tiempo sin que Regina cediese, Olybrius desahogó su cólera haciendo azotar a la joven y sometiéndola a otros tormentos. Una de aquellas noches, recibió en su calabozo el consuelo de una visión de la cruz al tiempo que una voz le decía que su liberación esta próxima. Al otro día, Olybrius ordenó que fuera torturada de nuevo y que fuera decapitada después. En el momento de la ejecución, apareció una paloma blanquísima que causó la conversión de muchos de los presentes.
Para más información hacer clic acá.
© ACI Prensa – Catholic.net
 
Pensamiento del día
 
y puede existir en ausencia de placer.
El placer nos lo da el cuerpo,
la felicidad es armonía en nuestra persona.»
 
Tema médico:
¿Decide el enfermo su muerte?

Por: Fernando Pascual
 
Algunos repiten una y otra vez que el enfermo es quien decide cuándo y cómo morir, que tal decisión es “su derecho”. Otros, además, dicen que el médico estaría obligado a ayudar al enfermo si éste no pudiese terminar con su vida por sí mismo.
 
Con fórmulas como las anteriores se busca defender, de modo muy sutil, el suicidio como si fuese un derecho.
 
En realidad, nadie tiene “derecho” al suicidio. Porque el derecho regula las relaciones entre las personas, pero no puede regular el acto por el cual una persona, sana o enferma, se quita la vida. Si alguien se suicida deja de participar en el derecho, rompe con sus relaciones humanas, renuncia a sus derechos y deberes como miembro de la sociedad.
 
Lo mismo vale para el enfermo: ningún enfermo tiene derecho al suicidio, a provocarse la propia muerte. Si no tiene tal derecho, ningún médico puede “ayudarle a morir”, una fórmula con la que se oculta una realidad trágica: ayudar a morir a veces es igual a matar al enfermo si éste lo ha pedido. El homicidio sigue siendo homicidio si la víctima solicita a otros que lo maten. Aunque esos otros tengan bata blanca y títulos oficiales de médico...
 
Lo anterior no debe confundirse con el deseo, el derecho, del enfermo de decir “no” a un tratamiento doloroso o desproporcionado.
 
Imaginemos, por ejemplo, el caso de un enfermo terminal que pudiera vivir algunos meses si fuese introducido en un pulmón artificial que no lo curase. ¿Puede decir que no le conecten al pulmón artificial? Sí puede pedirlo, si considera excesiva esta ayuda, si la ve como un alargar inútilmente su enfermedad ya incurable.
 
El enfermo puede, por lo tanto, decidir si recibe ciertos tratamientos o si renuncia a los mismos por motivos válidos y cuando tales tratamientos son desproporcionados. No puede, en cambio, decidir que otros lo asesinen.
 
No confundamos los términos del problema: no presentemos el “no” al ensañamiento terapéutico como un “sí” a la eutanasia. Lo primero es un derecho legítimo de todo enfermo terminal. Lo segundo es un homicidio que no deja de serlo aunque cuente con el apoyo de una ley.
 
Toca a la sociedad, a la familia, al personal sanitario, promover aquellas atenciones y cuidados paliativos que acompañen y alivien al enfermo en sus últimos meses de vida. Su vida es un tesoro maravilloso que vale siempre.
 
Nuestro cariño podrá hacer menos dura esa fase terminal de la existencia humana que tiene un valor enorme para todo ser humano: para los creyentes, pues saben que se preparan al encuentro con Dios; y para los que no creen, porque asumen en plenitud el valor que tienen los momentos últimos de su aventura terrena.
 
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
Al bendecir se crea un escudo de luz de protección divina sobre la persona a la que estamos bendiciendo. ¡Es conexión divina! De allí la importancia siempre de bendecir con amor.
Bendice tu día, tu pareja, tus hijos, tu familia, tus amigos, todo lo que haces, tu dinero sea mucho o poco...
Detente un segundo y bendice a la persona que está cerca de ti, puedes hacerlo mentalmente, obsérvala y veras que hay un ligero cambio en su rostro.
Bendice tu cuerpo sin importar que en estos momentos este enfermo o sano… Bendícelo y llénalo de luz, de amor, misericordia y perdón para que este sano.
Bendice tus relaciones, sin importar si te encuentres "solo", porque tú mismo te complementas.
Bendice tu trabajo, te paguen poco o te paguen mucho, porque al bendecirlo lo llenas de luz divina, y de esa forma te estas preparando para algo mejor.
Bendice tu existencia sin importar que haya habido experiencias dolorosas; eso simplemente son los escollos para superar y crecer.
Que Dios te Bendiga y te proteja y el Espíritu Santo te llene de Sabiduría y entendimiento y te guíe en cada paso de tu hermosa existencia. Amén.
 
Recordando al Padre Natalio
Súplica de fortaleza
Hay mañanas en que te levantarás con una sensación de debilidad para afrontar los desafíos y trabajos del día que comienza. Aquí te ofrezco una oración para pedir que el poder infinito de Dios penetre todo tu ser y te dinamice para afrontar con redoblado vigor todas tus obligaciones. Es del P. Víctor Fernández en su excelente libro “Un estímulo para cada día”.
 
Infinito Dios, puro poder y fuerza sin límites. Tú eres mi creador. Yo no soy la obra de un ser débil o cansado. Soy obra tuya, Dios todopoderoso. Por eso confío en ti, Señor, y te ruego que derrames todavía más tu poder en mi vida. Dios infinitamente potente y fuerte, que todo lo sostienes, mira mi debilidad y penetra todo mi ser con ese poder que no tiene límites. Fortalece cada fibra de mi cuerpo y de mi interior. Así, yo sé que nada podrá derribarme, porque ningún poder humano, ninguna enfermedad y ninguna dificultad pueden ser más fuertes que tú. Lléname de tu vida feliz, Señor amado. Amén.
 
Cuando el tiempo me apremia, acostumbro decir esta plegaria inspirada en Isaías 12, 2-3: “Confío y no temo, porque tú, Señor, eres mi fuerza y mi poder, mi energía y mi vigor, tú eres mi salvador. Bebo ahora mismo, con alegría, de ti, fuente de salvación”. Subraya el símbolo tomándote un vaso de agua. Que experimentes hoy la fuerza del Señor.
(P. Natalio)
 
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)
 
 
 
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