domingo, 28 de octubre de 2007

Pequeñas Semillitas 0232

PEQUEÑAS SEMILLITAS


Número 0232 ~ Domingo 28 de Octubre de 2007
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)






Hola !!!
Hoy es un día muy especial para los argentinos, ya que en en esta jornada en nuestro país se realizan Elecciones Nacionales para elegir Presidente, y es un momento particularmente difícil en la historia de la Nación, donde necesitamos de la mayor serenidad y reflexión de parte de todos los ciudadanos para elegir autoridades que garanticen honestidad, trabajo, desarrollo, moralidad y un combate franco y decidido a los flagelos que azotan nuetra sociedad tales como la pobreza, la inseguridad y la droga.
Que Dios nos ilumine a todos los argentinos para que esta jornada cívica arroje un resultado positivo para el país, que nos saque de la situación preocupante que vivimos y abra un horizonte positivo para que lleguemos a ser una Nación grande, justa y con valores.
Que así sea...



Evangelio de hoy


En aquel tiempo, a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, Jesús les dijo esta parábola: «Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano.
»El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: ‘¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias’.
»En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ‘¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!’. Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado».
(Lucas 18, 9-14)

Comentario
Hoy leemos con atención y novedad el Evangelio de san Lucas. Una parábola dirigida a nuestros corazones. Unas palabras de vida para desvelar nuestra autenticidad humana y cristiana, que se fundamenta en la humildad de sabernos pecadores («¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!»: Lc 18,13), y en la misericordia y bondad de nuestro Dios.
(«Todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado»: Lc 18,14).
La autenticidad es, ¡hoy más que nunca!, una necesidad para descubrirnos a nosotros mismos y resaltar la realidad liberadora de Dios en nuestras vidas y en nuestra sociedad. Es la actitud adecuada para que la Verdad de nuestra fe llegue, con toda su fuerza, al hombre y a la mujer de ahora. Tres ejes vertebran a esta autenticidad evangélica: la firmeza, el amor y la sensatez (cf. 2Tim 1,7).
La firmeza, para conocer la Palabra de Dios y mantenerla en nuestras vidas, a pesar de las dificultades. Especialmente en nuestros días, hay que poner atención en este punto, porque hay mucho auto-engaño en el ambiente que nos rodea. San Vicente de Lerins nos advertía: «Apenas comienza a extenderse la podredumbre de un nuevo error y éste, para justificarse, se apodera de algunos versículos de la Escritura, que además interpreta con falsedad y fraude».
El amor, para mirar con ojos de ternura -es decir, con la mirada de Dios- a la persona o al acontecimiento que tenemos delante. Juan Pablo II nos anima a «promover una espiritualidad de la comunión», que -entre otras cosas- significa «una mirada del corazón sobre todo hacia el misterio de la Trinidad que habita en nosotros, y cuya luz ha de ser reconocida también en el rostro de los hermanos que están a nuestro lado».
Y, finalmente, sensatez, para transmitir esta Verdad con el lenguaje de hoy, encarnando realmente la Palabra de Dios en nuestra vida: «Creerán a nuestras obras más que a cualquier otro discurso» (San Juan Crisóstomo).
Rev. D. Joan Pere Pulido i Gutiérrez (Molins de Rei-Barcelona, España)



Santoral y Efemérides


En el Santoral Católico hoy se conmemora la Fiesta del Señor de los Milagros y a Santos Simon y Judas Tadeo.

Otros santos del día: Santa Cirila, San Fidel de Cómo, San Francisco Díaz del Rincón, San Francisco Serrano, San Joaquín Royo Pérez, San Juan Alcober Figueroa, Beato José Ruiz Bruixola, San Rodrigo Aguilar Alemán, Beato Salvador Damián.
(Para ver sus biografías: http://es.catholic.net/santoral/resultado.php?mes=10)

Un cordial saludo para los amigos que llevan esos nombres.

Algunos de los hechos más importantes ocurridos en un día como hoy en la Historia fueron:
1469 - Nace el humanista Erasmo de Rotterdam.
1636 - Se funda la Harvard University.
1746 - Un terremoto destruye casi totalmente la ciudad de Lima.
1790 - Tratado de El Escorial, por el que España renuncia en favor de Inglaterra a sus derechos sobre la costa occidental de América del Norte.
1836 - El general Andrés Santa Cruz proclama la Confederación de Bolivia y Perú.
1845 - Domingo Sarmiento, notable educador y político argentino, inicia un viaje de 2 años por Europa y América para estudiar distintos organizaciones escolares.
1848 - Inauguración del primer ferrocarril que funcionó en España: la línea Barcelona-Mataró.
1886 - El presidente estadounidense, G. Cleveland, inaugura la estatua de la Libertad en el puerto de Nueva York.
1908 - Nace Arturo Frondizi, político y presidente argentino.
1914 - Nace Jonas Edward Salk, descubridor de la vacuna contra la polio.
1951 - Juan Manuel Fangio, piloto argentino, gana su primer título mundial de F1, en Cataluña.
1958 - Es elegido Papa el cardenal Angelo Giuseppe Roncalli, que toma el nombre de Juan XXIII y sucede a Pio XII.
1962 - Crisis de los misiles: la URSS retira los misiles instalados en Cuba y EEUU se compromete a no invadir la isla.
1970 - Muere Gamal Abdel Nasser, presidente egipcio.
1991 - Los presidentes de El Salvador, Honduras y Guatemala inauguran en Guatemala el Parlamento Centroamericano.
1995 - La inhalación de un gas tóxico causa 289 muertos en el metro de Bakú, capital de Azerbaiyán.



Para pensar...


"Hoy más que nunca la Iglesia necesita sacerdotes santos cuyo ejemplo diario de conversión inspire en los demás el deseo de buscar la santidad a la que está llamado todo el pueblo de Dios".
Juan Pablo II




Para tener una nueva vida - Saber dar el mejor de los regalos



1) Para saber
Se cuenta que San Luis, rey de Francia, cuando alguno de sus hijos recibía el Bautismo, lo estrechaba con alegría entre sus brazos, y lo besaba con un gran amor diciéndole: “Querido hijo, hace un momento sólo eras hijo mío. Pero ahora lo eres de Dios”. Es una gran verdad que, a partir del Sacramento del Bautismo, las personas adquieren una relación muy estrecha con Dios, se vuelven sus hijas.
El Espíritu Santo logra en cada bautizado una transformación interior, que consiste en hacernos partícipes de una nueva vida. Cuando rezamos el Credo y decimos “Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida...”, queremos significar que nos proporciona una nueva vida. No se trata de la vida natural, sino de una vida espiritual, es la vida de la gracia, y es vida divina. Esa vida nueva, nos fue obtenida gracias a la redención obrada por Jesucristo.

2) Para pensar
En ocasiones, cuando nace un hijo, los padres lo colman de regalos, incluso le regalan cosas que aún no puede apreciar o usar. Por ejemplo, un papá le regaló a su hijo un balón de fútbol, y nadie se atreve a criticarlo, ya que es muestra de su amor. Pues hay un don más valioso que cualquier regalo y es el don de la gracia que recibe a través del bautismo. Por ello es muy importante es bautizar a los hijos desde que nacen, haciéndoles partícipes de este gran regalo.
Pocas relaciones hay tan estrechas entre las personas como la que se da entre un hijo y sus padres. Los padres contribuyen con Dios en darle la vida a su hijo. Dios crea el alma espiritual y los padres ayudan en la concepción de su hijo; esa es la razón por la que se dice que Dios crea y los padres “procrean”, es decir, ayudan a la creación de un nuevo ser.
Así como el nuevo ser es hijo de sus padres por recibir de ellos la vida natural, también se vuelve hijo de Dios al recibir la vida sobrenatural. Dios ha querido ser nuestro Padre y nos da una nueva vida. Es una vida más valiosa e incluso más duradera que la natural, pues se sigue teniendo incluso después de la muerte. De aquí se deriva el inmenso valor que tiene cualquier persona humana. El Papa Juan Pablo II lo recordaba en una de sus encíclicas: “El hombre está llamado a una plenitud de vida que va más allá de las dimensiones de su existencia terrena, ya que consiste en la participación de la misma vida de Dios. Lo sublime de esta vocación sobrenatural manifiesta la grandeza y el valor de la vida humana incluso en su fase temporal” (El Evangelio de la Vida, n.2).
Pensemos si valoramos y respetamos la vida de cada persona, incluyendo la propia, procurando nunca perder esa vida divina.

3) Para vivir
Sabiendo el gran valor que tiene la gracia, podemos fomentar entre nuestros conocidos que reciban el bautismo quienes aún no tengan este sacramento o que recuperen la gracia, por el sacramento de la penitencia, quienes la hubieran perdido.
Dice San Pablo: “Hijos de Dios son los que son guiados por el Espíritu de Dios” (Rom 8, 14). Hemos recibido un espíritu de hijos adoptivos que nos permite llamarle Padre a Dios. Podemos fomentar nuestro trato con el Espíritu Santo, acudiendo a Él con frecuencia y pidiéndole nos aumente la gracia para que nos sintamos cada vez más hijos de Dios.

Pbro. José Martínez Colín



Consignas


Tres preguntas que conviene hacerse todos los días: ¿qué he hecho de malo, para no volverlo a hacer? ¿qué he hecho de bueno, que contribuya a mi perfección? ¿qué he dejado de hacer, que hubiera debido hacer?




Biografías : Juan XXIII


Ángelo Giuseppe Roncalli nació el 25 de noviembre de 1881, en Sotto il Monte, pueblito que dista 12 kilómetros de Bérgamo, al norte de Italia. Ésta es una tierra que vio florecer numerosos y modélicos cristianos gracias a la labor evangelizadora realizada por San Alejandro, mártir, XVII siglos atrás: su sangre derramada por la fe sería allí semilla de innumerables cristianos.

Ángelo era "hijo del viñador Roncalli" . En efecto, él era descendiente de una familia campesina, profundamente católica, humilde y a la vez muy numerosa: eran trece hermanos, de los cuales él era el tercero. Fue este el ambiente en el que se iría forjando una personalidad con la que cautivaría a sus feligreses y al mundo entero: en la familia llegó a ser como un padre para todos sus hermanos, sencillo y manso, a la vez vital y exigente, siempre generoso.

En su infancia, conjugando sus primeros estudios con los trabajos agrícolas, Ángelo asistió a la escuela de su pueblo. Por aquél tiempo integró el grupo de monaguillos. Ya desde que tuvo conciencia experimentó el llamado del Señor al sacerdocio pues nunca, como confesó él mismo poco antes de su tránsito, hubo momento alguno en que hubiese deseado otra cosa. Sin duda este deseo se reflejó ya desde niño en sus actitudes y opciones: sus amigos de infancia no tardaron en llamarle "Angelito, el cura".

A los once años, lejos aún de alcanzar los catorce requeridos por entonces como mínimo, fue tempranamente admitido en el seminario de Bérgamo. Por su precoz madurez y su evidente vocación, recibió ya a esa edad, la tonsura, que implicaba al mismo tiempo el uso diario de la sotana.

Esta inclinación tan temprana de ningún modo significó que para él la lucha hubiese sido fácil y sencilla. Consta en su Diario del Alma, publicación posterior a su muerte que reúne sus escritos personales desde los 14 años de edad, que su vida íntegra estaba hecha de batallas cotidianas en las que habían victorias así como también derrotas. La lucha no era fácil, pero a él lo sostenía un firme propósito que jamás abandonó: "estoy obligado, como mi tarea principal y única, hacerme santo cueste lo que cueste" , escribió poco antes de ser ordenado sacerdote. Este era el horizonte al que, en medio de las tensiones de la lucha cotidiana, tendía siempre más que como una "inclinación de nacimiento", un propósito decidido e inconmovible de su voluntad, en obediencia a un singular sentido del deber de responder a los que había descubierto era su vocación particular.

A Giuseppe, alumno inteligente y aprovechado, le fue concedida en 1901 una beca para ampliar sus estudios teológicos en el Ateneo Pontificio de San Apolinar, en Roma. El año siguiente tuvo que interrumpir sus estudios para realizar el servicio militar, obligatorio por entonces aún para clérigos, siendo incorporado al regimiento de infantería militar de Bérgamo. A finales de 1902 era conocido como el sargento Roncalli. En 1903 vuelve a sus estudios en Roma, culminándolos con un doctorado en teología.

El 10 de agosto de 1904 es ordenado sacerdote, y su primera Misa la ofició al día siguiente en la Basílica de San Pedro.

A principios de 1905 el Padre Roncalli vuelve a Bérgamo para trabajar al lado de su Obispo, Mons. Giacomo Tedeschi (1857-1914), quien lo nombró su secretario personal. El Padre Roncalli aprendió mucho de la vida ejemplar de su Obispo, con quien trabajó hasta el día en que éste fue llamado a la casa del Padre, el año 1914. De él escribió una intensa biografía, cuya primera edición apareció en Bérgamo el año 1916. En su época de secretario (1905-1914) enseñaba también en el seminario de Bérgamo, dictando clases de Historia de la Iglesia y de Apologética.

Cuando lo permitían las circunstancias el secretario del Obispo visitaba la Biblioteca Ambrosiana. Por aquél entonces era prefecto de la misma el Padre Achille Ratti -futuro Pío XI-, con quien compartía un interés común por la figura del Santo Cardenal Carlos Borromeo. Sus pesquisas históricas tuvieron como objeto conocer la vida y pensamiento de este gran Santo, cuyo aporte -especialmente en lo que se refiere al Concilio de Trento (1545-1563)- sería decisivo en un tiempo tan difícil para la Iglesia. Con el tiempo el Padre Roncalli publicaría el fruto de alguna de sus investigaciones: una edición crítica de las actas de la visita apostólica de San Carlos Borromeo a Bérgamo.

Con el estallido de la primera guerra mundial, en 1914, se incorpora en Bérgamo al ejército, ofreciendo su servicio primero en la pastoral sanitaria, y a partir de 1916 como capellán militar.

Al ir acercándose el final de la guerra, hacia fines de 1918, el Padre Roncalli es nombrado director espiritual del Seminario de Bérgamo. Un año después, en enero de 1921 es llamado a Roma para trabajar en la Congregación para la Propagación de la Fe. Es nombrado por Benedicto XV "Prelado Doméstico de Su Santidad". Su misión era visitar a los Obispos italianos e informarles sobre las reformas que el Papa se proponía realizar con el fin de financiar las misiones. Su servicio a la Iglesia le llevó también a visitar a diversos Obispos de Alemania, Francia, Bélgica y de los Países Bajos.

En marzo de 1925 el Sucesor de Benedicto XV, Pío XI, lo nombra Visitador Apostólico en Bulgaria, una nación mayoritariamente ortodoxa y con un Estado confesional ortodoxo, donde los católicos apenas bordeaban las 40.000 personas. Después de siete siglos Bulgaria contaría nuevamente con un representante oficial de la Santa Sede en su territorio. Mons. Roncalli era enviado prácticamente a "tierra de misión". El 19 de marzo de 1921, dos semanas después de este nombramiento, Guiseppe Roncalli era consagrado Obispo, y un mes después se encontraba ya en Sofía, capital búlgara. Visitó las diversas comunidades católicas diseminadas por toda la nación y además de establecer buenas relaciones con sus gobernantes logró con los años y con un trabajo muy delicado de acercamiento a los diversos miembros de la jerarquía de la Iglesia oriental. Posteriormente Mons. Roncalli es nombrado Delegado Apostólico de Bulgaria.

En 1934 es nombrado Delegado Apostólico para Turquía y Grecia, por lo que se traslada a Estambul primero, y en 1937 a Atenas. En esta última ciudad pasaría la mayor parte de la segunda guerra mundial, donde con ayuda de la Santa Sede y en contacto estrecho con la Iglesia Ortodoxa, prestó una significativa y caritativa ayuda a la población. Más su contacto no era solamente con la Iglesia Ortodoxa: en los difíciles años de la guerra el gran rabino de Palestina, cuando se encontraba en Turquía, se comunicaba "casi diariamente con el Vaticano… gracias a Roncalli, amigo sincero de Israel, que salvó a miles de hebreos" .

También aquellos años vividos en el cercano Oriente le permitieron establecer firmes lazos con miembros de las Iglesias orientales, lo que sin duda influía positivamente para el acercamiento de la Sede de Pedro con la Iglesia oriental.

El 6 de diciembre de 1944, en un momento muy delicado que exigía de gran tacto y habilidad diplomática, el Papa Pío XII lo nombra Nuncio en París, a donde llega el 1 de enero de 1945. En los ocho años que duraría su labor como Nuncio Mons. Roncalli supo ganarse la estima de los franceses. Su prudencia, tacto e inteligencia, le permitieron manejar situaciones que a veces se presentaban realmente complicadas y desfavorables. Con su presencia paternal y bondadosa lograba ablandar el corazón de muchos, así por ejemplo, logró que a los prisioneros de guerra alemanes se les diese un trato digno y respetuoso. Su capacidad de hacer amigos y su bondad fuera de toda sospecha le ayudaron a prestar un verdadero servicio reconciliador y sanante en un período en el que entre los franceses muchas heridas habían quedado abiertas.

En enero de 1953 el Nuncio de París, cuando contaba ya con 71 años, es nombrado por el Papa Pío XII Cardenal y Patriarca de Venecia, una Diócesis pequeña pero muy importante. Una nueva etapa se abría entonces para él en su vida: el servicio pastoral directo. En su diario escribía: "En los pocos años que me quedan de vida, quiero ser un pastor en la plenitud del término" . Sin duda ni se imaginaba la "plenitud" que alcanzaría el término. Lo cierto es que en Venecia, libre ya de las innumerables exigencias de su antiguo e importante servicio diplomático, pudo darle más tiempo a los encuentros cotidianos con la gente sencilla y humilde: "Se le veía rezando con frecuencia en la catedral, se paraba por las calles para hablar con la gente sencilla, como los gondoleros, visitaba las parroquias, administraba las primeras comuniones en colegios e institutos, iba a ver a los enfermos pobres de los hospitales y especialmente a los sacerdotes enfermos o ancianos, acudía a la cárcel para estar con los prisioneros y recibía a los personajes famosos en la política, las ciencias o las artes que visitaban Venecia y acababa por hacerse amigo suyo, dado su espíritu paternal y bondadoso" .

Siempre espontáneo y cercano en el trato con la población y con el clero, desplegó también en Venecia su notable celo pastoral. Paternal y bondadosamente supo conducir por el camino de la virtud cristiana a la grey encomendada a su cuidado.

Su pontificado

El cardenal Ángelo Giuseppe Roncalli contaba con 76 años cuando el 28 de octubre de 1958 era elegido para suceder en la sede petrina a S.S. Pío XII. El nuevo Papa quiso asumir el nombre del Apóstol Juan, el discípulo amado.

A pesar de su edad —por la que muchos quisieron considerar su pontificado como uno "de transición"— el Pontífice Juan XXIII se preparaba para asumir un gran reto: convocar un nuevo Concilio Ecuménico, lo que tomó por sorpresa a más de uno. Ya en tiempos de su predecesor el Papa Pío XII se había venido preparando un concilio universal, pero por diversas razones el proyecto quedó interrumpido.

S.S. Juan XXIII supo acoger la inspiración del Espíritu Santo, y, mostrando una vez más su paternal bondad y su gran energía y vitalidad llevó adelante la convocatoria del Concilio Vaticano II. Por su humilde deseo de ser un buen "párroco del mundo" supo ver la necesidad de que la Iglesia reflexionara sobre sí misma para poder responder adecuadamente a las necesidades de todos los hombres y mujeres pertenecientes a un mundo en cambio que se alejaba cada vez más de Dios.

El espíritu de su pontificado fue definido por él mismo en junio de 1959, con el término: aggiornamento, que se esclarecerá mejor en el radiomensaje Ecclesia Christi lumen gentium, del 11 de septiembre de 1962, en vísperas de la apertura Concilio. Era el deseo del nuevo Papa y de la Iglesia toda prepararse para responder con fidelidad a los nuevos desafíos apostólicos del mundo moderno.

Así, pues, el "Papa bueno", un 25 de enero de 1959 (poco más de dos meses de iniciado su pontificado), tomaba por sorpresa a propios y extraños convocando a todos los obispos del mundo a la celebración del Concilio Vaticano II. La tarea primordial era la de prepararse a responder a los signos de los tiempos buscando, según la inspiración divina, un aggiornamiento de la Iglesia que en todo respondiese a las verdades evangélicas. «¿Qué otra cosa es, en efecto, un Concilio Ecuménico —decía el Papa Bueno— sino la renovación de este encuentro de la faz de Cristo resucitado, rey glorioso e inmortal, radiante sobre la Iglesia toda, para salud, para alegría y para resplandor de las humanas gentes?» Para esto planteaba el famoso aggiornamento hacia adentro, presentando a los hijos de la Iglesia la fe que ilumina y la gracia que santifica, y hacia afuera presentando ante el mundo el tesoro de la fe a través de sus enseñanzas. Estas dos dimensiones se manifestarían constantemente en su pontificado.

La apertura eclesial al mundo se muestra con claridad en sus encíclicas, siempre dejando en claro que ello no significaba en absoluto ceder en las verdades de fe. «Esta doctrina es, sin duda, verdadera e inmutable, y el fiel debe prestarle obediencia, pero hay que investigarla y exponerla según las exigencias de nuestro tiempo. Una cosa, en efecto, es el depósito de la fe o las verdades que contiene nuestra venerable doctrina, y otra distinta es el modo como se enuncian estas verdades, conservando, sin embargo, el mismo sentido y significado».

Dentro de este espíritu de apertura en fidelidad a la doctrina de siempre, el Papa Juan XXIII se esforzó también en buscar un mayor acercamiento y unión entre los cristianos. Su encíclica Ad Petri cathedram (1959) y la institución de un Secretariado para la Promoción de la Unión de los Cristianos fueron hitos muy importantes en este propósito.

El Concilio Vaticano II

Para S.S. Juan XXIII cuatro habían de ser los principales propósitos de este gran Concilio:

- Buscar una profundización en la conciencia que la Iglesia tiene de sí misma.

- Impulsar una renovación de la Iglesia en su modo de aproximarse a las diversas realidades modernas, mas no en su esencia.

- Promover un mayor diálogo de la Iglesia con todos los hombres de buena voluntad en nuestro tiempo.

- Promover la reconciliación y unidad entre todos los cristianos.

Su legado

El segundo Concilio Vaticano, luego de una larga y concienzuda preparación, se inició el 11 de octubre de 1962, aunque él mismo no sería el elegido para llevarlo a su feliz término. Pronto el Papa Juan XXIII se enteraba de su mortal enfermedad que, asociándolo a la Cruz del Señor, le llevaría por un largo camino de pasión, ofrecido por toda la Iglesia.

Juan XXIII fue llamado a la casa del Padre el 3 de junio de 1963, a poco de haberse iniciado el Concilio Vaticano II.

Su muerte suscitó una profunda tristeza en el mundo entero, lo que manifestó la manera en que este Papa se hizo querer en tan poco tiempo. Ciertamente, su extraordinaria bondad y simpatía le permitió ganarse la amistad y el respeto de gente muy diversa, lo que con justicia le mereció el calificativo de "Il Papa buono", el Papa bueno.



Meditación breve


Jamás querría cargar con todos los objetos materiales que he adquirido a lo largo de mi vida. Sería imposible. Sin embargo, eso es lo que hago en el plano emocional cuando me niego a liberarme de los errores y los pesares de ayer. Y aumento la carga con mis preocupaciones por el mañana.
Puedo liberarme de esas cargas y no volver a tomarlas. Hoy aplico toda mi atención a lo que está sucediendo ahora. Vivo la paz y felicidad para las que Dios me creó, en este mismo instante, esa paz, esa felicidad, no dependen del pasado ni del futuro.
Para que cada día sea importante, disfruto cada momento. Me permite hacerlo el hecho de haber decidido liberarme del miedo y la preocupación por vivir plena y completamente el presente de cada día.



Los cinco minutos de Dios - por Alfonso Milagro

Compadecer es padecer con otro; pero no se puede padecer con otro si antes no se ha padecido solo.
Comprender es aprender con otro; pero éso requiere que antes hayamos aprendido nosotros solos.
Por éso, no debes juzgar que estás perdiendo el tiempo ni los esfuerzos cuando estás sufriendo solo; te estás capacitando para sufrir con los demás.
Quien sabe sufrir, sabe hacer sufrir menos; quien sabe llorar, sabe comprender mejor a los que lloran.
A veces se sufre más de lo que Dios quiere, o porque se sufre como Dios no quiere, o porque no se sufre con los demás.
No se puede llegar a comprender lo que significa una lágrima si antes no se ha gustado su sabor salado rodando por las propias mejillas y llegando a los propios labios.
¡Qué cosa llamativa! Las lágrimas propias saben a salado; las lágrimas de los demás saben a dulce cuando se mezclan con las propias.

Felipe de Urca
-Jardinero de Dios-

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