PEQUEÑAS
SEMILLITAS Año
19 - Número 5593 ~ Martes 2 de Abril de 2024Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina) ¡Alabado sea Jesucristo!
Un prestigioso cardenal español dijo una vez algo que toca nuestra fe: “Mi
madre no sabía leer ni escribir, pero me enseñó más que todos los libros: me
enseñó a creer, amar y esperar en Dios”. ¡Cuántos cristianos “analfabetos” han
enseñado y pueden seguir enseñando a creer, amar y esperar en Dios!
Con este enfoque, san Carlos de Foucauld realizó su vida de apóstol en el
Sahara: “Mi apostolado –afirmaba Carlos de Foucauld– debe ser el testimonio de
la bondad. Los que me ven deben decirse: ya que este hombre es tan bueno, su
religión debe ser buena. Y si me preguntan por qué soy manso y bueno, debo
decir: porque soy el servidor de Alguien que es mucho más bueno que yo. ¡Si
supieran qué bueno es mi Maestro Jesús! Quisiera ser bastante bueno para que
digan: si el servidor es así… ¡Cómo será pues el Maestro!... Tratemos de ser
una sola cosa con Jesús, reproduciendo su vida en la nuestra, a través de
nuestros pensamientos, palabras y acciones”.
La Palabra de Dios Lecturas del día ♡ Primera Lectura: Hch 2, 36-41
♡ Salmo: Sal 32, 4-5. 18-19. 20 y 22
♡ Santo Evangelio: Jn 20,11-18
En aquel tiempo, estaba María junto al sepulcro fuera llorando. Y mientras
lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y ve dos ángeles de blanco, sentados
donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies.
Dícenle ellos: «Mujer, ¿por qué lloras?». Ella les respondió: «Porque se han
llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto». Dicho esto, se volvió y vio a
Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice Jesús: «Mujer, ¿por qué
lloras? ¿A quién buscas?». Ella, pensando que era el encargado del huerto, le
dice: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo
llevaré». Jesús le dice: «María». Ella se vuelve y le dice en hebreo:
«Rabbuní», que quiere decir “Maestro”». Dícele Jesús: «No me toques, que
todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: ‘Subo a mi
Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios’». Fue María Magdalena y dijo a
los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras.
♡ Comentario:
Hoy, en la figura de María Magdalena, podemos contemplar dos niveles de
aceptación de nuestro Salvador: imperfecto, el primero; completo, el segundo.
Desde el primero, María se nos muestra como una sincerísima discípula de Jesús.
Ella lo sigue, maestro incomparable; le es heroicamente adherente, crucificado
por amor; lo busca, más allá de la muerte, sepultado y desaparecido. ¡Cuán
impregnadas de admirable entrega a su “Señor” son las dos exclamaciones que nos
conservó, como perlas incomparables, el evangelista Juan: «Se han llevado a mi
Señor, y no sé dónde le han puesto» (Jn 20,13); «Señor, si tú te lo has
llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré»! (Jn 20,15). Pocos
discípulos ha contemplado la historia, tan afectos y leales como la Magdalena.
No obstante, la buena noticia de hoy, de este martes de la octava de
Pascua, supera infinitamente toda bondad ética y toda fe religiosa en un Jesús
admirable, pero, en último término, muerto; y nos traslada al ámbito de la fe
en el Resucitado. Aquel Jesús que, en un primer momento, dejándola en el nivel
de la fe imperfecta, se dirige a la Magdalena preguntándole: «Mujer, ¿por qué
lloras?» (Jn 20,15) y a la cual ella, con ojos miopes, responde como
corresponde a un hortelano que se interesa por su desazón; aquel Jesús, ahora,
en un segundo momento, definitivo, la interpela con su nombre: «¡María!» y la
conmociona hasta el punto de estremecerla de resurrección y de vida, es decir,
de Él mismo, el Resucitado, el Viviente por siempre. ¿Resultado? Magdalena creyente
y Magdalena apóstol: «Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había
visto al Señor» (Jn 20,18).
Hoy no es infrecuente el caso de cristianos que no ven claro el más allá
de esta vida y, pues, que dudan de la resurrección de Jesús. ¿Me cuento entre
ellos? De modo semejante son numerosos los cristianos que tienen suficiente fe
como para seguirle privadamente, pero que temen proclamarlo apostólicamente.
¿Formo parte de ese grupo? Si fuera así, como María Magdalena, digámosle:
—¡Maestro!, abracémonos a sus pies y vayamos a encontrar a nuestros hermanos
para decirles: —El Señor ha resucitado y le he visto.
* Rev. D. Antoni ORIOL i Tataret (Vic, Barcelona, España)
Santoral Católico: San Francisco de Paula Nació en Paula
(Calabria, Italia) el año 1416 de familia humilde. Cumpliendo el voto que
habían hecho sus padres si tenían un hijo, vistió durante dos años el hábito de
san Francisco de Asís. Más tarde fundó una congregación de vida eremítica que
después se transformó en la Orden de los Mínimos, de vida religiosa en
comunidad. Fundó también, más adelante, la Segunda y la Tercera Orden. Él, que
había crecido rodeado de privaciones, era un hombre muy austero y quiso para su
Orden un estilo de vida estricto y severo. Atendía a los pobres y enfermos con
gran caridad, y tuvo fama de taumaturgo. No dudó en denunciar las injusticias
que se cometían con los pobres. Cumpliendo órdenes del papa Sixto IV marchó a
Francia donde pasó quince años atendiendo espiritualmente a los reyes Luis XI y
Carlos VIII, viviendo en pobreza y humildad, predicando al pueblo y fundando
numerosos conventos. Murió en Tours (Francia) el 2 de abril de 1507.
Oración: Señor, Dios
nuestro, grandeza de los humildes, que has elevado a san Francisco de Paula a
la gloria de tus santos, concédenos, por su intercesión y a imitación suya,
alcanzar de tu misericordia el premio prometido a los humildes. Por Jesucristo,
nuestro Señor. Amén.
Para más información hacer clic acá.
(Directorio Franciscano – ACI Prensa – Catholic.net)
NOTA: La memoria
litúrgica de San Juan Pablo II (fallecido un 2 de abril de 2005), se celebra el
día 22 de octubre.
Pensamiento del día «Y una vez que la tormenta
termine, no recordarás cómo lo lograste, cómo sobreviviste. Ni siquiera estarás
seguro si la tormenta ha terminado realmente. Pero una cosa sí es segura.
Cuando salgas de esa tormenta, no serás la misma persona que entró en ella. De
eso se trata esta tormenta.»
(Haruki
Murakami, escritor japonés)
Historias: El velo de la Virgen María En Eure et Loire (Francia), en la ciudad de
Chartres, una tradición medieval, dice que los galos, mucho antes del
cristianismo, habrían honrado aquí a una virgen que iba a dar a luz en algún
lugar de una tierra lejana de Oriente. Esta tradición de la Virgo Pariturae
(Virgen Embarazada) marcó profundamente el santuario mariano y reforzó el deseo
de los habitantes de construir aquí un importante edificio de peregrinación: la
catedral de Chartres.
En el 876, el rey de Francia Carlos el Calvo
ofreció a la catedral la Santa Camisa (Sancta Camisa), hoy llamada “Velo de la
Virgen”. Se dice que esta reliquia la llevó María el día del nacimiento de
Jesús, lo que la convierte en una de las reliquias más preciadas para los
cristianos: está vinculada a María y al mismo Cristo como testimonio de la
encarnación de Dios en la tierra.
Pero, ¿de dónde viene esta reliquia? Carlos el
Calvo poseía este velo de su abuelo Carlomagno, quien lo guardaba en su palacio
de Aquisgrán. El emperador Carlos lo recibió como regalo de la emperatriz Irene
de Bizancio, emperatriz del Sacro Imperio Romano Germánico de Oriente en
Constantinopla. Este velo quedó registrado en las listas de reliquias que
poseía la gran Constantinopla en el siglo V.
En 1194, cuando la catedral se quemó, se creyó
perdida para siempre, sin tener en cuenta el gesto de los sacerdotes que
tomaron el relicario donde se encontraba para refugiarse en la cripta. Se dice
que estuvieron tres días bajo tierra esperando y, cuando salieron, la multitud
los vitoreó. El fervor fue tal que abundó la financiación para la
reconstrucción.
Fue en 1712 cuando se abrió la caja que contenía
la reliquia. En ese momento se dan cuenta de que, en lugar de una camisa, se
trata en realidad de una tela de seda de medio metro de ancho y 5.30 m de
largo. La reliquia deja entonces su nombre de “Santa Camisa” y pasa a ser “Velo
de la Virgen”.
El Velo fue dividido durante la Revolución, un
pequeño trozo se guardó en la cripta, mientras que la mayor parte se exhibió en
la catedral, en un relicario realizado en el siglo XIX.
En 1927, las principales empresas sederas de
Lyon realizaron una evaluación que arrojó la fecha del siglo I d.C. La técnica
del tejido también corresponde a lo que se hacía en Palestina en esta época.
Este velo fue uno de los motores de las grandes
peregrinaciones marianas de la Edad Media. Desde julio de 2020, el Santo Velo
se exhibe en un nuevo estuche, en la catedral de Chartres.
.
(Adaptado de:
www.chartres-tourisme.com y de Enciclopedia Mariana)
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lectores, que, desde el día mismo de nuestro Bautismo, todos somos discípulos y
misioneros, y en tal condición tenemos que ayudar a llevar la Palabra y las
divinas enseñanzas de Jesús a tantas personas como nos sea posible.
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Semillitas” a través de las redes sociales en las que estamos presentes,
como Facebook, Twitter, etc.
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas” El dolor puede conducir a una triste rebelión en las personas que no lo
quieren aceptar. Sin embargo, el dolor es siempre una oportunidad que el hombre
tiene para crecer interiormente.
Todos nos habremos admirado alguna vez de la gran altura de espíritu de
las personas que sufren serenamente. De aquellos a quienes los años de
sufrimiento les han hecho madurar. De aquellos a quienes la enfermedad ha
producido tesoros de fortaleza y humildad. Se descubre en todos, al final de su
vida, una serie de rasgos que difícilmente habrían surgido si no hubieran
sufrido tanto.
La vida de todos los hombres tiene unas cosas buenas y otras menos buenas.
Lo que no podemos pretender es que, por tener fe, nuestra vida tenga que ser
como una balsa de aceite, o disfrutar de la felicidad de un cuento de hadas, o
vivir en un perpetuo descanso físico, psíquico y afectivo. No podemos pretender
que los problemas tengan que desaparecer por sí solos por el mero hecho de
creer en Dios. O que los dolores de cabeza deban convertirse en efluvios
místicos. O que las preocupaciones tengan también que desvanecerse como por
arte de magia. Es verdad que la fe ayuda a afrontar esas situaciones y a estar
alegre, pero no las hace desaparecer. Las personas con fe no dejan de ser
personas normales. (Alfonso Aguiló)
🌸¡Cristo vive...! Esta es la gran verdad que llena de contenido nuestra fe.
Jesús, que murió en la Cruz, ha resucitado, ha triunfado de la muerte, del
poder de las tinieblas, del dolor y de la angustia.
El día del triunfo del Señor, de su Resurrección, es definitivo. ¿Dónde
están los soldados que había puesto la autoridad? ¿Dónde están los sellos, que
habían colocado sobre la piedra del sepulcro? ¿Dónde están los que condenaron
al Maestro? ¿Dónde están los que crucificaron a Jesús?... Ante su victoria, se
produce la gran huida de los pobres miserables. Llénate de esperanza:
Jesucristo vence siempre.
Jesús es el Emmanuel: Dios con nosotros. Su Resurrección nos revela que
Dios no abandona a los suyos. ¿Puede la mujer olvidarse del fruto de su
vientre, no compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ella se
olvidare, yo no me olvidaré de ti, había prometido. Y ha cumplido su promesa.
Dios sigue teniendo sus delicias entre los hijos de los hombres (cfr Prv 8,
31).
La tarea no es fácil. Pero contamos con una guía clara, con una realidad
de la que no debemos ni podemos prescindir: somos amados por Dios, y dejaremos
que el Espíritu Santo actúe en nosotros y nos purifique, para poder así
abrazarnos al Hijo de Dios en la Cruz, resucitando luego con Él, porque la
alegría de la Resurrección está enraizada en la Cruz. (San Josemaría Escrivá)
🌸Cristianos, ofrezcamos al Cordero pascual nuestro sacrificio de alabanza.
El Cordero ha redimido a las ovejas: Cristo, el inocente, reconcilió a los
pecadores con el Padre.
La muerte y la vida se enfrentaron en un duelo admirable: el Rey de la
vida estuvo muerto, y ahora vive.
Dinos, María Magdalena ¿qué viste en el camino?
He visto el sepulcro del Cristo viviente y la gloria del Señor resucitado.
He visto a los ángeles testigos del milagro, he visto el sudario y las
vestiduras.
Ha resucitado Cristo, mi esperanza, y precederá a los discípulos en
Galilea.
Sabemos que Cristo resucitó realmente; Tú, Rey victorioso, ten piedad de
nosotros.
Extractos de cartas del Padre Pío (Recopilación: P. Gianluigi Pasquale en “365
días con el Padre Pío”) 2 de abril
Deseo que las humillaciones del Hijo de Dios y la
gloria que le vino de las mismas sean el objeto de tus meditaciones diarias.
Consideremos los anonadamientos del Verbo divino, el «cual –según la expresión
de san Pablo–, siendo de condición divina», «habitando en él corporalmente la
plenitud de la divinidad», no consideró cosa vil abajarse hasta nosotros, para
elevarnos al conocimiento de Dios.
Este Verbo divino, por su plena y libre voluntad,
quiso abajarse hasta hacerse como nosotros, ocultando la naturaleza divina bajo
el velo de la carne humana. Dice san Pablo que de tal modo se humilló el Verbo
de Dios que llegó como a aniquilarse: «Se aniquiló a sí mismo tomando la
condición de siervo». Sí, hermana mía, él quiso esconder de tal forma su
naturaleza divina que asumió en todo, las semejanzas del hombre, sometiéndose incluso
al hambre, a la sed, al cansancio; y, para usar la misma expresión del Apóstol
de los gentiles: «Semejante a nosotros, probado en todo igual que nosotros,
excepto en el pecado».
Pero donde, más tarde, se manifestó el colmo de la
humillación fue en su pasión y en su muerte, en las que, sometiéndose con
voluntad humana a la voluntad de su Padre, soportó muchos ultrajes, hasta
sufrir la muerte más infame, y muerte de cruz. «Se humilló a sí mismo –según
san Pablo–, obediente hasta la muerte y muerte de cruz».
Esta obediencia, por la dignidad del que obedecía,
por lo arduo del mandato y por la espontaneidad al obedecer al Padre del cielo,
ya que no fue impulsado a ello por miedo al castigo, pues es el Unigénito del
Padre, ni seducido por el interés de alcanzar un premio, pues es Dios en todo
igual al Padre, agradó tanto al Creador eterno que lo exaltó «dándole un nombre
–dice el Apóstol–, que es superior a cualquier otro nombre».
(4 de noviembre de 1914, a Raffaelina Cerase,
Ep. II, 217)
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