martes, 30 de abril de 2024

Pequeñas Semillitas 5621

PEQUEÑAS SEMILLITAS
 
Año 19 - Número 5621 ~ Martes 30 de Abril de 2024
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
¡Alabado sea Jesucristo!
¿Dónde estás Señor que no veo tu rostro? Entra a mi corazón, para que sanes mi cuerpo y las heridas de mi alma.
Muéstrame el camino hacia Ti para conocerte y decirte que siempre has estado en mis pensamientos y en mis oraciones.
Hazme sentir lleno de paz, tranquilidad, y con mucho amor hacia Ti; enséñame Señor, a perdonar a no odiar, a no estar solo.
Quiero ser feliz arrancarme el pasado que tanto me ha lastimado, y vivir un presente como si empezara a nacer.
Me arrodillo hacia Ti, para encontrarme contigo y nunca jamás me alejaré, eres mi Dios, mi Salvador.
En mi mente refleja tu rostro y sabré que estás conmigo siempre, cada vez que vea las rosas, los jazmines, las flores silvestres, el aire y el inmenso  mar.
Como las estrellas  que brillan en el firmamento y todo lo bello que la naturaleza nos da, pensaré que eres Tú.
Mi Dios dame fuerza, ilumina mi mente y lléname de esperanza cada día Señor. 
Amén Jesús.
 
La Palabra de Dios
Lecturas del día
Primera Lectura: Hch 14, 19-28
 
Salmo: Sal 144, 10-11. 12-13ab. 21
 
Santo Evangelio: Jn 14,27-31a
En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Habéis oído que os he dicho: ‘Me voy y volveré a vosotros’. Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis. Ya no hablaré muchas cosas con vosotros, porque llega el Príncipe de este mundo. En mí no tiene ningún poder; pero ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado».
 
Comentario:
Hoy, Jesús nos habla indirectamente de la cruz: nos dejará la paz, pero al precio de su dolorosa salida de este mundo. Hoy leemos sus palabras dichas antes del sacrificio de la Cruz y que fueron escritas después de su Resurrección. En la Cruz, con su muerte venció a la muerte y al miedo. No nos da la paz «como la da el mundo» (cf. Jn 14,27), sino que lo hace pasando por el dolor y la humillación: así demostró su amor misericordioso al ser humano.
En la vida de los hombres es inevitable el sufrimiento, a partir del día en que el pecado entró en el mundo. Unas veces es dolor físico; otras, moral; en otras ocasiones se trata de un dolor espiritual..., y a todos nos llega la muerte. Pero Dios, en su infinito amor, nos ha dado el remedio para tener paz en medio del dolor: Él ha aceptado “marcharse” de este mundo con una “salida” sufriente y envuelta de serenidad.
¿Por qué lo hizo así? Porque, de este modo, el dolor humano —unido al de Cristo— se convierte en un sacrificio que salva del pecado. «En la Cruz de Cristo (...), el mismo sufrimiento humano ha quedado redimido» (San Juan Pablo II). Jesucristo sufre con serenidad porque complace al Padre celestial con un acto de costosa obediencia, mediante el cual se ofrece voluntariamente por nuestra salvación.
Un autor desconocido del siglo II pone en boca de Cristo las siguientes palabras: «Mira los salivazos de mi rostro, que recibí por ti, para restituirte el primitivo aliento de vida que inspiré en tu rostro. Mira las bofetadas de mis mejillas, que soporté para reformar a imagen mía tu aspecto deteriorado. Mira los azotes de mi espalda, que recibí para quitarte de la espalda el peso de tus pecados. Mira mis manos, fuertemente sujetas con clavos en el árbol de la cruz, por ti, que en otro tiempo extendiste funestamente una de tus manos hacia el árbol prohibido».
* Rev. D. Enric CASES i Martín (Barcelona, España) 
 
Santoral Católico:
San Pío V
Nació en Bosco Marengo (Alessandria, Italia) el año 1504. Ingresó en la Orden de Predicadores siendo muy joven; se doctoró y recibió la ordenación sacerdotal en Bolonia el año 1528. Durante dieciséis años fue profesor de teología y ejerció diversos cargos en la provincia dominica lombarda. Consagrado obispo y elevado al cardenalato, fue finalmente elegido papa el año 1566. Intensificó su austeridad y vida de oración. Rehusó toda muestra de nepotismo. Continuó con gran decisión la reforma comenzada por el Concilio de Trento, cuyos decretos trató de aplicar, reformó las costumbres, intensificó la catequesis, organizó los seminarios y favoreció los estudios, promovió la propagación de la fe, renovó la liturgia y publicó el Catecismo Romano y el Misal que lleva su nombre, que ha estado vigente hasta la reforma del Vaticano II. En la liga contra los turcos, se alió con España y Venecia, que lograron la victoria de Lepanto. Murió en Roma el 1 de mayo de 1572.
Oración: Señor, tú que has suscitado providencialmente en la Iglesia al papa san Pío, para proteger la fe y dignificar el culto, concédenos, por su intercesión, participar con fe viva y con amor fecundo en tus santos misterios. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Para más información hacer clic acá.
(Directorio Franciscano – ACI Prensa – Catholic.net)
 
Santoral Católico:
San José Benito Cottolengo
Presbítero y Fundador
Sacerdote diocesano, miembro de la Tercera Orden Franciscana, fundador de la Pequeña Casa de la Divina Providencia (el «Cottolengo») y de otras instituciones, nació en Bra, de la región italiana de Piamonte, el año 1786. Tras su ordenación sacerdotal en 1811 se dedicó a tareas parroquiales y a la predicación, hasta centrarse en la acción social y caritativa para con los pobres, enfermos y marginados de la sociedad que no eran acogidos en las instituciones públicas. Confiando en la Divina Providencia, abrió en Turín un hospital, dotado con lo indispensable, para acoger a los rechazados de otros centros. Se le unieron voluntarios y hombres y mujeres que luego se integraron en las congregaciones por él fundadas para consolidar y extender su obra. Humilde, pobre y austero, dio ejemplo admirable de santidad sacerdotal, de confianza filial en Dios Padre y de entrega generosa a los más pobres y abandonados. Murió en Chieri (Turín) el 30 de abril de 1842.
Para más información hacer clic acá.
(Directorio Franciscano – ACI Prensa – Catholic.net)
 
Pensamiento del día
«Debemos conocer el amor de Cristo, que excede todo conocimiento El sagrado Corazón, es una fuente inagotable, que no desea otra cosa que derramarse en el corazón de los humildes, para que estén libres y dispuestos a gastar la propia vida según su beneplácito»
(SANTA MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE)
 
Tema del día:
Siete verdades sobre los exorcismos
Por: Ailín Fessler | Fuente: Catholic-link.com 
 
Es muy frecuente hoy en día que al encender la televisión o al mirar la cartelera de cine, nos encontremos con que gran cantidad de las historias que se cuentan tienen como protagonista al demonio. Las opiniones al respecto son diversas: hay quienes creen que todo aquello no es más que fruto del pensamiento del siglo pasado que la industria de Hollywood aprovecha para llenar sus salas; también están aquellos que tienen una postura de indiferencia, por lo que si el demonio existe o no es algo que no les quita el sueño; también hay quienes se obsesionan con el diablo y lo ven hasta en la sopa; y finalmente, están aquellos que sí creen en su existencia. Dentro de todos estos grupos de personas, nosotros nos encontramos en el último, es decir, creemos que el demonio existe y su accionar en este mundo es constante.
 
«Revestíos con toda la armadura de Dios para que podáis estar firmes contra las insidias del diablo. Porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales» (Ef 6, 11-12).
 
Creer en Dios pero no creer en el diablo es no creerle a Dios, ya que Él mismo nos advierte de su existencia en reiteradas oportunidades, en las Sagradas Escrituras. Sin embargo, su accionar no siempre es tan evidente, ya que el diablo puede disfrazarse de ángel de luz, presentándonos algo malo como si fuera bueno. Por algo se le llama «el padre de la mentira». Pero cuando ocurren posesiones, los exorcistas a través de un rito determinado, contando con las debidas licencias para ejercerlo y actuando bajo la autoridad de Jesucristo, expulsan a los espíritus impuros de una persona.
 
Cuando me puse a investigar acerca de este tema, no pensé que podía llegar a ser tan complejo y extenso. Por ello, no intento que este post sea un tratado de demonología, que de hecho existen varios y muy buenos, sino que pretendo que los siguientes puntos puedan brindar un poco de luz en cuanto a lo que de exorcismos y exorcistas se refiere.
 
1. Los exorcistas no son súper héroes, ni tienen súper poderes
El exorcista no tiene ningún poder sobre el demonio, el poder lo tiene Dios. Mediante el rito que realiza el sacerdote, con el poder de Cristo, se expulsa al demonio. Los sacerdotes no hacen más que seguir el mandato dado por Jesús a sus discípulos: «Entonces llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia» (Mt 10, 1).
 
2. No todos los sacerdotes están autorizados a realizar exorcismos
En los exorcismos simples o menores, también llamados oraciones de liberación, se invoca al Espíritu Santo, pidiendo la liberación de las personas de la influencia de Satanás, como se hace en el bautismo, por ejemplo, donde el rito contempla una oración de exorcismo. Este tipo de exorcismos puede realizarlo cualquier sacerdote. Sin embargo, en el caso de los exorcismos solemnes o mayores, el Código de Derecho Canónico establece que éstos solo pueden «ser realizados por un obispo o sacerdote “piadoso, docto, prudente y con integridad de vida”, que cuente con una licencia particular y expresa de un obispo», quien puede otorgar al sacerdote un permiso para cada caso, o hacerlo, formalmente, con la venia de la Santa Sede. Aquellos que reciban este ministerio, además, deben tomar cursos de formación que se imparten en instituciones de la Santa Sede.
 
Los laicos no pueden realizar exorcismos, pero pueden acompañar a los sacerdotes durante los mismos, si éstos lo consideran oportuno, y también pueden prepararse para el ministerio de la liberación, bajo la dirección de un sacerdote.
 
3. El exorcismo es un sacramental, no un sacramento
Según el Catecismo de la Iglesia Católica los sacramentales son los «signos sagrados instituidos por la Iglesia, cuyo fin es preparar a los hombres para recibir el fruto de los sacramentos y santificar las diversas circunstancias de la vida» (número 1677), dentro de los cuales se encuentran los exorcismos, junto con las bendiciones y las consagraciones como los más importantes.
 
4. No todos los casos que parecen posesiones lo son
Los exorcistas, mediante un examen cuidadoso y de extrema prudencia, deben distinguir entre la verdadera posesión diabólica y los males psiquiátricos, cuyo cuidado pertenece a la ciencia médica, aunque pueden darse ambos a la vez. Por tanto, según el Catecismo (número 1673): «es importante, asegurarse, antes de celebrar el exorcismo, de que se trata de la presencia del Maligno y no de una enfermedad»
 
5. Los exorcismos reales tienen poco o nada que ver con los que nos muestran las películas de Hollywood
Diversos exorcistas popularmente reconocidos aseguran que la mayoría de las personas creen que en un rito de exorcismo el demonio saldrá volando por una ventana o que todo poseso actúa como puede verse en la película “El exorcista.” El demonio, al ser un ser superior, tiene la capacidad de hacer todo aquello que podamos imaginar, pero, generalmente, los posesos no actúan como estamos acostumbrados a ver en el cine. Incluso existen casos que pueden durar años, hasta que una persona quede totalmente librada del demonio.
 
6. Aunque la persona se encuentre poseída, puede estar en gracia de Dios
La razón y la voluntad de las personas posesas actúan independientemente de lo que ocurre con ellas en los procesos de exorcismos. Dependiendo del caso, habrá ocasiones en las que éstas puedan acercarse a los sacramentos o no, pero en un exorcismo lo que se intenta hacer es expulsar a Satanás del cuerpo de la persona, y no de su alma que puede permanecer en gracia.
 
7. Dios siempre tiene la última palabra
La acción del maligno en este mundo, por más espanto que pueda causarnos, nunca será mayor que la acción de Dios en nuestras vidas. Si así no fuera, el demonio no se escandalizaría con tan solo escuchar pronunciar el nombre de Jesús. Con su sacrificio en la Cruz, Él ha vencido para siempre al pecado y a la muerte. Creámosle, entonces, cuando nos dice: «En el mundo tendrán tribulaciones, pero ¡ánimo!, yo he vencido al mundo» (Jn 16, 33).
 
”Pequeñas Semillitas” por email
Si lo deseas puedes recibir todos los días "Pequeñas Semillitas" por correo electrónico. Las suscripciones son totalmente gratuitas y solo tienes que solicitarlas dirigiéndote por e-mail a feluzul@gmail.com   
Recuerden, queridos lectores, que, desde el día mismo de nuestro Bautismo, todos somos discípulos y misioneros, y en tal condición tenemos que ayudar a llevar la Palabra y las divinas enseñanzas de Jesús a tantas personas como nos sea posible.
También pueden difundir “Pequeñas Semillitas” a través de las redes sociales en las que estamos presentes, como Facebook, “X” (ex-Twitter), etc.
 
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
Todos deseamos ser amados. Una característica común de los seres humanos es la necesidad de ser importantes en la vida de alguien más. "Al menos una persona me necesita", decimos cuando nos sentimos menos aptos para aceptar las exigencias de la vida. Cuán parecidos somos. La paradoja es que nuestra propia necesidad de amor se reduce cuando amamos a los demás. Ofrece tu amor y éste regresará a ti. Esta es una promesa en la que podemos confiar.
Generalmente, la realidad acerca del amor y su ruta del emisor al receptor y viceversa se encuentra lejos de nuestras mentes. Con mayor frecuencia nos desesperamos y nos obsesionamos por la falta de pruebas de amor en nuestra vida. ¿Por qué él no sonríe? ¿Por qué no le importo a ella? ¿Ha ocupado mi lugar alguien más interesante? El hecho de ofrecer nuestro amor en lugar de buscarlo, influirá en todas nuestras experiencias. La vida será más apacible y las recompensas serán muchas y de gran alcance.
Amar a los demás me garantiza el amor que deseo. Pero no puedo esperar nada si no doy yo primero.
🌸
Cuando uno perdió algo y se pone a repasar las cosas que hizo, o los lugares por donde anduvo, finalmente, al repetir como en cámara lenta la rutina, aparece lo que se nos había perdido, y solemos constatar que aparece en el lugar donde varias veces pasamos sin verlo. Hasta decimos: “si era una víbora nos picaba”. Tal vez esto mismo, podamos llevarlo al ámbito de la oración. Por algo, San Ignacio, nos hace “repetir” la oración en algunos momentos.
Yendo a nuestra comparación, el motivo por el cual no vemos lo perdido en un lugar donde varias veces pasamos con la vista, suele ser porque nos pasa como si nuestra mirada pasara sobre la realidad con la foto que tomó de ella y nos parece que todo lo que hay en ella ya lo vimos. Sin embargo, a nuestra foto, algo se le pasó por alto, y si no dejamos que la realidad se vuelva a mostrar tal como ella es, y no como nosotros la vimos, no daremos con lo que no vimos. Ese dejar que la realidad se muestre, necesita un ritmo más lento. Es como esas diapositivas que se van mostrando de a poco, a diferencia de las otras que de movida, se muestran totalmente. Esto sería lo propio de la “repetición”: repasar en “cámara lenta” (con un corazón más atento) la realidad para que en ella Dios se nos muestre en aquello donde pasamos y no lo percibimos, o algo percibimos y pasamos demasiado rápido. (Javier Albisu)
 
Extractos de cartas del Padre Pío
(Recopilación: P. Gianluigi Pasquale en “365 días con el Padre Pío”)
30 de abril
El camino trazado por el apóstol al cristiano es el de despojarse de los vicios del hombre viejo, es decir, del hombre terreno, y de revestirse con las virtudes enseñadas por Jesucristo. En cuanto a despojarse de los vicios, él dice: «Mortificad vuestros miembros terrenos». El cristiano santificado por el bautismo no queda libre de las rebeliones de los sentidos y de las pasiones; de aquí surge la necesidad imperiosa de mortificar nuestras pasiones mientras se está en esta vida.
El mismo santo Apóstol experimentó en sí mismo bastante duramente la rebelión de los sentidos y de las pasiones, por lo que emitió este lamento: «Yo mismo con la mente sirvo a Dios y con la carne sirvo a la ley del pecado (es decir, a la ley de la concupiscencia)». Como si hubiera querido decir: yo mismo soy siervo de la ley de Dios con la mente, pero con la carne estoy sometido a la ley del pecado. Todo lo cual va dicho para consuelo espiritual de tantas pobres almas que, asaltadas por la ira o por la concupiscencia, sienten en sí mismas un doloroso contraste: no quisieran sentir, ni tener esos movimientos, esos rencores, o esas vivas imaginaciones, esos sentimientos sensuales; pobrecillas, sin que ellas lo quieran, en ellas surgen y se contraponen, experimentan una propensión en sí violenta al mal en el acto en que quieren hacer el bien.
Entre estas pobrecillas hay algunas que creen ofender al Señor al sentir en sí esa propensión violenta al mal. Consolaos, almas elegidas, en esto no hay pecado, porque el mismo santo Apóstol, vasija de elección, experimentaba en sí mismo ese horrible contraste: «Encuentro en mí –dice él–, en el acto de querer obrar el bien, una fuerza que me inclina al mal». Sentir los estímulos de la carne, incluso de forma violenta, no puede constituir pecado cuando el alma no se determina a ello con el consentimiento de la voluntad.
(16 de noviembre de 1914, a Raffaelina Cerase, Ep. II, 226)
 
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)
 
 
 
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