martes, 28 de noviembre de 2023

Pequeñas Semillitas 5498

PEQUEÑAS SEMILLITAS
 
Año 18 - Número 5498 ~ Martes 28 de Noviembre de 2023
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
¡Alabado sea Jesucristo!
La Santa Madre Teresa de Calcuta decía muchas veces: «En lo que atañe a los bienes materiales, nosotras dependemos por completo de la providencia de Dios. Jamás nos hemos visto obligadas a rechazar a alguien por falta de medios. Siempre ha habido una cama más, un plato más. Porque Dios se ocupa de sus hijos pobres… En Calcuta damos de comer cada día a 10.000 enfermos. Un día vino la hermana encargada de la comida y me dijo: “Madre, no tenemos nada para dar de comer a tanta gente”. Yo me sentí muy sorprendida, porque era la primera vez que ocurría algo así. Pero, a las nueve de la mañana, llegó un camión abarrotado de pan. Todos los días el gobierno daba a los niños de las escuelas pobres un trozo de pan y un vaso de leche. No sé por qué razón, las escuelas de la ciudad, aquel día, permanecieron cerradas y todo el pan nos lo enviaron. Como ven, Dios había cerrado las escuelas, porque no podía permitir que nuestra gente se quedase sin comida. Y fue la primera vez que pudieron comer pan de buena calidad hasta saciarse por completo.»
 
La Palabra de Dios
Lecturas del día
Primera Lectura: Dan 2,31-45
 
Salmo: Dan 3, 57. 58. 59. 60. 61
 
Santo Evangelio: Lc 21,5-11
En aquel tiempo, como dijeran algunos acerca del Templo que estaba adornado de bellas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: «Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida».
Le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir?». Él dijo: «Estad alerta, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: ‘Yo soy’ y ‘el tiempo está cerca’. No les sigáis. Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato». Entonces les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas, y grandes señales del cielo».
 
Comentario:
Hoy, escuchamos asombrados la severa advertencia del Señor: «Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida» (Lc 21,6). Estas palabras de Jesús se sitúan en las antípodas de una así denominada “cultura del progreso indefinido de la humanidad” o, si se prefiere, de unos cuantos cabecillas tecnocientíficos y político militares de la especie humana, en imparable evolución.
¿Desde dónde? ¿Hasta dónde? Esto nadie lo sabe ni lo puede saber, a excepción, en último término, de una supuesta materia eterna que niega a Dios usurpándole los atributos. ¡Cómo intentan hacernos comulgar con ruedas de molino los que rechazan comulgar con la finitud y precariedad que son propias de la condición humana!
Nosotros, discípulos del Hijo de Dios hecho hombre, de Jesús, escuchamos sus palabras y, haciéndolas muy nuestras, las meditamos. He aquí que nos dice: «Estad alerta, no os dejéis engañar» (Lc 21,8). Nos lo dice Aquel que ha venido a dar testimonio de la verdad, afirmando que aquellos que son de la verdad escuchan su voz.
Y he aquí también que nos asevera: «El fin no es inmediato» (Lc 21,9). Lo cual quiere decir, por un lado, que disponemos de un tiempo de salvación y que nos conviene aprovecharlo; y, por otro, que, en cualquier caso, vendrá el fin. Sí, Jesús, vendrá «a juzgar a los vivos y a los muertos», tal como profesamos en el Credo.
Lectores de Contemplar el Evangelio de hoy, queridos hermanos y amigos: unos versículos más adelante del fragmento que ahora comento, Jesús nos estimula y consuela con estas otras palabras que, en su nombre, os repito: «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestra vida» (Lc 21,19).
Nosotros, dándole cordial resonancia, nos exhortamos los unos a los otros: «¡Perseveremos, que con la mano ya tocamos la cima!».
*  Rev. D. Antoni ORIOL i Tataret (Vic, Barcelona, España)  © Textos de Evangeli net – Imagen: ebookscatolicos.
 
Santoral Católico:
Santa Catalina Labouré
Catalina nació en 1806, en Fain-les-Moutiers, Borgoña ( Francia ) de una familia campesina. Al quedar huérfana de madre a los 9 años le encomendó a la Santísima Virgen que le sirviera de madre, y la Madre de Dios le aceptó su petición. "A Ti he elegido por mi Madre", dijo Catalina a María. Ingresó en las Hijas de la Caridad que fundó San Vicente de Paul. De manera singular honró a la Inmaculada y brilló por su sencillez, caridad y paciencia, fue la santa que tuvo el honor de que la Santísima Virgen se le apareciera para recomendarle que hiciera la Medalla Milagrosa. Desde 1830, fecha de las apariciones, hasta 1876, fecha de su muerte, Catalina estuvo en el convento sin que nadie se le ocurriera que ella era a la que se le había aparecido la Virgen María para recomendarle la Medalla Milagrosa. En los últimos años obtuvo que se pusiera una imagen de la Virgen Milagrosa en el sitio donde se le había aparecido. Al fin, ocho meses antes de su muerte, fallecido ya su antiguo confesor, Catalina le contó a su nueva superiora todas las apariciones con todo detalle y se supo quién era la afortunada que había visto y oído a la Virgen. Por eso cuando ella murió, todo el pueblo se volcó a sus funerales. En 1947 el santo Padre Pío XII declaró santa a Catalina Labouré.
Para más información hacer clic acá.
(ACI Prensa – Corazones.org)
 
Pensamiento del día
 
«Mirando a la Santísima Virgen me pongo de un salto a su lado, arrodillada sobre las gradas del altar, con las manos apoyadas en sus rodillas»
(SANTA CATALINA LABOURÉ)
 
Tema del día:
Guía para una buena confesión
La Penitencia, que se llama también Confesión, es el sacramento instituido por Jesucristo para perdonar los pecados cometidos después del Bautismo. Se trata de un hábito piadoso muy recomendado por el santo Padre Pío, que fue un extraordinario confesor. Y en estos días previos al inicio del Adviento, sería muy oportuno que todos accedamos a este sacramento.
 
Se da el nombre de Penitencia a este sacramento porque para alcanzar el perdón de los pecados es necesario detestarlos con arrepentimiento, y porque quien ha cometido la culpa debe sujetarse a la pena que le impone el sacerdote. Jesucristo instituyó el sacramento de la Penitencia el día de su Resurrección, cuando en el Cenáculo dio solemnemente a sus Apóstoles la facultad de perdonar los pecados.
 
Oraciones para un buen examen de conciencia:
- Santísima Virgen María, Madre mía, dígnate de obtenerme la gracia de sentir un sincero dolor por haber ofendido a Dios, y el firme propósito di corregirme, y la gracia de hacer una buena confesión.
- San José, dígnate interceder por mi ante Jesús y María.
- Mi buen Ángel Custodio, dígnate de recordarme mis pecados y ayudarme a decirlos todos sin falsedad ni vergüenza.
 
¿Cómo confesarse?
Para una buena confesión es útil recordar los pecados en orden cronológico, empezando por los que cometimos primero, desde la última confesión que hemos hecho, y para los que no se han confesado por mucho tiempo, los pecados graves que recuerden en el orden que ocurrieron, dentro de lo que les permita su memoria.
 
No es siempre fácil confesarse: tantas veces no se sabe que decir, se cree que no es necesario dirigirse al sacerdote… Tampoco es fácil confesarse bien: la dificultad más grande es la exigencia de orientar de nuevo nuestros pensamientos, palabras y acciones que, por nuestra culpa, nos distancian de Dios.
 
Es necesario un camino de auténtica conversión, que lleva consigo una liberación del pecado, y una elección del bien enseñado por el Evangelio de Jesús. Es rechazar al demonio y sus insidias y hacerse discípulo e imitador de Cristo.
 
Este es el contexto para la digna celebración del sacramento de la Penitencia. El camino a recorrer, comienza por la escucha de la voz de Dios y prosigue con el examen de conciencia, el arrepentimiento y el propósito de la enmienda, la invocación de la misericordia divina que se nos concede como una gracia, mediante la confesión de los pecados al sacerdote, la absolución de este en los casos que corresponda, la satisfacción o cumplimiento de la penitencia impuesta, y finalmente, con la alabanza a Dios por medio de una vida renovada.
 
¿Qué confesar?
El que quiere obtener la reconciliación con Dios y con la Iglesia debe confesar al sacerdote todos los pecados graves que no ha confesado aún y de los que se acuerde, tras examinar cuidadosamente su conciencia. La confesión de las faltas veniales, está recomendada vivamente por la Iglesia.
 
Examen de conciencia
Consiste en interrogarse sobre el mal cometido y el bien omitido: hacia Dios, el prójimo y nosotros mismos.
 
1- En relación a Dios
¿Solo me dirijo a Dios en caso de necesidad? ¿Participo regularmente en la Misa los domingos y días de fiesta? ¿Comienzo y termino mi jornada con la oración? ¿Blasfemo en vano el nombre de Dios, de la Virgen, de los santos? ¿Me he avergonzado de manifestarme como católico? ¿Qué hago para crecer espiritualmente, cómo lo hago, cuándo lo hago? ¿Me revelo contra los designios de Dios? ¿Pretendo que Él haga mi voluntad?
 
2- En relación al prójimo
¿Sé perdonar, tengo comprensión, ayudo a mi prójimo? ¿Juzgo sin piedad tanto de pensamiento como con palabras? ¿He calumniado, robado, despreciado a los humildes y a los indefensos? ¿Soy envidioso, colérico, o parcial? ¿Me avergüenzo de mis hermanos, me preocupo de los pobres y de los enfermos y los que necesitan de mi tiempo? ¿Soy honesto y justo con todos o me aprovecho de las debilidades de mis prójimos? ¿Incito a otros a hacer el mal? ¿Observo la moral conyugal y familiar enseñada por el Evangelio? ¿Cómo cumplo mi responsabilidad de la educación de mis hijos? ¿Honro a mis padres? ¿He rechazado la vida recién concebida? ¿He colaborado a hacerlo?
 
3- En relación a mí mismo
¿Soy un poco mundano y un poco creyente? ¿Cómo, bebo, fumo o me divierto en exceso? ¿Me preocupo demasiado de mi salud física, de mis bienes? ¿Cómo utilizo mi tiempo? ¿Soy perezoso? ¿Me gusta ser servido? ¿Amo y cultivo la pureza de corazón, de pensamientos, de acciones? ¿Nutro venganzas, alimento rencores? ¿Soy misericordioso, humilde, y constructor de paz?
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Fuente: Sitio Santa Virgen María
 
”Pequeñas Semillitas” por email
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Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
A la pregunta: “Maestro... ¿Qué debo hacer de bueno para alcanzar a vida eterna?” (Mt.19:16), un sabio dio la siguiente respuesta:
Imagina que te encuentras en una sala de conciertos escuchando los compases de la más melodiosa de las músicas y que, de pronto, recuerdas que se te ha olvidado dejar cerrado tu automóvil. Comienzas a preocuparte, y ni puedes salir de la sala, ni disfrutar de la música. He ahí una perfecta imagen de la forma que tienen de vivir la vida la mayoría de los seres humanos.
Porque la vida, para quienes tienen oídos para oír, es una sinfonía; pero es rarísimo el ser humano que escucha la música. ¿Por qué? Porque la gente está demasiado ocupada en escuchar los ruidos que sus circunstancias y su “programación” han introducido en su cerebro. Por eso... y por sus apegos.
El apego es uno de los principales asesinos de la vida. Si eres capaz de ver esto claramente, sentirás el deseo de liberarte de tus apegos, y amarás únicamente a la vida y te apasionarás únicamente por ella, y te sentirás ligero de equipaje, y habrás descubierto en tu corazón, la respuesta a tu pregunta.
(Anthony de Mello)
 
Recordando al Padre Natalio
Aceptar a los padres
Una actitud muy necesaria en la vida es la capacidad de aceptación que nace del realismo. Gracias a ella dejamos de estrellarnos contra los hechos y buscamos lo mejor con lo que somos y lo que tenemos. A veces puede suceder que rechacemos a nuestros padres por algún rasgo negativo: falta de cultura, o su aspecto, o su carácter. Una oración para curar estas heridas:
 
Dios mío, si alguna vez sentí vergüenza o aversión por mis padres, en este día yo los abrazo con cariño y amor. Pido perdón por mi ingratitud; y de tus manos yo los acepto con gratitud y emoción. Si acaso ellos ya fallecieron, igualmente yo los abrazo, los amo, los acepto profunda y totalmente en el misterio de tu Santa Voluntad. Gracias por el regalo de mis padres, y bendita sea su memoria para siempre.
 
Un signo de madurez es aceptar la realidad y poseer suficiente solidez y equilibrio para vivirla. La persona madura es objetiva: sabe valorarse a sí mismo sin dejar de valorar a los demás. Es capaz de tomar una decisión y sostenerla. Madurez es el arte de vivir en paz con lo que no se puede cambiar. Ejercítate, pues cada día, en esta sabiduría de sano realismo.
(P. Natalio)
 
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)
 
 
 
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