PEQUEÑAS
SEMILLITAS Año
18 - Número 5472 ~ Jueves 2 de Noviembre de 2023Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina) ¡Alabado sea Jesucristo!
En el día en que conmemoramos a los Fieles Difuntos, este es un
mensaje de Jesús:
"Tu ser querido, que ya dejó esta vida, se encuentra a salvo en mis brazos,
en su hermosa morada celestial. Está feliz y libre de preocupaciones, pues se
libró del dolor que desgastaba su cuerpo terrenal. Está joven otra vez, en la
flor de la vida. Siento mucho que lo eches de menos, pero era su hora. Estaba
listo y quería venir a unirse conmigo. Ahora entiende lo que antes no lograba comprender. Ha sido favorecido con
una medida mayor de mi amor y se siente más seguro en él que nunca. Recuerda su
vida en la tierra y el tiempo que pasaron juntos, y ve solamente lo bueno, al
igual que yo. ¿Me permites que de dé la misma perspectiva celestial? Nada me alegraría
más, que verte sinceramente feliz, libre de remordimientos, de pensamientos de
dolor, de culpas, de todo eso que no te hace nada bien…"
La Palabra de Dios Lecturas del día ♡ Primera Lectura: Sab 3,1-9
♡ Salmo: Sal 22, 1-3. 4. 5. 6
♡ Segunda Lectura: Rom 5,5-11
♡ Santo Evangelio: Lc 23,33.39-43
Cuando los soldados llegaron al lugar llamado Calvario, crucificaron allí
a Jesús y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Uno de los
malhechores colgados le insultaba: «¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y
a nosotros!». Pero el otro le respondió diciendo: «¿Es que no temes a Dios, tú
que sufres la misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido
con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho». Y decía: «Jesús,
acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino». Jesús le dijo: «Yo te aseguro: hoy
estarás conmigo en el Paraíso».
♡ Comentario:
Hoy, el Evangelio evoca el hecho más fundamental del cristiano: la muerte
y resurrección de Jesús. Hagamos nuestra, hoy, la plegaria del Buen Ladrón:
«Jesús, acuérdate de mí» (Lc 23,42). «La Iglesia no ruega por los santos como
ruega por los difuntos, que duermen en el Señor, sino que se encomienda a las
oraciones de aquéllos y ruega por éstos», decía san Agustín en un sermón. Una
vez al año, por lo menos, los cristianos nos preguntamos sobre el sentido de
nuestra vida y sobre el sentido de nuestra muerte y resurrección. Es el día de
la conmemoración de los fieles difuntos, de la que san Agustín nos ha mostrado
su distinción respecto a la fiesta de Todos los Santos.
Los sufrimientos de la Humanidad son los mismos que los de la Iglesia y,
sin duda, tienen en común que todo sufrimiento humano es de algún modo
privación de vida. Por eso, la muerte de un ser querido nos produce un dolor
tan indescriptible que ni tan sólo la fe puede aliviarlo. Así, los hombres
siempre han querido honrar a los difuntos. La memoria, en efecto, es un modo de
hacer que los ausentes estén presentes, de perpetuar su vida. Pero sus
mecanismos psicológicos y sociales amortiguan los recuerdos con el tiempo. Y si
eso puede humanamente llevar a la angustia, cristianamente, gracias a la
resurrección, tenemos paz. La ventaja de creer en ella es que nos permite
confiar en que, a pesar del olvido, volveremos a encontrarlos en la otra vida.
Una segunda ventaja de creer es que, al recordar a los difuntos, oramos
por ellos. Lo hacemos desde nuestro interior, en la intimidad con Dios, y cada
vez que oramos juntos, en la Eucaristía, no estamos solos ante el misterio de
la muerte y de la vida, sino que lo compartimos como miembros del Cuerpo de
Cristo. Más aún: al ver la cruz, suspendida entre el cielo y la tierra, sabemos
que se establece una comunión entre nosotros y nuestros difuntos. Por eso, san
Francisco proclamó agradecido: «Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana, la
muerte corporal».
* Fra. Agustí BOADAS Llavat OFM (Barcelona, España)
Santoral Católico: Conmemoración de los Fieles Difuntos La Iglesia, después de
celebrar ayer la fiesta de todos sus hijos bienaventurados ya en el cielo, se
interesa hoy ante el Señor en favor de las almas de todos cuantos nos
precedieron en el signo de la fe y duermen en la esperanza de la resurrección,
para que, purificados de toda mancha de pecado, puedan gozar de la felicidad
eterna. Celebramos, pues, la victoria de Cristo, y de nosotros con Él, sobre la
muerte. Y hacemos memoria de cuantos, habiendo compartido ya la muerte de
Jesucristo, están llamados a compartir también con Él la gloria de la
resurrección. El primer prefacio de difuntos nos enseña que «en Cristo brilla la
esperanza de nuestra feliz resurrección; y así, aunque la certeza de morir nos
entristece, nos consuela la promesa de la futura inmortalidad; porque la vida
de los que creemos en el Señor, no termina, se transforma; y, al deshacerse
nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo». Mientras
nosotros pedimos por los difuntos, ellos interceden por nosotros.
Oración: Oh Dios,
gloria de los fieles y vida de los justos, nosotros los redimidos por la muerte
y resurrección de tu Hijo, te pedimos que acojas con bondad a tus siervos
difuntos, y pues creyeron en la resurrección futura, merezcan alcanzar los
gozos de la eterna bienaventuranza. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.-
Para más información hacer clic acá.
(Textos e imágenes: Directorio Franciscano – ACI Prensa –
Catholic.net)
Palabras de San Juan Pablo II «Aliento a los católicos a
orar con fervor por los difuntos, por los de sus familias y por todos nuestros
hermanos y hermanas que han muerto, para que obtengan la remisión de las penas
debidas a sus pecados y escuchen la llamada del Señor: “Ven, querida alma mía,
al descanso eterno entre los brazos de mi bondad, que te ha preparado las
delicias eternas” (San Francisco de Sales, Introducción a la vida devota 17,
4). Confiando a la intercesión de Nuestra Señora y de San José, Patrono de la
buena muerte, a los fieles que oren por los difuntos, les imparto de todo
corazón mi bendición apostólica»
Tema del día: Reflexiones sobre
la muerte Imagínate ahora como si estuvieses en el lecho, a punto de morir y de
dejar todas las cosas de este mundo... ¡Oh Dios mío, dame una buena y santa
muerte, y después la gloria eterna del Cielo!
1.- Soy joven, tengo salud y fuerzas; y casi parece que me he hecho la
ilusión de que yo no he de morir. Y sin embargo mi vida pasa. ¡Cuántas veces he
visto las aguas de un río, cómo van bajando, bajando hacia el mar! Así mi vida
va caminando, caminando hacia el sepulcro. Cada día que pasa estoy un día más
cerca de la muerte. Al viajar en ferrocarril, ¿no he visto cómo unos bajan en
una estación, otros en otra, hasta que no queda nadie en el tren? Así en esta
vida, unos acaban su viaje en la infancia, cuando son aún pequeñitos; otros, en
plena juventud. ¿No he visto morir a algunos jóvenes, que quizá eran amigos o
conocidos míos? ¿Llegará un día para mí la muerte? Ciertamente que sí. ¿Cuándo
será? No lo sé. ¿En dónde moriré? No lo sé. ¿Cómo moriré? No lo sé. Piénsalo
unos momentos.
2 ¿Qué es morir? Es separarse el alma del cuerpo. Han vivido siempre
juntos, y es necesario separarse. El cuerpo, cada día lo vemos, es llevado al
cementerio, en donde se deshace y se pudre. Pero el alma, ¿a dónde va? El alma
que tengo, que me hace conocer, recordar, querer, ¿dónde va? Ella no va al
cementerio, sino que en el mismo instante en que se separa del cuerpo, se
presenta ante el tribunal de Dios, el cual le pide cuenta de todo lo que ha
pensado, dicho y hecho en toda su vida. Si ahora mismo tuvieras que presentarte
delante de Dios, ¿estaría tranquila tu conciencia? Piénsalo bien.
3.- ¡Qué terrible ha de ser presentarse delante de Dios en pecado mortal y
oír la sentencia de condenación eterna! Ya no se puede volver atrás; el mundo
ha pasado para siempre y la sentencia de Dios se cumplirá, sin que valgan
súplicas ni excusas de ninguna clase. ¡Qué dulce y delicioso debe ser
presentarse el alma en gracia de Dios, es decir, sin pecado mortal alguno! ¡Qué
alegría al ver que se le abren las puertas del Cielo, y que allí vivirá
eternamente! Piénsalo bien.
4- ¿Qué prefieres? ¿Qué desearías haber hecho en la hora de tu muerte?
Hazlo ahora, porque después quizá sería ya tarde. Forma el propósito de
portarte bien, de cumplir los mandamientos de la Ley de Dios, de huir del
pecado y de frecuentar devotamente los santos Sacramentos. No te dejes engañar
de las vanidades del mundo, que a tantos condenan y que pronto han de acabar;
trabaja por salvar tu alma, que no morirá nunca. Mira cómo te has portado hasta
ahora; y si ves que no vas por el camino del Cielo, procura enmendarte y
cambiar de vida. Piénsalo bien.
.
(Texto de Luis Rivera
- Imagen de Google )
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas” La muerte no es nada, sólo ha pasado a la habitación de al lado. Yo soy
yo, ustedes son ustedes. Lo que somos unos para los otros seguimos siéndolo.
Denme el nombre que siempre me han dado. Hablen de mí como siempre lo han hecho.
No usen un tono diferente. No tomen un aire solemne y triste. Sigan riendo de
lo que nos hacía reír juntos. Recen, sonrían, piensen en mí. Que mi nombre sea
pronunciado como siempre lo ha sido, sin énfasis de ninguna clase, sin señal de
sombra. La vida es lo que siempre ha sido. El hilo no se ha cortado. ¿Por qué
estaría yo fuera de su mente? ¿Simplemente porque estoy fuera de su vista? Los
espero. No estoy lejos, sólo al otro lado del camino. ¿Ven? Todo está bien. No
lloren si me aman. ¡si conocieran el don de Dios y lo que es el Cielo! ¡Si
pudieran oír el cántico de los Ángeles y verme en medio de ellos! ¡Si pudieran
ver con sus ojos los horizontes, los campos eternos y los nuevos senderos que
atravieso! ¡Si por un instante pudieran contemplar como yo la belleza ante la
cual todas las bellezas palidecen! Créanme: Cuando la muerte venga a romper sus
ligaduras como ha roto las que a mí me encadenaban y, cuando un día que Dios ha
fijado y conoce, su alma venga a este Cielo en el que los ha precedido la mía,
ese día volverán a ver a aquel que los amaba y que siempre los ama, y
encontrarán su corazón con todas sus ternuras purificadas. Volverán a verme,
pero transfigurado y feliz, no ya esperando la muerte, sino avanzando con
ustedes por los senderos nuevos de la Luz y de la Vida, bebiendo con embriaguez
a los pies de Dios un néctar del cual nadie se saciará jamás.
(San Agustín de Hipona)
Recordando al Padre Natalio Paz, esperanza y gozo
“Nosotros los creyentes, cuando rezamos por nuestros
muertos, nos reencontramos con ellos en una misteriosa comunión de fe,
esperanza y amor. Ellos han transpuesto ya
la frontera del tiempo y entrado en el ámbito de la eternidad, propio de
Dios. Pero aunque hayan dejado de existir para nuestro mundo físico, siguen
viviendo, con todo, en el mismo mundo espiritual en que vivimos nosotros.
Siempre que hacemos oración por ellos, los
encontramos dentro del infinito abrazo con que estrecha Dios a cuantos lo aman.
He aquí el motivo de por qué, quienes nos hemos abierto por la fe a un sentido
cristiano de la muerte, no nos dejamos abatir por el pesimismo o la
desesperación. Desde luego, cuando se produce el deceso de algún ser querido,
los creyentes experimentamos, como cualquier ser humano, un profundo dolor.
Nuestro corazón puede derramar lágrimas de sangre. Nuestra sensibilidad puede
haber quedado destrozada. Pero en la zona más secreta del alma, la fe nos hace
vivir una experiencia de paz, esperanza y gozo.
Paz, esperanza y gozo que surgen de saber con
seguridad que ellos, nuestros muertos, viven. No podemos precisar cómo ni
dónde, pero sabemos que viven. Así como sabemos que un día nos volveremos a
encontrar definitivamente con ellos, para compartir en plenitud la existencia
trascendente que ellos ya viven”. (H. Valla). Que Cristo, “resurrección y
vida”, aliente tu esperanza.
(P. Natalio)
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