sábado, 18 de noviembre de 2023

Pequeñas Semillitas 5488

PEQUEÑAS SEMILLITAS
 
Año 18 - Número 5488 ~ Sábado 18 de Noviembre de 2023
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
¡Alabado sea Jesucristo!
Amado Señor, quiero pedirte sabiduría en este día para poder siempre reconocer tus caminos y no dejar que los fracasos,  adversidades y contrariedades me aparten de él. Tú eres la Verdad y la Vida. Sin Ti, no hay camino posible para la eterna alegría. Sin Ti, en mi mundo reinaría el dolor y la desesperación. Aceptarte en mi vida ha sido la mejor opción que pude haber decidido. Con tu amor y tu bendición, voy poco a poco despojándome de mis egoísmos, venciendo mis miedos, liberándome de mis angustias y tensiones. Tu amor es el más grande de todos los consuelos. Te has ido al Padre y me aseguras que ya tienes lista una habitación junto a la tuya para disfrutar de las maravillas que, en tu infinita bondad, nos has preparado para todo aquel que te ama y sigue tus pasos. Nunca dejes de hacerte presente en mi vida, porque eres Tú, quien es capaz, únicamente, de llenar mis vacíos y colmarme de bienes y de gozo. Te amo y confío en tu Gracia poderosa que aparta de mi interior todo deseo de vanidad y todo aquello contrario a tu amor. Amén.
 
La Palabra de Dios
Lecturas del día
Primera Lectura: Sab 18, 14-16; 19, 6-9
 
Salmo: Sal 104, 2-3. 36-37. 42-43
 
Santo Evangelio: Lc 18, 1-8
En aquel tiempo, Jesús les propuso una parábola para inculcarles que es preciso orar siempre sin desfallecer. «Había un juez en una ciudad, que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había en aquella ciudad una viuda que, acudiendo a él, le dijo: ‘¡Hazme justicia contra mi adversario!’. Durante mucho tiempo no quiso, pero después se dijo a sí mismo: ‘Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, como esta viuda me causa molestias, le voy a hacer justicia para que no venga continuamente a importunarme’».
Dijo, pues, el Señor: «Oíd lo que dice el juez injusto; y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que están clamando a Él día y noche, y les hace esperar? Os digo que les hará justicia pronto. Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?».
 
Comentario:
Hoy, en los últimos días del año litúrgico, Jesús nos exhorta a orar, a dirigirnos a Dios. Podemos pensar cómo los padres y madres de familia esperan que —¡todos los días!— sus hijos les digan algo, que les muestren su afecto amoroso.
Dios, que es Padre de todos, también lo espera. Jesús nos lo dice muchas veces en el Evangelio, y sabemos que hablar con Dios es hacer oración. La oración es la voz de la fe, de nuestra creencia en Él, también de nuestra confianza, y ojalá fuera también siempre manifestación de nuestro amor.
A fin de que nuestra oración sea perseverante y confiada, dice san Lucas, que «Jesús les propuso una parábola para inculcarles que es preciso orar siempre sin desfallecer» (Lc 18,1). Sabemos que la oración se puede hacer alabando al Señor o dando gracias, o reconociendo la propia debilidad humana —el pecado—, implorando la misericordia de Dios, pero la mayoría de las veces será de petición de alguna gracia o favor. Y, aunque no se consiga de momento lo que se pide, sólo el poder dirigirse a Dios, el hecho de poder contarle a ese Alguien la pena o la preocupación, ya será la consecución de algo, y seguramente —aunque no de inmediato, sino en el tiempo—, obtendrá respuesta, porque «Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que están clamando a Él día y noche (...)?» (Lc 18,7).
San Juan Clímaco, a propósito de esta parábola evangélica, dice que «aquel juez que no temía a Dios, cede ante la insistencia de la viuda para no tener más la pesadez de escucharla. Dios hará justicia al alma, viuda de Él por el pecado, frente al cuerpo, su primer enemigo, y frente a los demonios, sus adversarios invisibles. El Divino Comerciante sabrá intercambiar bien nuestras buenas mercancías, poner a disposición sus grandes bienes con amorosa solicitud y estar pronto a acoger nuestras súplicas».
Perseverancia en orar, confianza en Dios. Decía Tertuliano que «sólo la oración vence a Dios».
*  Rev. D. Joan FARRÉS i Llarisó (Rubí, Barcelona, España)
 
Santoral Católico:
Dedicación de las Basílicas
de San Pedro y San Pablo
Es el aniversario de las basílicas de los santos apóstoles, protectores de la ciudad de Roma, meta de peregrinaciones a lo largo de los siglos. La basílica de San Pedro fue construida por el emperador Constantino hacia el año 350, en la colina Vaticana, sobre el sepulcro que guarda las cenizas venerables del Apóstol, y la consagró el papa san Silvestre; la basílica actual fue consagrada por el papa Urbano VIII el año 1626. El mismo Constantino mandó edificar la basílica de San Pablo, junto a la vía Ostiense, extramuros de la ciudad de Roma, en el lugar donde se cree que fue decapitado el apóstol; fue consagrada por el papa Siricio y está regida desde el siglo VIII por monjes benedictinos; la basílica actual, construida tras el incendio de la anterior, fue consagrada por Pío IX en 1854. La conmemoración conjunta expresa simbólicamente la fraternidad de los Apóstoles y la unidad de la Iglesia. El recuerdo de los dos apóstoles debe fortalecer la fe que nos transmitieron con su palabra y su martirio.
Oración: Defiende a tu Iglesia, Señor, con la protección de los apóstoles y, pues ha recibido por ellos el primer anuncio del Evangelio, reciba también, por su intercesión, aumento de gracia hasta el fin de los tiempos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Para más información hacer clic acá.
(Directorio Franciscano – ACI Prensa – Catholic.net)
 
Pensamiento del día
«Son demasiado presuntuosas y necias aquellas personas que en un asunto de tal importancia sobre la felicidad eterna o el tormento eterno, osan permanecer en un estado de pecado mortal, incluso por un día, viendo que pueden ser sorprendidas por la muerte en cualquier momento, y que después de la muerte no hay lugar para el arrepentimiento y que una vez en el infierno ya no hay redención.»
(SAN ROBERTO BELARMINO)
 
Tema del día:
Oración del buen humor
Concédeme, Señor, la gracia del buen humor. Los santos fueron santos, pero también fueron alegres.
Santa Teresa de Jesús decía: "Un santo triste es un triste santo". No me imagino a Jesús serio, ni a María.
Hubo mucha seriedad en mi vida, demasiada formalidad. Muchas cosas me robaron la alegría, fueron ladrones de mi buen humor.
El buen humor no es sólo reír ante un chiste, no es la carcajada fácil, aunque reír ayuda.
El buen humor es una actitud frente a la vida, es reconocer el lado alegre de los hechos y de las circunstancias.
El buen humor ayuda a aliviar las congojas y las culpas. El buen humor transforma nuestros melodramas en comedias.
La ironía es la caricatura del buen humor. La ironía hiere, el buen humor cura. La ironía ridiculiza, el buen humor crea puentes.
Humor es espíritu, actitud, ingenio, alivio, sonrisa, esperanza.
Tú eres, Señor, la causa de mi alegría.
Si los Apóstoles se sentían tan bien contigo, no creo que haya sido por tu severidad, sino por tu buen carácter, por tu buen humor.
Que sepa reírme de mí mismo, el primer peldaño del buen humor. Que nunca me ría de los demás, el primer peldaño de la tristeza.
Ante la seriedad, un poco de soltura. Ante la rigidez, un poco de flexibilidad interior.
Que sepa tener buen humor hará de mi vejez un camino de luz; sabré entusiasmar a otros, sabré reírme con otros.
Amén.
(Del libro "Oraciones para las personas mayores" del P. Ernesto Giobando S.J.)
 
Biblioteca de archivos
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Oración por la Patria
Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos.
Nos sentimos heridos y agobiados.
Precisamos tu alivio y fortaleza.
Queremos ser nación, una nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común.
Danos la valentía de la libertad de los hijos de Dios para amar a todos sin excluir a nadie, privilegiando a los pobres y perdonando a los que nos ofenden, aborreciendo el odio y construyendo la paz.
Concédenos la sabiduría del diálogo y la alegría de la esperanza que no defrauda.
Tú nos convocas. Aquí estamos, Señor, cercanos a María, que desde Luján nos dice: ¡Argentina! ¡Canta y camina!
Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos.
Amén.
 
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
Un hombre cayó en un pozo, pero por más esfuerzos que hacía, no lograba salir de él. Comenzó a pedir auxilio. Los que pasaban por allí, al escuchar sus gritos se asomaban para ver qué sucedía, y desde arriba cada uno aconsejaba al hombre de manera diferente: Unos le decían que confiara en Dios y que tuviera paciencia, que Él lo sacaría. Otros se lamentaban e incluso algunos lloraban por lo que había ocurrido y se marchaban diciendo que lo tendrían presente en sus oraciones. Había quienes le reprochaban su irresponsabilidad y su falta de atención al caminar, sin fijarse por dónde iba, y le daban largos sermones de moralidad. Algunos intentaban ayudarle diciéndole desde arriba lo que tenía que hacer para salir, pero como no conseguía hacerlo solo, se enfadaban y se marchaban diciendo que si no salía era porque él no quería. Había otros que tenían tanta prisa, que no tenían tiempo para ayudarlo...
Así, unos tras otros, iban asomándose a la boca del pozo. El hombre estaba desesperado. Todo eran palabras y más palabras... pero él seguía en el hoyo. Se le quitaron las ganas de pedir auxilio porque la ayuda que recibía de los hombres le hundía más en el agujero. Pasó días de profunda depresión... Hasta que se asomó una persona, que en lugar de hablar desde allí arriba, puso una escalera, bajó hasta dónde estaba él, le preguntó cómo se encontraba y le ayudó a salir de ahí. El hombre no supo cómo darle las gracias. Sólo pudo decirle: "Si Dios existe, no creo que sea muy diferente de usted".
 
Recordando al Padre Natalio
Ciego con luz
¿Has encontrado el sentido de tu vida? ¿Tienes un motivo para levantarte cada mañana con ilusión y alegría? La Madre Teresa de Calcuta decía con frecuencia: “Si no se vive para los demás, la vida carece de sentido”. Es hermoso observar que hay personas que ofrecen con desinterés y generosidad su ayuda a los demás. Como el caso de un ciego.
 
Caminaba una vez un hombre por oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida. La ciudad era muy oscura en las noches sin luna como aquella. En determinado momento, se encontró con un amigo. Éste lo miró y de pronto lo reconoció. Se dio cuenta de que era Néstor, el ciego del pueblo. Al punto le dijo: —¿Qué haces Néstor, tú ciego, con una lámpara en la mano? ¡Si tú no ves! Entonces, el ciego le respondió: —Yo no llevo la lámpara para ver mi camino. Yo conozco la oscuridad de las calles de memoria. Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me vean a mí...
 
Este ciego pensó en el problema de los otros y, dentro de sus posibilidades, aportó una buena colaboración. Él carencia de vista, pero su experiencia de caminar en perpetua oscuridad, le dio ocasión de ofrecer con espíritu altruista una válida asistencia a los “ciegos” de esa noche. Que también tú, con creatividad, multipliques tus actos de servicio.
(P. Natalio)
 
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)
 
 
 
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