jueves, 2 de marzo de 2023

Pequeñas Semillitas 5243

PEQUEÑAS SEMILLITAS
 
Año 18 - Número 5243 ~ Jueves 2 de Marzo de 2023
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
¡Alabado sea Jesucristo!
Decía San Francisco de Asís: “Empieza por hacer lo que sea necesario; luego haz lo que sea posible; y repentinamente estarás haciendo lo imposible."
La felicidad es algo que está en nuestra mano. Si estás esperando a que alguien venga a salvarte, rescatarte o traerte felicidad, estás perdiendo un tiempo precioso. Comienza tú por hacer cuanto puedas para sentirte un poco mejor. Por insignificante que parezca cada pequeño paso que das te acerca más a tu objetivo. Pararte a apreciar la belleza, mostrar tu agradecimiento, reconocer todo lo bueno que tienes, forzarte a sonreír, disfrutar de los pequeños detalles son cosas aparentemente pequeñas, que te llevaran hacia un gran cambio. Pero no tienes por qué creerme ¡Compruébalo! Haz cuanto puedas para ser un poco más feliz y obtendrás la única recompensa posible: Serás cada día un poco más feliz.
 
La Palabra de Dios
Lecturas del día
Primera Lectura: Est 14,1.3—5.12-14
 
Salmo: Sal 137,1-2a.2bc.3.7c-8
 
Santo Evangelio: Mt 7,7-12
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿O hay acaso alguno entre vosotros que al hijo que le pide pan le dé una piedra; o si le pide un pez, le dé una culebra? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan! Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas».
 
Comentario:
Hoy, Jesús nos habla de la necesidad y del poder de la oración. No podemos entender la vida cristiana sin relación con Dios, y en esta relación, la oración ocupa un lugar central. Mientras vivimos en este mundo, los cristianos nos encontramos en un camino de peregrinaje, pero la oración nos acerca a Dios, nos abre las puertas de su amor inmenso y nos anticipa ya las delicias del cielo. Por esto, la vida cristiana es una continua petición y búsqueda: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá» (Mt 7,7), nos dice Jesús.
Al mismo tiempo, la oración va transformando el corazón de piedra en un corazón de carne: «Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan!» (Mt 7,11). El mejor resumen que podemos pedir a Dios se encuentra en el Padrenuestro: «Venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo» (cf. Mt 6,10). Por tanto, no podemos pedir en la oración cualquier cosa, sino aquello que sea realmente un bien. Nadie desea un daño para sí mismo; por esto, tampoco no lo podemos querer para los demás.
Hay quien se queja de que Dios no le escucha, porque no ve los resultados de manera inmediata o porque piensa que Dios no le ama. En casos así, no nos vendrá mal recordar este consejo de san Jerónimo: «Es cierto que Dios da a quien se lo pide, que quien busca encuentra, y a quien llama le abren: se ve claramente que aquel que no ha recibido, que no ha encontrado, ni tampoco le han abierto, es porque no ha pedido bien, no ha buscado bien, ni ha llamado bien a la puerta». Pidamos, pues, en primer lugar a Dios que haga bondadoso nuestro corazón como el de Jesucristo.
* Rev. D. Joaquim MESEGUER García (Rubí, Barcelona, España)
 
Santoral Católico:
Santa Inés de Praga
Nació en Praga el año 1211, hija de Premysl Otakar I, rey de Bohemia. Pronto renunció al porvenir que le brindaba su real ascendencia, y prefirió consagrarse totalmente a Dios y al servicio de los pobres y enfermos, siguiendo el camino evangélico abierto por Clara de Asís. A través de los franciscanos que visitaban Praga, conoció la vida espiritual inaugurada por Clara en San Damián. Quedó fascinada y decidió seguir su ejemplo. Fundó en Praga el hospital de San Francisco y un monasterio para las clarisas, donde ella misma ingresó en 1234. La virginidad por el Reino, la pobreza, el ardor de la caridad, la devoción a la Eucaristía, a la Pasión y a la Virgen fueron puntales de su espiritualidad. Amó a la Iglesia y colaboró con el Papa, amó a su patria y promovió la concordia. Las cartas que le dirigió santa Clara revelan su grandeza mística y humana. Murió el 2 de marzo de 1282. San Juan Pablo II la canonizó en 1989.
Oración: Señor, Dios nuestro, que inspiraste la renuncia a los falsos placeres de este mundo a santa Inés de Praga y la condujiste por el camino de la cruz hacia la meta de la perfección; te suplicamos que, siguiendo su ejemplo, antepongamos los valores eternos a los caducos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Para más información hacer clic acá.
© Directorio Franciscano – Catholic.net
 
Cuaresma día a día
Día 9º. Jueves 2 de marzo de 2023
Conversión. La Cuaresma es buen momento para una profunda conversión. Conversión significa cambiar la dirección de tu vida, quizá perezosa, quizá facilona. ¡Cuántas veces buscas la felicidad en una vida cómoda! Y sabemos que para alcanzar la felicidad lo que se necesita es amor, servicio a los demás, corazón que se da. Es una paradoja: para vivir y ser feliz, hay que morir, no buscar la felicidad cómodamente. Para tener hay que dar. Ahora Jesús puede ayudarte. Te propongo un cambio en concreto, por si te sirve: morir a la ley del gusto.
Debes morir a la ley del gusto: Hacer las cosas porque me gusta, me apetece, me va bien.... Un cristiano hace las cosas por dar gusto a Jesús: Porque le gustará a Jesús, le dará una alegría, le interesará que yo haga esto, o lo otro.
Madre mía, que siempre actúe para darle gusto a tu Hijo; que muera a la ley del gusto mío. Esta es la elección que tengo que hacer vivir esclavo de mis caprichos, o vivir con la ilusión de hacerme esclavo de Dios. Prefiero esto último, María, pero ayúdame.
Web Católico de Javier
 
Pensamiento del día 
"Algún día, en cualquier parte, en cualquier lugar...
indefectiblemente te encontrarás a ti mismo,
y ésa, sólo ésa, puede ser la más feliz
o la más amarga de tus horas"
(Pablo Neruda)
 
Temas Médicos:
 
Por: P. Santiago Martín fma
 
La enfermedad forma parte de la vida. Es, simplemente, un problema más. Por muy buena salud que se tenga, más pronto o más tarde se termina por enfermar. Uno mismo y el resto de los miembros de la familia. Hay que asumirla, pues, como algo natural e inevitable, pues de lo contrario nos encontraremos con un problema añadido: el de sentirnos víctimas de una injustica, de la cual culparemos a Dios en último término y nos abocará a una crisis de fe.
 
Esto no significa que debamos tener una actitud pasiva ante la enfermedad, sino que tenemos que combatirla siendo a la vez conscientes de que es normal estar enfermos y que al final habrá una enfermedad que no podremos vencer. Junto a esto, la enfermedad supone una prueba de fe siempre, pues va unida al dolor, y por ello es un momento especial para nuestro crecimiento espiritual; además, pone de manifiesto la fragilidad humana y por lo tanto puede ser una ocasión extraordinaria para unirnos a Dios, bien pidiéndole ayuda o bien ofreciendo nuestra ayuda al prójimo enfermo por amor al Señor, además de por amor a ese prójimo.
 
La enfermedad en la familia afecta a los diferentes sujetos que la componen: uno mismo, el cónyuge, los hijos, los padres, el resto de los familiares. Si la línea general a tener es la ya dicha: normalidad ante su presencia, uso de los medios legítimos para combatirla y mayor unión con Dios, según quien sea el que la padece tendremos que tener comportamientos diferentes.   
Cuando uno mismo es el enfermo, hay que intensificar la relación con Dios, tanto para pedir la curación como para pedir fuerzas para llevarla mientras dure; también hay que pedirle al Señor que nos ayude a ser "buenos enfermos", es decir a cumplir lo que el médico nos manda y a molestar lo menos posible a los que nos rodean, sin que eso signifique dejar de pedir la ayuda que necesitamos.
 
La enfermedad es un disfraz que se pone el Señor para visitarnos y nosotros, que queremos recibirle siempre, le decimos: "Estoy dispuesto a estar así, enfermo, siempre, si es tu voluntad, con tal de estar contigo". Esto no está reñido con buscar la curación, pues mientras ésta llega, si llega, nosotros aprovechamos la enfermedad para aumentar nuestro amor al Señor.
 
De la enfermedad, lo mismo que de los grandes problemas de la vida, jamás se sale igual que se entra; el dolor o te destruye o te purifica y te hace madurar. Depende de nosotros, pues, cuál será el resultado final y para que sea el mejor posible necesitamos abrazarnos a Dios, confiar en Él, y acogernos a sus fuerzas y a su misericordia. Muchos santos lo han sido gracias a una enfermedad, que supieron aprovechar para reflexionar sobre su vida y para empezar el camino de la conversión.
 
Cuando es el otro el enfermo, vamos a notar enseguida en nuestro interior sentimientos diferentes según quién sea y según lo larga o pesada que sea la enfermedad. No es lo mismo que esté el hijo enfermo o que lo esté el cónyuge o el padre (el abuelo). No es igual una gripe que una enfermedad degenerativa e incurable, como el ELA. Tampoco es igual que el enfermo no sea responsable de su enfermedad o que, de alguna manera, sí lo sea (alcoholismo, drogadicción), o que sea una enfermedad física o psíquica (esquizofrenia, trastorno bipolar...).
 
En cualquier caso, aparte de las normas generales que habrá que intentar explicar al enfermo (normalidad de la enfermedad, uso de los medios legítimos para curarla y mayor unión con Dios), conviene recordar la llamada "regla de oro" de la ética: "No le hagas al otro lo que no te gustaría que te hicieran a ti" o, vista al revés y de forma positiva: "Haz lo que te gustaría que te hicieran a ti". ¿Cómo te gustaría que te trataran si estuvieses tú enfermo? Compórtate del mismo modo y hazlo por Cristo. En la atención al enfermo podrás encontrar una forma extraordinaria para mostrarle el amor debido -no digo sólo el amor sentido, sino el debido- y también es un ejercicio de santificación de primer orden, no sólo para el que padece la enfermedad sino para el que le cuida.
 
A la hora de hablar de la enfermedad hay que afrontar también una cuestión ligada a ella: la del uso de los medios para curarla o, en último extremo, para ponerle fin. Es decir, la proporcionalidad de los medios y la eutanasia.
 
Los medios usados para curar una enfermedad deben ser proporcionales a la misma. La Iglesia nos enseña que la terapia no puede caer en el extremo de lo que se llama "encarnizamiento terapéutico" -cuando se prueba uno u otro remedio que hace sufrir al enfermo de forma reiterada y grave y que tiene además muy pocas posibilidades de éxito-.
 
A veces es mejor dejar morir en paz al enfermo en lugar de someterle a terapias extraordinarias, costosas, experimentales, que le convierten en un material experimental y que sólo sirven para prolongarle artificialmente la vida en medio de grandes torturas. Métodos ordinarios son aquellos que le alivian el dolor o que le mantienen en vida sin representar para el enfermo una prueba o un mayor sufrimiento (por ejemplo, la morfina aplicada terapéuticamente o el suero). En estos casos suele haber con frecuencia muchas dudas y conviene consultar con un sacerdote para despejarlas.
 
En cuanto a la eutanasia (o el llamado suicidio asistido), está prohibida por la Iglesia y no podemos ni pedirla ni aplicarla. No es eutanasia suministrar los calmantes necesarios para aliviar el sufrimiento, aunque eso indirectamente acorte la vida. Sí lo es, en cambio, suministrar cualquier tipo de fármaco dirigido explícitamente a provocar la muerte del enfermo o privarle de los medios ordinarios que necesita para seguir viviendo (desconectarle de la respiración artificial, por ejemplo).
 
Cuando el enfermo pide la eutanasia suele ser porque sufre físicamente (y por eso es legítimo darle calmantes) o porque sufre espiritualmente (con la soledad o con la sensación de fracaso o de haberse convertido en un estorbo); no se trata, en esos casos, de darle la razón y de quitarle la vida, sino de rodearle de afecto y ayudarle, sobre todo si tiene o ha tenido fe, a encontrarse con el Señor y a prepararse para la unión definitiva con Él en el cielo.
 
El hombre no es dueño de la vida, ni de la propia ni de la ajena; detrás de la enfermedad, como se ha dicho, siempre hay un misterio y un interrogante que interpela nuestra fe y nos hace dudar del amor de Dios. Pero la solución no es huir -con la eutanasia o dejando al enfermo a su propia suerte-. La solución es un acto de confianza en Dios y la súplica de que no nos falten las fuerzas para afrontar la enfermedad, junto a la petición humilde de que nos cure de ella si es su voluntad.
 
Propósito: Afrontar la enfermedad propia, pequeña o grande, desde la fe y desde la unión con Dios. Y la enfermedad del prójimo, desde la caridad, pidiéndole al Señor la fuerza que necesitamos para estar al lado del enfermo como Él estaría si estuviera en nuestro lugar.
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Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
Dios le ha otorgado un poder inmenso a la Virgen: ella aplasta bajo sus pies la cabeza de la "serpiente" símbolo de las fuerzas del mal. Por eso decimos que Ella es "fuerte como un ejército alineado en batalla." Benedicto XVI dijo: "El Rosario contiene en sí el poder salvador del nombre de Jesús" (3 de mayo de 2008).
María no cesa de reunir a sus hijos para librar la batalla. En cada aparición mariana nos muestra el Rosario como un arma poderosa contra el enemigo.
¡El Rosario es una espada! Jesús mismo nos da el Rosario como arma. Escuchemos lo que nos dice Monseñor Olivier, Obispo de Maiduguri, en Nigeria: "El 18 de abril de 2016, estaba rezando el Rosario cuando el Señor se me apareció. Jesús me entregó una espada. ¡Esta se convirtió inmediatamente en un Rosario!"
San Luis Grignion de Montfort nos dice: "El Rosario nos vuelve victoriosos frente a todos nuestros enemigos”. Tomemos, entonces, el arma para librar la batalla a diario y participemos en la victoria del Inmaculado Corazón de María.
Recordemos a David y a Goliat, el Rosario es su honda. Cada Ave María es una bendición que destruye el mal.
 
Recordando al Padre Natalio
El don de fortaleza
Hay en Isaías un texto luminoso que llena de fortaleza el corazón cuando sientes la debilidad de la condición humana: “Los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, despliegan alas como las águilas; corren y no se agotan, avanzan y no se fatigan” (40, 31). Aquí tienes unas palabras de animación del salmo 27, cuando te sientas desfallecer en la lucha de la vida.
 
V. Espera en el Señor, sé valiente.
R. Espera en el Señor, sé valiente.
 
V. Ten ánimo, espera en el Señor.
R. Sé valiente.
 
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Espera en el Señor, sé valiente.
 
Este responsorio es apropiado para alentarte una y otra vez, como celestial elixir que restituye las fuerzas agotadas y saca de algún rincón de tu interior, nuevos bríos, nuevas ideas, nueva vida, nueva actividad…
(P. Natalio)
 
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)
 
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