PEQUEÑAS SEMILLITAS Año
17 - Número 5065 ~ Martes 16 de Agosto de 2022Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina) ¡Alabado sea Jesucristo!
La vida simple de Jesús, María y José se parece mucho a la nuestra. María
es una madre como nuestras madres, atenta y vigilante, pero sobre todo, en su
condición de Inmaculada y por lo tanto dada a Dios, habrá educado a su hijo en
el verdadero sentido de la vida que es cumplir la misión que el Padre le había
confiado enviándolo entre nosotros.
La casa de Nazaret no es solo una escuela para Jesús, sino también para
nosotros, como nos lo enseña san Pablo VI: "La casa de Nazaret es la
escuela donde comenzamos a comprender la vida de Jesús, es decir, la escuela
del Evangelio. Allí, uno aprende a observar y escuchar, a meditar, a penetrar
en el significado profundo y misterioso de esta manifestación del Hijo de Dios,
tan simple, humilde y bella."
La Palabra de Dios Lecturas del día ♡ Primera Lectura: Ez 28,1-10
♡ Salmo: Dt 32,26-27ab.27cd-28.30.35cd-36ab
♡ Santo Evangelio: Mt 19,23-30
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Yo os aseguro que un rico
difícilmente entrará en el Reino de los Cielos. Os lo repito, es más fácil que
un camello entre por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los
Cielos». Al oír esto, los discípulos, llenos de asombro, decían: «Entonces,
¿quién se podrá salvar?». Jesús, mirándolos fijamente, dijo: «Para los hombres
eso es imposible, mas para Dios todo es posible».
Entonces Pedro, tomando la palabra, le dijo: «Ya lo ves, nosotros lo hemos
dejado todo y te hemos seguido; ¿qué recibiremos, pues?». Jesús les dijo: «Yo
os aseguro que vosotros que me habéis seguido, en la regeneración, cuando el
Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, os sentaréis también vosotros
en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y todo aquel que haya
dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o hacienda por mi nombre,
recibirá el ciento por uno y heredará la vida eterna. Pero muchos primeros
serán últimos y muchos últimos, primeros».
♡ Comentario:
Hoy contemplamos la reacción que suscitó entre los oyentes el diálogo del
joven rico con Jesús: «¿Quién se podrá salvar?» (Mt 19,25). Las palabras del
Señor dirigidas al joven rico son manifiestamente duras, pretenden sorprender,
despertar nuestras somnolencias. No se trata de palabras aisladas, accidentales
en el Evangelio: veinte veces repite este tipo de mensaje. Lo debemos recordar:
Jesús advierte contra los obstáculos que suponen las riquezas, para entrar en
la vida...
Y, sin embargo, Jesús amó y llamó a hombres ricos, sin exigirles que
abandonaran sus responsabilidades. La riqueza en sí misma no es mala, sino su
origen si fue injustamente adquirida, o su destino, si se utiliza egoístamente
sin tener en cuenta a los más desfavorecidos, si cierra el corazón a los
verdaderos valores espirituales (donde no hay necesidad de Dios).
«¿Quién se podrá salvar?». Jesús responde: «Para los hombres eso es
imposible, mas para Dios todo es posible» (Mt 19,26). —Señor, Tú conoces bien
las habilidades de los hombres para atenuar tu Palabra. Tengo que decírtelo,
¡Señor, ayúdame! Convierte mi corazón.
Después de marchar el joven rico, entristecido por su apego a sus
riquezas, Pedro tomó la palabra y dijo: —Concede, Señor, a tu Iglesia, a tus
Apóstoles ser capaces de dejarlo todo por Ti.
«En la regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de
gloria...» (Mt 19,28). Tu pensamiento se dirige a ese “día”, hacia ese futuro.
Tú eres un hombre con tendencia hacia el fin del mundo, hacia la plenitud del
hombre. En ese tiempo, Señor, todo será nuevo, renovado, bello.
Jesucristo nos dice: —Vosotros, que lo habéis dejado todo por el Reino, os
sentaréis con el Hijo del Hombre... Recibiréis el ciento por uno de lo que
habéis dejado... Y heredaréis la vida eterna... (cf. Mt 19,28-29).
El futuro que Tú prometes a los tuyos, a los que te han seguido
renunciando a todos los obstáculos... es un futuro feliz, es la abundancia de
la vida, es la plenitud divina.
—Gracias, Señor. ¡Condúceme hasta ese día!
* Rev. D. Fernando PERALES i Madueño (Terrassa, Barcelona, España)
Santoral Católico: San Esteban de Hungría [Murió el 15 de agosto y
su memoria se celebra el 16 de agosto]. Nació en Esztergom (Hungría) hacia el
año 969, de padre pagano y madre cristiana, de la alta nobleza. De joven
recibió el bautismo junto con su padre, duque de Hungría. El año 997, tras la muerte
de su padre, le sucedió en el gobierno y emprendió la evangelización de su país
sirviéndose particularmente de los benedictinos de Cluny. Fundó monasterios,
que fueron grandes centros misioneros, y creó obispados. Contrajo matrimonio
con Gisela, hija del emperador Enrique II, y vio morir prematuramente a su hijo
san Emerico, de extraordinarias virtudes y a quien preparaba para que le
sucediera. Fue coronado rey de Hungría el año 1000 con la corona que le envió
el papa Silvestre II. En el gobierno de su reino fue justo, pacífico y piadoso,
observando fielmente las leyes de la Iglesia y procurando siempre el bien de
los súbditos. Murió el 15 de agosto de 1038 en Szekesfehérvar (abadía de Alba
Real) de Buda, en la actual Hungría. Fue canonizado el año 1083 junto con su
hijo Emerico.
Oración: Dios
todopoderoso, te rogamos que tu Iglesia tenga como glorioso intercesor en el
cielo a san Esteban de Hungría, que durante su reinado se consagró a propagarla
en este mundo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Para más información hacer clic acá.
© Directorio Franciscano – Aciprensa – Catholic.net
Santoral Católico: San Roque de MontpellierPeregrino Son pocas las noticias históricas precisas que tenemos sobre su vida.
Nació en Montpellier (Francia) el año 1295, de familia noble. Al quedar
huérfano de padre y madre, profesó la Regla de la Tercera Orden Franciscana y
distribuyó sus cuantiosos bienes entre los pobres. Luego emprendió una vida de
peregrino, dedicado a la penitencia y a las obras de misericordia. Cuando la
peste se extendió por Italia, recorrió los pueblos aliviando a los enfermos y
curando a muchos de ellos. De regreso a su patria, fue atacado por la peste y
se retiró a un bosque cerca de Piacenza. Cuando recuperada la salud regresaba a
su patria, fue detenido como espía y llevado a prisión. Allí, en medio de
malhechores, olvidado de todos, sufriendo lo indecible y confiado sólo en las
manos de Dios, pasó los cinco últimos años de su vida. Murió en Montpellier el
16 de agosto de 1327 y pronto se encargó Dios de hacer brillar con prodigios la
santidad de su siervo.
Oración: Guarda, Señor, a tu
pueblo con bondad, y, por la intercesión de san Roque, líbrale de todo contagio
del cuerpo y del espíritu. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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© Directorio Franciscano – Aciprensa – Catholic.net
Pensamiento del día “No estás aquí para ganarte la vida. Estás aquí para
ayudar a que el mundo viva de manera más amplia, con una visión mayor, con
mejor espíritu y esperanza de logro. Estás aquí para enriquecer el mundo y te
empobreces si olvidas esa dirección”.
(Woodrow Wilson)
Tema del día: ¿Cómo murió la
Virgen? Esto es lo que
dicen san Juan Pablo II, san Juan Damasceno y la tradición de la Iglesia.
¿La Santísima Virgen
María murió? ¿Cómo y de qué murió? Son, por cierto, preguntas bastantes
complicadas, y que durante años se han hecho desde los santos padres de la
Iglesia, hasta los más eximios teólogos y mariólogos actuales.
Un tema que seguramente
fue cuestión de discusión después que Pío XII declarara el dogma de la
Asunción, pues al final, por prudencia, no se pronunció definitivamente sobre
la muerte o no de María: nunca aclaró si fue asunta después de morir y
resucitar, o si fue trasladada al cielo en cuerpo y alma sin pasar por el
trance de la muerte.
Pero una excelente
aclaración sobre el tema la hizo san Juan Pablo II en la magnífica catequesis
de la audiencia del 25 de junio de 1997. En base a esta, ofrecemos un resumen
en varios puntos:
1. Si Cristo
murió, sería difícil sostener lo contrario en lo que se refiere a su madre.
San Juan Damasceno se
pregunta: “¿Cómo es posible que aquella que en el parto superó todos los
límites de la naturaleza, se pliegue ahora a sus leyes y su cuerpo inmaculado
se someta a la muerte?
Y responde:
“Ciertamente, era necesario que se despojara de la parte mortal para revestirse
de inmortalidad, puesto que el Señor de la naturaleza tampoco evitó la
experiencia de la muerte. En efecto, él muere según la carne y con su muerte
destruye la muerte, transforma la corrupción en incorruptibilidad y la muerte
en fuente de resurrección” (Panegírico sobre la dormición de la Madre de Dios,
10: SC 80, 107).
2. Para
participar en la resurrección de Cristo, María debía compartir, ante todo, la
muerte.
El hecho de que María
fue liberada por su condición divina del pecado original, que todo ser humano
conlleva, no quiere decir que recibiera también la inmortalidad corporal.
La Madre no es superior
al Hijo, que aceptó la muerte, dándole nuevo significado, y transformándola en
instrumento de salvación.
Y para participar de la
resurrección de Cristo, María debía compartir, ante todo, la muerte.
3. La muerte de
María pudo concebirse como una «dormición».
El Nuevo Testamento no
da ninguna información sobre las circunstancias de la muerte de María. Este
silencio induce a suponer que se produjo normalmente, sin ningún hecho
(extraordinario) digno de mención.
Cualquiera que haya sido
el hecho orgánico y biológico que, desde el punto de vista físico, le haya
producido la muerte, puede decirse que el tránsito de esta vida a la otra fue
para María una maduración de la gracia en la gloria.
El ilustre mariólogo
Garriguet escribió estas hermosas palabras: “María murió sin dolor, porque
vivió sin placer; sin temor, porque vivió sin pecado; sin sentimiento, porque
vivió sin apego terrenal. Su muerte fue semejante al declinar de una hermosa
tarde, fue como un sueño dulce y apacible; era menos el fin de una vida que la
aurora de una existencia mejor. Para designarla la Iglesia encontró una palabra
encantadora: la llama sueño (o dormición), de la Virgen».
4. La experiencia
de la muerte enriqueció a la Virgen.
Algunos Padres de la
Iglesia describen a Jesús mismo que va a recibir a su Madre en el momento de la
muerte, para introducirla en la gloria celeste.
Así, presentan la muerte
de María como un acontecimiento de amor que la llevó a reunirse con su Hijo
divino, para compartir con él la vida inmortal.
De este modo la Virgen
habiendo pasado por el destino común a todos los hombres, es capaz de ejercer
con más eficacia su maternidad espiritual con respecto a quienes llegan a la
hora suprema de la vida.
San Francisco de Sales
considera que la muerte de María se produjo como efecto de un ímpetu de amor.
Habla de una muerte «en el amor, a causa del amor y por amor», y por eso llega
a afirmar que la Madre de Dios murió de amor por su hijo Jesús.
Fuentes:
Audiencia General del 25 de junio de 1997, Juan Pablo II; ‘La Virgen María’,
Luis Garriguet; ‘La Virgen María’, Antonio Royo Marín; ‘Tratado del amor de
Dios’, San Francisco de Sales.
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas” Todos hemos aprendido que cuando nos morimos, puede ocurrir una de las
siguientes tres cosas: vamos al Cielo, vamos al Infierno, o vamos al
Purgatorio.
El Purgatorio es un estado en el que se encuentra la persona que ha muerto
en gracia de Dios pero que no está plenamente purificada, y donde se es
purificado para disfrutar plenamente de la presencia de Dios. Se trata de una
persona salvada que vive en el amor de Dios y la salvación pero no de una
manera plena, ya que ha de esperar, a fin de obtener la santidad necesaria para
entrar en la alegría del cielo.
La Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los elegidos que
es completamente distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha
formulado la doctrina de la fe relativa al purgatorio sobre todo en los
Concilios de Florencia (cf. DS 1304) y de Trento (cf. DS 1820; 1580).
Sería bueno que profundicemos un poco más el conocimiento del Purgatorio y
de qué manera nosotros podemos ayudar a las almas que están allí para que más
prontamente lleguen a la gloria del Cielo. Y también de qué manera esas almas
luego serán intercesoras y protectoras nuestras cuando lleguen al Reino de
Dios.
Un minuto para volar Agosto 16
A veces me digo a mí mismo: “Ser santo. ¿Eso
realmente es para mí? ¿Cómo puedo amar a Dios con todas las fuerzas, si en
realidad solo le doy un lugar secundario en mi vida? Por encima de él están mis
necesidades, mis orgullos, mis tristezas, mis temores. Podré ser mejor, cambiar
algunas cosas, pero no me siento capaz de amar con todas mis fuerzas. Eso no es
para mi pequeño corazón egoísta”. Pero inmediatamente el Espíritu Santo susurra
en mi interior otras palabras: “No digas eso, no le niegues a Dios Todopoderoso
la posibilidad de triunfar en tu corazón, no le niegues a mi gracia divina la
fuerza sobrenatural para elevare y transformarte. Déjame actuar y confía”.
(Mons. Víctor
M. Fernández)
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Santoral Católico:
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Un minuto para volar
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