martes, 16 de agosto de 2022

Pequeñas Semillitas 5065

PEQUEÑAS SEMILLITAS
 
Año 17 - Número 5065 ~ Martes 16 de Agosto de 2022
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
¡Alabado sea Jesucristo!
La vida simple de Jesús, María y José se parece mucho a la nuestra. María es una madre como nuestras madres, atenta y vigilante, pero sobre todo, en su condición de Inmaculada y por lo tanto dada a Dios, habrá educado a su hijo en el verdadero sentido de la vida que es cumplir la misión que el Padre le había confiado enviándolo entre nosotros.
La casa de Nazaret no es solo una escuela para Jesús, sino también para nosotros, como nos lo enseña san Pablo VI: "La casa de Nazaret es la escuela donde comenzamos a comprender la vida de Jesús, es decir, la escuela del Evangelio. Allí, uno aprende a observar y escuchar, a meditar, a penetrar en el significado profundo y misterioso de esta manifestación del Hijo de Dios, tan simple, humilde y bella."
 
La Palabra de Dios
Lecturas del día
Primera Lectura: Ez 28,1-10
 
Salmo: Dt 32,26-27ab.27cd-28.30.35cd-36ab
 
Santo Evangelio: Mt 19,23-30
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Yo os aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los Cielos. Os lo repito, es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los Cielos». Al oír esto, los discípulos, llenos de asombro, decían: «Entonces, ¿quién se podrá salvar?». Jesús, mirándolos fijamente, dijo: «Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible».
Entonces Pedro, tomando la palabra, le dijo: «Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué recibiremos, pues?». Jesús les dijo: «Yo os aseguro que vosotros que me habéis seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, os sentaréis también vosotros en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y todo aquel que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o hacienda por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará la vida eterna. Pero muchos primeros serán últimos y muchos últimos, primeros».
 
Comentario:
Hoy contemplamos la reacción que suscitó entre los oyentes el diálogo del joven rico con Jesús: «¿Quién se podrá salvar?» (Mt 19,25). Las palabras del Señor dirigidas al joven rico son manifiestamente duras, pretenden sorprender, despertar nuestras somnolencias. No se trata de palabras aisladas, accidentales en el Evangelio: veinte veces repite este tipo de mensaje. Lo debemos recordar: Jesús advierte contra los obstáculos que suponen las riquezas, para entrar en la vida...
Y, sin embargo, Jesús amó y llamó a hombres ricos, sin exigirles que abandonaran sus responsabilidades. La riqueza en sí misma no es mala, sino su origen si fue injustamente adquirida, o su destino, si se utiliza egoístamente sin tener en cuenta a los más desfavorecidos, si cierra el corazón a los verdaderos valores espirituales (donde no hay necesidad de Dios).
«¿Quién se podrá salvar?». Jesús responde: «Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible» (Mt 19,26). —Señor, Tú conoces bien las habilidades de los hombres para atenuar tu Palabra. Tengo que decírtelo, ¡Señor, ayúdame! Convierte mi corazón.
Después de marchar el joven rico, entristecido por su apego a sus riquezas, Pedro tomó la palabra y dijo: —Concede, Señor, a tu Iglesia, a tus Apóstoles ser capaces de dejarlo todo por Ti.
«En la regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria...» (Mt 19,28). Tu pensamiento se dirige a ese “día”, hacia ese futuro. Tú eres un hombre con tendencia hacia el fin del mundo, hacia la plenitud del hombre. En ese tiempo, Señor, todo será nuevo, renovado, bello.
Jesucristo nos dice: —Vosotros, que lo habéis dejado todo por el Reino, os sentaréis con el Hijo del Hombre... Recibiréis el ciento por uno de lo que habéis dejado... Y heredaréis la vida eterna... (cf. Mt 19,28-29).
El futuro que Tú prometes a los tuyos, a los que te han seguido renunciando a todos los obstáculos... es un futuro feliz, es la abundancia de la vida, es la plenitud divina.
—Gracias, Señor. ¡Condúceme hasta ese día!
* Rev. D. Fernando PERALES i Madueño (Terrassa, Barcelona, España)
 
Santoral Católico:
San Esteban de Hungría
[Murió el 15 de agosto y su memoria se celebra el 16 de agosto]. Nació en Esztergom (Hungría) hacia el año 969, de padre pagano y madre cristiana, de la alta nobleza. De joven recibió el bautismo junto con su padre, duque de Hungría. El año 997, tras la muerte de su padre, le sucedió en el gobierno y emprendió la evangelización de su país sirviéndose particularmente de los benedictinos de Cluny. Fundó monasterios, que fueron grandes centros misioneros, y creó obispados. Contrajo matrimonio con Gisela, hija del emperador Enrique II, y vio morir prematuramente a su hijo san Emerico, de extraordinarias virtudes y a quien preparaba para que le sucediera. Fue coronado rey de Hungría el año 1000 con la corona que le envió el papa Silvestre II. En el gobierno de su reino fue justo, pacífico y piadoso, observando fielmente las leyes de la Iglesia y procurando siempre el bien de los súbditos. Murió el 15 de agosto de 1038 en Szekesfehérvar (abadía de Alba Real) de Buda, en la actual Hungría. Fue canonizado el año 1083 junto con su hijo Emerico.
Oración: Dios todopoderoso, te rogamos que tu Iglesia tenga como glorioso intercesor en el cielo a san Esteban de Hungría, que durante su reinado se consagró a propagarla en este mundo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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© Directorio Franciscano – Aciprensa – Catholic.net
 
Santoral Católico:
San Roque de Montpellier
Peregrino
Son pocas las noticias históricas precisas que tenemos sobre su vida. Nació en Montpellier (Francia) el año 1295, de familia noble. Al quedar huérfano de padre y madre, profesó la Regla de la Tercera Orden Franciscana y distribuyó sus cuantiosos bienes entre los pobres. Luego emprendió una vida de peregrino, dedicado a la penitencia y a las obras de misericordia. Cuando la peste se extendió por Italia, recorrió los pueblos aliviando a los enfermos y curando a muchos de ellos. De regreso a su patria, fue atacado por la peste y se retiró a un bosque cerca de Piacenza. Cuando recuperada la salud regresaba a su patria, fue detenido como espía y llevado a prisión. Allí, en medio de malhechores, olvidado de todos, sufriendo lo indecible y confiado sólo en las manos de Dios, pasó los cinco últimos años de su vida. Murió en Montpellier el 16 de agosto de 1327 y pronto se encargó Dios de hacer brillar con prodigios la santidad de su siervo.
Oración: Guarda, Señor, a tu pueblo con bondad, y, por la intercesión de san Roque, líbrale de todo contagio del cuerpo y del espíritu. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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© Directorio Franciscano – Aciprensa – Catholic.net
 
Pensamiento del día
“No estás aquí para ganarte la vida. Estás aquí para ayudar a que el mundo viva de manera más amplia, con una visión mayor, con mejor espíritu y esperanza de logro. Estás aquí para enriquecer el mundo y te empobreces si olvidas esa dirección”. 
(Woodrow Wilson)
 
Tema del día:
¿Cómo murió la Virgen?
Esto es lo que dicen san Juan Pablo II, san Juan Damasceno y la tradición de la Iglesia.
 
¿La Santísima Virgen María murió? ¿Cómo y de qué murió? Son, por cierto, preguntas bastantes complicadas, y que durante años se han hecho desde los santos padres de la Iglesia, hasta los más eximios teólogos y mariólogos actuales.
 
Un tema que seguramente fue cuestión de discusión después que Pío XII declarara el dogma de la Asunción, pues al final, por prudencia, no se pronunció definitivamente sobre la muerte o no de María: nunca aclaró si fue asunta después de morir y resucitar, o si fue trasladada al cielo en cuerpo y alma sin pasar por el trance de la muerte.
 
Pero una excelente aclaración sobre el tema la hizo san Juan Pablo II en la magnífica catequesis de la audiencia del 25 de junio de 1997. En base a esta, ofrecemos un resumen en varios puntos:
 
1. Si Cristo murió, sería difícil sostener lo contrario en lo que se refiere a su madre.
 
San Juan Damasceno se pregunta: “¿Cómo es posible que aquella que en el parto superó todos los límites de la naturaleza, se pliegue ahora a sus leyes y su cuerpo inmaculado se someta a la muerte?
 
Y responde: “Ciertamente, era necesario que se despojara de la parte mortal para revestirse de inmortalidad, puesto que el Señor de la naturaleza tampoco evitó la experiencia de la muerte. En efecto, él muere según la carne y con su muerte destruye la muerte, transforma la corrupción en incorruptibilidad y la muerte en fuente de resurrección” (Panegírico sobre la dormición de la Madre de Dios, 10: SC 80, 107).
 
2. Para participar en la resurrección de Cristo, María debía compartir, ante todo, la muerte.
 
El hecho de que María fue liberada por su condición divina del pecado original, que todo ser humano conlleva, no quiere decir que recibiera también la inmortalidad corporal.
 
La Madre no es superior al Hijo, que aceptó la muerte, dándole nuevo significado, y transformándola en instrumento de salvación.
 
Y para participar de la resurrección de Cristo, María debía compartir, ante todo, la muerte.
 
3. La muerte de María pudo concebirse como una «dormición».
 
El Nuevo Testamento no da ninguna información sobre las circunstancias de la muerte de María. Este silencio induce a suponer que se produjo normalmente, sin ningún hecho (extraordinario) digno de mención.
 
Cualquiera que haya sido el hecho orgánico y biológico que, desde el punto de vista físico, le haya producido la muerte, puede decirse que el tránsito de esta vida a la otra fue para María una maduración de la gracia en la gloria.
 
El ilustre mariólogo Garriguet escribió estas hermosas palabras: “María murió sin dolor, porque vivió sin placer; sin temor, porque vivió sin pecado; sin sentimiento, porque vivió sin apego terrenal. Su muerte fue semejante al declinar de una hermosa tarde, fue como un sueño dulce y apacible; era menos el fin de una vida que la aurora de una existencia mejor. Para designarla la Iglesia encontró una palabra encantadora: la llama sueño (o dormición), de la Virgen».
 
4. La experiencia de la muerte enriqueció a la Virgen.
 
Algunos Padres de la Iglesia describen a Jesús mismo que va a recibir a su Madre en el momento de la muerte, para introducirla en la gloria celeste.
 
Así, presentan la muerte de María como un acontecimiento de amor que la llevó a reunirse con su Hijo divino, para compartir con él la vida inmortal.
 
De este modo la Virgen habiendo pasado por el destino común a todos los hombres, es capaz de ejercer con más eficacia su maternidad espiritual con respecto a quienes llegan a la hora suprema de la vida.
 
San Francisco de Sales considera que la muerte de María se produjo como efecto de un ímpetu de amor. Habla de una muerte «en el amor, a causa del amor y por amor», y por eso llega a afirmar que la Madre de Dios murió de amor por su hijo Jesús.
 
Fuentes: Audiencia General del 25 de junio de 1997, Juan Pablo II; ‘La Virgen María’, Luis Garriguet; ‘La Virgen María’, Antonio Royo Marín; ‘Tratado del amor de Dios’, San Francisco de Sales.
 
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
Todos hemos aprendido que cuando nos morimos, puede ocurrir una de las siguientes tres cosas: vamos al Cielo, vamos al Infierno, o vamos al Purgatorio.
El Purgatorio es un estado en el que se encuentra la persona que ha muerto en gracia de Dios pero que no está plenamente purificada, y donde se es purificado para disfrutar plenamente de la presencia de Dios. Se trata de una persona salvada que vive en el amor de Dios y la salvación pero no de una manera plena, ya que ha de esperar, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo.
La Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia (cf. DS 1304) y de Trento (cf. DS 1820; 1580).
Sería bueno que profundicemos un poco más el conocimiento del Purgatorio y de qué manera nosotros podemos ayudar a las almas que están allí para que más prontamente lleguen a la gloria del Cielo. Y también de qué manera esas almas luego serán intercesoras y protectoras nuestras cuando lleguen al Reino de Dios.
 
Un minuto para volar
Agosto 16
A veces me digo a mí mismo: “Ser santo. ¿Eso realmente es para mí? ¿Cómo puedo amar a Dios con todas las fuerzas, si en realidad solo le doy un lugar secundario en mi vida? Por encima de él están mis necesidades, mis orgullos, mis tristezas, mis temores. Podré ser mejor, cambiar algunas cosas, pero no me siento capaz de amar con todas mis fuerzas. Eso no es para mi pequeño corazón egoísta”. Pero inmediatamente el Espíritu Santo susurra en mi interior otras palabras: “No digas eso, no le niegues a Dios Todopoderoso la posibilidad de triunfar en tu corazón, no le niegues a mi gracia divina la fuerza sobrenatural para elevare y transformarte. Déjame actuar y confía”.
(Mons. Víctor M. Fernández)

FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)
 
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