PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año
14 - Número 4180 ~ Lunes 2 de Diciembre de 2019
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Jesús
mío, gracias por tu Palabra porque ella me llena de fuerza y me da ánimo para
seguir siempre firme en tu amor y la voluntad del Padre que me ama. Pasaste por
este mundo haciendo el bien y nos mostraste al Padre en las obras que
realizaste. Creo que el Padre está en Ti y Tú en el Padre y que junto al
Espíritu Santo nos regalado la bendición de estar hecho a su imagen y
semejanza. Amado Jesús, quiero pedirle al Padre en tu nombre que en este
Adviento me dé la gracia de la conversión verdadera, esa que empuja al corazón
a donarse en amor hacia el otro. Sé que Tú me amas y lo haces en extremo. Me
quitas los miedos y me entrego con confianza a tu providencia, a tu amor de
Padre. Amén.
¡Buenos días!
Un sentido más…
“La
risa es salud. El buen humor es salud. ¿Estás seguro de pensar lo suficiente en
este aspecto de tu bienestar? Si a causa de las preocupaciones envejece el
corazón, también tu rostro aparecerá pronto lleno de arrugas. La risa libera.
El humor relaja. La risa es capaz de liberarte de los falsos problemas.
Mi hermanita, la menor entre cinco hermanos, está en
primer grado de escuela. Una tarde se pasó bastante tiempo estudiando para un
examen. Cuando terminó de estudiar, le dijo muy contenta a la mamá: —Ahora me
voy a jugar porque ya lo sé todo. —Vamos a ver. ¿Cuáles son los sentidos? Le
preguntó su madre. —El sentido del gusto, el sentido de la vista… Y se
detuvo, mientras se empeñaba en recordar
los otros sentidos… hasta que con mucho desparpajo y aplomo, exclamó: —Ya está:
¡el sentido del humor!
La
risa es el mejor cosmético para tu belleza externa y una apropiada medicina
para tu vida interna. Con carcajadas y risas, tu digestión se beneficia, tu
apetito se estimula y tu presión arterial permanece estable. Además, la risa y
el buen humor crean espacios nuevos para alegrías desconocidas”… San Pablo
escribía: “estén siempre alegres”.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios
Lecturas del día
♥ Primera Lectura: Is 4, 2-6
♥ Salmo: Sal 121, 1-2. 4-9
♥ Santo Evangelio: Mt 8,5-11
En aquel tiempo, habiendo entrado Jesús en Cafarnaúm,
se le acercó un centurión y le rogó diciendo: «Señor, mi criado yace en casa
paralítico con terribles sufrimientos». Dícele Jesús: «Yo iré a curarle».
Replicó el centurión: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta
que lo digas de palabra y mi criado quedará sano. Porque también yo, que soy un
subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: ‘Vete’, y va; y a
otro: ‘Ven’, y viene; y a mi siervo: ‘Haz esto’, y lo hace».
Al oír esto Jesús quedó admirado y dijo a los que le
seguían: «Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande.
Y os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abraham,
Isaac y Jacob en el reino de los Cielos».
♥ Comentario:
Hoy, Cafarnaúm es nuestra ciudad y nuestro pueblo,
donde hay personas enfermas, conocidas unas, anónimas otras, frecuentemente
olvidadas a causa del ritmo frenético que caracteriza a la vida actual:
cargados de trabajo, vamos corriendo sin parar y sin pensar en aquellos que,
por razón de su enfermedad o de otra circunstancia, quedan al margen y no
pueden seguir este ritmo. Sin embargo, Jesús nos dirá un día: «Cuanto hicisteis
a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25,40). El
gran pensador Blaise Pascal recoge esta idea cuando afirma que «Jesucristo, en
sus fieles, se encuentra en la agonía de Getsemaní hasta el final de los
tiempos».
El centurión de Cafarnaúm no se olvida de su criado
postrado en el lecho, porque lo ama. A pesar de ser más poderoso y de tener más
autoridad que su siervo, el centurión agradece todos sus años de servicio y le
tiene un gran aprecio. Por esto, movido por el amor, se dirige a Jesús, y en la
presencia del Salvador hace una extraordinaria confesión de fe, recogida por la
liturgia Eucarística: «Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa: di una
sola palabra y mi criado quedará curado» (cf. Mt 8,8). Esta confesión se
fundamenta en la esperanza; brota de la confianza puesta en Jesucristo, y a la
vez también de su sentimiento de indignidad personal, que le ayuda a reconocer
su propia pobreza.
Sólo nos podemos acercar a Jesucristo con una actitud
humilde, como la del centurión. Así podremos vivir la esperanza del Adviento:
esperanza de salvación y de vida, de reconciliación y de paz. Solamente puede
esperar aquel que reconoce su pobreza y es capaz de darse cuenta de que el
sentido de su vida no está en él mismo, sino en Dios, poniéndose en las manos
del Señor. Acerquémonos con confianza a Cristo y, a la vez, hagamos nuestra la
oración del centurión.
Rev. D. Joaquim MESEGUER García (Rubí, Barcelona, España)
Santoral Católico:
Santa Bibiana (o
Viviana)
Mártir
Santa Bibiana es de las últimas víctimas de la
persecución anticristiana de Julián el Apóstata (361-363). En una Passio
Sanctae Bibianae, no anterior al siglo VII, se lee que el gobernador Aproniano,
después de haber hecho asesinar a Fausto y a Dafrosa, seguro de poderse adueñar
de su patrimonio, trató de obligar a la apostasía a las jóvenes hijas de los
mártires. Encerradas en la cárcel, Demetria murió antes de la terrible prueba.
Bibiana, impávida y resuelta, enfrentó al gobernador, que, para debilitar su
resistencia la confió inútilmente a una alcahueta. Entonces ordenó que Bibiana
fuera atada a una columna y flagelada.
Llena de llagas por todo el cuerpo, finalmente la
joven mártir entregó su alma a Dios. Echaron su cuerpo a los perros, pero unos
cristianos lo rescataron y le dieron sepultura junto a la tumba de sus padres y
de la hermana, cerca de su casa, en donde pronto construyeron una capilla y más
tarde la actual basílica, sobre el monte Esquilino. De esto da cuenta el
biógrafo del Papa Simplicio (468-83), atribuyendo a este pontífice la
construcción de la basílica en honor de la bienaventurada mártir Bibiana
"juxta Licinianum ubi corpus eius requiescit".
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© Aciprensa
Santoral Católico:
Beata Liduina Meneguzzi
Religiosa
Elisa Angela Meneguzzi nació el 12 de septiembre de
1901 en Padua a campesinos pobres y vivió en la granja con sus hermanos y
hermanas. Su niñez se destacó por su consideración de la vida religiosa, así
como por su talento para instruir a otros en el catecismo y asistir a misa con
frecuencia. A la edad de catorce años, en 1915, comenzó a trabajar como
sirvienta de familias de considerable riqueza en el área y también trabajó en
los hoteles alrededor de las aguas termales cerca de la ciudad.
El 5 de marzo de 1926 se unió a las Hermanas de San
Francisco de Sales, dedicada al santo de ese nombre, y en su profesión solemne
asumió el nombre religioso de "Liduina". Ella trabajó en este momento
en el internado de Santa Croce como ama de llaves y sacristán, además de su
puesto como enfermera.
En 1937 se le concedió su ardiente deseo de unirse a
las misiones en Etiopía y fue enviado a Dire Dawa. Más tarde se hizo conocida
como "Hermana Gudda" (que significa "Grande") por su
compromiso apasionado con las necesidades de los enfermos y los pobres de la
ciudad mientras trabajaba como enfermera en el Hospital Civil Parini; al
comienzo de la Segunda Guerra Mundial, ella vio a soldados heridos. Cuando la
ciudad fue bombardeada, movió a los heridos a refugios y bautizó a los heridos.
Ella se hizo conocida como el "Fuego Ecuménico" debido a sus fuertes
esfuerzos en el ecumenismo con cristianos coptos y musulmanes, mientras que
también atiende a los dos últimos y sus relaciones con los católicos de Dire
Dawa.
Murió el 2 de diciembre de 1941 debido a un cáncer.
Sus restos fueron trasladados a la casa madre de la congregación a la que
sirvió en Padua en julio de 1961. El médico que la atendió antes de su muerte
dijo: "Nunca he visto a alguien morir con tanta alegría y dicha". La
beatificación se celebró en la Plaza de San Pedro el 20 de octubre de 2002.
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©
Aciprensa
Pensamiento del día
“El demonio se alegra, sobre
todo, cuando logra arrebatar la alegría del corazón del servidor de Dios. Llena
de polvo las rendijas más pequeñas de la conciencia que puedan ensuciar el
candor del espíritu y la pureza de la vida. Pero cuando la alegría espiritual
llena los corazones, la serpiente derrama en vano su veneno mortal”
(San Francisco de
Asís)
Tema del día:
Adviento, tiempo de
silencio
Creo que el Adviento es un tiempo de silencios
sagrados. En los que callo para oír la voz de Dios en el desierto de mi alma.
El silencio y el amor están unidos.
Leemos en Amoris
Laetitia: En el amor los silencios suelen ser más elocuentes que las
palabras. Es Dios en ese silencio en el que me debato buscando respuestas. Ese
silencio incómodo en el que espero oír su voz cuando permanece callado. O una
señal que me indique cómo seguir buscando.
Comenta el Papa Francisco: En estos tiempos inquietos
en que vivimos el misterio de la Encarnación nos recuerda que Dios siempre nos
sale al encuentro y es el Dios-con-nosotros, que pasa por los caminos a veces
polvorientos de nuestra vida y, conociendo nuestra ardiente nostalgia de amor y
felicidad, nos llama a la alegría.
Ese Dios que está conmigo, que sale a mi encuentro.
Ese Dios que acampa en mi alma. Que viene a buscarme a mi silencio. Allí donde
no hay voces. Donde apenas oigo. Viene para que haga silencio acallando mis
gritos. Calmando mis ansias y agobios. Levantando mi desánimo en medio de mi
tristeza. Quiero aprender a guardar silencio.
Comenta Carmen Serrat: Aprender a meditar nos ayuda a
encontrarnos con nosotros mismos y disfrutar del silencio y la soledad.
Sé que no siempre es tan sencillo disfrutar del
silencio y la soledad. Son más cómodos los ruidos, las voces del mundo, la
música, los tiempos inquietos.
Me duele hacer silencio, contemplar. Me duele
permanecer solo, sin nadie a mi lado que me sostenga. Prefiero volcarme en el
mundo para no pensar. Porque sé que si pienso sufro. Si callo me agobio. Me
abismo en la oscuridad del alma buscando resquicios de una luz sagrada que me
calme.
Callo, porque no quiero hablar demasiado. Porque en
el amor que Dios me tiene sus silencios son más elocuentes que sus palabras.
Como el silencio que guardan los amigos verdaderos en medio de sus pasos. O los
cónyuges en un paseo a orillas de la vida. O ese padre que acompaña a su hijo
enfermo. No hacen falta palabras.
El silencio del amor es elocuente. ¿Qué haces? Me
preguntan. Nada. Respondo. Y acompaño la vida del que amo. Del que sufre a mi
lado. Del que me necesita. Porque necesita más mi presencia que mis palabras.
Porque las palabras no pueden contener todo lo que siento, lo que amo y lo que
sufro. Porque en una palabra no cabe toda la eternidad. Quedaría reducida a un
concepto vano y frío, demasiado pequeño.
Me gusta el silencio de María y José buscando posada.
Un silencio inmenso. En medio de la incertidumbre de la vida que no controlo.
Callan José y María. Yo también callo. Quiero guardar silencio ante mi amado
que me busca. En esa cueva llena de silencios en la que Dios se vuelca. Y se
hace carne. Y se hace noche llena de paz y plena de esperanza. Y se hace luz y
estrella.
Como escribe Jorge Luis Borges: Toda casa es un
candelabro. Y esa cueva, ese establo, se hizo casa, se hizo hogar. Y en medio
del silencio el amor se volvió candelabro, luz, esperanza, destello de una vida
que nace. En la oscuridad llena de silencios. Brota el llanto de un niño que se
vuelve candelabro. Para mostrar lo densa que es la noche. Para dejar ver las siluetas
sagradas de mi historia.
Carlos Padilla Esteban
Meditaciones de
“Pequeñas Semillitas”
En este tiempo de Adviento, estamos invitados a
contemplar a María, una niña entre muchas otras de Nazaret (...) que pudo haber
dicho no a las misteriosas proposiciones del Ángel Gabriel, el Mensajero de
Dios. Ciertamente Dios habría respetado su libertad, porque nuestro Dios nos quiere y nos ha creado
completamente libres, tanto que incluso podemos decirle que no y cerrarle las
puertas de nuestro corazón.
María pudo haber dicho libremente no a la Palabra de
Dios, sin embargo, respondió: "He aquí la sierva del Señor; hágase en mí
según su palabra "(Lc 1, 38). Esta respuesta de María es una libre
adhesión a la voluntad de Dios, al proyecto del Amor de Dios. No se trata de un
sí de conveniencia (...)
María es consciente de que con su sí, tomará parte en
este proyecto de Amor deseado por Dios desde la eternidad. María entendió que
ella también fue pensada por el Señor para integrar este propósito, que fue
concebida y predispuesta a hacer que este proyecto se realizara. Este es el
verdadero significado de la festividad de la Inmaculada Concepción en unos días
vamos a celebrar en medio del Adviento.
María es el ícono que nos ha sido dado para
acompañarnos en la espera de Navidad. Ella es el ícono de la Esperanza, del
Amor y la Fe. Contemplémosla para que nos obtenga estas tres virtudes
teologales, para permitir que el Señor nazca en nosotros todos los días,
libremente y en confianza.
(Padre Joseph Bravura Bahati)
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el
Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes,
diáconos, seminaristas, monjas, religiosas, novicias, catequistas y todos los
que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para
que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto
con el Espíritu Santo; por las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de
Jesús y del Inmaculado Corazón de María;
por la conversión de todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por los
cristianos perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África, y en otros
lugares; por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente
por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo,
el hambre y la pobreza; por los niños con cáncer y otras patologías graves; por
el drama de los refugiados del Mediterráneo; por los presos políticos y la
falta de libertad en muchos países del mundo; por las víctimas de catástrofes
naturales; por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por
más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las
vocaciones sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Cinco minutos con Jesús
Diciembre 2
La luz es Jesucristo, porque él es la verdad. Él
mismo nos lo afirma, al decirnos: Yo soy
la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá
la luz de la vida (Jn 3,12).
Es verdad que repetidas veces se nos dice que también
nosotros debemos ser luz: Ustedes son la
luz del mundo (Mt 5,14). Antes,
ustedes eran tinieblas, pero ahora son luz en el Señor (Ef 5,8); pero no
somos la luz por nosotros mismos, sino en cuanto poseemos a Jesús. La luz de Jesús,
la doctrina de Jesús, el espíritu de Jesús; todo eso debe estar en nosotros
como en una lámpara, ése debe ser el aceite que alimente la llama de esa
lámpara que, según el Evangelio, arde y
resplandece.
No sólo Juan el Bautista estuvo llamado a ser lámpara,
sino todo cristiano que a su alrededor y con el brillo de sus obras debe
desterrar las tinieblas del error y de la maldad; cuando las obras no son
claramente buenas, cuando las actitudes no aparecen notoriamente correctas,
lejos de dar luz, aumentan las tinieblas.
(Padre Alfonso Milagro)
FELIPE
-Jardinero
de Dios-
(el más pequeñito de
todos)
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