domingo, 9 de abril de 2023

Pequeñas Semillitas 5278

PEQUEÑAS SEMILLITAS
 
Año 18 - Número 5278 ~ Domingo 9 de Abril de 2023
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
¡Alabado sea Jesucristo!
‘Evangelio’ significa Buena Noticia. Hoy se nos da la mejor de las noticias: Cristo ha resucitado. Si Cristo no hubiera resucitado nuestra fe sería vana, descansaría en el vacío y en la muerte. Pero Cristo resucitó y nuestra fe se acrecienta en la esperanza de que nosotros también un día podemos resucitar y entrar en la vida definitiva. Proclamar la Resurrección es anunciar que la muerte está vencida, que la muerte no es el final.
Por eso se enciende el cirio pascual en la liturgia: para recordarnos que Cristo está vivo entre nosotros. En verdad, como decía san Pablo, si Cristo no hubiera resucitado seríamos “los más miserables de los hombres”. Es el día de reavivar el compromiso bautismal para estar más unidos a Cristo, como se hacía anoche en la Vigilia. Hoy saludamos con alegría a la Virgen María, que fue la que más se alegró en ese día. Y le pedimos que nos ayude a que vivamos en nuestro corazón el misterio de esta alegría, para que podamos dar testimonio en nuestro trabajo de cada día del amor y la esperanza que Cristo resucitado nos da en nuestro caminar.
¡El Señor vive! ¡Ha resucitado como lo había dicho! Esta alborada, es el sol más brillante del año, el amanecer con más futuro para el hombre, la noticia que ningún medio de comunicación social tendría que dejar de señalar en primera página: ¡Hoy el hombre, por fin, tiene solución! ¡Cristo ha resucitado!
 
La Palabra de Dios
Lecturas del día
Primera Lectura: Hch 10,34a.37-43
 
Salmo: Sal 117,1-2.16ab-17.22-23
 
Segunda Lectura: Col 3,1-4
 
Santo Evangelio: Jn 20,1-9
El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto».
Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó, pues hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos.
 
Comentario:
Hoy «es el día que hizo el Señor», iremos cantando a lo largo de toda la Pascua. Y es que esta expresión del Salmo 117 inunda la celebración de la fe cristiana. El Padre ha resucitado a su Hijo Jesucristo, el Amado, Aquél en quien se complace porque ha amado hasta dar su vida por todos.
Vivamos la Pascua con mucha alegría. Cristo ha resucitado: celebrémoslo llenos de alegría y de amor. Hoy, Jesucristo ha vencido a la muerte, al pecado, a la tristeza... y nos ha abierto las puertas de la nueva vida, la auténtica vida, la que el Espíritu Santo va dándonos por pura gracia. ¡Que nadie esté triste! Cristo es nuestra Paz y nuestro Camino para siempre. Él hoy «manifiesta plenamente el hombre al mismo hombre y le descubre su altísima vocación» (Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes 22).
El gran signo que hoy nos da el Evangelio es que el sepulcro de Jesús está vacío. Ya no tenemos que buscar entre los muertos a Aquel que vive, porque ha resucitado. Y los discípulos, que después le verán Resucitado, es decir, lo experimentarán vivo en un encuentro de fe maravilloso, captan que hay un vacío en el lugar de su sepultura. Sepulcro vacío y apariciones serán las grandes señales para la fe del creyente. El Evangelio dice que «entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó» (Jn 20,8). Supo captar por la fe que aquel vacío y, a la vez, aquella sábana de amortajar y aquel sudario bien doblados eran pequeñas señales del paso de Dios, de la nueva vida. El amor sabe captar aquello que otros no captan, y tiene suficiente con pequeños signos. El «discípulo a quien Jesús quería» (Jn 20,2) se guiaba por el amor que había recibido de Cristo.
“Ver y creer” de los discípulos que han de ser también los nuestros. Renovemos nuestra fe pascual. Que Cristo sea en todo nuestro Señor. Dejemos que su Vida vivifique a la nuestra y renovemos la gracia del bautismo que hemos recibido. Hagámonos apóstoles y discípulos suyos. Guiémonos por el amor y anunciemos a todo el mundo la felicidad de creer en Jesucristo. Seamos testigos esperanzados de su Resurrección.
* Mons. Joan Enric VIVES i Sicília Obispo de Urgell (Lleida, España)
 
Palabras de San Juan Pablo II
 
«¡Tú, Señor, resucitado y vivo
eres la esperanza siempre nueva
de la Iglesia y de la humanidad;
tú eres entre nosotros la esperanza de la gloria!»
 
Predicación del Evangelio:
¡Abramos los ojos! ¡Ha resucitado!
¡Ha resucitado el Señor! ¡Aleluya! ¡Feliz Pascua! ¡El Señor ha pasado  de la muerte a la vida! ¡Aleluya!
 
Hoy, amigos, con la Resurrección de Cristo, esta mañana nos trae una gran alegría: el día eterno que estamos llamados a disfrutar todos. Estamos alegres porque, la victoria de Cristo, nos trae una forma nueva a la hora de entender y comprender el mundo, las personas, la vida, el amor, la justicia, etc.
 
Para vivir esta realidad, como el discípulo, hemos de aventurarnos y asomarnos al sepulcro. Es decir; si tenemos ojos para tantas cosas del mundo, ¡cómo no los vamos a tener para asombrarnos ante el acontecimiento de la Pascua de Resurrección!
 
¿Qué existe el dolor? ¿Qué nos sacuden sucesos que enturbian nuestra felicidad? ¿Qué no todo marcha bien? ¡Por supuesto! Pero, la Resurrección de Cristo, nos da la fuerza necesaria para dar luz a esas situaciones. La Resurrección de Cristo no nos resuelve de un plumazo todo aquello que atenta a nuestro bienestar, pero nos sitúa por encima para que seamos capaces de enfrentarnos y darle solución.
 
En este día de Pascua damos gracias a Dios por tres cosas fundamentalmente:
 
- Primero: porque su Resurrección es motivo de esperanza. Porque el horizonte de nuestra existencia, con la claridad de la Pascua, se hace más risueño, creativo, emprendedor y –sobre todo– invitados a disfrutar lo que Jesús para nosotros conquista: la vida de Dios.
 
- Segundo: su Resurrección es una razón para cambiar en aquello que haga falta. La cuaresma, entre otras cosas, pretendía generar en nosotros un cambio y a mejor. ¿Lo hemos conseguido? ¿Cómo está nuestra oración? ¿Nuestra relación con los demás? ¿Nuestra vida personal? A la luz de la Pascua, queridos amigos, se ve más necesario que nunca un cambio de actitudes y de forma de ser. A Pascua reluciente, vida resplandeciente. Ojalá alejemos de nosotros aquello que nos impide ser “pascuas” nuevas. Es decir; pasos convencidos, abiertos, generosos, comprensivos, perdonadores, orantes, etc.
 
- Tercero: su Resurrección nos empuja a dar testimonio de su presencia real y misteriosa. No nos podemos quedar enganchados a la cruz, ni entre sollozos, recogidos en el sepulcro. Nuestra vivencia de la Pascua nos hace saltar de alegría y, sobre todo, conscientes de una gran misión y de un gran pregón: ¡Ha resucitado! Desde luego, un cristianismo de segunda, temeroso, vergonzante y tímido no es el fruto de la Pascua.
 
El abrir los ojos y contemplar el sepulcro vacío implica, además, llenar el corazón de la presencia de Cristo Resucitado. ¿Seremos capaces de transmitir la gran verdad de nuestra fe en todos nuestros ambientes?
 
Hoy, en millones de campanarios, voltearán enloquecidas las campanas que anuncian la Resurrección de Aquel que es su Señor. ¿Voltearán nuestras gargantas? ¿Sonarán nuestras voces? ¿Expresarán nuestros cantos el meollo y el núcleo de nuestra fe cristiana? Sí, amigos, es el momento de acabar de hacer preguntas. Lo que hemos visto y oído en estos días de la Semana Santa ha acabado en un final feliz (iba a decir casi en un final de película donde vence el bueno). Pero ahora falta el final. Y, en ese final, vemos que la muerte ya no es el final del camino. Y que, por lo tanto, en ese “no final” Jesús nos ha metido a todos nosotros para que tengamos vida y en abundancia. ¿La recogemos?
 
¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!
-
(P. Javier Leoz)
 
Poesía
Domingo de Resurrección
 
¡Jesús ha resucitado!
Demos gracias al Señor
esa llaga en su costado
es la prueba de su amor.
 
Gloria a Dios Santo inmortal
poderoso Santo fuerte
para salvar al mortal
tuvo que enfrentar la muerte.
 
Y ese sendero de espinas
limpió con bendito amor
y dejó rosas divinas
sin las sombras del dolor.
 
Su santa resurrección
nos trajo la eternidad,
con su hermoso corazón
desbordante de bondad.
 
Por esa alma tan hermosa
cargada de eterna luz,
por tu acción tan generosa
¡Hosanna Padre Jesús!
-
(Cristina Oliveira)
 
Nuevo vídeo y artículo
 
Hay un nuevo vídeo subido al blog
de "Pequeñas Semillitas" en internet
referido al Evangelio de este Domingo.
Para verlo tienes que ir al final de esta página:
 
Hay nuevo material publicado en el blog
"Juan Pablo II inolvidable"
sobre el tema:
Último mensaje pascual de San Juan Pablo II
Puedes acceder en la dirección:
 
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
¿Qué sintió la Virgen María al ver a su Hijo vivo? ¿Qué sintió Magdalena, o Juan, o Pedro? Eso es lo que tenemos que sentir nosotros. Tendríamos que amar a Cristo tanto como ellos. Tanto como para decir, como seguro que dijeron ellos: "Estoy feliz sólo por eso, sólo porque él, que había muerto, ha resucitado. No estoy contento en primer lugar por ser rico, por ser joven, por estar sano y ni siquiera porque me quiere la persona que yo quiero. El principal motivo de mi alegría es que Cristo, que estaba muerto, ha resucitado". Si la resurrección de Cristo debe servir para algo, debe ser ante todo causa de eso: de alegría para mí, como creyente y amigo suyo, porque Él, que había muerto por mí, ha resucitado.
Después, esa resurrección debe ser también un motivo de esperanza. La esperanza en la vida eterna, que tenemos la certeza de que existe precisamente porque Cristo ha vuelto a la vida tras haber conocido la muerte. Motivo, también, de esperanza en la justicia de Dios, de la que podemos estar seguros pues la historia de Cristo nos demuestra que, aunque el mal tiene su poder y gana sus batallas, el bien siempre termina venciendo, siempre tiene la última palabra.
Cristo vive y estoy feliz por ello. Cristo vive y yo puedo tener esperanza, puedo creer en la fuerza del amor, puedo creer que es más fuerte que el odio, que la violencia, que el pecado. No lo olvidemos esta semana de Pascua, pero sobre todo no lo olvidemos nunca, tampoco cuando se esté en las horas oscuras de otro Viernes Santo.
(P. Santiago Martín)
 
Recordando al Padre Natalio
Alegría pascual
El triunfo de Jesús que resucitó glorioso después de su muerte en la cruz, constituye el motivo central de nuestra alegría pascual. La Pascua, celebrada con fe, dará profundidad a tu alegría, porque la esperanza cierta de resucitar con él a la dicha sin fin del Cielo, te alentará a superar pruebas y sacrificios, para ganar una corona de gloria eterna.
 
Gracias, Jesús, porque eres resurrección y vida eterna para todos los que creen en ti. Alabado y bendito seas porque has resucitado lleno de gloria por el poder del Padre. Seas bendito y alabado por siempre, vencedor de la muerte, que me has abierto las puertas del cielo para gozar de la misma vida de Dios. Gracias, Jesús, porque tu resurrección me trae alegría, paz y esperanza. Gracias, Jesús, que me has hecho pasar de la muerte a la vida y me alientas a vivir como resucitado. Gracias, porque vives resucitado en medio de nosotros alentando mi alegría pascual y fortaleciendo mi fe y esperanza. Jesús, que vives para siempre junto al Padre, ayúdame a ser alegre testigo de tu resurrección en medio de los hombres, mis hermanos. Amén.
 
Proclamamos hoy nuestra fe en Cristo muerto y resucitado; proclamamos nuestra esperanza en el hombre redimido y hecho hijo de Dios. Damos testimonio hoy del Amor que nos salva y que alienta en nosotros el amor fraterno. Por todo esto comparto contigo la vivísima alegría de la Pascua, deseándote de corazón, los dones y la gracia de Jesús resucitado. ¡Muy felices Pascuas!
(P. Natalio)
 
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)
 
 
 
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