PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año
20 - Número 6109 ~ Martes 23 de Setiembre de 2025
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
¡Alabado sea Jesucristo!
En el día en que celebramos la memoria del Santo Padre Pío, iniciamos esta
edición describiendo un hecho real de su vida:
El padre Rafael, que fue su Prior de 1933 a 1940, dice: El 10 de junio de
1940 llegó al convento una señora con un hijo de seis años enfermo de
encefalitis. Al día siguiente participó de la misa del padre Pío. Después de la
misa, al verlo pasar para ir a confesar, le presentó a su hijo en brazos toda
llorosa y desconsolada. El padre Pío la miró con compasión, le hizo una señal
de bendición y entró en el confesonario. La pobre madre, un poco decepcionada
pero con fe, se quedó en la iglesia a rezar hasta que el padre terminó de
confesar. Después se retiró ella al albergue donde acostó al niño, que al
momento se quedó dormido. Hacia las 5:30 p.m. el niño se despertó y se levantó
solo totalmente curado. A la mañana siguiente, la madre le agradeció al padre
Pío, que le respondió: “Agradéceselo a la Virgen que te ha dado esta gracia”.
En ese momento estaba presente el doctor Filippo De Capua, pediatra de Foggia,
que vio al niño antes y después de la curación.
La Palabra de Dios
Lecturas del día
- MARTES 25 DEL TIEMPO ORDINARIO -
♡ Primera Lectura: Esdras 6, 7-8. 12. 14-20
♡ Salmo: Sal 121, 1-2. 3-4a. 4b-5
♡ Santo Evangelio: Lc 8,19-21
En aquel tiempo, se presentaron la madre y los hermanos de Jesús donde Él
estaba, pero no podían llegar hasta Él a causa de la gente. Le anunciaron: «Tu
madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren verte». Pero Él les respondió:
«Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la
cumplen».
♡ Comentario:
Hoy leemos un hermoso pasaje del Evangelio. Jesús no ofende para nada a su
Madre, ya que Ella es la primera en escuchar la Palabra de Dios y de Ella nace
Aquel que es la Palabra. Al mismo tiempo es la que más perfectamente cumplió la
voluntad de Dios: «He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra»
(Lc 1,38), responde al ángel en la Anunciación.
Jesús nos dice lo que necesitamos para llegar a ser sus familiares,
también nosotros: «Aquellos que oyen...» (Lc 8,21) y para oír es preciso que
nos acerquemos como sus familiares, que llegaron a donde estaba; pero no podían
acercarse a Él a causa del gentío. Los familiares se esfuerzan por acercarse,
convendría que nos preguntásemos si luchamos y procuramos vencer los obstáculos
que encontramos en el momento de acercarnos a la Palabra de Dios. ¿Dedico
diariamente unos minutos a leer, escuchar y meditar la Sagrada Escritura? Santo
Tomás de Aquino nos recuerda que «es necesario que meditemos continuamente la
Palabra de Dios (...); esta meditación ayuda poderosamente en la lucha contra
el pecado».
Y, finalmente, cumplir la Palabra. No basta con escuchar la Palabra; es
preciso cumplirla si queremos ser miembros de la familia de Dios. ¡Debemos
poner en práctica aquello que nos dice! Por eso será bueno que nos preguntemos
si solamente obedezco cuando lo que se me pide me gusta o es relativamente
fácil, y, por el contrario, si cuando hay que renunciar al bienestar, a la
propia fama, a los bienes materiales o al tiempo disponible para el
descanso..., pongo la Palabra entre paréntesis hasta que vengan tiempos
mejores. Pidamos a la Virgen María que escuchemos como Ella y cumplamos la
Palabra de Dios para andar así por el camino que conduce a la felicidad
duradera.
* Rev. D. Xavier JAUSET i Clivillé (Lleida, España) © Textos de Evangeli.net
Santoral Católico:
San Pío de Pietrelcina
Nació en Pietrelcina
(Benevento, Italia) el año 1887, y en 1903 entró en la Orden Capuchina.
Ordenado de sacerdote en 1910, fue destinado en 1916 al convento de San
Giovanni Rotondo, donde permaneció hasta su muerte, desarrollando una
extraordinaria aventura de taumaturgo y de apóstol del confesonario. Desde 1918
llevó en su cuerpo las llagas del Señor y fue objeto de otros dones divinos
extraordinarios. Se santificó viviendo a fondo en carne propia el misterio de
la cruz de Cristo y cumpliendo en plenitud su vocación de colaborador en la
Redención. Centró su vida pastoral en la dirección espiritual de los fieles, la
reconciliación sacramental de los penitentes y la celebración de la Eucaristía.
Su preocupación por los pobres y los enfermos se materializó en la «Casa de Alivio
del Sufrimiento». Otra iniciativa suya fueron los grupos de oración, que
rápidamente se extendieron por todo el mundo. Murió el 23 de septiembre de 1968
en San Giovanni Rotondo (Apulia). San Juan Pablo II lo beatificó en 1999 y lo
canonizó en 2002.
Oración: Dios
omnipotente y eterno que, con gracia singular concediste al sacerdote san Pío
participar en la cruz de tu Hijo y, por medio de su ministerio, has renovado
las maravillas de tu misericordia, concédenos, por su intercesión, que unidos
constantemente a la pasión de Cristo podamos llegar felizmente a la gloria de
la resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Para más información hacer clic acá.
(Directorio Franciscano – ACI Prensa – Catholic.net)
Palabras del Santo Padre Pío
«Vuestro futuro está dispuesto por Dios con
admirable bondad siempre para bien: sólo os falta resignaros a los que Dios
disponga y bendecir su mano que llama, abraza, acaricia y, si algunas veces
castiga con dureza, lo hace porque es la mano de un padre»
#
«Todo lo podría resumir así: me siento devorado
por el amor a Dios y el amor por el prójimo. Dios está siempre presente en mi
mente, y lo llevo impreso en mi corazón. Nunca lo pierdo de vista: me toca
admirar su belleza, sus sonrisas y sus emociones, su misericordia, su venganza
o más bien el rigor de su justicia»
#
«Esforcémonos, como otras almas elegidas,
siempre en ir tras esta Madre bendita, para caminar siempre a su lado, ya que
no hay otro camino que conduzca a la vida, si no el que tomó nuestra Madre: no
rechacemos esta vía, nosotros que aspiramos llegar al final»
#
«Reza, espera y no te preocupes. La preocupación
es inútil. Dios es misericordioso y escuchará tu oración... La oración es la
mejor arma que tenemos; es la llave al corazón de Dios. Debes hablarle a Jesús,
no solo con tus labios sino con tu corazón. En realidad, en algunas ocasiones
debes hablarle solo con el corazón... »
Tema del día:
Del anecdotario del Padre Pío
¡Cuida por dónde
caminas!
Un hombre fue a San
Giovanni Rotondo para conocer al Padre Pío pero era tal la cantidad de gente
que había que tuvo que volverse sin ni siquiera poder verlo. Mientras se
alejaba del convento sintió el maravilloso perfume que emanaba de los estigmas
del padre y se sintió reconfortado.
Unos meses después,
mientras caminaba por una zona montañosa, sintió nuevamente el mismo perfume.
Se paró y quedó extasiado por unos momentos inhalando el exquisito olor. Cuando
volvió en sí, se dio cuenta que estaba al borde de un precipicio y que si no
hubiera sido por el perfume del padre hubiera seguido caminando... Decidió ir
inmediatamente a San Giovanni Rotondo a agradecer al Padre Pío. Cuando llegó al
convento, el Padre Pío, el cual jamás lo había visto, le gritó sonriendo:-
“¡Hijo mío! ¡Cuida por dónde caminas!”.
Debajo del
colchón
Una señora sufría de tan
terribles jaquecas que decidió poner una foto del Padre Pío debajo de su
almohada con la esperanza de que el dolor desaparecería. Después de varias
semanas el dolor de cabeza persistía y entonces su temperamento italiano la
hizo exclamar fuera de sí: -“Pues mira Padre Pío, como no has querido quitarme
la jaqueca te pondré debajo del colchón como castigo”. Dicho y hecho. Enfadada
puso la fotografía del padre debajo de su colchón.
A los pocos meses fue a
San Giovanni Rotondo a confesarse con el padre. Apenas se arrodilló frente al
confesionario, el padre la miró fijamente y cerró la puertecilla del
confesionario con un soberano golpe. La señora quedó petrificada pues no
esperaba semejante reacción y no pudo articular palabra. A los pocos minutos se
abrió nuevamente la puertecilla del confesionario y el padre le dijo sonriente:
“No te gustó ¿verdad? ¡Pues a mí tampoco me gustó que me pusieras debajo del
colchón!”.
Los consejos del
Padre Pío
Un sacerdote argentino
había oído hablar tanto sobre los consejos del Padre Pío que decidió viajar
desde su país a Italia con el único objeto de que el padre le diera alguna
recomendación útil para su vida espiritual. Llegó a Italia, se confesó con el
padre y se tuvo que volver sin que el padre le diera ningún consejo. El padre
le dio la absolución, lo bendijo y eso fue todo. Llegó a la Argentina tan
desilusionado que se desahogaba contando el episodio a todo el mundo. “No
entiendo por qué el padre no me dijo nada”, decía, “¡y yo que viajé desde la
Argentina sólo para eso!” “-El Padre Pío lee las consciencias y sabía que yo
había ido con la esperanza de que me diera alguna recomendación”, etc., etc.
Así se quejaba una y otra vez hasta que sus fieles le empezaron a preguntar:
“Padre, ¿está seguro que el padre Pío no le dijo nada? ¿No habrá hecho algún
gesto, algo fuera de lo común?”. Entonces el sacerdote se puso a pensar y
finalmente se acordó que el Padre Pío sí había hecho algo un poco extraño. “-Me
dio la bendición final haciendo la señal de la cruz sumamente despacio, tan
despacio que yo pensé: ¿es que no va a acabar nunca?”, contó a sus fieles. “¡He
ahí el consejo!”, le dijeron, “usted la hace tan rápido cuando nos bendice que
más que una cruz parece un garabato”. El sacerdote quedó contentísimo con esta
forma tan original de aconsejar que tenía el Padre Pío.
El vigilante y
los ladrones
“Unos ladrones
merodeaban en mi barrio, en Roma, y esto me impedía ir a visitar al Padre Pío.
Al final me decidí después de haber hecho un pacto mental con él: “Padre, yo
iré a visitarte si tú me cuidas la casa...”.
Una vez en San Giovanni
Rotondo, me confesé con el Padre y al día siguiente, cuando fui a saludarle, me
reprendió: “¿Aún estás aquí? ¡Y yo que estoy sudando para sostenerte la
puerta!”.
Me puse de viaje
inmediatamente, sin haber comprendido qué había querido decirme. Habían forzado
la cerradura, pero en casa no faltaba nada.”
Niños y caramelos
“Hacía tanto tiempo que
no iba a visitar al Padre Pío que me sentía obsesionada por la idea de que se
hubiera olvidado de mí.
Una mañana, después de
haberle confiado, como de costumbre, mi hija bajo su protección, fui a Misa. De
regreso, encontré a la pequeña saboreando un caramelo. Sorprendida le pregunté
quién le había dado el “melito”, como ella llamaba a los caramelitos, y muy
contenta me señaló el retrato del Padre Pío que dominaba sobre el corralito
donde dejaba a la pequeña durante mis breves ausencias.
No di ninguna
importancia al episodio y no pensé más en él.
Después de algún tiempo,
no logrando sacarme de la cabeza la idea de que el Padre Pío se hubiera
olvidado de mí, pude finalmente ir a visitarlo. Inmediatamente después de la
confesión, cuando fui a besarle la mano, me dijo riendo: “...¿también tú
querías un “melito”?”
Un calvo
“No había remedios para
mi cabello que iba desapareciendo de mi cabeza, y sinceramente me disgustaba
quedar calvo. Me dirigí al Padre Pío y le dije: “Padre, ruegue para que no se
me caiga el cabello”.
El Padre en ese momento
bajaba por la escalera del coro. Yo lo miraba ansioso esperando una
contestación. Cuando estuvo cerca de mí cambió el semblante y con una mirada
expresiva señaló a alguien que estaba detrás y me dijo: “Encomiéndate a él”. Me
di vuelta. Detrás había un sacerdote completamente calvo, con una cabeza tan
brillante que parecía un espejo. Todos nos echamos a reír.
El zapatazo
Una vez un paisano del
Padre Pío tenía un fuertísimo dolor de muelas. Como el dolor no lo dejaba
tranquilo su esposa le dijo: “¿Por qué no rezas al Padre Pío para que te quite
el dolor de muelas? Mira aquí está su foto, rézale”. El hombre se enojó y gritó
furibundo: “¿Con el dolor que tengo quieres que me ponga a rezar?”
Inmediatamente cogió un zapato y lo lanzó con todas sus fuerzas contra la foto
del Padre Pío.
Algunos meses más tarde
su esposa lo convenció de irse a confesar con el Padre Pío a San Giovanni
Rotondo. Se arrodilló en el confesionario del Padre y, luego de decir todos los
pecados que se acordaba, el Padre le dijo: “¿Qué más recuerdas?” “Nada más”,
contestó el hombre. “¿Nada más? ¡¿Y qué hay del zapatazo que me diste en plena
cara?!”
El saludo
“grande, grande”
Una hija espiritual del
Padre Pío se había quedado en San Giovanni Rotondo tres semanas con el único
propósito de poder confesarse con él. Al no lograrlo, ya se marchaba para Suiza
profundamente triste, cuando se acordó que el Padre Pío daba todos los días la
bendición desde la ventana de su celda. Se animó con la idea de que por lo
menos recibiría su bendición antes de partir y salió corriendo hacia el
convento. Por el camino iba diciendo para sus adentros: “quiero un saludo
grande, grande, sólo para mí”. Cuando llegó se encontró con que la gente se
había marchado pues el Padre había dado ya su bendición, los había saludado a
todos agitando su pañuelo desde su ventana y se había retirado a descansar. Un
grupo de mujeres que rezaban el Rosario se lo confirmaron. Era inútil esperar.
La señora no se desanimó por eso y se arrodilló con las demás mujeres diciendo
para sí: “no importa, yo quiero un saludo grande, grande, sólo para mí”. A los
pocos minutos se abrió la ventana de la celda del Padre y éste, luego de dar
nuevamente su bendición, se puso a agitar una sábana a modo de saludo en vez de
usar su pañuelo. Todos se echaron a reír y una mujer comentó: “-¡Miren, el
padre se ha vuelto loco!”. La hija espiritual del padre comenzó a llorar
emocionada. Sabía que era el saludo “grande, grande” que había pedido para sí.
Un niño y los
caramelos
Un niño, hijo de un
guardia civil, deseaba tener un trenecito eléctrico desde hacía mucho tiempo.
Acercándose la fiesta de Reyes, se dirigió a un retrato del Padre Pío colgado
en la pared, y le hizo esta promesa: “Oye, Padre Pío, si haces que me regalen un
trenecito eléctrico, yo te llevaré un paquete de caramelos”.
El día de los Santos
Reyes el niño recibió el trenecito tan deseado.
Pasado algún tiempo, el
niño fue con su tía a San Giovanni Rotondo. El padre Pío, paternal y sonriente,
le preguntó: “-Y los caramelos, ¿dónde están?”
¡Por dos higos!
Una señora devota del
Padre Pío comió un día un par de higos de más. Asaltada por los escrúpulos,
pues le parecía que había cometido un pecado de gula, prometió que iría en
cuánto pudiera a confesarse con el Padre Pío. Al tiempo se dirigió a San
Giovanni Rotondo y al final de la confesión le dijo al padre muy preocupada:
“Padre, tengo la sensación de que me estoy olvidando de algún pecado, quizá sea
algo grave”. El Padre le dijo: “No se preocupe más. No vale la pena. ¡Por dos
higos!”.
.
(Web Católico de Javier)
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
Un
día un hombre salió de la iglesia, después de haberse confesado con el Padre
Pío, y se puso a gritar, loco de alegría, a todas las personas que se le
acercaban: "Hacía 35 años que no entraba en una iglesia. Sí, 35 años que
no quería saber nada ni de Dios ni de la Virgen ni de los santos. ¡Llevaba una
vida de infierno! Un día una persona me dijo: ¡Vaya a San Giovanni Rotondo y
verá! Solté la carcajada y contesté: “Si usted cree que ese cura me va a
convencer, está muy equivocada”. Pero esta idea no me dejó en paz. Era como una
perforadora que escarbaba dentro de mí. Finalmente, no pudiendo más, me dije:
“¿Por qué no ir? Así acabaré con esta obsesión”. Llegué anoche. No había lugar
para uno como yo, acostumbrado a las comodidades. Pasé la noche pensando en mis
pecados y sudando abundantemente. A las dos de la madrugada, se oyen varios
despertadores.
Me
levanté con todos los demás; pero blasfemando contra todos. No obstante, me
dirigí a la iglesia. No entendía lo que me pasaba por dentro. Esperé como los
demás y entré como los demás. Asistí a la Misa del Padre Pío. ¡Qué Misa! Me
mordía los labios, me defendía... pero no tenía nada que hacer, comenzaba a
perder terreno. La cabeza me estaba explotando. Después de la Misa seguí a los
hombres que iban a la sacristía como un autómata. Al entrar, el Padre Pío vino
a mi encuentro y me dijo: “¿No sientes en la cabeza la mano de Dios?” Yo
contesté: “Confiéseme, padre”. Apenas me había arrodillado, sentí la cabeza
vacía como una olla. Me era imposible recordar mis pecados. El padre esperó un
poco y luego me dijo: “Ánimo, hijo, ¿no me dijiste todo durante la Misa?
¡Ánimo!” ¡Y me dijo todos mis pecados! Yo le contestaba solamente “Sí”. ¡Ahora
me siento limpio como un niño! ¡Ahora me siento feliz!"
🌸
En
una ocasión un hombre, relacionado con una organización criminal, había
decidido matar a su esposa. Para hacer creer que se trataba de un suicidio,
pensó acompañarla a San Giovanni Rotondo, simulando amor y fe. Era un ateo, que
no creía ni en Dios ni en el diablo. Aprovechando el viaje, entró en la
sacristía donde confesaba el Padre Pío para ver este "típico fenómeno de
histerismo". Apenas el Padre Pío lo ve, se le acerca, lo aferra del brazo
y le grita: “¡Fuera, fuera, fuera! ¿No sabes que te está prohibido mancharte
las manos de sangre? ¡Vete!”
Todos
los presentes quedaron aturdidos. Enloquecido, el pobre infeliz huyó, como si
le hubiera caído fuego encima. ¿Qué pasó en la noche? Sólo Dios lo sabe y el
Padre Pío. La mañana siguiente el hombre estaba a los pies del Padre Pío, que
lo recibió con amor, lo confesó, le dio la absolución y luego lo abrazó
tiernamente. Antes de que se retirara, le dijo: "Tú siempre has deseado
tener hijos, ¿no es verdad?” El hombre lo miró sorprendido, y luego contestó:
"Sí, y mucho"
"Bien,
ahora no ofendas más al Señor y tendrás un hijo". Un año después,
retornaron los dos esposos para que les bautizara al hijo.
🌸
Si el Santo Padre Pío pidió rezarle a la Virgen todas las tardes, para
llegar al Paraíso más fácilmente, se debe a que María es la Reina de los
Ángeles, quienes, bajo su mando, tienen el poder de perseguir y reprimir a los
demonios que afligen al hombre. Y, para vencer a sus enemigos, a través de
ellos, Ella intercede por los pecadores para que se vuelvan hacia su Hijo.
Para el Santo Padre Pío, los ángeles eran una realidad concreta. Él
siempre estuvo en conexión directa con ellos. Gracias a su fe absoluta en la
Madre de Dios, mantuvo esta conexión rezando el Rosario constantemente,
estrechando su Rosario entre sus manos, como un arma poderosa. ¡Esta arma lo
haría ganar y obtener todo! Le prometió a la Virgen rezarlo siempre…
El Santo Padre Pio enseñó: "Reza el Rosario, rézalo todo el tiempo y
cuantas veces puedas".
Un año con María
Setiembre 23: La suerte
Beocio decía que “si quieres ser feliz, no bases tu
felicidad en unos cimientos tan frágiles como los de la suerte”, el problema es
pensar que la buena suerte dura para siempre.
Recuerda el pasaje de la Anunciación: aparece la
libertad y Dios te incita siempre a vivir en la libertad, porque desde esa
libertad, uno elige a Dios. La base de tu felicidad no va por la suerte sino
por tu entrega a Dios en cada cosa que emprendes libremente. Como lo hizo y lo
hace María.
(PADRE LUIS ZAZANO)
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)
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