domingo, 14 de septiembre de 2025

Pequeñas Semillitas 6100

PEQUEÑAS SEMILLITAS
 
Año 20 - Número 6100 ~ Domingo 14 de Setiembre de 2025
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
¡Alabado sea Jesucristo!
En este día la Iglesia celebra la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. Era el 14 de Septiembre del año 320, cuando santa Elena, la madre del emperador Constantino, después de esfuerzos y trabajos, encontró la verdadera Cruz donde Jesús había muerto. Desde ese momento se vivió una gran devoción en la nueva basílica del santo Sepulcro, que santa Elena mandó construir.
La Cruz es para nosotros un recordatorio de una promesa que Dios hizo por amor a nosotros y que se cumplió cuando "el Hijo del Hombre fue levantado". Aún no hemos terminado nuestras caminatas individuales por el desierto y probablemente habrá muchos tropiezos antes de que nuestra travesía concluya. Mientras tanto, no perdamos la esperanza al afrontar nuestras deficiencias y el camino que aún nos queda por delante. Para no desanimarnos y temer abandonar el camino, miramos a la Cruz y la promesa de ayuda continua que nos ofrece. Dios nos ha dado signos concretos de su amor: en Jesús, el Verbo hecho carne, y en la Cruz que abrazó por nosotros.
 
La Palabra de Dios
Lecturas del día
- FIESTA DE LA EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ -
Primera Lectura: Números 21, 4-9
 
Salmo: Sal 77, 1-2. 34-35. 36-37. 38
 
Segunda Lectura: Filipenses 2, 6-11
 
Santo Evangelio: Jn 3,13-17
En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: «Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él».
 
Comentario:
Hoy, el Evangelio es una profecía, es decir, una mirada en el espejo de la realidad que nos introduce en su verdad más allá de lo que nos dicen nuestros sentidos: la Cruz, la Santa Cruz de Jesucristo, es el Trono del Salvador. Por esto, Jesús afirma que «tiene que ser levantado el Hijo del hombre» (Jn 3,14).
Bien sabemos que la cruz era el suplicio más atroz y vergonzoso de su tiempo. Exaltar la Santa Cruz no dejaría de ser un cinismo si no fuera porque allí cuelga el Crucificado. La cruz, sin el Redentor, es puro cinismo; con el Hijo del Hombre es el nuevo árbol de la Sabiduría. Jesucristo, «ofreciéndose libremente a la pasión» de la Cruz ha abierto el sentido y el destino de nuestro vivir: subir con Él a la Santa Cruz para abrir los brazos y el corazón al Don de Dios, en un intercambio admirable. También aquí nos conviene escuchar la voz del Padre desde el cielo: «Éste es mi Hijo (...), en quien me he complacido» (Mc 1,11). Encontrarnos crucificados con Jesús y resucitar con Él: ¡he aquí el porqué de todo! ¡Hay esperanza, hay sentido, hay eternidad, hay vida! No estamos locos los cristianos cuando en la Vigilia Pascual, de manera solemne, es decir, en el Pregón pascual, cantamos alabanza del pecado original: «¡Oh!, feliz culpa, que nos has merecido tan gran Redentor», que con su dolor ha impreso “sentido” al dolor.
«Mirad el árbol de la cruz, donde colgó el Salvador del mundo: venid y adorémosle» (Liturgia del Viernes Santo). Si conseguimos superar el escándalo y la locura de Cristo crucificado, no hay más que adorarlo y agradecerle su Don. Y buscar decididamente la Santa Cruz en nuestra vida, para llenarnos de la certeza de que, «por Él, con Él y en Él», nuestra donación será transformada, en manos del Padre, por el Espíritu Santo, en vida eterna: «Derramada por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados».
* Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España) © Textos de Evangeli.net 
 
Santoral Católico:
La Exaltación de la Santa Cruz
Para la Iglesia es una fiesta del Señor, en la que celebramos el misterio de la cruz, la obra realizada por Cristo en ella. Por ello en la liturgia "prevalece" sobre el domingo 24 del Tiempo Ordinario. La imagen predominante es la de Jesús elevado en la cruz, que marca profundamente la vida y espiritualidad de los cristianos. Según la tradición, hoy es el aniversario del hallazgo de la santa Cruz (14 de septiembre del 320, por Santa Elena, madre del emperador Constantino) y de la dedicación de la basílica constantiniana levantada en el mismo lugar de la crucifixión del Señor. Cada año se celebraban en Jerusalén solemnes ceremonias que culminaban con la elevación del sagrado leño para que lo contemplase y adorase la multitud de fieles que se congregaba. En mayo del 614, Cosroas, rey de los persas, saqueó Jerusalén y se llevó la cruz a su país. Pero el emperador Heraclio derrotó a los persas, recuperó la cruz y la entregó solemnemente al patriarca de Jerusalén el 3 de mayo del 630. Esta recuperación llenó de entusiasmo a la Iglesia y particularmente a los latinos, que no tardaron en celebrar la fiesta de la santa Cruz en esta última fecha.
Oración: Señor, Dios nuestro, que has querido realizar la salvación de todos los hombres por medio de tu Hijo, muerto en la cruz, concédenos, te rogamos, a quienes hemos conocido en la tierra este misterio, alcanzar en el cielo los premios de la redención. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Para más información hacer clic acá.
(Directorio Franciscano – ACI Prensa – Catholic.net)
 
Pensamiento del día
pero Cristo está en la Cruz, y para subir a la Cruz
hay que tener el corazón libre,
desasido de las cosas de la tierra»
(SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ)
 
Predicación del Evangelio:
La Exaltación de la Santa Cruz
En esta Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, debemos estar en guardia antes dos tentaciones que se pueden presentar cuando nos encontramos ante de la Cruz de Cristo: pensar en un Cristo sin cruz y pensar en una cruz sin Cristo.
 
La Liturgia nos habla de la Cruz como de un árbol noble y fiel. No siempre es fácil entender la cruz. Solo con la contemplación se puede avanzar en ese misterio de amor. Y Jesús, cuando quiere explicárselo a Nicodemo, como recuerda el Evangelio de hoy, usa dos verbos “subir” y “bajar”: Jesús que baja del Cielo para llevarnos a todos a subir al Cielo. Ese es el misterio de la cruz.
 
Explica San Pablo que Jesús se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Esa es la bajada de Jesús: hasta lo hondo, hasta la humillación, se vació a sí mismo por amor, y por eso Dios lo exaltó y lo hizo subir. Solo si logramos entender esta bajada hasta el final, podemos comprender la salvación que nos ofrece este misterio de amor.
 
Pero no es fácil, porque siempre están las tentaciones de considerar una mitad y no la otra. Tan es así que San Pablo empleó palabras fuertes con los Gálatas cuando cedieron a la tentación de no entrar en el misterio de amor, sino de explicarlo. Como la serpiente había encantado a Eva y en el desierto había envenenado a los israelitas, así fueron encantados por la ilusión de un Cristo sin cruz o de una cruz sin Cristo. Esas son las dos tentaciones que debemos evitar. La primera es la de un Cristo sin cruz, es decir, hacer de él un maestro espiritual, que te lleva adelante tranquilo. Un Cristo sin cruz, que no es el Señor: es un maestro, nada más.
 
Quizá era lo que, sin saberlo, buscaba Nicodemo. Es una de las tentaciones. Sí, ¡Jesús, qué buen maestro!, pero… sin cruz. ¿Quién os ha encantado con esa imagen? ¡La rabia de Pablo! Presentan a Jesucristo, pero no crucificado. 
 
La otra tentación es la cruz sin Cristo, la angustia de permanecer abajo, hundidos, con el peso del pecado, sin esperanza. Es una especie de “masoquismo espiritual”. Solo la cruz, pero sin esperanza, sin Cristo. La cruz sin Cristo sería entonces un misterio de tragedia, como las tragedias paganas. Pero la cruz es un misterio de amor, la cruz es fiel, la cruz es noble.
 
Hoy podemos tomarnos unos minutos y que cada uno se pregunte: ¿Cristo crucificado, es para mí un misterio de amor? ¿Yo sigo a Jesús sin cruz, a un maestro espiritual que llena de consuelo, de buenos consejos? ¿Sigo la cruz sin Jesús, siempre quejándome, con ese masoquismo del espíritu? ¿Me dejo llevar por ese misterio del abajamiento, vacío total y alzamiento del Señor?
 
Pidamos al Señor que nos conceda la gracia, no digo de comprender, sino de entrar en ese misterio de amor. Luego, con el corazón, con la mente, con el cuerpo, con todo, comprenderemos algo.
.
(Papa Francisco  - Imagen de Vatican News)
 
Agradecimientos
Imaginemos que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.
 
💕 Desde cada rincón de la cristiandad, damos gracias a Dios por el cumpleaños número 70 que hoy celebra el Papa León XIV, pidiendo para él mucha salud y todos los dones del Espíritu Santo que lo acompañen en la difícil misión que Jesús le ha encomendado.
 
💕 Desde Córdoba, Argentina, damos gracias a Dios por la recuperación de nuestro amigo y compañero de parroquia Germán D., que hace una semana estuvo internado en terapia intensiva por un episodio de TEPA (tromboembolismo pulmonar agudo) y ya está en su casa, recuperándose, y por cierto con continuidad de tratamiento y controles.
 
Oremos: Bendito seas, Dios mío, porque a pesar de ser yo indigno de toda ayuda, tu generosidad e infinita bondad nunca dejan de otorgar el bien aún a los ingratos y a los que se han apartado de ti. Conviértenos a ti, para que seamos agradecidos, humildes y piadosos, pues Tú eres nuestra salud, nuestra fortaleza y nuestra salvación.
 
Meditación dominical del P. Santiago Martín 
El amor de Dios se manifiesta continuamente y de muchas maneras, pero la encarnación, suplicio, muerte y resurrección de Cristo, junto con su presencia en la Eucaristía, es la demostración suprema e insuperable de ese amor. Ver a Cristo crucificado nos atrae y, al atraernos, nos toca el corazón y así surge en nosotros el agradecimiento, el deseo de amar cada día más a quien nos ha amado tanto. La cruz, con el Crucificado clavado en ella, es la prueba de un amor infinito que supera con creces cualquier otro don que pudiéramos recibir de Dios: dinero, trabajo, salud… No entendemos muchas veces el silencio de Dios, pero ese es en realidad un silencio roto por el Cristo crucificado. Al verle debemos exclamar: no entiendo por qué permites que esto o lo otro me suceda, pero no dudo de tu amor por mí, porque más valioso que este milagro que te pido es el hecho de que Tú hayas muerto por mí para perdonar mis pecados y abrirme las puertas del cielo.
Y si esto nos sucede con Cristo, también puede pasarle a los demás, no sólo viéndole a Él crucificado, sino viéndonos a nosotros mismos cuando estamos sufriendo y, a pesar de eso, no nos desesperamos, no nos amargamos, no nos alejamos de Él y es de Él de quien sacamos las fuerzas para seguir luchando, para perdonar, para volver a empezar, para amar incluso a quien no se lo merece porque nos ha hecho o nos está haciendo daño. De ese modo, nuestro sufrimiento se puede convertir en un testimonio que atraiga, no hacia nosotros, sino hacia Cristo, porque, como dijo San Pablo: “Todo lo puedo en aquel que me conforta”. Este es el mejor ejemplo que podemos dar a los de nuestra familia cuando están lejos de Dios.
 
Un año con María
Setiembre 14: Religar
Cuando hablamos de religión, no caigamos en el reduccionismo del mero cumplimiento de normas, porque es una relación con un Dios que me ama y me puedo acercar a Él. Un Dios vivo que me ama y me puedo acercar a Él. Un Dios vivo que no se detiene en mi pasado sino que se preocupa por mi futuro. Cuando contemplamos a María como Madre de la Iglesia comprendemos que vivió una relación con Dios personal. Estamos invitados a vivir con la Iglesia y en la Iglesia, como familia viva, en la que nos relacionamos en el amor de Dios.
(PADRE LUIS ZAZANO)
 
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)
 
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