jueves, 12 de septiembre de 2024

Pequeñas Semillitas 5753

PEQUEÑAS SEMILLITAS
 
Año 19 - Número 5753 ~ Jueves 12 de Setiembre de 2024
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
¡Alabado sea Jesucristo!
La lucha será cada vez mayor. La lucha entre el Bien y el Mal irá recrudeciendo cada vez más, porque una parte de los hombres se santifica más, y otra parte de ellos, la mayoría, se hace cada vez más malvada. Ya lo dice el Apocalipsis: “Que el santo se santifique más, y el pecador siga pecando más todavía. Vuelvo pronto”. Cada día que pasa, el Mal descubre más su rostro y ya actúa a cara descubierta, sin disfrazarse. Es que el demonio sabe que le va quedando poco tiempo y que será vencido por Cristo y su Madre, entonces redobla su astucia y maldad. Él se está haciendo cada vez más agresivo porque ve que va perdiendo su poder, entonces causa accidentes, destruye familias y actúa con violencia. Y no debemos esperar que esto mejore, sino que el diablo irá perdiendo poder y entonces usará toda su potencia para destruir todo lo que pueda, no solo las almas sino también el planeta y el mundo. Pero el vencedor será Jesús, que por medio de su Madre aplastará nuevamente la cabeza de la serpiente infernal. Vienen tiempos difíciles, y esto no es para que nos amedrentemos sino para que tomemos las precauciones necesarias al respecto, es decir, para que oremos más y preparemos nuestro ánimo a la batalla que se nos acerca. ¡Ven Señor Jesús!
 
La Palabra de Dios
Lecturas del día
Primera Lectura: 1 Cor 8, 1-13
 
Salmo: Sal 138, 1b-3. 13-14ab. 23-24
 
Santo Evangelio: Lc 6,27-38
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames. Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que les aman. Si hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito tenéis? ¡También los pecadores hacen otro tanto! Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo correspondiente. Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque Él es bueno con los ingratos y los perversos.
»Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en vuestro regazo. Porque con la medida con que midáis se os medirá».
 
Comentario:
Hoy, en el Evangelio, el Señor nos pide por dos veces que amemos a los enemigos. Y seguidamente da tres concreciones positivas de este mandato: haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Es un mandato que parece difícil de cumplir: ¿cómo podemos amar a quienes no nos aman? Es más, ¿cómo podemos amar a quienes sabemos cierto que nos quieren mal? Llegar a amar de este modo es un don de Dios, pero es preciso que estemos abiertos a él. Bien mirado, amar a los enemigos es lo más sabio humanamente hablando: el enemigo amado se verá desarmado; amarlo puede ser la condición de posibilidad para que deje de ser enemigo. En la misma línea, Jesús continúa diciendo: «Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra» (Lc 6,29). Podría parecer un exceso de mansedumbre. Ahora bien, ¿qué hizo Jesús al ser abofeteado en su pasión? Ciertamente no contraatacó, pero respondió con una firmeza tal, llena de caridad, que debió hacer reflexionar a aquel siervo airado: «Si he hablado mal, di en qué, pero si he hablado como es debido, ¿por qué me pegas?» (Jn 18,22-23).
En todas las religiones hay una máxima de oro: «No hagas a nadie lo que no quieres que te hagan a ti». Jesús es el único que la formula en positivo: «Lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente» (Lc 6,31). Esta regla de oro es el fundamento de toda la moral. Comentando este versículo, nos alecciona san Juan Crisóstomo: «Todavía hay más, porque Jesús no dijo únicamente: ‘desead todo bien para los demás’, sino ‘haced el bien a los demás’»; por eso, la máxima de oro propuesta por Jesús no se puede quedar en un mero deseo, sino que debe traducirse en obras.
* Rev. D. Jaume AYMAR i Ragolta (Badalona, Barcelona, España) © Textos de Evangeli.net
 
Santoral Católico:
El Santísimo Nombre de María
El evangelista san Lucas, en la escena de la Anunciación, escribe: «Y el nombre de la Virgen era María». Benedicto XVI decía el 12 de septiembre de 2006: «Celebramos hoy la fiesta del "Nombre de María". A quienes llevan este nombre -mi madre y mi hermana lo llevaban- quisiera expresarles mi más cordial felicitación por su onomástico. María, la Madre del Señor, recibió del pueblo fiel el título de "Abogada", pues es nuestra abogada ante Dios. Desde las bodas de Caná la conocemos como la mujer benigna, llena de solicitud materna y de amor, la mujer que percibe las necesidades ajenas y, para ayudar, las lleva ante el Señor. Hemos escuchado en el evangelio cómo el Señor la entrega como Madre al discípulo predilecto y, en él, a todos nosotros. En todas las épocas los cristianos han acogido con gratitud este testamento de Jesús, y junto a la Madre han encontrado siempre la seguridad y la confiada esperanza que nos llenan de gozo en Dios y en nuestra fe en él. Acojamos también nosotros a María como la estrella de nuestra vida, que nos introduce en la gran familia de Dios. Sí, el que cree nunca está solo».
Oración: Te pedimos, Dios Todopoderoso, que a cuantos celebramos el nombre glorioso de santa María Virgen, ella nos consiga los beneficios de tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Para más información hacer clic acá.
(Directorio Franciscano – ACI Prensa – Catholic.net)
 
Pensamiento del día
«El nombre de María es nombre de salvación para los regenerados, señal de todas las virtudes, honra de castidad; es el sacrificio agradable a Dios; es la virtud de la hospitalidad; es la escuela de santidad; es, por fin, un nombre completamente maternal»
(SAN PEDRO CRISÓLOGO)
 
Historias:
Ozanam, Ampère y el Rosario
El beato Federico Ozanam, fundador de las famosas Conferencias de San Vicente de Paúl, nos dice que reafirmó su fe al ver a un gran hombre en oración. A la edad de 19 años, el famoso escritor, Federico Ozanam, fue enviado por sus padres a estudiar a la Universidad de París. Durante su estancia allí, tuvo la gran suerte de encontrar al gran científico Andrés Ampère.
 
«Un día, cuenta Ozanam , triste y abrumado de problemas entré en la iglesia de San Esteban para sobreponerme y levantar el ánimo. La iglesia estaba en silencio y casi vacía. Arrodillado humildemente delante del altar, estaba un hombre sumergido en la oración del Rosario. Acercándome, pude reconocer a Ampère . Después de contemplarle unos momentos me retiré, profundamente conmovido y más cerca de Dios»
 
El científico matemático y físico, de fama mundial, André-Marie Ampère, descubridor del electromagnetismo, fortalecía su alma en la oración. El joven estudiante aprendió, con este admirable ejemplo, cómo luchar contra los ataques de las pasiones. Sorprendido por esta muestra de fe, Ozanam reafirmó su fe al ver a Ampère rezar el Rosario, y fue un hombre de fe profunda que llenó el mundo con su amor.
 
Ozanam solía decir que el Rosario de Ampère le había movido y convencido más que mil sermones.
 
Federico Ozanam nació en Milán el 23 de abril de 1813 y falleció en Marsella el 8 de septiembre de 1853. Fue un personaje de fe viva y profunda, fue una extraordinaria figura del laicado católico.
 
Esposo y padre de una hija, su corta vida estuvo llena de oración, acción y compromiso cristiano, atrayendo y congregando a jóvenes dispuestos a enfrentarse a quienes pretendían enseñarles en la escuela y en la universidad doctrinas anticristianas.
 
Sentó las bases del nuevo pensamiento social defendiendo la justicia en las relaciones laborales y humanas, condenando la esclavitud y rechazando las enormes diferencias entre ricos y pobres. Su obra tendió a sustituir la limosna por la justicia social.
 
En 1833 y con el único objetivo de evangelizar a través de una actuación personal con los necesitados, se crea la Conferencia de la Caridad. Poco después esta conferencia y otras que fueron surgiendo, bajo la protección de la Virgen y el patronazgo de San Vicente de Paúl, dan origen a la Sociedad de San Vicente de Paúl, institución laica al servicio de los pobres.
 
Es considerado uno de los precursores de la democracia cristiana, al haber usado en 1830, dicho concepto "He creído y creo aun, en la posibilidad de la Democracia Cristiana; más aún, no creo en otra cosa, tratándose de política". Ozanam hace un estudio profundo en relación con la Democracia y el Cristianismo ya que le preocupaba la indiferencia de los católicos para incorporarse a la lucha política (Hay que tomar en cuenta que para ese entonces lo democrático era visto como un sinónimo de anticlericalismo, de ateísmo militante y de seudo liberalismo en Francia). Planteó que no sólo la caridad era necesaria sino que era urgente la institucionalidad, acompañada de un nuevo factor: la democracia. A raíz de sus estudios, Ozanam fundó un movimiento político el cual tuvo corta actuación debido al golpe de estado que llevó a Luis Napoleón al gobierno en 1851.
 
Murió muy joven, pero un siglo y medio más tarde siguen vivos sus planteamientos sociales y su testimonio evangélico. Su vida la podemos resumir en tres palabras: oración, trabajo y entrega, tres principios permanentes en la concepción del cristianismo que Ozanam supo vivir y transmitir.
 
El 22 de agosto de 1997 fue beatificado por Juan Pablo II en la catedral de Notre Dâme en París.
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(Tomado del Web Católico de Javier)
 
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
Con las desgracias que suceden en el mundo nos lamentamos y entristecemos. Pero hay que reconocer que no tenemos la justa visión de las cosas, la visión de la fe, que nos hace ver la verdad. Porque si pensamos que la pérdida de un alma en el Infierno es mayor mal que todas las desgracias y catástrofes de todos los mundos desde la creación del universo, entonces sí que abrimos los ojos para comprender que lo que realmente es malo es perderse para siempre en el Infierno.
Hoy la muerte se toma como algo muy trágico, olvidando que la muerte sólo es trágica para quien sale de este mundo en pecado mortal, porque para los demás es el paso a la felicidad del Cielo o a la purificación del Purgatorio.
No entendemos bien qué quiere decir que un alma esté padeciendo tormentos inimaginables por toda la eternidad. Por eso el Señor dice que un alma que se va al Infierno es mayor mal que todos los males de todas clases ocurridos en la Tierra desde el principio del mundo.
Pensemos en estas cosas y veamos los fenómenos naturales y catástrofes que suceden en el mundo como llamados de Dios para vivir una vida más santa, aprovechando el tiempo que nos queda y escarmentando en cabeza ajena, para tomar el camino justo que nos lleve a la salvación, a evitar el Infierno.
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En la alegría como en la tristeza, Santa Celia Martin (madre de Santa Teresa del Niño Jesús), -nacida en 1831, falleció en 1877, fue canonizada el 18 de octubre de 2015 por el Papa Francisco- se dirigió a María, la “Virgen de la Sonrisa”. Ella sabía que la Madre de Dios acompaña cada evento familiar, que ella sana, consuela y sostiene a los que la invocan cuando llegan pruebas graves como el cáncer.
Cuando Celia descubre su enfermedad, después del impacto de la noticia decide entrar progresivamente en el abandono. Esposa y madre, vive esta prueba como una ocasión extraordinaria de la renovación interior. Cada instante la acerca cada vez más a Jesús.
A lo largo de su enfermedad se confió a la intercesión de Nuestra Señora. Irá a Lourdes a confiarle su salud. De regreso comprendiendo que la fecundidad de su vida es entrar en la vía de una oblación aún más total al Padre, Celia experimenta una alegría auténtica, la verdadera felicidad. Sus días van a iluminar a aquellos que la rodean y la luz del Cielo tomará el lugar de la noche. Santa Celia puede convertirse, para aquel que se ve afectado por la enfermedad, en una amiga y una ayuda preciosa para vivir el tiempo de la prueba con Jesús y María.
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Cuando alegras a los demás, no tienes manera de evitar sentir alegría.
Enseñando a los demás, no puedes dejar de aprender, de manera profunda y sustancial.
No puedes forzar a nadie a comprenderte. Sin embargo intentando sinceramente comprender, lograrás ser comprendido.
La mejor manera de lograr que tu punto de vista sea aceptado no es gritando.
Es escuchando como sabrás de qué manera hablar más efectiva y convincentemente.
La mejor manera de ayudarte a ti mismo es ayudando a los demás.
Esa hermosa paradoja es la base de la civilización en su forma más maravillosa.
Cuanto más positivamente afecte tu vida a los demás, más brillantemente se reflejará a su vez en ti.
Si te sientes un poquito deprimido, ofrece tu bondad, tu cuidado, tu tiempo y tu atención a alguien.
Y haciéndolo levantarás, como mínimo, a dos personas.
 
Extractos de cartas del Padre Pío
(Recopilación: P. Gianluigi Pasquale en “365 días con el Padre Pío”)
12 de setiembre
Santidad, aprovecho Vuestro encuentro con los padres Capitulares para unirme espiritualmente a mis hermanos y depositar humildemente a Vuestros pies mi obsequio afectuoso y mi total devoción a Su Augusta Persona, en un acto de fe, amor y obediencia a la dignidad de aquel a quien representáis en la tierra. La Orden de los Capuchinos ha estado siempre en primera línea en el amor, la fidelidad, la obediencia y la devoción a la Sede Apostólica; pido al Señor que permanezca siempre así y que continúe en su tradición de seriedad y austeridad religiosa, pobreza evangélica, observancia fiel de la Regla y de las constituciones, aun cuando tenga que renovarse en la vitalidad y en el espíritu interior, siguiendo las directrices del concilio Vaticano II, para estar cada vez más dispuestos a remediar las necesidades de la madre Iglesia, secundando las indicaciones de Vuestra Santidad.
Sé que Vuestro corazón sufre mucho en estos días por la suerte que corre la Iglesia, por la paz del mundo, por las muchas necesidades de las naciones; pero, sobre todo, por la falta de obediencia de algunos, incluso católicos, a las altas enseñanzas que Vos, asistido por el Espíritu Santo, nos dais en nombre de Dios.
Os ofrezco mi oración y mi sufrimiento de cada día, como sencillo pero sincero recuerdo del último de Vuestros hijos, a fin de que el Señor Os conforte con su gracia para continuar el recto y fatigoso camino, en la defensa de la verdad eterna, que nunca cambia con el mudar de los tiempos.
Os agradezco, también en nombre de mis hijos espirituales y de los «Grupos de oración», la palabra clara y definitiva que habéis dicho, especialmente en la última encíclica Humanae vitae; y reafirmo mi fe y mi obediencia incondicional a Vuestras iluminadas orientaciones.
Quiera el Señor conceder el triunfo a la verdad, la paz a su Iglesia, la tranquilidad a las naciones de la tierra, salud y prosperidad a Vuestra Santidad, para que, disipadas estas nubes pasajeras, el reino de Dios triunfe en todos los corazones, gracias a Vuestra acción apostólica de supremo Pastor de toda la cristiandad.
(12 de septiembre de 1968, al papa Pablo VI, Ep. IV, 12)
 
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)
 
 
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