PEQUEÑAS SEMILLITAS Año
17 - Número 5147 ~ Domingo 6 de Noviembre de 2022Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina) ¡Alabado sea Jesucristo!
El Evangelio de hoy nos narra la escena de la discusión de Cristo con los
saduceos, que eran materialistas y no creían en la resurrección de los muertos.
En otros sitios del Evangelio se nos habla también de la resurrección de los
muertos. Así pues San Mateo nos escenifica la escena del juicio final, después
de la resurrección de los muertos, donde los de la izquierda son lanzados al
infierno y los de la derecha recibidos en la gloria eterna.
También San Juan, hablando de la Eucaristía, nos trasmite la promesa de
Jesucristo a los que comulgan: «Yo los resucitaré en el último día».
Por eso la resurrección final es dogma de fe. Además está definido en el
Concilio Lateranense IV. En opinión de los teólogos, resucitaremos en la
plenitud de la vida, con cuerpo glorioso. En la resurrección tendremos identidad de persona,
seremos nosotros mismos, pero no identidad de materia.
La Palabra de Dios Lecturas del día ♡ Primera Lectura: 2Mac 7,1-2.9-14
♡ Salmo: Sal 16,1.5-6.8.15
♡ Segunda Lectura: 2Tes 2,16—3,5
♡ Santo Evangelio: Lc 20,27-38
En aquel tiempo, acercándose algunos de los saduceos, esos que sostienen
que no hay resurrección, le preguntaron: «Maestro, Moisés nos dejó escrito que
si muere el hermano de alguno, que estaba casado y no tenía hijos, que su
hermano tome a la mujer para dar descendencia a su hermano. Eran siete
hermanos; habiendo tomado mujer el primero, murió sin hijos; y la tomó el
segundo, luego el tercero; del mismo modo los siete murieron también sin dejar
hijos. Finalmente, también murió la mujer. Ésta, pues, ¿de cuál de ellos será
mujer en la resurrección? Porque los siete la tuvieron por mujer».
Jesús les dijo: «Los hijos de este mundo toman mujer o marido; pero los
que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de
entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, ni pueden ya morir,
porque son como ángeles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección.
Y que los muertos resucitan lo ha indicado también Moisés en lo de la zarza,
cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.
No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para Él todos viven».
♡ Comentario:
Hoy, Jesús hace una clara afirmación de la resurrección y de la vida
eterna. Los saduceos ponían en duda, o peor todavía, ridiculizaban la creencia
en la vida eterna después de la muerte, que —en cambio— era defendida por los
fariseos y lo es también por nosotros.
La pregunta que hacen los saduceos a Jesús «¿de cuál de ellos será mujer
en la resurrección? Porque los siete la tuvieron por mujer» (Lc 20,33) deja
entrever una mentalidad jurídica de posesión, una reivindicación del derecho de
propiedad sobre una persona. Además, la trampa que ponen a Jesús muestra un
equívoco que todavía existe hoy; imaginar la vida eterna como una prolongación,
después de la muerte, de la existencia terrenal. El cielo consistiría en la
transposición de las cosas bonitas que ahora gozamos.
Una cosa es creer en la vida eterna y otra es imaginarse cómo será. El
misterio que no está rodeado de respeto y discreción, peligra ser banalizado
por la curiosidad y, finalmente, ridiculizado.
La respuesta de Jesús tiene dos partes. En la primera quiere hacer
entender que la institución del matrimonio ya no tiene razón de ser en la otra
vida: «Los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la
resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido» (Lc
20,35). Lo que sí perdura y llega a su máxima plenitud es todo lo que hayamos
sembrado de amor auténtico, de amistad, de fraternidad, de justicia y verdad...
El segundo momento de la respuesta nos deja dos certezas: «No es un Dios
de muertos, sino de vivos» (Lc 20,38). Confiar en este Dios quiere decir darnos
cuenta de que estamos hechos para la vida. Y la vida consiste en estar con Él
de manera ininterrumpida, para siempre. Además, «para Él todos viven» (Lc
20,38): Dios es la fuente de la vida. El creyente, sumergido en Dios por el
bautismo, ha sido arrancado para siempre del dominio de la muerte. «El amor se
convierte en una realidad cumplida si se incluye en un amor que proporcione
realmente eternidad» (Benedicto XVI).
* Mn. Ramon SÀRRIAS i Ribalta (Andorra la Vella, Andorra)
Palabras de Benedicto XVI "Os invito a pedir a Dios que os ayude a
descubrir vuestra vocación en la sociedad y en la Iglesia y a perseverar en
ella con alegría y fidelidad. Vale la pena acoger en nuestro interior la
llamada de Cristo y seguir con valentía y generosidad el camino que él nos
proponga".
Predicación del Evangelio: Eternamente vivos Estamos en Noviembre, mes de los difuntos y final del año litúrgico. Hoy
nos habla la Iglesia sobre la otra vida. Los saduceos eran personas que vivían
muy bien en lo material y no creían en la resurrección. Le proponen a Jesús una
historia grotesca, pero posible. Para los israelitas era una desgracia muy
grande el morir sin dejar algún descendiente que llevase su nombre. Por eso
había una ley, dada en el Levítico, que una viuda sin hijos debía casarse con
el cuñado para perpetuar el nombre del difunto.
Los saduceos, queriendo dejar mal a Jesús, le proponen el caso ridículo de
siete hermanos que van muriendo sin descendencia. “La mujer, le dicen, en la
otra vida ¿de quién será?” Jesús no se enfada, pero aprovecha la pregunta para
decir que la Sagrada Escritura testifica que para Dios, Abrahám y otros
patriarcas están vivos, porque para Dios no sólo vivimos los que estamos en la
tierra, sino también los que han terminado esta vida mortal.
La resurrección es una realidad, pues debemos razonar que Dios nos tiene
que haber destinado para otra vida superior. Y por ello tiene sentido esta vida
mortal. Hay personas que no ven sentido a esta vida y acaban suicidándose o
matando. Para nosotros hay una solución cuando lo sabemos ver con los ojos de
la fe.
Jesús nos dice que seremos “como los ángeles”. Es decir, que nuestra vida
no estará sujeta a las limitaciones que aquí tenemos, pues allí no se trabaja,
no se sufre ni se come ni se procrea ni se muere. A veces hablamos del cielo en
forma imaginativa, como para niños, pero cada vez debemos llegar al concepto
más espiritual de nuestra vida eterna.
Por eso más que resurrección, que nos hace pensar en una vida parecida a
la presente, deberíamos decir: exaltación, glorificación. Allí no tendrán valor
cosas que aquí nos pueden separar como diferencia de sexos, dignidades, dinero,
poder material, sino otros valores más de Dios como el amor, la alegría, la
paz.
La fe en la otra vida es lo único que puede dar sentido humano a la
historia y al progreso. Y es la solución a la verdad de un Dios absoluto,
creador y que es esencialmente bueno. Dios, que es vida y alegría, ha sembrado
en nosotros semilla de una esperanza de eterna felicidad.
Para el creyente, el tesoro más precioso no es la vida que se tiene, sino
la que se espera. Si, como es verdad que aquí hay muchas cosas muy hermosas y
que debemos trabajar para que todo progrese y para que todos se sientan más
felices, entonces: ¡Cómo será aquella vida que Dios nos tiene preparada para
que seamos de verdad felices!
Si creemos en la otra vida, en la resurrección, lo debemos testificar con
las obras de la fe: la generosidad del cristiano, su sentido de responsabilidad
profesional, su espíritu de servicio, su disponibilidad para el bien, su
espíritu de justicia, su sencillez, humildad, alegría y comprensión. Todo esto
es lo que nos hace creíbles ante los demás, de que en verdad creemos y
esperamos en algo que vale la pena.
El creer, como los saduceos, que la muerte es el fin total de la vida,
sería como dar un paso atrás; esta nuestra vida sería un absurdo. Jesús nos
enseña que morir es el acto supremo de la vida, es pasar de esta vida a la
otra. Existe la alianza con Dios y Él no permitirá que el ser humano, ligado a
Él en su vida y en su historia, se hunda en la nada.
La resurrección del mismo Jesucristo es un anticipo de nuestra
resurrección o nuestra exaltación, como luego lo llamó san Pablo. Para que lo
entendamos un poco decía que resucitaremos en “cuerpo espiritual”, y que iremos
a la verdadera vida, a estar con Jesús en el Paraíso.
(P. Silverio Velasco)
Poesía Nunca podrás dolor, acorralarmeNunca podrás, dolor, acorralarme.Podrás alzar mis ojos hacia el llanto,secar mi lengua, amordazar mi canto,sajar mi corazón y desguazarme. Podrás entre tus rejas encerrarme,destruir los castillos que levanto,ungir todas mis horas con tu espanto.Pero nunca podrás acobardarme. Puedo amar en el potro de tortura.Puedo reír cosido por tus lanzas.Puedo ver en la oscura noche oscura. Llego, dolor, a donde tú no alcanzas.Yo decido mi sangre y su espesura.Yo soy el dueño de mis esperanzas..(José Luis Martín Descalzo) Nuevo vídeo Hay un nuevo vídeo
subido al blogde "Pequeñas Semillitas" en internet.Para verlo tienes que ir
al final de esta página Agradecimientos Imaginemos que en el cielo hay dos oficinas diferentes para
tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí
los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la
cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las
gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque
prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para
dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas"
pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la
segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como
respuesta a nuestros pedidos de oración.
💕 Hoy no ha llegado ningún agradecimiento particular para incluir en esta sección dominical. Pero es un buen momento para que todos elevemos a Dios una plegaria de agradecimiento por el don de la vida; por cada día que transcurrimos en el mundo: por la salud (poca o mucha) que tenemos; por nuestra familia; por el trabajo de quienes lo tienen y pidiéndolo para los que no; por la belleza de la creación que nos ha regalado y por la promesa del Reino de los Cielos que nos tiene prometido.
Bendito seas, Dios mío, porque a
pesar de ser yo indigno de toda ayuda, tu generosidad e infinita bondad nunca
dejan de otorgar el bien aún a los ingratos y a los que se han apartado de ti. Conviértenos
a ti, para que seamos agradecidos, humildes y piadosos, pues Tú eres nuestra
salud, nuestra fortaleza y nuestra salvación.
Un minuto para volar Noviembre 6
Una vez más me pongo en tus manos de Padre poderoso,
con toda mi esperanza. Me quedo seguro en tus brazos, como un niño que no duda
de tu amor. No quiero que los miedos me atormenten, ni que las desconfianzas me
alejen de tu amor. Porque sin ti me vuelvo más débil y me quedo solo ante los
desafíos de la vida. Confío en ti Señor, me entrego a ti, me apoyo en ti, y sé
que tu amor no me defraudará, que tu fuerza no me abandonará. Amén.
(Mons. Víctor
M. Fernández)
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