PEQUEÑAS SEMILLITAS Año
17 - Número 4957 ~ Martes 5 de Abril de 2022Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)Alabado sea Jesucristo…
¿A quién le gusta la gente agria, criticona, chismosa, antipática y dura?
Aprendamos a comportarnos de manera simple, simpática, atenta y gentil, nos
sentiremos mucho más felices. Si somos cordiales allanaremos los caminos del
amor y de la buena voluntad.
Tenemos que mostrarnos alegres y positivos. Escuchemos con interés a nuestros
interlocutores, valoremos sus buenas ideas y respaldemos sus iniciativas.
Admiremos a nuestros amigos y demostrémosles nuestro aprecio. La simpatía nos
hace atractivos y aceptables para los demás.
La Palabra de Dios Lecturas del día ♡ Primera Lectura: Núm 21,4-9
♡ Salmo: Sal 101,2-3.16-18.19-21
♡ Santo Evangelio: Jn 8,21-30
En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: «Yo me voy y vosotros me
buscaréis, y moriréis en vuestro pecado. Adonde yo voy, vosotros no podéis ir».
Los judíos se decían: «¿Es que se va a suicidar, pues dice ‘Adonde yo voy,
vosotros no podéis ir’?». Él les decía: «Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba.
Vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Ya os he dicho que
moriréis en vuestros pecados, porque si no creéis que Yo Soy, moriréis en
vuestros pecados».
Entonces le decían: «¿Quién eres tú?». Jesús les respondió: «Desde el
principio, lo que os estoy diciendo. Mucho podría hablar de vosotros y juzgar,
pero el que me ha enviado es veraz, y lo que le he oído a Él es lo que hablo al
mundo». No comprendieron que les hablaba del Padre. Les dijo, pues, Jesús:
«Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy, y que
no hago nada por mi propia cuenta; sino que, lo que el Padre me ha enseñado,
eso es lo que hablo. Y el que me ha enviado está conmigo: no me ha dejado solo,
porque yo hago siempre lo que le agrada a Él». Al hablar así, muchos creyeron
en Él.
♡ Comentario:
Hoy, martes V de Cuaresma, a una semana de la contemplación de la Pasión
del Señor, Él nos invita a mirarle anticipadamente redimiéndonos desde la Cruz:
«Jesucristo es nuestro pontífice, su cuerpo precioso es nuestro sacrificio que
Él ofreció en el ara de la Cruz para la salvación de todos los hombres» (San
Juan Fisher).
«Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre...» (Jn 8,28). En efecto,
Cristo Crucificado —¡Cristo “levantado”!— es el gran y definitivo signo del
amor del Padre a la Humanidad caída. Sus brazos abiertos, extendidos entre el
cielo y la tierra, trazan el signo indeleble de su amistad con nosotros los
hombres. Al verle así, alzado ante nuestra mirada pecadora, sabremos que Él es
(cf. Jn 8,28), y entonces, como aquellos judíos que le escuchaban, también
nosotros creeremos en Él.
Sólo la amistad de quien está familiarizado con la Cruz puede
proporcionarnos la connaturalidad para adentrarnos en el Corazón del Redentor.
Pretender un Evangelio sin Cruz, despojado del sentido cristiano de la
mortificación, o contagiado del ambiente pagano y naturalista que nos impide
entender el valor redentor del sufrimiento, nos colocaría en la terrible
posibilidad de escuchar de los labios de Cristo: «Después de todo, ¿para qué
seguir hablándoos?».
Que nuestra mirada a la Cruz, mirada sosegada y contemplativa, sea una
pregunta al Crucificado, en que sin ruido de palabras le digamos: «¿Quién eres
tú?» (Jn 8,25). Él nos contestará que es «el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn
14,6), la Vid a la que sin estar unidos nosotros, pobres sarmientos, no podemos
dar fruto, porque sólo Él tiene palabras de vida eterna. Y así, si no creemos
que Él es, moriremos por nuestros pecados. Viviremos, sin embargo, y viviremos
ya en esta tierra vida de cielo si aprendemos de Él la gozosa certidumbre de
que el Padre está con nosotros, no nos deja solos. Así imitaremos al Hijo en
hacer siempre lo que al Padre le agrada.
* Rev. D. Josep Mª MANRESA Lamarca (Valldoreix, Barcelona, España)
Santoral Católico: San Vicente FerrerPresbítero Nació en Valencia (España) el año 1350. En 1367 ingresó en la Orden de
Predicadores. Se ordenó de sacerdote en 1379 y poco después lo nombraron prior
de su convento. Fue confesor, capellán y penitenciario de Benedicto XIII.
Enseñó teología, pero sobre todo dedicó su vida a la difusión del mensaje
evangélico, no sólo entre los cristianos, sino también entre los judíos, los
musulmanes y los herejes, cátaros o valdenses, recorriendo los pueblos de
España y los de varias naciones europeas. Como predicador arrastró grandes
masas de pueblo y produjo mucho fruto, tanto en la defensa de la verdadera fe
como en la reforma de las costumbres. Trabajó por la solución del cisma de
Occidente. Intervino como mediador o pacificador en graves conflictos de
soberanos o naciones, como sucedió en el llamado Compromiso de Caspe referente
a la sucesión en la corona aragonesa. Dejó varios escritos entre los que
destaca su Tratado de la vida espiritual. Murió en Vannes (Francia) el 5 de
abril de 1419.
Oración: Dios todopoderoso,
tú que elegiste a san Vicente Ferrer ministro de la predicación evangélica,
concédenos la gracia de ver glorioso en el cielo a nuestro Señor Jesucristo,
cuya venida a este mundo, como juez, anunció san Vicente en su predicación. Por
Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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© Directorio Franciscano – Aciprensa – Catholic.net
Pensamiento del día "Si nuestra existencia, nuestros proyectos y afanes
más codiciados, giran en torno de los bienes materiales, somos servidores de
ese amo implacable: el injusto dinero, que como esclavo nuestro es bueno, pero
como nuestro amo es insoportable."
Historias: Supera el pasado Hiram creció en un hogar sin amor. Nunca vio a
su madre derramar una lágrima. Su padre fue siempre frío y áspero. El más
grande temor de Hiram en la vida era de que llegase a ser lo que su padre ya lo
consideraba: un fracaso.
A la edad de 17 años, pesando sólo 55 Kg., Hiram
se enroló en la Academia Militar de los Estados Unidos. Él no quería asistir a
la Academia Militar. De hecho, menospreciaba la Academia Militar, pero no se
atrevió a desafiar el deseo de su padre.
Al comienzo se desempeñó pobremente en sus
estudios, pero, al adaptarse, sus calificaciones mejoraron gradualmente y para
cuando se graduó, su promedio figuraba apenas debajo de la mediana de su clase.
Poco después de la graduación, regresó a su
pueblo natal vistiendo su uniforme militar. Para su vergüenza, cuando llegó,
¡la gente de su comunidad se rió de él! Simplemente no podían aceptar a un
"fracaso" como Hirma como soldado.
Esta humillante recepción dejó una profunda
impresión en Hiram para el resto de su vida. Años después, tras llegar a
convertirse en un general de tres estrellas, Hiram se sentía incómodo luciendo
el uniforme. En consecuencia, cada vez que podía, vestía una camiseta con tres
estrellas cosidas en cada hombro en vez de su uniforme regular.
Eventualmente Hiram se sobrepuso al sarcasmo y
ridículo recibido de su familia y "amigos" alcanzando el rango
militar más alto cuando fue nombrado el líder del Ejército de la Unión.
¡Y qué líder llegó a ser! Y es que, verán, Hiram
es conocido por nosotros hoy como Ulises S. Grant, ¡el gran general del Ejército
de la Unión que más tarde llegaría a ser presidente de los Estados Unidos!
Hiram experimentó humillación; experimentó
rechazo; experimentó fracaso. Pero porque rehusó definirse a sí mismo por los
escollos de su pasado, porque perdonó a sus atormentadores y olvidó sus
fracasos, ¡Ulises S. Grant pudo buscar muy dentro de sí mismo y desatar todo su
potencial!
(Charles C. Lever)
Leemos en Isaías 41, 10 y 13: ”No os acordéis de
las cosas pasadas, ni traigáis á memoria las cosas antiguas… No temas, que yo soy
contigo; no desmayes, que yo soy tu Dios que te esfuerzo: siempre te ayudaré,
siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.”
Cuarenta días para acercarnos a Jesús Vida de piedad I. La gracia recibida en el Bautismo, llamada a su pleno desarrollo, está
amenazada por los mismos enemigos que siempre han atacado a los hombres:
egoísmo, sensualidad, confusión y errores en la doctrina, pereza, envidias,
murmuraciones, calumnias... En todas las épocas se dejan notar las heridas del
pecado de origen y de los pecados personales. Los cristianos debemos buscar el
remedio y el antídoto en el único lugar donde se encuentra: en Jesucristo y en
su doctrina salvadora. No podemos dejar de mirarlo elevado sobre la tierra en
la Cruz. Mirar a Jesús, no podemos apartar la vista del Señor, nuestro Amor.
Debemos buscar la fortaleza en el trato de amistad con Jesús, a través de la
oración, de la presencia de Dios a lo largo de la jornada y en la visita al
Santísimo Sacramento.
II. El Señor quiere a los cristianos corrientes metidos en la entraña de
la sociedad, laboriosos en sus tareas, en un trabajo que de ordinario ocupará
de la mañana a la noche. Jesús espera que no nos olvidemos de Él mientras
trabajamos. Jesucristo es lo más importante de nuestro día, de nuestra vida,
por eso cada uno de nosotros debe ser alma de oración siempre y mantener Su
presencia a lo largo de la jornada. Para lograrlo echaremos mano de esas
“industrias humanas”: jaculatorias, actos de amor y desagravio, comuniones
espirituales, miradas a la imagen de Nuestra Señora. (San Josemaría Escrivá,
Camino): cosas sencillas, pero de gran eficacia. Si ponemos el mismo interés en
acordarnos del Señor, nuestro día se llenará de pequeños recordatorios que nos
llevarán a tenerle presente. Poco a poco, si perseveramos, llegaremos a estar
en la presencia de Dios como algo normal y natural. Aunque siempre tendremos
que poner lucha y empeño.
III. Muchas veces vemos al Señor que se dirigía a su Padre Dios con una
oración corta, amorosa, como una jaculatoria. Nosotros también podemos decirlas
desde el fondo de nuestra alma, y que responden a necesidades o situaciones
concretas por las que estamos pasando. Santa Teresa recuerda la huella que dejó
en su vida una jaculatoria: ¡Para siempre, siempre, siempre! Al terminar
nuestra oración le decimos, como los discípulos de Emaús: Quédate con nosotros,
Señor, porque se hace de noche (Lucas 24, 29). Todo es oscuridad cuando Tú no
estás. Y acudimos a la Virgen, y le decimos amorosamente: Dios te salve,
María... bendita tú entre todas las mujeres.
(Francisco
Fernández Carvajal)
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modo ayudan a sembrar en el mundo la alegría del Evangelio.
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas” Hay que tener coraje para enfrentarse con un león o alguna bestia salvaje.
Pero más coraje hay que tener para enfrentarse con el mundo, que está en poder
de Satanás, que es la peor bestia que podamos imaginar. Y hay que tener coraje
también para enfrentarnos a la propia bestia qua cada hombre lleva en su
interior, es decir, la carne con todas sus pasiones desordenadas.
Estos tiempos son malos, y necesitamos de mucho coraje para enfrentar las
burlas y escarnios de quienes no creen y se mofan de la religión.
Coraje también se necesita para extirpar de raíz las malas costumbres y
apegos desordenados que tenemos a las criaturas, y animarnos a seguir a Cristo
por el camino estrecho de la cruz y del cumplimiento del deber.
En definitiva, para ser héroes, no es necesario emprender una aventura a
parajes distantes y peligrosos, sino que basta que nos decidamos a tratar de
vivir en gracia de Dios, y los enemigos aparecen solos, por todas partes.
Tratemos de ser santos de verdad, y veremos cómo por todos lados surgen
enemigos que con lisonjas o amenazas, querrán desalentarnos y acobardarnos. Es
aquí donde necesitamos poner coraje, porque el Cielo es de los esforzados y no
de los miedosos.
Un minuto para volar Abril 5
Todos estamos llamados a ser un reflejo de Jesús,
pero nadie puede manifestarlo totalmente. Si miramos la vida de los santos,
vemos que cada uno de ellos muestra especialmente algo de Jesús. Y si miras tu
propia vida, ¿qué es lo que podría reflejar de Jesús? Con tu forma de ser, con
tu estilo, ¿qué es lo que tú puedes reflejar del Señor?
(Mons. Víctor
M. Fernández)
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