domingo, 24 de marzo de 2019

Pequeñas Semillitas 3952

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 14 - Número 3952 ~ Domingo 24 de Marzo de 2019
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
La parábola de la higuera estéril es para pensar: Dios quiere que todos los hombres se salven, pero espera nuestra colaboración. Él hizo méritos para nuestra redención, pero ésta será inútil si no ponemos de nuestra parte. Dios no suple lo que no hacemos por pereza o desinterés. Dios, que es justo, sabrá calibrar el grado de responsabilidad que tenemos en nuestro obrar.
La parábola de hoy es clara: Dios espera de nosotros buenas obras. Y si por nuestra culpa no danos buenos frutos, nos hace leña y al fuego eterno.
Estamos a tiempo de rectificar y convertirnos. Todos podemos ser mejores de lo que somos. Después de la muerte ya no se puede rectificar. Eternamente permaneceremos en el estado que nos sorprenda la muerte.
Padre Jorge Loring S. J.

¡Buenos días!

Dirección equivocada
La vida es nuestro máximo valor y, a la vez, nuestro máximo problema. Tememos perderla; nos angustia la muerte física. Pero hay otra muerte más sutil que nos envuelve: no encontrarle sentido, dirección acertada a la vida. ¿Para qué vivimos? ¿Vale la pena vivir la vida? Esto que llamamos vida ¿es una oportunidad o un castigo?

Era un día de invierno: Todas las veces que el colectivo paraba en una estación terminal, un hombre se asomaba por la ventana, leía el nombre de la localidad y suspirando fuertemente se dejaba caer de vuelta en su asiento. Después de la quinta vez le preguntó un compañero de viaje, preocupado: “¿Le duele algo, señor? ¿Por qué usted gime tan terriblemente?” Contestó el hombre: “A decir verdad tendría que cambiar el colectivo. Todo el tiempo viajo ya en la falsa dirección. Pero... ¡Aquí dentro es tan calentito y cómodo!”.

El egoísmo atrofia al hombre, que sólo en la donación generosa a los demás, encuentra su madurez y plenitud. Si te preocupas demasiado por ti mismo, si vives para acumular dinero y comodidades, no te quedará tiempo para los demás. Si no vives para los demás, la vida carecerá de sentido para ti, porque la vida sin amor no vale nada.
* Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios
Lecturas del día
Primera Lectura: Éx 3, 1-8a. 10 13-15

Salmo: Sal 102, 1-4. 6-8. 11

Segunda Lectura: 1Cor 10, 1-6. 10-12

SANTO EVANGELIO: Lc 13,1-9
En aquel tiempo, llegaron algunos que contaron a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de sus sacrificios. Les respondió Jesús: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos, porque han padecido estas cosas? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo. O aquellos dieciocho sobre los que se desplomó la torre de Siloé matándolos, ¿pensáis que eran más culpables que los demás hombres que habitaban en Jerusalén? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo».
Les dijo esta parábola: «Un hombre tenía plantada una higuera en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: ‘Ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro; córtala; ¿para qué va a cansar la tierra?’. Pero él le respondió: ‘Señor, déjala por este año todavía y mientras tanto cavaré a su alrededor y echaré abono, por si da fruto en adelante; y si no da, la cortas’».

Comentario:
Hoy, tercer domingo de Cuaresma, la lectura evangélica contiene una llamada de Jesús a la penitencia y a la conversión. O, más bien, una exigencia de cambiar de vida.
“Convertirse” significa, en el lenguaje del Evangelio, mudar de actitud interior, y también de estilo externo. Es una de las palabras más usadas en el Evangelio. Recordemos que, antes de la venida del Señor Jesús, san Juan Bautista resumía su predicación con la misma expresión: «Predicaba un bautismo de conversión» (Mc 1,4). Y, enseguida, la predicación de Jesús se resume con estas palabras: «Convertíos y creed en el Evangelio» (Mc 1,15).
Esta lectura de hoy tiene, sin embargo, características propias, que piden atención fiel y respuesta consecuente. Se puede decir que la primera parte, con ambas referencias históricas (la sangre derramada por Pilato y la torre derrumbada), contiene una amenaza. ¡Imposible llamarla de otro modo!: lamentamos las dos desgracias —entonces sentidas y lloradas— pero Jesucristo, muy seriamente, nos dice a todos: —Si no cambiáis de vida, «todos pereceréis del mismo modo» (Lc 13,5).
Esto nos muestra dos cosas. Primero, la absoluta seriedad del compromiso cristiano. Y, segundo: de no respetarlo como Dios quiere, la posibilidad de una muerte, no en este mundo, sino mucho peor, en el otro: la eterna perdición. Las dos muertes de nuestro texto no son más que figuras de otra muerte, sin comparación con la primera.
Cada uno sabrá cómo esta exigencia de cambio se le presenta. Ninguno queda excluido. Si esto nos inquieta, la segunda parte nos consuela. El “viñador”, que es Jesús, pide al dueño de la viña, su Padre, que espere un año todavía. Y entretanto, él hará todo lo posible (y lo imposible, muriendo por nosotros) para que la viña dé fruto. Es decir, ¡cambiemos de vida! Éste es el mensaje de la Cuaresma. Tomémoslo entonces en serio. Los santos —san Ignacio, por ejemplo, aunque tarde en su vida— por gracia de Dios cambian y nos animan a cambiar.
Cardenal Jorge MEJÍA Archivista y Bibliotecario de la S.R.I. (Città del Vaticano, Vaticano)

Palabras de San Juan Pablo II
“Prosigue nuestro itinerario cuaresmal hacia la Pascua, itinerario de conversión guiado por la palabra de Dios, que ilumina los pasos de nuestra vida. La Cuaresma orienta la mirada, más allá del presente, más allá de la historia y del horizonte de este mundo, hacia la comunión perfecta con la Santísima Trinidad. El auténtico espíritu cuaresmal es búsqueda de la alegría profunda, fruto de la amistad con Dios”.

Predicación del Evangelio:
Antes que sea tarde...
El Evangelio de este domingo nos trae la parábola de la higuera estéril, en la cual Jesús, mediante un lenguaje enérgico, nos pide introducir drásticas modificaciones en nuestro modo de vivir. 

Para poder comprender su significado teológico, conviene empezar por una experiencia humana. Se trata de la experiencia, bastante frecuente, de pedir “una última oportunidad”; recordemos algunas situaciones particulares:

- Empecemos por los estudiantes universitarios que descuidan sus estudios y al final del semestre los resultados académicos son desastrosos: perdieron varias materias, su promedio de notas es lamentable; y las directivas universitarias tienen la obligación de aplicar el reglamento, y les comunican que han quedado excluidos. ¿Qué sigue? Lágrimas, promesas y la consabida petición, “denme la última oportunidad”.

- Pasemos a un segundo escenario, el de las empresas. La Dirección de Recursos Humanos hace la evaluación anual de los empleados y quedan en evidencia los mediocres. En aquellos casos en los que se constata un bajo rendimiento, se decide cancelarles el contrato de trabajo. ¿Qué sigue? Llanto, promesas de llegar puntuales, hablar menos por teléfono y cumplir responsablemente sus tareas y la consabida petición de tener “la última oportunidad”.

- El mismo guion se repite en las parejas cuyo conflicto ha llegado al límite y es inminente la ruptura definitiva; surge, entonces, la inevitable petición: “démonos la última oportunidad”.

Estas escenas de la vida cotidiana nos sirven de contexto para comprender el significado teológico de la parábola de la higuera estéril:

“Un hombre tenía una higuera plantada en su viñedo; fue a buscar higos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: Mira, durante tres años seguidos he venido a buscar higos y no los he encontrado. Córtala. ¿Para qué ocupa la tierra inútilmente? El viñador le contestó: Señor, déjala todavía este año; voy a aflojar la tierra alrededor y a echarle abono, para ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortaré”.

El lenguaje de Jesús refleja las condiciones de la sociedad de su época, cuya economía giraba alrededor de las actividades del campo. Esta parábola plantea un problema de fondo, que nuestra sociedad expresaría en términos de productividad, indicadores de gestión, rendición de cuentas…

Cada uno de nosotros ha recibido un capital inicial de cualidades y oportunidades; a cada uno de nosotros ha sido asignada una misión (como miembros de familia, como ciudadanos, como partícipes de la comunidad eclesial); y a cada uno de nosotros se nos ha otorgado una parcela de tiempo (40 años de vida, quizás 50, tal vez 70 años)

Utilizando el lenguaje campesino de la parábola, seremos juzgados por los frutos que demos; en términos más actuales, podemos hablar de una evaluación por resultados; tendremos que responder ante el tribunal de la conciencia, ante la sociedad y ante Dios por la administración de nuestras cualidades y el cumplimiento de nuestras responsabilidades. 

¿Cuáles son los indicadores que serán tenidos en cuenta para esta evaluación definitiva de nuestras vidas?

No seremos evaluados por los cargos desempeñados o por la declaración de renta. El test que nos será aplicado versa sobre los valores puestos en práctica: el amor a la familia, la solidaridad con los pobres, la justicia en las relaciones con los demás, la ética profesional, el sentido de ciudadanía, la confianza en Dios, la práctica religiosa.

Los valores que hayamos puesto en práctica dirán si nuestra vida ha tenido un sentido o si –en palabras  de la parábola de hoy– hemos ocupado inútilmente la tierra.

Dentro de este contexto de rendición de cuentas, quisiera decir una palabra sobre el Sacramento de la Reconciliación, llamado coloquialmente “confesión”:

Muchas personas dicen, de manera pintoresca, “no sé de qué confesarme pues no he matado a nadie, no he robado, no he sido secuestrador”

Sin embargo, si nosotros aplicamos los exigentes procesos de calidad que conducen a la certificación de una empresa o a la acreditación de un programa académico, tendremos que reconocer que siempre es posible mejorar como miembros de familia, como ciudadanos, como  creyentes.

Pues bien, el Sacramento de la Reconciliación –mejor conocido como Confesión– es la oportunidad que nos ofrece la Iglesia para hacer un alto en el camino, evaluar los resultados y hacer un plan de mejoramiento.

Es hora de terminar nuestra meditación dominical sobre la parábola de la higuera estéril. Aprovechemos el tiempo de Cuaresma para hacer un corte de cuentas y revisar nuestros indicadores de crecimiento personal. Y hagamos este proceso dentro de un contexto de fe acercándonos al Sacramento de la Reconciliación.
Padre Jorge Humberto Peláez S. J.

Cuaresma día a día
Día 19º. Domingo  (24 de Marzo)
Tres formas de hacer daño a Dios.
Hay tres formas de hacer sufrir y llorar a una madre. Además de la más elemental, que sería atacarle a ella directamente: golpeándola o insultándola, hay otras dos en las que le podemos hacer sufrir igualmente. Una de ellas es hacer algo malo a mi hermano. Si yo le doy una paliza a un hermano mío, y mi madre se entera, le dolerá incluso más que si le maltrato a ella.
Otra forma de hacerle sufrir es hacer algo que sea malo para mí, algo que me empeore. Como mi madre me quiere eso le dolerá. Imagínate que ve cómo te cortas un brazo: no lo aguantaría.
Dios te ve siempre -no como un espía sino como alguien que te quiere mucho- y sufre cada vez que te ve hacer algo que hace daño a otra persona, porque esa otra persona es hija de Él y cada vez que te ve hacerte daño a ti mismo, y cada vez que te ve hacer algo que le hace daño a Él. Por eso es bueno que todas las noches, cuando te acuestes, hagas un repaso del día, un examen de conciencia, y pidas perdón a Dios por esas cosas que Él ha visto y no le han gustado.
El examen de conciencia lo puedes hacer así: ¿Cómo me he portado con Dios? ¿Cómo me he portado con los demás? ¿Cómo me he portado conmigo mismo? Dios mío, a partir de ahora haré el examen todas las noches. Y te pediré perdón por el daño que haya hecho cada día de alguna de estas tres formas. Y también te agradeceré tu compañía. ¡Recuérdamelo!, y gracias.
Coméntale a Dios con tus palabras algo de lo que has leído. Después termina con una oración final.
Web Católico de Javier

Mes de San José
Día 24º- Custodio de la virginidad.
Como esposo de la Madre de Dios cuidaste con amor casto su virginidad respondiendo así al proyecto de Dios.
Haz, oh san José, que yo viva con responsabilidad mi vocación específica, educando y fomentando mi capacidad de amar.
Web Católico de Javier
  
Nuevo vídeo

Hay un nuevo vídeo subido al blog
de "Pequeñas Semillitas" en internet.
Para verlo tienes que ir al final de esta página

Ofrecimiento para sacerdotes y religiosas
  
Formulo el siguiente ofrecimiento únicamente para sacerdotes o religiosas que reciben diariamente "Pequeñas Semillitas" por e-mail: Si desean recibir los comentarios del Evangelio del domingo siguiente con dos o tres días de anticipación, para tener tiempo de preparar sus meditaciones, homilías o demás trabajos pastorales sobre la Palabra de Dios, pueden pedírmelo a feluzul@gmail.com
Sólo deben indicar claramente su nombre, su correo electrónico, ciudad de residencia y a qué comunidad religiosa pertenecen.
  
Agradecimientos
Imaginemos que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.

 Nuestro lector de Bogotá, Colombia, Carlos Cardona Ortiz, escribe y dice: “Deseo agradecer al Señor por todos los favores recibidos en la salud, el bienestar y la caridad, gracias a Su infinita misericordia, siempre contando con la segura intercesión de nuestra Madre, la Virgen María y su castísimo esposo, San José. Gracias Señor por la salud de María Edilma, quien, a pesar de su cáncer diseminado por todo su cuerpo, es una mujer valiente, colocando siempre su confianza en el Señor. Gracias Señor por la progresiva recuperación de Jefferson Samir, luego de una delicada operación en su columna. Gracias Señor por la lenta, pero segura recuperación de Kery Johana, quien luego de sufrir quemaduras de segundo y tercer grado, se encuentra hoy bajo el cuidado de los mejores galenos en materia de quemados. Gracias Señor por la vocación sacerdotal de Pedro Pablo B., joven convencido de su misión en y para la Iglesia. Señor, gracias por la salud y el bienestar de María Elsa, María Eugenia, Álvaro, Cecilia, Carlota (mi madre), Herman (mi hermano). Así mismo agradezco al Señor por mi salud, la de María Trinidad (mi esposa, Trini), y la de mis hijos Carlos y María Paula; gracias Señor porque le has dado la oportunidad a mi hija de presentarse a una Maestría en Salud Pública, siempre con la confiada esperanza que podrá realizarla para servirle a nuestra gente en Tú Santo Nombre. Gracias a nuestros lectores, cuyas oraciones han sido escuchadas en el Sagrado Corazón de Jesús y en el Inmaculado Corazón de María, de donde estamos seguros, recibimos todas las gracias y dones que el Señor nos dota todos los días de nuestra humilde existencia, siempre bajo el dulce amparo de nuestra Madre, la Virgen María”.

Nuestra lectora Elena, desde Canadá, escribe y dice: “Agradezco al gran poder de Nuestro Padre, a Su Hijo, al Espiritu Santo y a la Amada Virgencita Maria quienes siempre escuchan mis peticiones, para mí y los enfermos y necesitados por quienes hacemos cadenas. Nuestro clamor siempre llega a Ellos. Alabados y Bendecidos sean por toda la eternidad. Amén.”

Desde Buenos Aires, Argentina, Liliana Z. dice: “Quiero dar gracias porque  Delia Marcelina L., de Lanús (Buenos Aires), salió bien de su operación de riñón y su hija Karina continúa con la quimioterapia. Que Delia se reponga pronto y calme el Señor con sus manos los dolores y la Virgen las cubra con su manto para que ambas continúen mejorando”

Desde Pamplona, España, Karina nos escribe y dice: “Quiero darle gracias a Dios, por todas las bondades, porque alivia mis angustias y porque nos regala cada día. Quiero darle gracias porque una gran amiga se ha ofrecido ayudar a mi hermano, que Dios la bendiga. Gracias por regalarnos un poquito de esperanza. Gracias Señor”

Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
Cuando yo era niño, mi padre solía contar hasta diez en voz alta cada vez que se encolerizaba con mis hermanas y conmigo. Era una estrategia que él y muchos otros progenitores usaban para tranquilizarse antes de decidir lo que harían a continuación.
Yo he mejorado esa estrategia incorporando el uso de la respiración. Lo único que tienes que hacer es lo siguiente: cuando sientas que estás enojándote, realiza una larga y profunda inspiración, y mientras lo haces, di para ti el número uno. A continuación, relaja todo el cuerpo mientras espiras. Repite el mismo proceso con el número dos, y continúa hasta veinticinco. Lo que estás haciendo en este caso es limpiar la mente mediante una versión reducida de un ejercicio de meditación.
Esta combinación de contar y respirar resulta tan relajante que te será casi imposible continuar enojado cuando acabes. El incremento del oxígeno en los pulmones y el tiempo transcurrido entre el momento en que te enfadas y el instante en que acabes el ejercicio te permitirá aumentar tu sentido de la perspectiva. Esto contribuirá a que las "cosas grandes" te parezcan "pequeñeces".
El ejercicio es igualmente eficaz para trabajar el estrés o la frustración.
Siempre que te sientas un poco trastornado, ponlo a prueba.

Cinco minutos con Jesús
Marzo 24
Jesús perdonó a la mujer pecadora pero le exigió que no volviera más a su pecado. El que no está dispuesto a apartarse del pecado, no recibe el perdón.
No lo olvides: has de alejarte del pecado y de las ocasiones de pecar; el que voluntariamente se pone en ocasión próxima de pecado, es porque no está profundamente arrepentido de su pecado y en consecuencia no está en disposición de recibir el perdón del mismo.
Cuando recibas el sacramento de la reconciliación, asegúrate de que tu arrepentimiento y tu propósito de enmienda sean sinceros.
(Padre Alfonso Milagro)

FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)

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