PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año
13 - Número 3775 ~ Miércoles 19 de Setiembre de 2018
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Perdonar
es una actitud noble, digna y honorable.
De
verdad no ganamos nada conservando rencores y resentimientos. Por el contrario,
eso afecta, desluce y entristece nuestra espiritualidad.
Tenemos
que aprender a perdonar. Perdonando y olvidando seremos más nobles, más dignos,
mejores personas. Podremos ser más felices y enriquecer nuestra vida con la
mirada afectuosa de Papá Dios.
¡Buenos días!
“Me sacias con miel
silvestre”
La Biblia nos enseña a amar a un Dios bondadoso:
“Como un padre siente ternura por sus hijos, así el Señor siente ternura por
sus fieles”. Sólo espera de ellos fidelidad, o bien el sincero arrepentimiento
por sus extravíos. El salmista recuerda la delicadeza de este amor que provee
de alimento sustancioso a sus hijos. Aquí tienes una oración para encender y
avivar la contemplación: ese momento en que las palabras caen y sólo queda
ardiendo el amor.
- Me alimentas, Señor,
con flor de harina, me sacias con miel silvestre.
- Me alimentas, Señor,
con flor de harina, me sacias con miel silvestre.
- Me nutres de lo
sabroso de tu casa, me das a beber del torrente de tus delicias.
- Me sacias con miel
silvestre.
- Gloria al Padre, y al
Hijo, y al Espíritu Santo.
- Me alimentas, Señor,
con flor de harina, me sacias con miel silvestre.
El pan, amasado con la mejor harina, nos hace pensar
también en la mesa de la Palabra y en la de la Eucaristía. Dios, bondadoso y
providente, ha querido regalarnos el pan de su Palabra y el Pan de Cristo,
nuevo maná que fortalece a los que peregrinamos hacia la Tierra nueva de las
promesas eternas. La miel es símbolo de la dulzura de este pan de Dios.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios
Lecturas de hoy
♥ Primera Lectura: 1Cor 12, 31—13, 13
♥ Salmo: Sal 32, 2-5. 12. 22
♥ SANTO EVANGELIO: Lc 7,31-35
En aquel tiempo, el Señor dijo: «¿Con quién, pues,
compararé a los hombres de esta generación? Y ¿a quién se parecen? Se parecen a
los chiquillos que están sentados en la plaza y se gritan unos a otros
diciendo: ‘Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonado
endechas, y no habéis llorado’. Porque ha venido Juan el Bautista, que no comía
pan ni bebía vino, y decís: ‘Demonio tiene’. Ha venido el Hijo del hombre, que
come y bebe, y decís: ‘Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos
y pecadores’. Y la Sabiduría se ha acreditado por todos sus hijos».
♥ Comentario:
Hoy, Jesús constata la dureza de corazón de la gente
de su tiempo, al menos de los fariseos, que están tan seguros de sí mismos que
no hay quien les convierta. No se inmutan ni delante de Juan el Bautista, «que
no comía pan ni bebía vino» (Lc 7,33), y le acusaban de tener un demonio; ni
tampoco se inmutan ante el Hijo del hombre, «que come y bebe», y le acusan de
“comilón” y “borracho”, es más, de ser «amigo de publicanos y pecadores» (Lc
7,34). Detrás de estas acusaciones se esconden su orgullo y soberbia: nadie les
ha de dar lecciones; no aceptan a Dios, sino que se hacen su dios, un dios que
no les mueva de sus comodidades, privilegios e intereses.
Nosotros también tenemos este peligro. ¡Cuántas veces
lo criticamos todo: si la Iglesia dice eso, porque dice aquello, si dice lo
contrario...; y lo mismo podríamos criticar refiriéndonos a Dios o a los demás.
En el fondo, quizá inconscientemente, queremos justificar nuestra pereza y
falta de deseo de una verdadera conversión, justificar nuestra comodidad y
falta de docilidad. Dice san Bernardo: «¿Qué más lógico que no ver las propias llagas,
especialmente si uno las ha tapado con el fin de no poderlas ver? De esto se
sigue que, ulteriormente, aunque se las descubra otro, defienda con tozudez que
no son llagas, dejando que su corazón se abandone a palabras engañosas».
Hemos de dejar que la Palabra de Dios llegue a
nuestro corazón y nos convierta, dejar cambiarnos, transformarnos con su
fuerza. Pero para eso hemos de pedir el don de la humildad. Solamente el
humilde puede aceptar a Dios, y, por tanto, dejar que se acerque a nosotros, que
como “publicanos” y “pecadores” necesitamos que nos cure. ¡Ay de aquél que crea
que no necesita al médico! Lo peor para un enfermo es creerse que está sano,
porque entonces el mal avanzará y nunca pondrá remedio. Todos estamos enfermos
de muerte, y solamente Cristo nos puede salvar, tanto si somos conscientes de
ello como si no. ¡Demos gracias al Salvador, acogiéndolo como tal!
Rev. D. Xavier SERRA i Permanyer (Sabadell, Barcelona, España)
Santoral Católico:
San Genaro de Benevento
Mártir
Fue obispo de Benevento (Campania, Italia). A
principios del siglo IV, hacia el año 305, durante la persecución de
Diocleciano, sufrió el martirio juntamente con otros seis cristianos en
Pozzuoli, cerca de Nápoles, donde se le tiene una especial devoción. Tenemos
pocos datos históricos de su vida. Según la tradición, después de que sufriera
en vano otros tormentos, fue decapitado en el estadio de Pozzuoli, y su sangre,
recogida en dos ampollas, fue trasladada a Nápoles junto con el cuerpo del
santo. El culto a san Genaro se ha acentuado por el fenómeno, atestiguado desde
finales del siglo XIV, de esa sangre que se licua normalmente cuatro veces al
año en diversas fechas.
Oración: Tú
que nos concedes, Señor, venerar la memoria de tu mártir san Genaro, otórganos
también la gracia de gozar de su compañía en el cielo. Por Jesucristo, nuestro
Señor. Amén.
Para más información
hacer clic acá.
© Directorio Franciscano – Aciprensa –
Catholic.net
Pensamiento del día
"La verdad misma
siempre va a estar más allá de nuestro alcance. Podemos buscarla y acercarnos a
ella, pero no podemos poseerla del todo: más bien, es ella la que nos posee a
nosotros y la que nos motiva. En el ejercicio intelectual y docente, la
humildad es asimismo una virtud indispensable, que protege de la vanidad que
cierra el acceso a la verdad. No debemos atraer a los estudiantes a nosotros
mismos, sino encaminarlos hacia esa verdad que todos buscamos. A esto os
ayudará el Señor, que os propone ser sencillos y eficaces como la sal, o como
la lámpara, que da luz sin hacer ruido".
Benedicto XVI
Tema del día:
Oda a la Iglesia
Carlo Carreto fue un monje italiano que murió en
1988. Durante muchos años, vivió como eremita en el desierto del Sahara,
tradujo las Escrituras a la lengua tuareg y, desde la soledad del desierto,
escribió algunos extraordinarios libros espirituales. Sus escritos y su fe
fueron especiales porque tenían una rara
capacidad para combinar una casi infantil piedad con (cuando era necesaria) una
iconoclasia arrasadora. Amaba profundamente a la iglesia, pero no cerraba los
ojos a sus faltas y negligencias, y no tenía miedo de señalar esos defectos.
Siendo de edad avanzada, cuando su salud le obligó a
abandonar el desierto, se retiró a una comunidad religiosa en su nativa Italia.
Estando allí, a edad avanzada, leyó un libro escrito por un ateo que le pedía
cuentas a Jesús acerca de una frase del
Sermón de la Montaña, donde éste dice: “Buscad
y hallaréis”, queriendo decir, por supuesto, que, si buscas a Dios con un
corazón honrado, lo encontrarás. El ateo había titulado el libro “Busqué y no encontré“, arguyendo desde
su propia experiencia que un corazón honrado puede buscar a Dios y volver de
vacío.
Carreto le replicó con un libro titulado: “Busqué y encontré”. Para él, el consejo
de Jesús resultaba verdadero. En su propia búsqueda, a pesar de observar muchas
cosas que podían indicar la ausencia de Dios, él encontró a Dios. Pero admite
las dificultades, y una de esas dificultades es, a veces, la iglesia. La
iglesia puede -y a veces lo hace, por su pecado- hacer difícil a algunos creer
en Dios. Carreto lo admite con desarmada honradez, pero arguye que esto no es
el cuadro completo.
De aquí que su libro combine su profundo amor por su
fe y su iglesia con su negativa a no cerrar los ojos a las muy verdaderas
faltas de los cristianos y las iglesias. En un lugar del libro, da voz a algo
que podría ser descrito como una Oda a la Iglesia. Está escrita así:
¡Cuánto debo criticarte,
iglesia mía; y aun así, cuánto te amo!
Cuánto me has hecho
sufrir; y aun así, cuanto te debo.
Me gustaría verte
destruida; y aun así, necesito tu presencia.
Tú me has dado mucho
escándalo; y aun así, tú sola me has hecho entender la santidad.
Nunca en este mundo he
visto nada más oscurantista, más comprometido, más falso; y aun así, nunca en
este mundo he tocado nada más puro, más generoso y más bello.
Muchas veces he sentido
como cerrarse de golpe la puerta de mi alma en tu rostro; y aun así, ¡cuántas
veces he rogado que yo pudiera morir en tus seguros brazos!
No, no puedo estar libre
de ti, porque soy uno contigo, aun cuando no completamente tú.
Entonces, pues, ¿a dónde
iría? ¿A construir otra iglesia?
Pero no puedo construir
otra sin los mismos defectos, porque son mis
propias derrotas las que llevo conmigo.
Y de nuevo, si construyo
una, será mi Iglesia, ya no la de Cristo.
No, soy suficientemente
viejo para saber que no soy mejor que otros.
No abandonaré esta
Iglesia, edificada sobre tan frágil roca, porque estaría edificando otra sobre
una roca aún más frágil: sobre mí mismo.
Y entonces, ¿qué hacen
al caso las rocas?
Lo que importa es la
promesa de Cristo, lo que importa es la argamasa que une las rocas en una sola:
el Espíritu Santo. Sólo el Espíritu Santo puede construir la Iglesia con
piedras tan defectuosamente talladas como somos nosotros.
Esta es una expresión de una fe madura, una fe que no
sea tan romántica e idealista que necesite ser defendida del lado más oscuro de
las cosas, una que sea suficientemente real como para no ser tan cínica que se
ciegue a la evidente bondad que también emana de la iglesia. Verdaderamente, la
iglesia es a la vez horriblemente comprometida y admirablemente llena de
gracia. Unos ojos honrados son capaces de ver las dos. Un corazón maduro es
capaz de aceptar las dos. Los niños y novatos necesitan estar defendidos del
lado oscuro de las cosas; los adultos escandalizados necesitan tener sus ojos
abiertos a la evidente bondad que está también ahí.
Muchos han abandonado la iglesia porque ésta los ha
escandalizado por sus habituales pecados, ciegas deshonras, defensas,
naturaleza auto-interesada y arrogancia. Las recientes revelaciones
(nuevamente) de abusos sexuales cometidos por sacerdotes y encubiertos por las
autoridades de la iglesia han dejado a mucha gente preguntándose si pueden
volver alguna vez a confiar en la estructura de la iglesia, los ministros y las autoridades. Para muchos,
este escándalo parece demasiado fuerte de digerir.
La oda de Carlo Carretto -creo yo- puede ayudarnos a
todos nosotros, tanto escandalizados como piadosos. A los piadosos les puede
mostrar cómo uno puede aceptar a la iglesia a pesar de su pecado y cómo la
negación de ese pecado no es lo que el amor y la lealtad reclaman. A los
escandalizados les puede ser un desafío para que los árboles no les impidan ver
el bosque, para no dejar de ver que, en la iglesia, la flaqueza y el pecado,
aunque reales, trágicos y escandalosos, nunca eclipsan la sobreabundante gracia
de Dios, que vivifica.
© Ron Rolheiser (Trad. Benjamín
Elcano, cmf)
Nuevo vídeo
Hay
un nuevo vídeo subido al blog
de
"Pequeñas Semillitas" en
internet.
Para
verlo tienes que ir al final de esta página
Meditaciones de
“Pequeñas Semillitas”
Rafael Aita –amigo del P. Ángel Peña- tuvo una
experiencia especial el 20 de enero de 1996. Dice así: Me sentí muy mal y perdí
el conocimiento durante quince minutos. Comencé a desplazarme veloz por un
túnel negro, oscuro y, al fondo del túnel, vi una luz. Una luz inmensa,
majestuosa, muy fuerte, cuyos rayos caían sobre mí. La luz resplandeciente me
cegaba y sus rayos parecían llegar a lo más profundo de mi ser. Cuando me acerqué
más a la luz, la luz me recibió, me abrazó y sentí un amor infinito, una paz
infinita, una felicidad infinita. ¡Cuánta ternura! ¡Nunca me imaginé que podría
existir tanta felicidad! En ese mismo instante, pensé por fracciones de segundo
en mi vida terrenal... y no quería volver, quería seguir ahí para siempre.
Era la ausencia total del temor y la protección total
del Amor. Sentía que era Dios, que me abrazaba con su ternura infinita, y luego
sentí que me decía: “Regresa, tu misión no ha terminado” y regresé y desperté.
A partir de ese día, mi punto de vista sobre la vida ha cambiado. Siento gran
necesidad de amar a Dios y al prójimo. Sé que Jesús está vivo y que nos espera
y nos ama con una intensidad infinita. Ya no tengo miedo a la muerte. Y, ahora,
la meta de mi vida es ser mejor de lo que he sido, cuando vuelva a encontrarme
nuevamente con Jesús.
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el
Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos,
seminaristas, monjas, religiosas, novicias, catequistas y todos los que
componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para que
seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto con el
Espíritu Santo; por las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y
del Inmaculado Corazón de María; por la
conversión de todos los pueblos; por la
Paz en el mundo; por los cristianos perseguidos y martirizados en Medio
Oriente, África, y en otros lugares; por nuestros hermanos sufrientes por
diversos motivos especialmente por las enfermedades, el abandono, la carencia
de afecto, la falta de trabajo, el hambre y la pobreza; por los pacientes
internados en la Casa de la Bondad en
Córdoba (Argentina); por los niños con cáncer y otras enfermedades
graves; por el drama de los refugiados del Mediterráneo; por los presos
políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo; por las víctimas
de catástrofes naturales; por la unión de las familias, la fidelidad de los
matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el
aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración para las siguientes personas de Costa
Rica: Por la conversión del corazón y la mente de David B.; por Maximino P.,
que tiene alrededor de 80 años de edad y hace pocos meses perdió a su compañera
de toda la vida, para que tenga mucha paz y puede conversar con un sacerdote
que lo llene de aliento; y por la salud de la señorita D. R., que está depresiva y con muy baja auto estima. Por
todos ellos... ¡Te rogamos Señor!
Pedimos oración por dos personas de Córdoba,
Argentina: Norma C., de 86 años, con
diabetes, ulceraciones en las piernas, y otros problemas médicos que configuran
una situación muy delicada y de pronóstico reservado; y Raúl P., de 76 años, en recuperación de varias cirugías abdominales
por un proceso oncológico intestinal. Que la Virgen del Valle los ampare y
ruegue por ellos a Jesús.
Seguimos en oración para María Rosa y Emilio, un matrimonio mayor, de Buenos Aires,
Argentina, con múltiples problemas de salud y sin familia que los contenga y
acompañe. Que la Santísima Virgen los fortalezca, y Dios les conceda la fuerza
de su Amor.
Continuamos unidos en oración por medio del rezo del
Santo Rosario poniendo en Manos de Nuestra Madre Bendita todas nuestras
preocupaciones, alegrías y necesidades, poniendo al mundo entero en Manos de
nuestra Madre y pidiéndole a Ella paz para el mundo. Al rezar por la paz,
rezamos por todo, por la paz en el mundo, en los corazones, porque la violencia
sea desterrada, por la paz para los niños que están en peligro de ser
abortados. Paz para los jóvenes que no encuentran el camino, paz para los
deprimidos. Paz para los que no han tenido la dicha de conocer al Amor. En fin
rezamos por la paz, y sigamos haciéndolo.
Tú quisiste, Señor, que
tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto
el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha las plegarias
que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se
hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse
elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la
pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo
nuestro Señor.
Amén
Cinco minutos del
Espíritu Santo
Setiembre 19
Es cierto que el Espíritu Santo actúa de modo
permanente en nuestras vidas, y hace maravillas. Pero normalmente no las hace
de la manera como nosotros lo esperamos o lo imaginamos. Por eso nos parece que
él está en silencio, que calla, que no interviene. Sin embargo, él siempre está
preparando algo nuevo, y por eso podemos tener esperanzas. Veamos cómo lo
expresaba Romano Guardini en su oración:
"Espíritu Santo,
que nos has sido enviado, y permaneces cerca de nosotros, aunque los espacios
resuenen vacíos como si estuvieras lejos.
En tus manos perduran
los siglos y todas las cosas serán en ti cumplidas, mientras reinas en el
misterio del silencio.
Así lo creemos, y
esperamos el mundo que ha de venir. Enséñanos a esperar en la esperanza.
Concédenos participar de
ese mundo que vendrá, para que la presencia de tu gloria sea verdadera en
nosotros. Amén."
* Mons. Víctor Manuel Fernández
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito
de todos)
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