PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año
13 - Número 3773 ~ Lunes 17 de Setiembre de 2018
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
¡Señor
enséñame a orar! Porque la oración me es necesaria. Sin ella no puedo
perseverar.
Ayuda
mi debilidad. Ilumina mi entendimiento. Fortalece mi voluntad. Aparta de mí
esas inquietudes que me perturban. Haz que en la soledad y en el silencio me
consagre a hablar contigo, a contarte mis miserias, a hacerte participante de
mis alegrías y de mis tristezas, a renovar delante de Ti mis propósitos, a
pedirte por mí y por todos...
¡Enséñame
a orar! Enséñame a meditar en los misterios de tu vida, en el ejemplo de tus
virtudes, en tu amor para conmigo, en tus triunfos y en tus glorias... Enséñame
a meditar en tu Madre Santísima, María, en tus santos, en las verdades que Tú
mismo predicaste.
¡Señor
enséñame a orar!
Pbro. Alberto Moreno
¡Buenos días!
El asno engreído
Te invito a reflexionar hoy sobre la vanidad humana.
“El vanidoso es como un gallo que se imaginara que el sol sale para oírlo
cantar”. “Vasito de barro: ¿por qué te quieres poner tan alto? ¿No ves que si
te caes, te quiebras? ¿No sabes que el aroma de tus flores se percibe mejor si
estás abajo?” (V. Gar-Mar).
Una vez le tocó a un
asno cargar la imagen de un dios por las calles de una ciudad para ser llevada
a su templo. Y por donde él pasaba, la multitud se postraba ante la imagen. El
asno, pensando que se postraban por respeto hacia él, se erguía orgullosamente,
dándose aires y negándose a dar un paso más. El conductor, viendo su decidida
parada, lanzó su látigo sobre sus espaldas y le dijo: —¡Oh, cabeza hueca,
todavía no ha llegado la hora en que los hombres adoren a los asnos! (Esopo).
La humildad consiste en el reconocimiento de que Dios
es el autor de todo bien. De él proviene todo cuanto tenemos y somos. Y también
cuanto tiene y es nuestro prójimo. Por eso no cabe el sentido competitivo de la
vida, que está en el fondo de la actitud soberbia y envidiosa. Que intentes
vivir en lo concreto de cada día esta sólida verdad.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios
Lecturas de hoy
♥ Primera Lectura: 1Cor 11, 17-26. 33
♥ Salmo: Sal 39, 7-10. 17
♥ SANTO EVANGELIO: Lc 7,1-10
En aquel tiempo, cuando Jesús hubo acabado de dirigir
todas estas palabras al pueblo, entró en Cafarnaúm. Se encontraba mal y a punto
de morir un siervo de un centurión, muy querido de éste. Habiendo oído hablar
de Jesús, envió donde Él unos ancianos de los judíos, para rogarle que viniera
y salvara a su siervo. Éstos, llegando donde Jesús, le suplicaban
insistentemente diciendo: «Merece que se lo concedas, porque ama a nuestro
pueblo, y él mismo nos ha edificado la sinagoga».
Jesús iba con ellos y, estando ya no lejos de la
casa, envió el centurión a unos amigos a decirle: «Señor, no te molestes,
porque no soy digno de que entres bajo mi techo, por eso ni siquiera me
consideré digno de salir a tu encuentro. Mándalo de palabra, y quede sano mi
criado. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes,
y digo a éste: ‘Vete’, y va; y a otro: ‘Ven’, y viene; y a mi siervo: ‘Haz
esto’, y lo hace».
Al oír esto Jesús, quedó admirado de él, y
volviéndose dijo a la muchedumbre que le seguía: «Os digo que ni en Israel he
encontrado una fe tan grande». Cuando los enviados volvieron a la casa,
hallaron al siervo sano.
♥ Comentario:
Hoy, nos enfrentamos a una pregunta interesante. ¿Por
qué razón el centurión del Evangelio no fue personalmente a encontrar a Jesús
y, en cambio, envió por delante algunos notables de los judíos con la petición
de que fuese a salvar a su criado? El mismo centurión responde por nosotros en
el pasaje evangélico: Señor, «ni siquiera me consideré digno de salir a tu encuentro.
Mándalo de palabra, y quede sano mi criado» (Lc 7,7).
Aquel centurión poseía la virtud de la fe al creer
que Jesús podría hacer el milagro —si así lo quería— con sólo su divina
voluntad. La fe le hacía creer que, prescindiendo de allá donde Jesús pudiera
hallarse, Él podría sanar al criado enfermo. Aquel centurión estaba muy
convencido de que ninguna distancia podría impedir o detener a Jesucristo, si
quería llevar a buen término su trabajo de salvación.
Nosotros también estamos llamados a tener la misma fe
en nuestras vidas. Hay ocasiones en que podemos ser tentados a creer que Jesús
está lejos y que no escucha nuestros ruegos. Sin embargo, la fe ilumina
nuestras mentes y nuestros corazones haciéndonos creer que Jesús está siempre
cerca para ayudarnos. De hecho, la presencia sanadora de Jesús en la Eucaristía
ha de ser nuestro recordatorio permanente de que Jesús está siempre cerca de
nosotros. San Agustín, con ojos de fe, creía en esa realidad: «Lo que vemos es
el pan y el cáliz; eso es lo que tus ojos te señalan. Pero lo que tu fe te
obliga a aceptar es que el pan es el Cuerpo de Jesucristo y que en el cáliz se
encuentra la Sangre de Jesucristo».
La fe ilumina nuestras mentes para hacernos ver la
presencia de Jesús en medio de nosotros. Y, como aquel centurión, diremos:
«Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo» (Lc
7,6). Por tanto, si nos humillamos ante nuestro Señor y Salvador, Él viene y se
acerca a curarnos. Así, dejemos a Jesús penetrar nuestro espíritu, en nuestra
casa, para curar y fortalecer nuestra fe y para llevarnos hacia la vida eterna.
Fr. John A. SISTARE (Cumberland, Rhode Island, Estados Unidos)
Santoral Católico:
San Roberto Belarmino
Obispo y Doctor de la
Iglesia
Nació el año 1542 en Montepulciano (Toscana, Italia),
de familia noble. Ingresó en la Compañía de Jesús en 1560, estudió en el
Colegio Romano y luego en Padua y Lovaina, donde también fue profesor. Recibió
la ordenación sacerdotal en Gante el año 1570. Vuelto al Colegio Romano, enseñó
teología, mantuvo brillantes disputas en defensa de la fe católica y publicó
obras importantes. Fue provincial de los jesuitas, teólogo del Papa y
colaborador de varias Congregaciones romanas. Estuvo relacionado con los
grandes personajes y santos de su tiempo, y entre sus amigos y dirigidos
espirituales están Luis Gonzaga y Juan Berchmans. Elegido cardenal y nombrado
obispo de Capua, permaneció tres años en su diócesis como solícito pastor,
hasta que regresó a sus tareas en Roma, donde murió el 17 de septiembre de
1621, día de las llagas de San Francisco, cuya memoria había conseguido que se
celebrara en toda la Iglesia.
Oración: Señor,
tú que dotaste a san Roberto Belarmino de santidad y sabiduría admirable para
defender la fe de tu Iglesia, concede a tu pueblo, por su intercesión, la
gracia de vivir con la alegría de profesar plenamente la fe verdadera. Por
Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Para más información hacer clic acá.
© Directorio Franciscano – Aciprensa –
Catholic.net
Pensamiento del día
“La paciencia es el alimento
de la tolerancia,
la tolerancia es el alimento
del amor,
el amor es el alimento del
perdón,
y el perdón es el alimento
de la paz”.
Tema del día:
El nombre de Dios
1) Para saber
Cuando nos referimos a una persona lo hacemos por su
nombre: “Pedro es un buen futbolista”. Si lo honramos, será por su nombre:
“Pedro es muy trabajador y honrado”. Decir el nombre es referirse a toda la
persona. Por ello, al nombre de Dios le debemos todo el respeto.
El Segundo Mandamiento nos lo indica: «No tomarás en
falso el nombre de Yahveh, tu Dios» (Éxodo 20, 7). El Papa Francisco, siguiendo
su catequesis sobre los Mandamientos, comenta que es una “invitación a no
ofender el nombre de Dios y evitar usarlo inapropiadamente… de no usar el
nombre de Dios en vano, de forma inoportuna”.
La expresión «en falso» quiere decir: «en vacío,
vanamente». Es la característica de la hipocresía, del formalismo y de la
mentira, de usar el nombre de Dios, pero vacío, sin verdad.
2) Para pensar
Cuando una persona vive una relación falsa con Dios,
no está tomando en serio su nombre, y sus palabras se hacen poco creíbles. En
cambio, quien lucha por llevar una relación sincera con Dios, gana en
credibilidad y Dios puede obrar en él. Ese cristianismo toca los corazones. El
Papa Francisco señala que los santos son capaces de tocar y mover los corazones
porque en ellos vemos lo que nuestro corazón desea profundamente: autenticidad,
relaciones verdaderas, radicalidad.
Se cuenta que hace años había en Inglaterra vivía
Peter, un señor protestante, a quien visitaba semanalmente John, su amigo
católico. En un ambiente amistoso charlaban y discutían las verdades de fe. Sin
embargo, John se impacientaba al ver que a Peter no le convencían sus razones.
Sucedió que anunciaron que la Madre Teresa de Calcuta
visitaría la ciudad y daría una conferencia. John animó a Peter para que
asistiera, y finalmente fue.
Cuando se volvieron a ver, Peter lo recibió con mucha
alegría y le dijo que estaba decidido para ingresar a la Iglesia Católica, pues
las palabras de la Madre Teresa lo habían convencido. John, feliz también, le
pidió le dijera cuáles palabras le convencieron. Peter le contó lo que había
escuchado y al terminar, John, sorprendido, le dijo: “Pero Peter, todo eso yo
ya te lo había dicho...” A lo que Peter le contestó: “Sí, es cierto, ¡pero
ahora lo dijo la Madre Teresa!”
Como dice el Papa Francisco, los santos mueven los
corazones. Pero también hay «santos de la puerta de al lado» como, por ejemplo,
los muchos padres que dan a los hijos el ejemplo de una vida coherente,
sencilla, honesta y generosa. Pensemos si nuestras palabras van acompañadas con
la fuerza de nuestra vida.
3) Para vivir
Este segundo mandamiento nos recuerda que estamos
bautizados «en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo», como
afirmamos cuando hacemos la señal de la cruz, para vivir nuestras acciones
cotidianas en comunión con Dios, es decir, en su amor. El Papa Francisco invitó
a los padres para que enseñen a los niños a hacer la señal de la cruz en el
nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, porque luego sucede que no
saben o la hacen mal.
Al tomar el nombre de Dios con amor y respeto, se
practica la primera petición del Padre Nuestro, «santificado sea tu nombre». Y
Dios no dirá nunca «no» a un corazón que lo invoca sinceramente.
© Pbro. José Martínez Colín
Meditaciones de
“Pequeñas Semillitas”
El hombre tiende a establecer una cierta barrera
entre las ideas y lo que llama la "vida real". Y quizá, por ejemplo,
cuando piensa en la fe, su imaginación representa en su mente un viejo y
destartalado templo donde un sacerdote antipático se dirige a unas personas
grises y serias, que además cantan mal, y que a su juicio pierden lamentablemente
el tiempo, lejos del mundo real en el que ellos sí están. Y probablemente
concluya que la religión no tiene sentido. O que la Iglesia funciona mal,
cuando quizá lo que funciona mal, sobre todo, es su conocimiento y su imagen de
la fe y de la Iglesia.
Algunos se han hecho esa idea -u otra peor- sin culpa
de su parte, o al menos con poca culpa. Otros, en cambio, fomentan esa imagen
para tranquilizar su conciencia, que quizá les reprocha algunas cosas a las que
no se atreven a llamar por su nombre.
O se vive como se piensa, o se acaba pensando como se
vive. Es un proceso sencillo, en el que cada hecho práctico de dudosa moralidad
se apuntala rápidamente con la correspondiente teoría. Y quizá entonces esa
comisión ilegal deja de parecerme tan mala... porque yo estoy cobrándola. O no
veo tan grave eso de engañar a mi novio o a mi novia, o a mi mujer o mi marido,
o emborracharme, porque... yo lo hago de vez en cuando. "Al comienzo
fueron vicios, hoy quieren llamarse costumbres", decía Séneca. Hay personas
que, cuando no han sido fieles a su mujer, reconocen su debilidad; y otras, que
lo que hacen es exigir a la Iglesia que dé marcha atrás en una regla que ellos
ya no pueden seguir. Les gustaría reformar la Iglesia para no tener que
reformarse a sí mismos, a pesar de que parece hacerles bastante falta.
Alfonso Aguiló
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el
Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes,
diáconos, seminaristas, monjas, religiosas, novicias, catequistas y todos los
que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para
que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto
con el Espíritu Santo; por las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de
Jesús y del Inmaculado Corazón de María;
por la conversión de todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por los cristianos perseguidos y
martirizados en Medio Oriente, África, y en otros lugares; por nuestros
hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente por las enfermedades, el
abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo, el hambre y la pobreza; por
los pacientes internados en la Casa de la Bondad en Córdoba (Argentina); por los niños con cáncer
y otras enfermedades graves; por el drama de los refugiados del Mediterráneo; por
los presos políticos y la falta de libertad en muchos países del mundo; por las
víctimas de catástrofes naturales; por la unión de las familias, la fidelidad
de los matrimonios y por más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento;
por el aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas; y por las Benditas
Almas del Purgatorio.
Pedimos oración para las siguientes personas de
Medellín, Antioquia, Colombia: Juan
Camilo M., le sospechan un cáncer pero lo siguen estudiando porque no encuentran
la causa de su enfermedad; Sandra
Natalia G., la operan de un problema lumbar; Saúl C., lo operan de cáncer de próstata; Farley B.; con una
enfermedad grave en la boca; Sol Beatriz
P., Mary V., Juliana C. y Jorge P., todos con cáncer en diferentes partes del cuerpo. A
todas estas hermanas y hermanos nuestros, los ponemos en las Santas y
Milagrosas Manos de Jesús.
Continuamos unidos en oración por medio del rezo del
Santo Rosario poniendo en Manos de Nuestra Madre Bendita todas nuestras
preocupaciones, alegrías y necesidades, poniendo al mundo entero en Manos de
nuestra Madre y pidiéndole a Ella paz para el mundo. Al rezar por la paz,
rezamos por todo, por la paz en el mundo, en los corazones, porque la violencia
sea desterrada, por la paz para los niños que están en peligro de ser
abortados. Paz para los jóvenes que no encuentran el camino, paz para los
deprimidos. Paz para los que no han tenido la dicha de conocer al Amor. En fin
rezamos por la paz, y sigamos haciéndolo.
Tú quisiste, Señor, que
tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades,
para poner de manifiesto
el valor de la enfermedad y la paciencia;
escucha las plegarias
que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos
y concede a cuantos se
hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad,
la gracia de sentirse
elegidos entre aquellos que tu hijo ha llamado dichosos,
y de saberse unidos a la
pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo
nuestro Señor.
Amén
Cinco minutos del
Espíritu Santo
Setiembre 17
En Juan 20,19-23 vemos que, a pesar de la
resurrección, los discípulos se encierran, llenos de miedo. Porque todavía
debían recibir la fuerza del Espíritu Santo que los impulsara a la misión
liberándolos del temor y la cobardía.
No significa esto que el Espíritu Santo no estuviera
presente de ninguna manera, ya que según el Evangelio de Juan Jesús derrama el
Espíritu cuando muere en la cruz. Pero Jesús iba produciendo poco a poco una
efusión cada vez más plena y liberadora en sus discípulos que finalmente les
haría vivir la explosión evangelizadora de la Iglesia naciente en Pentecostés.
El Espíritu Santo nos saca del encierro, del
aislamiento, y nos impulsa hacia fuera. Por eso tenemos que convencernos de que
el Espíritu Santo nos quiere hacer vivir una espiritualidad en la acción. No
tenemos que pensar que sólo tenemos espiritualidad cuando nos encerramos a
orar, porque cuando estamos evangelizando, o cuando estamos prestando un
servicio bajo el impulso del Espíritu Santo, eso también es espiritualidad. Y
esto vale sobre todo para los laicos, que están llamados a impregnar el mundo
con la presencia del Espíritu.
Todo lo bueno que Jesús produce en nuestras vidas se
realiza por la acción íntima y profunda del Espíritu Santo que él envía. Todo
consuelo, toda luz interior, todo regalo de la gracia, todo carisma y todo
impulso de amor, nos llegan por la acción interior del Espíritu Santo. Y con
ese poder es posible cambiar el mundo.
Por eso, si queremos liberar y embellecer nuestras
vidas, y el mundo entero, tenemos que pedirle a Jesús resucitado que derrame en
nosotros un poco más del poder del Espíritu Santo que llena su humanidad
gloriosa.
* Mons. Víctor Manuel Fernández
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito
de todos)
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