jueves, 3 de octubre de 2024

Pequeñas Semillitas 5774

PEQUEÑAS SEMILLITAS
 
Año 19 - Número 5774 ~ Jueves 3 de Octubre de 2024
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
¡Alabado sea Jesucristo!
Para comprender el amor y la generosidad de Dios, veamos esta breve historia:
Un carpintero se puso un día a construir una escalera de caracol para llegar al cielo. Pasó un vecino y le dijo: —Si me regalas unos peldaños, a mí me servirán mucho y a ti no te dañará. El trabajador se rascó la cabeza y se los dio. El vecino agradeció y se fue silbando. El obrero siguió su trabajo. Pasó una pobre mujer y le pidió un poco de madera ya que una pared de su casa dejaba colar el viento. El carpintero accedió. La mujer se fue sonriendo. Y así vinieron muchos más y el trabajador seguía dando. El invierno era duro, la miseria grande y el carpintero regalaba peldaños, aún para usarlos de leña. Y decía a su esposa: —No comprendo, mujer. Mi escalera es cada vez más chica... ¡Pero, subo por ella al cielo! Ella le replicó: —¿Acaso no ves que por tu generosidad el cielo está más cerca de la tierra?
 
La Palabra de Dios
Lecturas del día
Primera Lectura: Job 19, 21-27
 
Salmo: Sal 27
 
Santo Evangelio: Lc 10,1-12
En aquel tiempo, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir. Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino.
»En la casa en que entréis, decid primero: ‘Paz a esta casa’. Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros. Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa. En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad los enfermos que haya en ella, y decidles: ‘El Reino de Dios está cerca de vosotros’.
»En la ciudad en que entréis y no os reciban, salid a sus plazas y decid: ‘Hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies, os lo sacudimos. Pero sabed, con todo, que el Reino de Dios está cerca’. Os digo que en aquel día habrá menos rigor para Sodoma que para aquella ciudad».
 
Comentario:
Hoy, Jesús nos habla de la misión apostólica. Aunque «designó a otros setenta y dos, y los envió» (Lc 10,1), la proclamación del Evangelio es una tarea «que no podrá ser delegada a unos pocos “especialistas”» (San Juan Pablo II): todos estamos llamados a esta tarea y todos nos hemos de sentir responsables de ella. Cada uno desde su lugar y condición. El día del Bautismo se nos dijo: «Eres Sacerdote, Profeta y Rey para la vida eterna». Hoy, más que nunca, nuestro mundo necesita del testimonio de los seguidores de Cristo.
«La mies es mucha, y los obreros pocos» (Lc 10,2): es interesante este sentido positivo de la misión, pues el texto no dice «hay mucho que sembrar y pocos obreros». Quizá hoy debiéramos hablar en estos términos, dado el gran desconocimiento de Jesucristo y de su Iglesia en nuestra sociedad. Una mirada esperanzada de la misión engendra optimismo e ilusión. No nos dejemos abatir por el pesimismo y por la desesperanza.
De entrada, la misión que nos espera es, a la vez, apasionante y difícil. El anuncio de la Verdad y de la Vida, nuestra misión, no puede ni ha de pretender forzar la adhesión, sino suscitar una libre adhesión. Las ideas se proponen, no se imponen, nos recuerda el Papa.
«No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias...» (Lc 10,4): la única fuerza del misionero ha de ser Cristo. Y, para que Él llene toda su vida, es necesario que el evangelizador se vacíe totalmente de aquello que no es Cristo. La pobreza evangélica es el gran requisito y, a la vez, el testimonio más creíble que el apóstol puede dar, aparte de que sólo este desprendimiento nos puede hacer libres.
El misionero anuncia la paz. Es portador de paz porque lleva a Cristo, el “Príncipe de la Paz”. Por esto, «en la casa en que entréis, decid primero: ‘Paz a esta casa’. Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros» (Lc 10,5-6). Nuestro mundo, nuestras familias, nuestro yo personal, tienen necesidad de Paz. Nuestra misión es urgente y apasionante.
* Rev. D. Ignasi NAVARRI i Benet (La Seu d'Urgell, Lleida, España) © Textos de Evangeli.net
 
Santoral Católico:
San Francisco de Borja
[Murió el 30 de septiembre y su memoria se celebra en España el 3 de octubre]. Nació en Gandía, provincia de Valencia (España), el año 1510. Gran privado del Emperador Carlos V y caballero de la emperatriz Isabel, vivió ejemplarmente en palacio. La vista del cadáver de la emperatriz le impulsó a despreciar las vanidades de la corte. Suya es la frase famosa: «No quiero servir a señor que se me pueda morir». Fue virrey de Cataluña y duque de Gandía. En 1529 contrajo matrimonio con Leonor de Castro, y tuvieron ocho hijos. Después de la muerte de su esposa, acaecida en 1546, que acabó de desligarlo del mundo, fue recibido por san Ignacio en la Compañía de Jesús, de la que llegó a ser superior general, después de haberse dedicado, ya sacerdote, al apostolado y a los asuntos de la naciente Compañía. Se distinguió, sobre todo, por su profunda humildad. Dio gran impulso a las misiones, especialmente de América. Murió en Roma el 30 de septiembre de 1572.
Oración: Señor y Dios nuestro, que nos mandas valorar los bienes de este mundo según el criterio de tu ley, al celebrar la fiesta de san Francisco de Borja, tu siervo fiel y cumplidor, enséñanos a comprender que nada hay en el mundo comparable a la alegría de gastar la vida en tu servicio. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Para más información hacer clic acá.
(Directorio Franciscano – ACI Prensa)
 
Pensamiento del día
«El bien es mayoría pero no se nota porque es silencioso. Una bomba hace más ruido que una caricia, pero por cada bomba que destruye hay millones de caricias que alimentan la vida»
(FACUNDO CABRAL)
 
Tema del día:
El juicio particular
El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que el hombre, en el momento de su muerte, recibe en su alma lo que merece por sus obras. Es decir que en el momento de la muerte nuestra alma se presenta ante el Juez eterno, Jesucristo, y allí mismo recibimos la sentencia eterna: Cielo o Infierno, según haya sido nuestra muerte: en gracia de Dios, o en pecado mortal respectivamente.   
 
Los Santos pensaban todo el día en ese momento y temblaban y hacían muchas penitencias y oraciones preparándose para ese momento tan importante, el más importante de la vida, de nuestra vida, porque allí se decidirá nuestra eternidad.   
 
Ellos también pedían por la perseverancia final, es decir que al momento de la muerte se hallasen en gracia de Dios, en amistad con Él, para salvarse e ir a Gozar de Dios para siempre en el Paraíso.     
 
Parece mentira pero el hombre de hoy ya ni piensa en esto, y vive despreocupadamente, sin interesarse por lo que vendrá después de la muerte, aprovechando este corto tiempo de vida sobre la tierra para gozar de todo sin importarle ni Dios ni la eternidad. Verdaderamente esta es la conducta de los locos, porque el que no piensa en sus postrimerías es un insensato que no sabe a dónde se dirige, o es como un soldado que va a la guerra sin armas.  
 
Ya la Escritura dice: “Acuérdate de tus postrimerías y no pecarás.” Pero el hombre de hoy vive enceguecido por el Maligno y así llega al fin de su vida sin estar preparado.      
 
Nosotros, que estamos leyendo esto, no es por casualidad que lo estamos leyendo, sino que Dios, en su infinita misericordia nos quiere avisar de estas cosas para que nos preparemos mejor a ese momento tan trascendente de nuestra muerte.    
 
Como dice la Escritura: “Si el justo apenas se salva, ¿qué será del pecador y el impío?”    
 
No es para tener miedo, pero sí es para tener precaución y darle la importancia a lo que realmente la tiene.
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(Texto: Sitio Santísima Virgen – Imagen: YouTube)
 
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
Si los Ángeles coronan a María, es porque ella es Reina, Reina de todo el Universo creado, por consiguiente, también reina de esos Ángeles que la glorifican a su manera, como una diadema. El fundamento histórico y teológico de este reino mariano es conocido: María es la Madre del Hijo del Altísimo (Lc 1, 32), la Madre del Señor mismo (Lc 1, 43). Ella es asociada por Él a su misión real que se extiende a todo el universo visible e invisible (Jn 2,11; 19, 27).
Es importante ver que la Madre del Señor no es reina de una manera honorifica, su título corresponde a su acción concreta, a su libre y frecuentemente dolorosa participación en la obra de Redención realizada por su Hijo. (…).
Podríamos pedir a la Reina de los Ángeles volvernos más atentos y sensibles a las inspiraciones de esos espíritus angélicos, comenzando por supuesto con las de nuestro propio Ángel de la guarda. Deberíamos también rezar con más frecuencia a los Ángeles, ya que ellos nos pueden ayudar a amar mejor y servir a su Rey y a su Reina, que son también los nuestros.
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El papa san Juan XXIII (1881-1963) había prometido, cuando era arzobispo de Venecia (Italia), recitar todos los días los quince misterios del Rosario. Su espiritualidad estuvo marcada por un intenso amor a la Eucaristía y una veneración filial de la Santísima Virgen. Su lema fue “A Jesús por María”.
Después de haber convocado el Concilio Vaticano II, el Papa fue a Loreto y a Asís para pedir la intercesión de María y san Francisco en favor del Concilio, cuya primera sesión fijó entre la Maternidad de María y su Inmaculada Concepción.
Papa de 1958 a 1963, Juan XXIII publicó no menos de 501 documentos total o parcialmente de contenido mariano. En su mensaje transmitido el 27 de marzo de 1960, declara: “La devoción a la Santísima Virgen María no nos conduce a otra cosa que a hacer que nuestra fe sea más sólida, más diligente y más efectiva; nuestra caridad más ardiente y nuestro compromiso cristiano más vivo y fructífero”.
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Esta es una anécdota de la vida de San Juan María Vianney, el Cura de Ars, que se destacó por sus excepcionales dotes de confesor y al que hoy la Iglesia lo tiene considerado como el patrono de los párrocos.
Se dice que un día de 1826, durante una misión en Saint-Trivier-sur-Moignans, el Cura de Ars fue invitado con otros sacerdotes para ayudar a confesar. La primera noche se quejaron varios compañeros de ruidos extraños que provenían de su cuarto. Él les dijo que no tuvieran miedo, que era el demonio. Ellos no le creyeron. Le dijeron: “Usted no come, no duerme y también tiene pesadillas”.
Él no les respondió, pero a la noche siguiente se oyó un ruido como de un carro que hacía temblar el suelo. Parecía que la casa se venía abajo. Se levantaron todos y fueron corriendo a la habitación del padre Vianney. Lo encontraron acostado tranquilamente en su cama, que manos invisibles habían arrastrado hasta el centro de la habitación. Entonces él les dijo: “Es el demonio quien me ha arrastrado hasta aquí y ha causado todo el alboroto. No es nada, lo siento, pero es buena señal. Mañana caerá algún pez gordo” (gran pecador).
Al día siguiente, todos quedaron asombrados al ver al señor de Murs, noble caballero, que se fue a confesar con él, pues hacía mucho tiempo que estaba alejado de la Iglesia. Su conversión causó una profunda impresión entre los habitantes del pueblo. Y los sacerdotes empezaron a tomar en serio al santo cura de Ars y no creer que era un pobre soñador.
 
Extractos de cartas del Padre Pío
(Recopilación: P. Gianluigi Pasquale en “365 días con el Padre Pío”)
3 de octubre
Mi queridísima hija: ¡Jesús sea siempre todo tuyo, te mire siempre con benevolencia, te asista siempre y en todo con su gracia vigilante, te sea siempre y en todo escudo, apoyo y guía, y te haga santa!
Con estos deseos muy sinceros, que con frecuencia le presento a Jesús, doy respuesta a la carta que me enviaste por medio de la señorita Serritelli. Estoy contento al saber que rebosas siempre buena voluntad, y doy vivísimas gracias a Dios por ello. Procura hacer fructificar cada vez más los talentos recibidos de Dios.
Trabaja incansablemente por la salvación de nuestros hermanos, y lleva al conocimiento de todos el espíritu de san Francisco, que es del todo el espíritu de Jesucristo. La sociedad necesita reformarse; y yo no conozco otro medio más eficaz que el que todos sean terciarios de san Francisco y vivan su espiritualidad. Con esta finalidad y condición, te aceptaré en el número de mis queridísimos hijos.
Encomendándome a mí mismo y a todos los míos a tus plegarias, con paterno y redoblado afecto te bendigo.
(25 de enero de 1914, a Elena Bandini, Ep. III, 1050)
 
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)
 
 
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