jueves, 15 de agosto de 2024

Pequeñas Semillitas 5725

PEQUEÑAS SEMILLITAS
 
Año 19 - Número 5725 ~ Jueves 15 de Agosto de 2024
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Celebramos hoy la solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María al cielo. El Papa Pio XII proclamó solemnemente el dogma de la Asunción de María el 1° de noviembre de 1950, en la Constitución ‘Munificentisimus Deus’.
María vive ya plenamente lo que nosotros aspiramos a vivir un día en el cielo. Representa para nosotros un signo de esperanza. Ella es nuestra meta y nuestro ejemplo; nos conduce de su mano hacia su Hijo, que es su razón de ser, con quien aspiramos un día compartir su victoria sobre la muerte. ¡A Jesús por María! Ella es también nuestra abogada, la Reina Madre que intercede por nosotros ante su Hijo, Jesucristo Rey.
En esta solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María, pidamos a nuestro Señor que nos colme de sus bienes para que bendigamos Su nombre como Ella lo hizo con el hermoso canto del Magníficat que leemos en la liturgia de hoy (Lc 1, 39-56). ¡Salve, llena de gracia!… ¡Santa María, ruega por nosotros!
 
La Palabra de Dios
Lecturas del día
Primera Lectura: Apoc 11, 19; 12, 1-6. 10
 
Salmo: Sal 44, 10bc. 11. 12ab. 16
 
Segunda Lectura: 1 Co 15, 20-27
 
Santo Evangelio: Lc 1,39-56
En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!».
Y dijo María: «Proclama mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como había anunciado a nuestros padres- en favor de Abraham y de su linaje por los siglos». María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.
 
Comentario:
Hoy celebramos la solemnidad de la Asunción de Santa María en cuerpo y alma a los cielos. «Hoy —dice san Bernardo— sube al cielo la Virgen llena de gloria, y colma de gozo a los ciudadanos celestes». Y añadirá estas preciosas palabras: «¡Qué regalo más hermoso envía hoy nuestra tierra al cielo! Con este gesto maravilloso de amistad —que es dar y recibir— se funden lo humano y lo divino, lo terreno y lo celeste, lo humilde y lo sublime. El fruto más granado de la tierra está allí, de donde proceden los mejores regalos y los dones de más valor. Encumbrada a las alturas, la Virgen Santa prodigará sus dones a los hombres».
El primer don que te prodiga es la Palabra, que Ella supo guardar con tanta fidelidad en el corazón, y hacerla fructificar desde su profundo silencio acogedor. Con esta Palabra en su espacio interior, engendrando la Vida para los hombres en su vientre, «se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel» (Lc 1,39-40). La presencia de María expande la alegría: «Apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno» (Lc 1,44), exclama Isabel.
Sobre todo, nos hace el don de su alabanza, su misma alegría hecha canto, su Magníficat: «Proclama mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador...» (Lc 1,46-47). ¡Qué regalo más hermoso nos devuelve hoy el cielo con el canto de María, hecho Palabra de Dios! En este canto hallamos los indicios para aprender cómo se funden lo humano y lo divino, lo terreno y lo celeste, y llegar a responder como Ella al regalo que nos hace Dios en su Hijo, a través de su Santa Madre: para ser un regalo de Dios para el mundo, y mañana un regalo de nuestra humanidad a Dios, siguiendo el ejemplo de María, que nos precede en esta glorificación a la que estamos destinados.
* P. Dom Josep ALEGRE Abad emérito de Santa Mª de Poblet (Tarragona, España) © Textos de Evangeli.net 
 
Santoral Católico:
La Asunción de la Virgen María
La Madre de Dios fue asociada estrechamente, por voluntad del Padre, a los misterios de su Hijo. Así, al igual que Jesús, también ella murió y fue sepultada. Pero, como dice el Prefacio, «el Señor no quiso que conociera la corrupción del sepulcro la mujer que, por obra del Espíritu, concibió en su seno al autor de la vida». Al respecto escribía Pío XII: «A la manera que la gloriosa resurrección de Cristo fue parte esencial y último trofeo de su más absoluta victoria sobre la muerte y el pecado, así la lucha de la bienaventurada Virgen, común con su Hijo, había de concluir con la glorificación de su cuerpo virginal... Por eso, la augusta Madre de Dios, misteriosamente unida a Jesucristo desde toda la eternidad, ... consiguió, al fin, como corona suprema de sus privilegios, ser conservada inmune de la corrupción del sepulcro y, del mismo modo que antes su Hijo, vencida la muerte, ser levantada en cuerpo y alma a la suprema gloria del cielo». Y la Constitución papal que en 1950 declaró el dogma de la Asunción concluía con esta definición: «Que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial»
Oración: Dios todopoderoso y eterno, que has elevado en cuerpo y alma a los cielos a la inmaculada Virgen María, Madre de tu Hijo, concédenos, te rogamos, que, aspirando siempre a las realidades divinas, lleguemos a participar con ella de su misma gloria en el cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Para más información hacer clic acá.
(Directorio Franciscano – ACI Prensa – Catholic.net)
 
Palabras de San Juan Pablo II
 
«La Asunción es el punto de llegada
de la lucha que comprometió
el amor generoso de María
en la redención de la humanidad
y es fruto de su participación única
en la victoria de la cruz»
 
Tema del día:
Su destino será el nuestro
¡Bendita Tú, María, porque por ser fiel a Dios, eres elevada en cuerpo y alma hasta el mismo cielo!
 
Así, hermanos, con emoción contenida hemos de expresar uno de los Misterios que desde hace siglos, el pueblo cristiano, ha vivido con sencillez y con convencimiento: María está donde tiene que estar: junto a Dios.
 
Su destino, la gloria del cielo, será el nuestro. Pasó haciendo el bien. Abrió sus entrañas para que Dios pusiera su morada en Ella. Cumplió la voluntad del Padre en todo y por donde sus pies pisaron. Su orgullo, su fortaleza, su locura y su encanto fue precisamente eso: volcarse en los planes que Dios había preparado y entretejido desde antiguo. ¡Bendita Tú, María, encontraste gracia ante Dios y, hoy, ese mismo Dios te llama a su presencia!
 
Hoy, María, goza en la presencia del Padre. Se queda embelesada al contemplar la hermosura divina. ¿Qué sentirá María? ¿Qué dirá María? “¡Por fin se cumple uno de mis últimos sueños! ¡Recibí, vi y sentí al Dios humanado en la tierra y, ahora, me toca disfrutarlo y contemplarlo eternamente como Padre en el cielo!”
 
Con esta fiesta, la Iglesia, nos invita a mirar una vez más hacia el cielo. Nuestro combate. Cada detalle realizado por Dios y en nombre de Dios, no quedará sin recompensa en la vida eterna. Y, un buen ejemplo, la Asunción de María. Hoy, las puertas de la Nueva Ciudad, se abren de par en par. A través de ellas entra la mujer que, siendo sencilla y pobre, amable y obediente, fuerte y solícita, logró enamorar al mismo Dios. ¿Cómo iba a permitir, ese mismo Dios, que tan beldad bajase para siempre al sepulcro? Pues, por esas mismas puertas, entraremos también todos aquellos que, con la ayuda del Espíritu Santo, respondamos con generosidad y con la misma valentía que María lo hizo hacia Dios. ¿Seremos capaces?
 
La Solemnidad de la Asunción es como el escaparate al que un niño mira con atención porque, en su interior, se encuentran numerosos regalos. Y, el “pórtate bien” sabe lo que significa: alguno de esos numerosos obsequios.
 
Así es la fiesta de la Asunción. Es un adelanto, una indicación que la misma Madre nos deja a nosotros, sus hijos, para que no nos alejemos del camino de la fe. Para que cumplamos, con tesón y con ilusión, aquello que más agrada al Señor. La Asunción de la Virgen nos invita a mirar, a pueblos, ciudades, iglesias y catedrales, ermitas y religiosos, sacerdotes y laicos, consagrados y a todo hombre y mujer de bien hacia lo más alto: el cielo.
 
No podemos desperdiciar nuestro tiempo. María nos aguarda junto a Dios.
No podemos romper nuestra alianza con el Señor. María nos ayuda a ser fieles
No podemos apartarnos del camino verdadero. María es estrella que ilumina los pesares y las dudas
No podemos consentir, que nada ni nadie, distraiga nuestra atención. María nos recuerda, con su triunfo, que sólo Dios permanece y que lo demás se extingue con las luces de nuestro último día.
 
¡Feliz Asunción, María!
¡Feliz encuentro con el Padre, María!
¡Feliz nuevo abrazo con el Hijo, María!
¡Feliz visión del Espíritu Santo, María!
¡Feliz reencuentro con San José tu esposo, María!
¡Que tengas una estancia, dichosa y eterna, junto a Dios en el cielo, María!
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(P. Javier Leoz - Imagen: robertodemattei.it)
 
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
Sí, la festividad de la Asunción es la fuente de una gran esperanza. Cuando la Virgen María, conoce en primer lugar, después de Jesús, la alegría de la resurrección estamos fortalecidos en la certeza de que Dios cumple sus promesas y que nunca nos abandonará.
Me gustaría que nuestro país mire a María como madre, como un río mira su fuente, para encontrar inspiración e impulso. María expresa la esencia de su vocación a partir de las primeras palabras que pronuncia: "Yo soy la esclava". ¿No será esta también la vocación de Francia, como lo sugirió San Juan Pablo II durante su primer viaje a nuestro país en 1980?
“Francia, Hija mayor de la Iglesia, ¿eres fiel a las promesas de tu bautizo? Permite que te pregunte: Francia, Hija de la Iglesia y educadora de pueblos, ¿eres fiel por el bien del hombre, a la alianza con la sabiduría eterna?” Esta pregunta me gustaría prolongarla diciendo: “Francia y ¿si fuera la hora de despertar?
Cuando oigo a María cantar: “Su misericordia llega a sus fieles de generación en generación”, tengo la impresión que resume en unas cuantas palabras todo lo que es para Ella el mensaje de la Biblia. Es la frase central de su cántico. Sí, como María, podemos agradecer a Dios que hace maravillas, una misericordia que nunca ha fallado.
Monseñor Philippe Barbarin, Cardenal arzobispo de Lyon (Francia)
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Donde más se lució el Espíritu Santo es en la Madre de Jesús, en la Madre de todos, María. Ella es la más bella, la más preciosa, la que brilla en el cielo como un signo de esperanza.
Porque ella, una pobre y sencilla mujer, ignorada y hasta despreciada (Marcos 6,2-3), tenía toda la esperanza puesta en el Señor. Ya cuando fue concebida, el Espíritu Santo entró en su corazón. Ella nunca escapó del Espíritu Santo, sino que se confió de un modo total a su poder sublime. Por eso tuvo la gloria de ser la madre del Salvador, y a pesar de ser una de las mujeres más simples de la tierra, ha triunfado con el poder de Dios. Ahora resplandece, vestida de sol, coronada de estrellas, inmensamente feliz de compartir la gloria de Jesús resucitado.
Por eso mismo, cuando nos detenemos ante una imagen de María, o cuando vamos a visitarla a una iglesia, aunque estemos llenos de cargas pesadas, sentimos un alivio. Mirándola y contándole nuestras cosas, experimentamos que ella se hace presente a nuestro lado, nos toma en sus brazos, y nos dice en el silencio: "No tengas miedo. Yo te comprendo, porque yo también sufrí mucho. Pero todo terminará bien, y yo estaré a tu lado para que puedas enfrentarlo todo".
A través de la Madre de todos, el Espíritu Santo nos consuela.
Card. Víctor Manuel Fernández
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Con el misterio de la Asunción a los cielos se han realizado definitivamente en María todos los efectos de la única mediación de Cristo Redentor del mundo y Señor resucitado: “Todos vivirán en Cristo. Pero cada cual en su rango: Cristo como primicia; luego, los de Cristo en su Venida” (1 Co 15, 22-23).
En el misterio de la Asunción se expresa la fe de la Iglesia, según la cual María “está también íntimamente unida” a Cristo porque, aunque como madre-virgen estaba singularmente unida a él en su primera venida, por su cooperación constante con él lo estará también a la espera de la segunda.
Redimida de modo eminente, en previsión de los méritos de su Hijo, ella tiene también aquella función, propia de la Madre, de mediadora de clemencia en la venida definitiva, cuando todos los de Cristo revivirán, y “el último enemigo en ser destruido será la Muerte” (1 Co 15, 26).
En su asunción a los cielos, María está como envuelta por toda la realidad de la comunión de los santos, y su misma unión con el Hijo en la gloria está dirigida toda ella hacia la plenitud definitiva del Reino, cuando “Dios sea todo en todas las cosas”.
San Juan Pablo II: Encíclica Redemptoris Mater,25 marzo 1987, n°41
 
Extractos de cartas del Padre Pío
(Recopilación: P. Gianluigi Pasquale en “365 días con el Padre Pío”)
15 de agosto
¡La Virgen santísima, de la que hoy la Iglesia entera celebra su asunción al cielo, le conforte como siempre y le libre de todo peligro!
¿Quién podrá agradecerle como se merece las continuas informaciones, siempre óptimas, que hasta ahora me ha ido regalando? Me faltan las palabras adecuadas para hacerlo, pero el corazón lo suple todo.
Yo y las almas elegidas le acompañamos en todas partes con la oración fervorosa y continua a Jesús. Todos nosotros compartimos su situación amarguísima; todos nosotros vivimos de su misma vida; y todos esperamos con gemidos el felicísimo momento en que el dulcísimo Señor nos permita abrazarlo de nuevo.
¡Valor!, padre; ese día no tardará en llegar, y será cuando menos lo pensemos. Ese hermoso día está ya cerca; y felices las almas que podrán gritar con gozo: «Es el Señor quien lo ha hecho». Todos nosotros nos uniremos a ellas para cantar este cántico eterno de alabanza a Dios, porque ese día aparecerá «milagroso a nuestros ojos», por el triunfo de la justicia sobre la maldad.
Ese hermoso día que se aproxima no puede ser sino obra de solo Dios; y Dios lo realizará para resurrección de muchos y para triunfo de su gloria. ¡Demos gracias a Dios! Todas las almas que usted bien conoce caminan «en santidad y justicia en presencia del Señor». Alabemos a Dios por todo esto.
(15 de agosto de 1916, al P. Agostino da San Marco in Lamis, Ep. I, 798)
 
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)
 
 
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