PEQUEÑAS SEMILLITAS Año
17 - Número 4913 ~ Domingo 20 de Febrero de 2022Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina) Alabado sea Jesucristo…
En el evangelio Jesús
instruye a sus discípulos que imiten la misericordia de Dios, perdonando a sus
enemigos, prestando sin esperar cobrar, bendiciendo a sus adversarios, y dando
por solo la petición del otro. Por
supuesto, estas exigencias aplican a nosotros tanto como a los cristianos del
primer siglo.
Tal vez nos sentimos
desconcertados con la idea. Nos preguntamos: ¿Dónde está la justicia si uno
puede pegar al otro con impunidad? Se esconde la justicia en el plan de Dios.
Jesús la implica en lo que dice después. Nuestro Padre celestial no permitirá
que nos destruyamos. Más bien nos recompensará en abundancia cuando venga su
reino
A lo mejor sigue nuestra
inquietud y nos preguntamos: ¿Podríamos mantener la paz siguiendo estas
directivas del Señor? De verdad, no es fácil. Pero tenemos ejemplos como San
Francisco y Madre Teresa demostrando que sí es posible. Es cierto que personas
tan débiles como nosotros van a fallar a veces. De todos modos, no debemos
desesperar. Mientras cambiamos nuestras vidas para acomodar estos principios de
Jesús, estaremos bien.
Pronto estaremos
comenzando la Cuaresma. Es tiempo para considerar cómo podemos seguir a Jesús.
¿Ser lentos en enojarnos con personas que nos desconcierten? ¿Ser más prontos a
perdonar a nuestros enemigos? Sí, estos
son los modos de hombres y mujeres celestiales.
(P. Carmelo Mele
O.P.)
La Palabra de Dios Lecturas del día ♡ Primera Lectura: 1 Sam 26,2.7-9.12-13.22-23
♡ Salmo: Sal 102,1-2.3-4.8.10.12-13
♡ Segunda Lectura: 1 Cor 15,45-49
♡ Santo Evangelio: Lc 6,27-38
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Yo os digo a los que me
escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a
los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Al que te hiera en una
mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues
la túnica. A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames.
Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente. Si
amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a
los que les aman. Si hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito
tenéis? ¡También los pecadores hacen otro tanto! Si prestáis a aquellos de
quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a
los pecadores para recibir lo correspondiente.
»Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar
nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo,
porque Él es bueno con los ingratos y los perversos. Sed compasivos, como
vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no
seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida
buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos.
Porque con la medida con que midáis se os medirá».
♡ Comentario:
Hoy escuchamos unas palabras del Señor que nos invitan a vivir la caridad
con plenitud, como Él lo hizo («Padre, perdónales porque no saben lo que
hacen»: Lc 23,34). Éste ha sido el estilo de nuestros hermanos que nos han
precedido en la gloria del cielo, el estilo de los santos. Han procurado vivir
la caridad con la perfección del amor, siguiendo el consejo de Jesucristo: «Sed
perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial» (Mt 5,48).
La caridad nos lleva a amar, en primer lugar, a quienes nos aman, ya que
no es posible vivir en plenitud lo que leemos en el Evangelio si no amamos de
verdad a nuestros hermanos, a quienes tenemos al lado. Pero, acto seguido, el
nuevo mandamiento de Cristo nos hace ascender en la perfección de la caridad, y
nos anima a abrir los brazos a todos los hombres, también a aquellos que no son
de los nuestros, o que nos quieren ofender o herir de cualquier manera. Jesús
nos pide un corazón como el suyo, como el del Padre: «Sed compasivos, como
vuestro Padre es compasivo» (Lc 6,36), que no tiene fronteras y recibe a todos,
que nos lleva a perdonar y a rezar por nuestros enemigos.
Ahora bien, como se afirma en el Catecismo de la Iglesia, «observar el
mandamiento del Señor es imposible si se trata de imitar desde fuera el modelo
divino. Se trata de una participación vital y nacida del fondo del corazón, en
la santidad, en la misericordia y en el amor de nuestro Dios». San John Henry
Newman escribía: «¡Oh Jesús! Ayúdame a esparcir tu fragancia dondequiera que
vaya. Inunda mi alma con tu espíritu y vida. Penetra en mi ser, y hazte amo tan
fuertemente de mí que mi vida sea irradiación de la tuya (...). Que cada alma,
con la que me encuentre, pueda sentir tu presencia en mí. Que no me vean a mí,
sino a Ti en mí».
Amaremos, perdonaremos, abrazaremos a los otros sólo si nuestro corazón es
engrandecido por el amor a Cristo.
* Rev. D. Josep Miquel BOMBARDÓ (Sabadell, Barcelona, España)
Palabras de San Juan Pablo II “¡Descubrid vuestras
raíces cristianas, aprended la historia de la Iglesia, profundizad el
conocimiento de la herencia espiritual que os ha sido transmitido, seguid a los
testigos y a los maestros que os han precedido! Sólo permaneciendo fieles a los
mandamientos de Dios, a la alianza que Cristo ha sellado con su sangre
derramada en la Cruz, podréis ser los apóstoles y los testigos del nuevo
milenio”.
Predicación del Evangelio: Sin esperar nada ¿Por qué tanta gente vive secretamente insatisfecha? ¿Por qué tantos
hombres y mujeres encuentran la vida monótona, trivial, insípida? ¿Por qué se
aburren en medio de su bienestar? ¿Qué les falta para encontrar de nuevo la
alegría de vivir?
Quizás, la existencia de muchos cambiaría y adquiriría otro color y otra
vida sencillamente si aprendieran a amar gratis a alguien. Lo quiera o no, el
ser humano está llamado a amar desinteresadamente; y, si no lo hace, en su vida
se abre un vacío que nada ni nadie puede llenar. No es una ingenuidad escuchar
las palabras de Jesús: «Haced el bien... sin esperar nada». Puede ser el
secreto de la vida. Lo que puede devolvernos la alegría de vivir.
Es fácil terminar sin amar a nadie de manera verdaderamente gratuita. No
hago daño a nadie. No me meto en los problemas de los demás. Respeto los
derechos de los otros. Vivo mi vida. Ya tengo bastante con preocuparme de mí y
de mis cosas.
Pero eso, ¿es vida? ¿Vivir despreocupado de todos, reducido a mi trabajo,
mi profesión o mi oficio, impermeable a los problemas de los demás, ajeno a los
sufrimientos de la gente, me encierro en mi «campana de cristal”?
Vivimos en una sociedad en donde es difícil aprender a amar gratuitamente.
Casi siempre preguntamos: ¿Para qué sirve? ¿Es útil? ¿Qué gano con esto? Todo
lo calculamos y lo medimos. Nos hemos hecho a la idea de que todo se obtiene
«comprando»: alimentos, vestido, vivienda, transporte, diversión… Y así
corremos el riesgo de convertir todas nuestras relaciones en puro intercambio
de servicios.
Pero, el amor, la amistad, la acogida, la solidaridad, la cercanía, la
confianza, la lucha por el débil, la esperanza, la alegría interior... no se
obtienen con dinero. Son algo gratuito, que se ofrece sin esperar nada a
cambio, si no es el crecimiento y la vida del otro.
Los primeros cristianos, al hablar del amor utilizaban la palabra ágape,
precisamente para subrayar más esta dimensión de gratuidad, en contraposición
al amor entendido sólo como eros y que tenía para muchos una resonancia de
interés y egoísmo.
Entre nosotros hay personas que sólo pueden recibir un amor gratuito, pues
apenas tienen nada que poder devolver a quien se les quiera acercar. Personas
solas, maltratadas por la vida, incomprendidas por casi todos, empobrecidas por
la sociedad, sin apenas salida en la vida.
Aquel gran profeta que fue Hélder Cámara nos recuerda la invitación de
Jesús con estas palabras: «Para liberarte de ti mismo lanza un puente más allá
del abismo que tu egoísmo ha creado. Intenta ver más allá de ti mismo. Intenta
escuchar a algún otro, y, sobre todo, prueba a esforzarte por amar en vez de
amarte a ti solo».
(P. José Antonio Pagola)
Poesía En ti pensabaEn ti pensaba, en tus cabellosque el mundo de la sombra envidiaría,y puse un punto de mi vida en ellosy quise yo soñar que tú eras mía. Ando yo por la tierra con los ojosalzados -¡oh, mi afán!- a tanta alturaque en ira altiva o míseros sonrojosencendiólos la humana criatura. Vivir: Saber morir; así me aquejaeste infausto buscar, este bien fiero,y todo el Ser en mi alma se refleja,y buscando sin fe, de fe me muero.(José Martí) Nuevo vídeo y artículo Hay un nuevo vídeo
subido al blogde "Pequeñas Semillitas" en internet.Para verlo tienes que ir
al final de esta página Hay nuevo material
publicado en el blog"Juan Pablo II inolvidable"Puedes acceder en la
dirección: AgradecimientosImaginemos que en el cielo hay dos oficinas diferentes para
tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí
los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la
cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las
gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque
prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para
dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas"
pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la
segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como
respuesta a nuestros pedidos de oración.
💕 Desde Montevideo, Uruguay, nuestra
lectora amiga Karen da gracias a Dios por los 61 años de edad que ha
cumplido el pasado día 16, con salud, con su familia, y con su siempre linda
participación en la Iglesia. Nos sumamos a la plegaria de acción de gracias.
Un minuto para volar Febrero 20
Deja que el
amor del Señor ilumine tu vida, tu interior, todo tu ser. Entonces sentirás
cuánto vales, qué importante eres desde que te formaste en el seno de tu madre.
Tu vida fue querida por Dios, eres parte de su plan de salvación, fuiste
llamado a la vida por alguien que te valora. Entonces no pienses que este mundo
no es para ti. Que nadie te haga sentir que no eres bienvenido en la vida, en
la Iglesia, en tu ciudad. Claro que hay lugar para ti y que esta es tu casa,
porque el mundo es la casa de tu Padre y tú eres su hijo querido.
(Mons. Víctor
M. Fernández)
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