PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año
15 - Número 4299 ~ Domingo 19 de Abril de 2020
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Hoy
celebramos el domingo de la Divina Misericordia, creado por el papa santo Juan
Pablo II.
La
Misericordia de Dios es el “abajamiento” de Dios hacia la criatura que padece,
ya sea en el cuerpo o en el alma.
Justamente
la palabra misericordia es compadecerse en el corazón de las miserias ajenas. Y
así Dios tiene misericordia con sus criaturas, y especialmente con los pobres
pecadores, que son los más miserables, pues han perdido, con el pecado, toda su
riqueza, que es la gracia santificante, que es Dios mismo.
Por
eso la Encarnación del Verbo es sobre todo una obra de misericordia que tuvo
Dios con los hombres, porque el Señor vino a la tierra para rescatar a los
hombres extraviados y engañados y atrapados por Satanás, que los tenía
esclavizados para siempre.
Y
si pensamos que Dios ha hecho esto por nosotros, entonces no podemos desconfiar
de la Misericordia de Dios, que si realizó semejante prodigio de hacerse hombre
y morir crucificado, no nos dejará ahora a merced del enemigo.
La
Misericordia divina necesita miserias para quemar. Así que los mayores pecadores
son los que más derecho tienen a recibir esta Misericordia y los que más la
pueden aprovechar.
¡Buenos días!
La divina misericordia
El
domingo siguiente a Pascua se celebra la Fiesta de la Divina Misericordia.
Fiesta querida por Jesús que, a través de revelaciones a santa Faustina
Kowalska, pidió a la Iglesia instituir esta nueva celebración. Reproduzco unos
párrafos conmovedores del “Diario” de santa Faustina, sobre la inconcebible
misericordia de Jesús que vino a salvar a los pecadores.
“Que no tema acercarse a mí el alma más débil y
pecadora, aunque tuviera más pecados que granos de arena hay en la tierra. Los
más grandes pecadores llegarían a una gran santidad si confiaran en mi
misericordia. Cuanto más grande es el pecador, tanto más grande es el derecho
que tiene a mi misericordia. Ofrezco a los hombres un recipiente con el que han
de venir a la fuente de la misericordia para recoger gracias. Ese recipiente es
esta imagen con la firma: «Jesús, en ti confío». Recordad mi pasión y, sino creéis
en mis palabras, creed al menos en mis llagas. ¡Oh, si los pecadores conocieran
mi misericordia, no perecería un número tan grande de ellos!”.
Honrar
la misericordia de Jesús, exige vivir esa misericordia con el prójimo. El mismo
Jesús dijo a Faustina: “Te doy tres formas de ejercer misericordia: la 1ª la
acción, la 2ª la palabra, y la 3ª la oración. En estas tres formas está
contenida la plenitud de la misericordia y es el testimonio irrefutable del
amor hacia mí”. Que vivas con gratitud este misterio.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios
Lecturas del día
♥ Primera Lectura: Hechos 2:42-47
♥ Salmo: Sal 118:2-4, 13-15, 22-24
♥ Segunda Lectura: I Pedro 1:3-9
♥ Santo Evangelio: Jn 20,19-31
Al atardecer de aquel día, el primero de la semana,
estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se
encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La
paz con vosotros». Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los
discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con
vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío». Dicho esto, sopló sobre
ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados,
les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba
con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al
Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y
no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no
creeré».
Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos
dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas
cerradas, y dijo: «La paz con vosotros». Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu
dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo
sino creyente». Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío». Dícele Jesús:
«Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído».
Jesús realizó en presencia de los discípulos otras
muchas señales que no están escritas en este libro. Éstas han sido escritas
para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo
tengáis vida en su nombre.
♥ Comentario:
Hoy, Domingo II de Pascua, completamos la octava de
este tiempo litúrgico, una de las dos octavas —juntamente con la de Navidad—
que en la liturgia renovada por el Concilio Vaticano II han quedado. Durante
ocho días contemplamos el mismo misterio y tratamos de profundizar en él bajo
la luz del Espíritu Santo.
Por designio del Papa San Juan Pablo II, este domingo
se llama Domingo de la Divina Misericordia. Se trata de algo que va mucho más
allá que una devoción particular. Como ha explicado el Santo Padre en su
encíclica Dives in misericordia, la
Divina Misericordia es la manifestación amorosa de Dios en una historia herida
por el pecado. “Misericordia” proviene de dos palabras: “Miseria” y “Cor”. Dios
pone nuestra mísera situación debida al pecado en su corazón de Padre, que es
fiel a sus designios. Jesucristo, muerto y resucitado, es la suprema
manifestación y actuación de la Divina Misericordia. «Tanto amó Dios al mundo
que le entregó a su Hijo Unigénito» (Jn 3,16) y lo ha enviado a la muerte para
que fuésemos salvados. «Para redimir al esclavo ha sacrificado al Hijo», hemos
proclamado en el Pregón pascual de la Vigilia. Y, una vez resucitado, lo ha
constituido en fuente de salvación para todos los que creen en Él. Por la fe y
la conversión acogemos el tesoro de la Divina Misericordia.
La Santa Madre Iglesia, que quiere que sus hijos
vivan de la vida del resucitado, manda que —al menos por Pascua— se comulgue y
que se haga en gracia de Dios. La cincuentena pascual es el tiempo oportuno
para el cumplimiento pascual. Es un buen momento para confesarse y acoger el
poder de perdonar los pecados que el Señor resucitado ha conferido a su
Iglesia, ya que Él dijo sólo a los Apóstoles: «Recibid el Espíritu Santo. A
quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados» (Jn 20,22-23). Así
acudiremos a las fuentes de la Divina Misericordia. Y no dudemos en llevar a
nuestros amigos a estas fuentes de vida: a la Eucaristía y a la Penitencia.
Jesús resucitado cuenta con nosotros.
* Rev. D. Joan Ant. MATEO i García (La Fuliola, Lleida, España)
Palabras de San Juan
Pablo II
"Es
conveniente ahora que volvamos la mirada a este misterio [de la Divina
Misericordia]: lo están sugiriendo múltiples experiencias de la Iglesia y del
hombre contemporáneo; lo exigen también las invocaciones de tantos corazones
humanos, con sus sufrimientos y esperanzas, sus angustias y expectación"
* Carta Encíclica “Dives in
Misericordia”
Predicación del
Evangelio
Tomás: entre la
desconfianza y la fe
Sus amigos le han dicho que Jesús está vivo, pero no
estuvo allí para verlo. Parece decirles: “Estás siempre con las historias del
resucitado.” Escruta sus miradas de alegres mediterráneos, mueve después la
cabeza con insistencia: “Si no meto mi dedo en el lugar de sus clavos, y mi
mano en su costado, no creeré.”
Tomás sería el más feliz de los hombres si fuera
verdad. También estaba fascinado al igual que los demás por este amigo
extraordinario, pero cree que las cosas le han ido mal a Jesús. Es difícil
imaginar un final más amargo y un rechazo más completo que esta muerte de cruz
decidida por el tribunal más alto de la nación judía de acuerdo con el
gobernador romano.
Ante semejante tragedia, se pierde el sueño a fuerza
de lógica: “¿Ha resucitado de verdad Jesús? Si hubiera querido darle su apoyo,
¿no hubiera intervenido antes en lugar de dejarlo sufrir así?” De hecho, Jesús
ha puesto toda su confianza en su Padre, pero no le ha ahorrado ningún dolor a
su propia condición humana.
Tomás se desgarra en un profundo misterio. Elige
esperar que le venga la experiencia del resucitado.
Su decisión nos esclarece tanto como nos asegura.
Pues en lugar de reprenderlo, Jesús le expresa su compasión y su confianza como
lo hizo con la mujer adúltera al decirle: En adelante no peques más” (Juan 8,
11). No hay en la mirada del resucitado ninguna condena cuando dice
amigablemente a Tomás: “No seas incrédulo sino creyente.”
El apóstol, parece, no pedía tanto. Responde con un
impulso de agradecimiento y de profunda amistad: “Señor mío y Dios mío.” Esta
palabra nos remite por encima de los siglos al corazón de la realidad eclesial.
La fe naciente de los primeros testigos es también la
nuestra. Reunidos entre amigos, los cercanos del resucitado se llenan de
emoción y de alegría al ver a Jesús. María Magdalena, la primera que llega a la
tumba, transmite la nueva a Pedro y a Juan. Después cada uno hace, a su vez, la
experiencia de este agradecimiento cordial: Jesús, el Cristo está vivo. Lo
reconocemos también con Tomás, y todos juntos somos testigos.
* Padre Felipe Santos SDB
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para sacerdotes o religiosas que reciben diariamente "Pequeñas
Semillitas" por e-mail: Si desean recibir los comentarios del Evangelio
del domingo siguiente con dos o tres días de anticipación, para tener tiempo de
preparar sus meditaciones, homilías o demás trabajos pastorales sobre la
Palabra de Dios, pueden pedírmelo a feluzul@gmail.com
Sólo
deben indicar claramente su nombre, su correo electrónico, ciudad de residencia
y a qué comunidad religiosa pertenecen.
¡Hasta mañana! con Madre
Teresa
Abril 19
Dios me habla y yo le hablo; así de sencillo...
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FELIPE
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de Dios-
(el más pequeñito de
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