PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año
14 - Número 4157 ~ Viernes 1 de Noviembre de 2019
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Hoy
celebramos la Fiesta de Todos los Santos.
La Sagrada Biblia llama “Santo” a aquello que está consagrado a Dios. La
Iglesia Católica ha llamado “santos” a aquellos que se han dedicado a tratar de
que su propia vida le sea lo más agradable posible a Nuestro Señor.
Hay
unos que han sido “canonizados”, o sea declarados oficialmente santos por el
Sumo Pontífice, porque por su intercesión se han conseguido admirables
milagros, y porque después de haber examinado minuciosamente sus escritos y de
haber hecho una cuidadosa investigación e interrogatorio a los testigos que lo
acompañaron en su vida, se ha llegado a la conclusión de que practicaron las
virtudes en grado heroico.
Los
santos “canonizados” oficialmente por la Iglesia Católica son varios millares.
Pero existe una inmensa cantidad de santos no canonizados, pero que ya están
gozando de Dios en el cielo porque tuvieron una vida en la tierra de acuerdo a
los mandamientos y a lo predicado por Jesús... A ellos especialmente está
dedicada esta fiesta de hoy.
¡Buenos días!
El ombú
El
egoísmo atrofia al hombre, que sólo en la donación generosa a los demás, encuentra
su plena madurez. Si te preocupas demasiado por ti mismo y tu propio entorno,
si vives para acumular dinero y comodidades, no te quedará tiempo para los
demás. Si no vives para los demás, la vida carecerá de sentido para ti, porque
la vida sin amor no vale nada.
Erguido en medio de la pampa, el ombú extendía sus
gruesas ramas. En busca de un sitio donde asentarse, llegó allí un colono y su
familia. ¡Qué árbol hermoso! -exclamó un jovencito-; edifiquemos aquí, padre
mío. Seducido por el aspecto del árbol gigante, aprobó el padre. De una raíz
iba a atar el caballo del carro donde venía la familia, pero al ver que allí no
crecía el pasto, lo llevó más lejos. El hijo mayor cortó unas ramas para
prender fuego, pero la leña sólo producía humo. Otro hijo trepó para comer frutas,
pero aquello no era fruta. -¡Hermoso árbol! -dijo el padre- para pintores y
poetas. Pero no da frutos, su leña no sirve, y a su sombra no florecería un
jardín. Orgulloso, inútil y egoísta; más bien dejémoslo solo. Y se fueron a
otra parte. (G. Daireaux).
Dios
espera la colaboración de los hombres para su plan de amor. El mal ha entrado
en el mundo por la puerta del egoísmo, que es negación del amor. “Este es mi
mandamiento, —dijo Jesús— que se amen los unos a los otros como yo los he
amado”. Que el Padre misericordioso derrame sobre ti el Espíritu del amor, que
es el Espíritu de Jesús.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios
Lecturas del día
♥ Primera Lectura: Apoc 7, 2-4. 9-14
♥ Salmo: Sal 23, 1-6
♥ Segunda Lectura: 1Jn 3, 1-3
♥ Santo Evangelio: Mt 5,1-12a
En aquel tiempo, viendo Jesús la muchedumbre, subió
al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les
enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es
el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en
herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán
consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque
ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos
alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos
verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán
llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os
injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros
por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en
los cielos».
♥ Comentario:
Hoy celebramos la realidad de un misterio salvador
expresado en el “credo” y que resulta muy consolador: «Creo en la comunión de
los santos». Todos los santos, desde la Virgen María, que han pasado ya a la
vida eterna, forman una unidad: son la Iglesia de los bienaventurados, a
quienes Jesús felicita: «Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos
verán a Dios» (Mt 5,8). Al mismo tiempo, también están en comunión con
nosotros. La fe y la esperanza no pueden unirnos porque ellos ya gozan de la
eterna visión de Dios; pero nos une, en cambio el amor «que no pasa nunca»
(1Cor 13,13); ese amor que nos une con ellos al mismo Padre, al mismo Cristo
Redentor y al mismo Espíritu Santo. El amor que les hace solidarios y solícitos
para con nosotros. Por tanto, no veneramos a los santos solamente por su
ejemplaridad, sino sobre todo por la unidad en el Espíritu de toda la Iglesia,
que se fortalece con la práctica del amor fraterno.
Por esta profunda unidad, hemos de sentirnos cerca de
todos los santos que, anteriormente a nosotros, han creído y esperado lo mismo
que nosotros creemos y esperamos y, sobre todo, han amado al Padre Dios y a sus
hermanos los hombres, procurando imitar el amor de Cristo.
Los santos apóstoles, los santos mártires, los santos
confesores que han existido a lo largo de la historia son, por tanto, nuestros
hermanos e intercesores; en ellos se han cumplido estas palabras proféticas de
Jesús: «Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con
mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos,
porque vuestra recompensa será grande en los cielos» (Mt 5,11-12). Los tesoros
de su santidad son bienes de familia, con los que podemos contar. Éstos son los
tesoros del cielo que Jesús invita a reunir (cf. Mt 6,20). Como afirma el
Concilio Vaticano II, «su fraterna solicitud ayuda, pues, mucho a nuestra
debilidad» (Lumen gentium, 49). Esta solemnidad nos aporta una noticia
reconfortante que nos invita a la alegría y a la fiesta.
Mons. F. Xavier CIURANETA i Aymí Obispo Emérito de Lleida (Lleida, España)
Santoral Católico:
Fiesta de Todos los Santos
Solemnidad Litúrgica
La Iglesia celebra esta solemnidad en honor de todos
los santos, o sea, de todos los fieles que murieron en Cristo y con Él han sido
ya glorificados en el cielo. Esta fiesta nos recuerda, pues, los méritos de
todos los cristianos, de cualquier lengua, raza, condición y nación, que están
ya en la casa del Padre, aunque no hayan sido canonizados ni beatificados; nos
invita a pedirles su ayuda e intercesión ante el Señor; y nos estimula a seguir
su ejemplo, múltiple y variado, en nuestra vida cristiana.
Oración: Dios
todopoderoso y eterno, que nos has otorgado celebrar en una misma fiesta los
méritos de todos los santos, concédenos, por esta multitud de intercesores, la
deseada abundancia de tu misericordia y tu perdón. Por Jesucristo, nuestro
Señor. Amén.
Para más información hacer clic acá.
© Directorio Franciscano – Aciprensa –
Catholic.net
Pensamiento de Benedicto
XVI
"En el centro de la
asamblea de los santos resplandece la Virgen María, la más humilde y excelsa de
las criaturas. Al darle la mano, nos sentimos animados a caminar con mayor
impulso por el camino de la santidad. A Ella le encomendamos hoy nuestro
compromiso diario y le pedimos también por nuestros queridos difuntos, con la
profunda esperanza de volvernos a encontrar un día todos juntos en la comunión
gloriosa de los santos"
Tema del día:
Llamados a la santidad
Los santos que la liturgia celebra en esta solemnidad
no son sólo aquellos canonizados por la Iglesia y que se mencionan en nuestros
calendarios. Son todos los salvados que forman la Jerusalén celeste. Hablando
de los santos, San Bernardo decía: «No seamos perezosos en imitar a quienes
estamos felices de celebrar». Es por lo tanto la ocasión ideal para reflexionar
en la «llamada universal de todos los cristianos a la santidad».
Lo primero que hay que hacer, cuando se habla de
santidad, es liberar esta palabra del miedo que inspira, debido a ciertas
representaciones equivocadas que nos hemos hecho de ella. La santidad puede
comportar fenómenos extraordinarios, pero no se identifica con ellos. Si todos
están llamados a la santidad es porque, entendida adecuadamente, está al
alcance de todos, forma parte de la normalidad de la vida cristiana.
Dios es el «único santo» y «la fuente de toda
santidad». Cuando uno se aproxima a ver cómo entra el hombre en la esfera de la
santidad de Dios y qué significa ser santo, aparece inmediatamente la
preponderancia, en el Antiguo Testamento, de la idea ritualista. Los medios de
la santidad de Dios son objetos, lugares, ritos, prescripciones. Se escuchan,
es verdad, especialmente en los profetas y en los salmos, voces diferentes,
exquisitamente morales, pero son voces que permanecen aisladas. Todavía en
tiempos de Jesús prevalecía entre los fariseos la idea de que la santidad y la
justicia consisten en la pureza ritual y en la observancia escrupulosa de la
Ley.
Al pasar al Nuevo Testamento asistimos a cambios
profundos. La santidad no reside en las manos, sino en el corazón; no se decide
fuera, sino dentro del hombre, y se resume en la caridad. Los mediadores de la
santidad de Dios ya no son lugares (el templo de Jerusalén o el monte de las
Bienaventuranzas), ritos, objetos y leyes, sino una persona, Jesucristo. En
Jesucristo está la santidad misma de Dios que nos llega en persona, no en una
lejana reverberación suya. Él es «el Santo de Dios» (Jn 6, 69).
De dos maneras entramos en contacto con la santidad
de Cristo y ésta se comunica a nosotros: por apropiación y por imitación. La
santidad es ante todo don, gracia. Ya que pertenecemos a Cristo más que a
nosotros mismos, habiendo sido «comprados a gran precio», de ello se sigue que,
inversamente, la santidad de Cristo nos pertenece más que nuestra propia
santidad. Es éste el aletazo en la vida espiritual.
Pablo nos enseña cómo se da este «golpe de audacia»
cuando declara solemnemente que no quiere ser hallado con una justicia suya, o
santidad, derivada de la observancia de la ley, sino únicamente con aquella que
deriva de la fe en Cristo (Flp 3,5-10). Cristo, dice, se ha hecho para nosotros
«justicia, santificación y redención» (1 Co 1,30). «Para nosotros»: por lo
tanto, podemos reclamar su santidad como nuestra a todos los efectos.
Junto a este medio fundamental de la fe y de los
sacramentos, debe encontrar también lugar la imitación, esto es, el esfuerzo
personal y las buenas obras. No como medio desgajado y diferente, sino como el
único medio adecuado para manifestar la fe, traduciéndola en acto. Cuando Pablo
escribe: «Esta es la voluntad de Dios, vuestra santificación», está claro que
entiende precisamente esta santidad que es fruto del compromiso personal.
Añade, de hecho, como para explicar en qué consiste la santificación de la que
está hablando: «que os alejéis de la fornicación, que cada uno sepa poseer su
cuerpo con santidad y honor» (1 Ts 4, 3-9).
«No hay sino una tristeza: la de no ser santos»,
decía Léon Bloy, y tenía razón la Madre Teresa cuando, a un periodista que le
preguntó a quemarropa qué se sentía al ser aclamada santa por todo el mundo, le
respondió: «La santidad no es un lujo, es una necesidad».
P. Raniero Cantalamessa
Nuevo vídeo y artículo
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"Pequeñas Semillitas" en
internet.
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"Juan Pablo II inolvidable"
Puedes
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Meditaciones de
“Pequeñas Semillitas”
El demonio sabe que cuando probamos un bocado de la
santidad, estamos irremediablemente perdidos para él. Es por eso que nos
distrae con multitud de pretextos y nos muestra la religión católica como algo
aburrido o molesto. Pero tenemos que saber que aquí sucede como cuando los
primeros discípulos encontraron a Jesús y le preguntaron dónde vivía, y Él les
respondió “Vengan y lo verán”. Y esto mismo nos dice a cada uno de nosotros, ya
que en el mismo caminar es que iremos descubriendo las maravillas de este
camino, a cuyo término está el Cielo con su felicidad eterna.
No hay nada más importante que nuestra santificación,
porque si trabajamos por ser santos, estamos trabajando por la gloria de Dios,
por la salvación de las almas, por nuestra patria y por el mundo, porque un
alma que se santifica atrae el bien sobre todo y sobre todos, así como un alma
que peca daña a todos, porque todos formamos un cuerpo.
Lancémonos entonces a la conquista del monte de la
santidad. Tenemos solo esta vida para hacerlo. No pasemos el tiempo en balde,
sino aprovechémoslo para ser cada día un poco mejores que el día que pasó.
Vivamos bien y confiados solo el momento presente, sin preocuparnos por el
futuro ni por los pecados del pasado.
El demonio solo teme esta decisión nuestra de ser
santos, porque sabe que nos escaparemos de sus manos y arrastraremos junto a
nosotros a muchas almas en la ascensión hacia lo alto. A pesar del mundo, del
demonio y de la carne... ¡Seamos santos!
Pedidos de oración
Pedimos oración por la Santa Iglesia Católica; por el
Papa Francisco, por el Papa Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes,
diáconos, seminaristas, monjas, religiosas, novicias, catequistas y todos los
que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los cristianos para
que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son Uno junto
con el Espíritu Santo; por las misiones; por el triunfo del Sagrado Corazón de
Jesús y del Inmaculado Corazón de María;
por la conversión de todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por los
cristianos perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África, y en otros
lugares; por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente
por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo,
el hambre y la pobreza; por los niños con cáncer y otras patologías graves; por
el drama de los refugiados del Mediterráneo; por los presos políticos y la
falta de libertad en muchos países del mundo; por las víctimas de catástrofes
naturales; por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por
más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las
vocaciones sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Pedimos oración por el eterno descanso del alma de la
joven Dana, de Argentina, por la que
antes habíamos rezado cuando estaba en estado crítico por un cáncer de colon.
Ella ya ha sido llamada por Dios a su presencia.
Pedimos oración para Cristina Musi A. de ciudad de México, a quien operan de la mano
(del túnel carpiano), rogando que ue salga bien de los análisis pre quirúrgicos
para que puedan operarla. Que el Señor esté junto a ella.
Pedimos oración para Clarisa y su beba en gestación con 26 semanas. Hay una incompatibilidad sanguínea materno fetal y debido a ello este embarazo es de alto riesgo y será derivada a un centro de alta complejidad. Que la Santísima Virgen proteja a la madre y la bebita.
Pedimos oración para Clarisa y su beba en gestación con 26 semanas. Hay una incompatibilidad sanguínea materno fetal y debido a ello este embarazo es de alto riesgo y será derivada a un centro de alta complejidad. Que la Santísima Virgen proteja a la madre y la bebita.
Continuamos unidos en oración por medio del rezo del
Santo Rosario poniendo en Manos de Nuestra Madre Bendita todas nuestras
preocupaciones, alegrías y necesidades, poniendo al mundo entero en Manos de
nuestra Madre y pidiéndole a Ella paz para el mundo. Al rezar por la paz,
rezamos por todo, por la paz en el mundo, en los corazones, porque la violencia
sea desterrada, por la paz para los niños que están en peligro de ser
abortados. Paz para los jóvenes que no encuentran el camino, paz para los
deprimidos. Paz para los que no han tenido la dicha de conocer al Amor. En fin
rezamos por la paz, y sigamos haciéndolo.
Cinco minutos con Jesús
Noviembre 1
Hay pocas cosas tan fáciles de comprender como ésta:
la santidad consiste en amar. Pero amar de verdad y sin reservas, con todo el
corazón.
El santo se mide por su capacidad de amar. El camino
de la santidad es arduo para los que aman poco.
Santo es el hombre que teme a Dios y no teme a los
hombres.
Santo es el que ha vivido entre heroicidades anónimas
para los hombres, pero muy conocidas para Dios.
Santo es el esposo que debe santificar sus relaciones
con la esposa; y santificar quiere decir hacerse Santo y hacer santos.
Santa es la esposa que llega a descubrir que en sus
delicadas atenciones con el esposo es donde Dios quiere que le manifieste el
amor que ella le repite de continuo que le tiene.
(Padre Alfonso Milagro)
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)
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