domingo, 14 de abril de 2019

Pequeñas Semillitas 3973

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 14 - Número 3973 ~ Domingo 14 de Abril de 2019
+ DOMINGO DE RAMOS +
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Hoy inauguramos lo que llamamos la Semana Mayor de los cristianos. Estamos en Semana Santa. Queremos coronar lo que hemos reflexionado durante toda la Cuaresma y lo hacemos con la doble posibilidad, de seguir al Señor, aclamarlo y luego abandonarlo, o seguirlo silenciosos por el camino doloroso de la ascensión hacia el calvario.
Las palmas y ramos de olivo acaparan el espacio visual de todo el conjunto de la liturgia, porque son símbolos de nuestra vida de discípulos misioneros. Cuando nos unimos al Señor somos alabanza y bendición, nos mantenemos verdes y lozanos. Cuando lo aclamamos aceptamos ser arrancados para el servicio. Somos testigos de lo ocurrido en el monte de la crucifixión y, así damos testimonio de amor, de comprensión, de solidaridad, de compasión y de diálogo.
(El Domingo)

¡Buenos días!

Domingo de Ramos
Comenzamos hoy las celebraciones de la gran semana cristiana. Recordamos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, entre cantos de júbilo, con palmas y ramos de olivo. Estuvo una multitud presente en la fiesta y el ruido del Domingo de Ramos, pero ausente en los días de la Pasión y en gozo de la Resurrección. Que esta historia no se repita contigo.

Jesús, te convoca hoy a la celebración para ofrecerte su perdón, su misericordia, su amor y su proyecto de vida. Acudes a la iglesia porque quieres acompañar a Jesús y reproducir sus mismos sentimientos de amor. Para eso hermano/a, llora tus pecados, los propios y los de la sociedad; acepta la mirada bondadosa de Jesús, como Pedro, que se arrepintió y lloró amargamente su falta; sé cireneo de algún “pobre Cristo”, a quien le cueste llevar su cruz. Que el ramo de olivo que llevas a casa te ayude a acercarte a la cruz y dejarte abrazar por el amor misericordioso de Jesús, en especial, en el sacramento de la Reconciliación. (“Aportes”, Ed. San Pablo).

Hoy se lee el relato de la Pasión de Jesús. Es un drama grandioso y conmovedor. Se nos presenta a Jesús como el Mesías esperado, el Servidor sufriente, el Justo perseguido, el Hijo de Dios. Dispón tus oídos, pero sobre todo tu corazón para escuchar con cariño y agradecimiento, lo que ha padecido Jesús, muerto por cada uno de nosotros.
* Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios
Lecturas del día
Evangelio (En la bendición de los ramos): Lc 19, 28-40

Primera Lectura: Is 50, 4-7

Salmo: Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24

Segunda Lectura: Flp 2, 6-11

SANTO EVANGELIO: Lc 22,14—23,56
Llegada la hora, se sentó Jesús con sus discípulos, y les dijo: «He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros antes de padecer, porque os digo que ya no la volveré a comer hasta que se cumpla en el Reino de Dios». Y tomando una copa, dio gracias y dijo: «Tomad esto, repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé desde ahora del fruto de la vid hasta que venga el Reino de Dios».
Y tomando pan, dio gracias; lo partió y se lo dio diciendo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía». Después de cenar, hizo lo mismo con la copa diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi sangre, que se derrama por vosotros. Pero mirad: la mano del que me entrega está con la mía en la mesa. Porque el Hijo del Hombre se va según lo establecido; pero... ¡Ay de ése que lo entrega!».
Ellos empezaron a preguntarse unos a otros quién de ellos podía ser el que iba a hacer eso. Los discípulos se pusieron a disputar sobre quién de ellos debía ser tenido como el primero. Jesús les dijo: «Los reyes de los gentiles los dominan y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores. Vosotros no hagáis así, sino que el primero entre vosotros pórtese como el menor, y el que gobierne, como el que sirve. Porque, ¿quién es más, el que está en la mesa o el que sirve?, ¿verdad que el que está en la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve. Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas, y yo os transmito el Reino como me lo transmitió mi Padre a mí: comeréis y beberéis a mi mesa en mi Reino, y os sentaréis en tronos para regir a las doce tribus de Israel».
Y añadió: «Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como trigo. Pero yo he pedido por ti para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te recobres, da firmeza a tus hermanos». Él le contestó: «Señor, contigo estoy dispuesto a ir incluso a, la cárcel y a la muerte». Jesús le replicó: «Te digo, Pedro, que no cantará hoy el gallo antes que tres veces hayas negado conocerme».
Y dijo a todos: «Cuando os envié sin bolsa ni alforja, ni sandalias, ¿os faltó algo?». Contestaron: «Nada». Él añadió: «Pero ahora, el que tenga bolsa que la coja, y lo mismo la alforja; y el que no tiene espada que venda su manto y compre una. Porque os aseguro que tiene que cumplirse en mí lo que está escrito: ‘Fue contado con los malhechores’. Lo que se refiere a mí toca a su fin». Ellos dijeron: «Señor, aquí hay dos espadas». Él les contestó: «Basta».
Y salió Jesús como de costumbre al monte de los Olivos, y lo siguieron los discípulos. Al llegar al sitio, les dijo: «Orad, para no caer en la tentación». Él se arrancó de ellos, alejándose como a un tiro de piedra y arrodillado, oraba diciendo: «Padre, si quieres, aparta de mí ese cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya». Y se le apareció un ángel del cielo que lo animaba. En medio de su angustia oraba con más insistencia. Y le bajaba el sudor a goterones, como de sangre, hasta el suelo. Y, levantándose de la oración, fue hacia sus discípulos, los encontró dormidos por la pena, y les dijo: «¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para no caer en la tentación».
Todavía estaba hablando, cuando aparece gente: y los guiaba el llamado Judas, uno de los Doce. Y se acercó a besar a Jesús. Jesús le dijo: «Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?». Al darse cuenta los que estaban con él de lo que iba a pasar, dijeron: «Señor, ¿herimos con la espada?». Y uno de ellos hirió al criado del Sumo Sacerdote, y le cortó la oreja derecha. Jesús intervino diciendo: «Dejadlo, basta». Y, tocándole la oreja, lo curó. Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los oficiales del templo, y a los ancianos que habían venido contra Él: «¿Habéis salido con espadas y palos a la caza de un bandido? A diario estaba en el templo con vosotros, y no me echasteis mano. Pero ésta es vuestra hora: la del poder de las tinieblas».
Ellos lo prendieron, se lo llevaron y lo hicieron entrar en casa del sumo sacerdote. Pedro lo seguía desde lejos. Ellos encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor y Pedro se sentó entre ellos. Al verlo una criada sentado junto a la lumbre, se le quedó mirando y le dijo: «También éste estaba con Él». Pero él lo negó diciendo: «No lo conozco, mujer». Poco después lo vio otro y le dijo: «Tú también eres uno de ellos». Pedro replicó: «Hombre, no lo soy». Pasada cosa de una hora, otro insistía: «Sin duda, también éste estaba con Él, porque es galileo». Pedro contestó: «Hombre, no sé de qué hablas». Y estaba todavía hablando cuando cantó un gallo. El Señor, volviéndose, le echó una mirada a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra que el Señor le había dicho: «Antes de que cante hoy el gallo, me negarás tres veces». Y, saliendo afuera, lloró amargamente.
Y los hombres que sujetaban a Jesús se burlaban de Él dándole golpes. Y, tapándole la cara, le preguntaban: «Haz de profeta: ¿quién te ha pegado?». Y proferían contra Él otros muchos insultos.
Cuando se hizo de día, se reunió el senado del pueblo, o sea, sumos sacerdotes y letrados, y, haciéndole comparecer ante su Sanedrín, le dijeron: «Si tú eres el Mesías, dínoslo». Él les contestó: «Si os lo digo, no lo vais a creer; y si os pregunto no me vais a responder. Desde ahora el Hijo del Hombre estará sentado a la derecha de Dios todopoderoso». Dijeron todos: «Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?». Él les contestó: «Vosotros lo decís, yo lo soy». Ellos dijeron: «¿Qué necesidad tenemos ya de testimonios? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca».
El senado del pueblo o sea, sumos sacerdotes y letrados, se levantaron y llevaron a Jesús a presencia de Pilato. Y se pusieron a acusarlo diciendo: «Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos al César, y diciendo que Él es el Mesías rey». Pilato preguntó a Jesús: «¿Eres tú el rey de los judíos?». Él le contestó: «Tú lo dices». Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la turba: «No encuentro ninguna culpa en este hombre». Ellos insistían con más fuerza diciendo: «Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí». Pilato, al oírlo, preguntó si era galileo; y al enterarse que era de la jurisdicción de Herodes se lo remitió. Herodes estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días.
Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento; pues hacía bastante tiempo que quería verlo, porque oía hablar de Él y esperaba verlo hacer algún milagro. Le hizo un interrogatorio bastante largo; pero Él no le contestó ni palabra. Estaban allí los sumos sacerdotes y los letrados acusándolo con ahínco. Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y se burló de Él; y, poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato, porque antes se llevaban muy mal.
Pilato, convocando a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, les dijo: «Me habéis traído a este hombre, alegando que alborota al pueblo; y resulta que yo le he interrogado delante de vosotros, y no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas que le imputáis; ni Herodes tampoco, porque nos lo ha remitido: ya veis que nada digno de muerte se le ha probado. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré». Por la fiesta tenía que soltarles a uno. Ellos vociferaron en masa diciendo: «¡Fuera ése! Suéltanos a Barrabás». A éste lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio. Pilato volvió a dirigirles la palabra con intención de soltar a Jesús. Pero ellos seguían gritando: «¡Crucifícalo, crucifícalo!». Él les dijo por tercera vez: «Pues, ¿qué mal ha hecho éste? No he encontrado en Él ningún delito que merezca la muerte. Así es que le daré un escarmiento y lo soltaré». Ellos se le echaban encima pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo el griterío. Pilato decidió que se cumpliera su petición: soltó al que le pedían (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su arbitrio.
Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, qué volvía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevase detrás de Jesús. Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se daban golpes y lanzaban lamentos por Él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que llegará el día en que dirán: ‘Dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado’. Entonces empezarán a decirles a los montes: ‘Desplomaos sobre nosotros’, y a las colinas: ‘Sepultadnos’; porque si así tratan al leño verde, ¿qué pasará con el seco?».
Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con Él. Y cuando llegaron al lugar llamado "La Calavera", lo crucificaron allí, a Él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte. El pueblo estaba mirando. Las autoridades le hacían muecas diciendo: «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si Él es el Mesías de Dios, el Elegido». Se burlaban de Él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo: «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo». Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: «Éste es el rey de los judíos».
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». Pero el otro le increpaba: «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino». Jesús le respondió: «Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso».
Era ya eso de mediodía y vinieron las tinieblas sobre toda la región, hasta la media tarde; porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu». Y dicho esto, expiró.
El centurión, al ver lo que pasaba, daba gloria a Dios diciendo: «Realmente, este hombre era justo». Toda la muchedumbre que había acudido a este espectáculo, habiendo visto lo que ocurría, se volvían dándose golpes de pecho. Todos sus conocidos se mantenían a distancia, y lo mismo las mujeres que lo habían seguido desde Galilea y que estaban mirando.
Un hombre llamado José, que era senador, hombre bueno y honrado (que no había votado a favor de la decisión y del crimen de ellos), que era natural de Arimatea y que aguardaba el Reino de Dios, acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y, bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde no habían puesto a nadie todavía. Era el día de la Preparación y rayaba el sábado. Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea fueron detrás a examinar el sepulcro y cómo colocaban su cuerpo. A la vuelta prepararon aromas y ungüentos. Y el sábado guardaron reposo, conforme al mandamiento.

Comentario:
Hoy leemos el relato de la pasión según san Lucas. En este evangelista, los ramos gozosos de la entrada en Jerusalén y el relato de la pasión están en relación mutua, aunque el primer paso suene a triunfo y el segundo a humillación.
Jesús llega a Jerusalén como rey mesiánico, humilde y pacífico, en actitud de servicio y no como un rey temporal que usa y abusa de su poder. La cruz es el trono desde donde reina (no le falta la corona real), amando y perdonando. En efecto, el Evangelio de Lucas se puede resumir diciendo que revela el amor de Jesús manifestado en la misericordia y el perdón.
Este perdón y esta misericordia se muestran durante toda la vida de Jesús, pero de una manera eminente se hacen sentir cuando Jesús es clavado en la cruz. ¡Qué significativas resultan las tres palabras que, desde la cruz, escuchamos hoy de los labios de Jesús!:
—Él ama y perdona incluso a sus verdugos: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34).
—Al ladrón de su derecha, que le pide un recuerdo en el Reino, también lo perdona y lo salva: «Hoy estarás conmigo en el Paraíso» (Lc 23,43).
—Jesús perdona y ama sobre todo en el momento supremo de su entrega, cuando exclama: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23,46).
Ésta es la última lección del Maestro desde la cruz: la misericordia y el perdón, frutos del amor. ¡A nosotros nos cuesta tanto perdonar! Pero si hacemos la experiencia del amor de Jesús que nos excusa, nos perdona y nos salva, no nos costará tanto mirar a todos con una ternura que perdona con amor, y absuelve sin mezquindad.
San Francisco lo expresa en su Cántico de las Criaturas: «Alabado seas, oh Señor, por aquellos que perdonan por tu amor».
Fray Josep Mª MASSANA i Mola OFM (Barcelona, España)

Palabras de San Juan Pablo II
Cristo permitió que en el umbral de los acontecimientos de su Pasión, precisamente hoy, Domingo de Ramos, se delinease ante los ojos del pueblo de elección divina, ese Reino de la expectación definitiva de los corazones humanos y de las conciencias... ese Reino al que están llamados todos los que confiesan su Nombre... Por esto, también nosotros llevamos las palmas en la procesión y cantamos: "¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!".

Predicación del Evangelio:
La Semana Santa
La Iglesia nos presenta en esta semana los hechos más importantes de nuestra redención: la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Dios nos podría haber salvado con medios más sencillos, pero quiere unirse a nuestro dolor y testifica con su sufrimiento que su amor es sincero, es grandioso y que merece toda nuestra correspondencia. Para ello Dios se hizo hombre, aceptó un cuerpo como el nuestro y se entregó a la muerte y una muerte de cruz. Pero san Pablo hoy en la 2ª lectura nos dice que, por ese acto de humillación, Dios lo levantó por encima de todo hasta la resurrección. El dolor no es el final. Dios quiere para nosotros también un final de gloria y felicidad. La Pasión conduce a la Resurrección.

La liturgia de este día tiene dos partes bien diferenciadas, La primera, con la bendición de ramos y procesión, revivimos la entrada solemne de Jesús en Jerusalén. Luego en la Eucaristía se revive la Pasión, que se lee en el Evangelio. Parece ser que proviene de la antigüedad cuando este domingo era nombrado en Roma como domingo de pasión, mientras que en Jerusalén celebraban la entrada con los ramos. Luego para toda la Iglesia se unieron las dos partes en una misma celebración.

La entrada de Jesús montado sobre un burrito lo suscitó Él mismo. Es posible que algunos discípulos quisieran aprovechar esa entrada, cercana la Pascua, para exaltar a Jesús como un mesías triunfador para comenzar un imperio material o una guerra santa contra los romanos. Jesús, porque así lo quiere, entra como Mesías, pero lleno de mansedumbre, deseando proclamar su reino de paz y de amor. A los que iban con Jesús se unieron otros salidos de Jerusalén, pues era costumbre que muchas personas salieran a recibir a grupos de peregrinos para entrar cantando con ellos. Nosotros en la procesión también queremos aclamar a nuestro verdadero Rey y Maestro con ramas verdes, que son signo de paz y de esperanza. No es sólo recuerdo. Es realidad.

En esa entrada de Jesús también se va fraguando la Pasión, porque allí estaban los enemigos de siempre, fariseos y jefes religiosos del pueblo. Estaban llenos de envidia porque la gente se iba tras de Jesús, y esto llenaba la copa de su indignación y soberbia. Donde no hay amor y perdón, la venganza y el rencor no tienen freno. También había gente indecisa, que aquel día gritaban: “Hosanna”, y pocos días después gritarían: “Crucifícale”. En la Misa recordamos la Pasión con su lectura en el evangelio. Este año, ciclo C, se lee la Pasión según san Lucas.

Cada evangelista narra la Pasión según el motivo que le ha inducido a narrar la vida de Jesús. San Lucas es el evangelista de la misericordia. Es el que más habla del amor infinito de Dios, que se manifiesta por medio de Jesucristo. Lo vemos por medio de sus parábolas y de la preocupación que siente Jesús por las personas marginadas, como eran los enfermos, los pecadores, las viudas y en general las mujeres. Y ese aspecto de la misericordia aparece en este evangelio de pasión de manera especial:

Con los mismos apóstoles: No dice que les encuentra por tres veces dormidos, ni que huyeron, ni las palabras fuertes de Pedro antes de negar, con quien tiene la delicadeza de mirarle con misericordia como signo de perdón; cura la oreja a quien ha sido herido en Getsemaní; consuela a las mujeres que lloran por Él; perdona a todos los que le están clavando o gritando en contra; promete el Paraíso al buen ladrón; usa de misericordia hasta con los mismos que causaron su muerte, como Pilato, que aparenta ser inocente. Quizá el evangelista tenía interés en no culpar a los romanos. Más que culpar a nadie, el evangelista pretende que nosotros nos sintamos culpables, pero llenos de esperanza en el perdón rechazando toda violencia. Debemos vivir con esa confianza en Dios Padre, con la que Jesús, al morir, sin hacer gestos trágicos ni signos de angustia, entrega su espíritu al Padre de las misericordias.
Padre Silverio Velasco

Cuaresma día a día
Día 40º. Domingo 14 de abril
Es necesario dar Gloria a Dios. Los discípulos "trajeron la borrica y el pollino, y pusieron sobre ellos los mantos, y encima de ellos montó Jesús. La mayor parte de la gente desplegaba sus mantos por el camino, mientras que otros, cortando ramas de árboles, los extendían por la calzada. La multitud que le precedía y la que le seguía gritaba, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del señor! ¡Hosanna en las alturas!" (Mt 21, 7,9).
¡Cómo alaban a Dios! Alabar a una persona es decirle, ¡qué bien has hecho esto!; o qué buen amigo eres; o alguna otra afirmación por el estilo.
Alabar significa que se reconoce algo bueno como bueno; que se valora, y que se dice a quien lo ha hecho o a quien pertenece. Esto es un gozo para quien lo escucha y para quien lo dice (si lo dice sinceramente, y no para sacar algún beneficio).
Alabar a Dios es una obligación para toda criatura. Es bueno que alabes muchas veces a Dios: que le digas lo bueno que es, que agradezcas lo bien que ha hecho esto o aquello, la belleza del mundo, etc. Y que cuando reces el gloria, lo hagas con esta intención.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo; como era en un principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén
Web Católico de Javier

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"Juan Pablo II inolvidable"
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Ofrecimiento para sacerdotes y religiosas
  
Formulo el siguiente ofrecimiento únicamente para sacerdotes o religiosas que reciben diariamente "Pequeñas Semillitas" por e-mail: Si desean recibir los comentarios del Evangelio del domingo siguiente con dos o tres días de anticipación, para tener tiempo de preparar sus meditaciones, homilías o demás trabajos pastorales sobre la Palabra de Dios, pueden pedírmelo a feluzul@gmail.com
Sólo deben indicar claramente su nombre, su correo electrónico, ciudad de residencia y a qué comunidad religiosa pertenecen.
  
Agradecimientos
Imaginemos que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.

  Desde Córdoba, Argentina, Norma C. agradece al Señor y a las personas que rezaron por el éxito del procedimiento de artroscopia de rodilla que le efectuaron durante la semana pasada y que se realizó sin inconvenientes. 

  Desde Montevideo, Uruguay, Karen S. eleva una oración de agradecimiento a Dios por los 81 años de edad que cumple su papá Roberto. Nos sumamos y le enviamos un cálido abrazo.

 Desde Bogotá, Colombia, Carlos C. O. escribe y dice: “Doy gracias a Dios por la esposa -María Trinidad (Trini)-, que me ha dado hace ya poco más de 36 años. Una mujer íntegra, inteligente, excelente madre, esposa, compañera y amiga, de una fe y una esperanza inconmensurables, siempre depositando su enorme confianza en el Señor, mariana cien por ciento, católica convencida, instrumento del Señor para mi conversión. El 8 de abril, hemos celebrando su onomástico y pido al Señor, en nombre de nuestros hijos Carlos y María Paula, nos la conserve muchos años más, done salud y bienestar, siempre con la intercesión de nuestra Madre del cielo, la Virgen María”

Desde  San Lorenzo, Santa Fe, Argentina, Exequiel expresa su agradecimiento a Dios y a las personas que rezaron por la salud de su esposa Pamela que ha sido estudiada por una formación quística en la base del cerebro, y gracias a Dios, el neurocirujano les ha dado la tranquilidad de que no será necesaria ninguna intervención, y seguirá con sus tratamientos habituales para compensarla emocionalmente. Seguiremos orando por ella y su hermosa familia.

Desde la provincia de Santa Fe, Argentina, llega el agradecimiento por la buena recuperación que ha tenido Florencia, la chica de 20 años que luego de una severa crisis asmática había tenido una descompensación cardíaca y estuvo intubada, en coma farmacológico, pero ya está de alta en su casa con sus niños, gracias a la misericordia infinita de Dios.

Otros agradecimientos que llegaron de personas por las que hemos estado rezando son: Robert O. (65-Canada) declarado en remisión de cáncer de garganta y esófago. Pedro F. (75-Miami) que va mejorando de la diverticulitis. Y finalmente, la familia Kuri, de México agradece las oraciones por Josefina, que fue llamada al Reino del Padre celestial.

Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
Hoy, cuando me levanté, repentinamente me di cuenta que este es el mejor día de mi vida. Ha habido ocasiones en que me pregunto si podré hacer algo provechoso el día de hoy... y lo he hecho. Creo que esto es más que suficiente para celebrar.
Hoy voy a celebrar la increíble vida  que he tenido llena de bendiciones, y también con muchas adversidades, que me han servido para hacerme cada día más fuerte.
Yo voy a vivir este día con la frente bien en alto y un corazón feliz. Me sorprenderé de los “simples” regalos que Dios, mi Padre, me ha dado hoy: una mañana tranquila, el sol, las nubes, los árboles, las flores, los pájaros, el agua, hoy ninguna de estas minúsculas creaciones van a escapar de mi vista.
Compartiré mi emoción por la vida con otras personas, voy a hacer sonreír a alguien, voy a realizar un inesperado acto de bondad con alguien aunque no lo conozca.
Dejaré de preocuparme por lo que no tengo y empezaré a ser agradecido con Dios por todas las  cosas maravillosas que Él me ha dado.
Tendré presente que la preocupación es sólo una pérdida de tiempo, porque mi fe en Dios Padre y su Plan de Divinidad, me asegura que en un futuro todo estará bien.
Antes de ir a descansar observaré la noche y elevaré mis ojos al cielo para admirar la belleza de las estrellas, la luna...Y elevaré una oración a  Dios por esos magníficos tesoros.
Y... cuando el día finalice y ponga mi cabeza en la almohada, agradeceré al Todopoderoso por el mejor día de mi vida y dormiré el sueño de un niño feliz, emocionado por la esperanza de saber que mañana será el mejor día de mi vida. Gracias a ti Señor.

Cinco minutos con Jesús
Abril 14
Nicodemo creyó en Jesús, pero no se entregó a él incondicionalmente; fue a ver a Jesús, pero fue a verlo de noche por miedo.
¿No habrás sido tú también en alguna oportunidad un cristiano con vergüenza? ¿No habrás sido remiso en confesarte en público como discípulo y seguidor de Jesús?
No te dejes dominar nunca por el respeto humano; respeta más bien a Dios y a su Palabra.
(Padre Alfonso Milagro)
FELIPE
-Jardinero de Dios-
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