PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año
13 - Número 3613 ~ Martes 6 de Marzo de 2018
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
En
algún caso, nos puede costar el perdón. En lo grande o en lo pequeño. El Señor
lo sabe y nos anima a recurrir a Él, que nos explicará cómo este perdón sin
límite, compatible con la defensa justa cuando sea necesaria, tiene su origen
en la humildad.
Que
en esta Cuaresma seamos capaces de abrir nuestro corazón, como auténtico sacrificio,
en la presencia de Dios. O, que por lo menos, se fortalezca en nuestro interior
la firme decisión de dar al Señor lo que quizá hasta ahora hemos reservado para
nosotros. Quitar ese miedo, esa inquietud, esa falta total de disponibilidad
que, a lo mejor, hasta estos momentos teníamos exclusivamente en nuestras
manos.
Que
la Eucaristía se convierta para nosotros en una poderosa intercesión ante Dios
Padre por medio de su Hijo Jesucristo, para que en este tiempo de Cuaresma
logremos renovarnos y transformarnos verdaderamente. Que nos permita abrir
nuestra mente a nuestro Señor, con un corazón dispuesto a lanzarse en esa obra
hermosísima de la santificación que Dios nos pide a cada uno de nosotros.
P. Cipriano Sánchez
¡Buenos días!
El santo de la dulzura
Con
frecuencia Dios, por sus profetas, invitó a Israel a revisar su estilo de vida
para hacer los necesarios reajustes que exigía la alianza solemnemente pactada.
La Palabra de Dios sigue invitándonos a cambiar para bien, y nos motiva con
sabiduría a dar pasos de superación espiritual. San Francisco de Sales modeló
su temperamento para imitar a Jesús manso y humilde.
A pesar de que es considerado como el “santo de la
dulzura”, san Francisco de Sales tuvo que luchar toda su vida contra su
temperamento, propenso a la ira. En una ocasión tuvo que reprender a un joven
que maltrataba a su madre. Ese día dijo a un amigo: «He temido perder en un
cuarto de hora la poca dulzura que he trabajado en conseguir desde hace 22
años». El santo murió a los 56 años de edad. Cuando se le hizo la autopsia se
comprobó que tenía en la vesícula 33 piedrecitas, señal de los heroicos
esfuerzos que había hecho durante toda su vida para dominar su temperamento
inclinado a la cólera, y llegar a ser el santo de la dulzura.
Jesús
es el modelo perfecto del hombre nuevo. Dios nuestro Padre nos invita a
transformarnos en él, haciendo nuestros sus sentimientos y actitudes. Para
lograrlo nada mejor que meditar e interiorizar sus palabras y ejemplos cada
día, con el Evangelio en la mano. Ojalá que como san Pablo puedas decir “Ya no
soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí”.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En
aquel tiempo, Pedro se acercó entonces y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tengo
que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?». Dícele
Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
»Por
eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con
sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000
talentos. Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su
mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase. Entonces el siervo
se echó a sus pies, y postrado le decía: ‘Ten paciencia conmigo, que todo te lo
pagaré’. Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le
perdonó la deuda.
»Al
salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía
cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: ‘Paga lo que debes’. Su
compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: ‘Ten paciencia conmigo, que ya te
pagaré’. Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que
pagase lo que debía. Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron
mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. Su señor entonces le
mandó llamar y le dijo: ‘Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda
porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero,
del mismo modo que yo me compadecí de ti?’. Y encolerizado su señor, le entregó
a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Esto mismo hará con
vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro
hermano». (Mt
18,21-35)
Comentario:
Hoy,
el Evangelio de Mateo nos invita a una reflexión sobre el misterio del perdón,
proponiendo un paralelismo entre el estilo de Dios y el nuestro a la hora de
perdonar.
El
hombre se atreve a medir y a llevar la cuenta de su magnanimidad perdonadora:
«Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano?
¿Hasta siete veces?» (Mt 18,21). A Pedro le parece que siete veces ya es mucho
o que es, quizá, el máximo que podemos soportar. Bien mirado, Pedro resulta
todavía espléndido, si lo comparamos con el hombre de la parábola que, cuando
encontró a un compañero suyo que le debía cien denarios, «le agarró y,
ahogándole, le decía: ‘Paga lo que debes’» (Mt 18,28), negándose a escuchar su
súplica y la promesa de pago.
Echadas
las cuentas, el hombre, o se niega a perdonar, o mide estrictamente a la baja
su perdón. Verdaderamente, nadie diría que venimos de recibir de parte de Dios
un perdón infinitamente reiterado y sin límites. La parábola dice: «Movido a
compasión el señor de aquel siervo, le dejó en libertad y le perdonó la deuda»
(Mt 18,27). Y eso que la deuda era muy grande.
Pero
la parábola que comentamos pone el acento en el estilo de Dios a la hora de
otorgar el perdón. Después de llamar al orden a su deudor moroso y de haberle
hecho ver la gravedad de la situación, se dejó enternecer repentinamente por su
petición compungida y humilde: «Postrado le decía: ‘Ten paciencia conmigo, que
todo te lo pagaré’. Movido a compasión...» (Mt 18,26-27). Este episodio pone en
pantalla aquello que cada uno de nosotros conoce por propia experiencia y con
profundo agradecimiento: que Dios perdona sin límites al arrepentido y
convertido. El final negativo y triste de la parábola, con todo, hace honor a
la justicia y pone de manifiesto la veracidad de aquella otra sentencia de
Jesús en Lc 6,38: «Con la medida con que midáis se os medirá».
Rev. D. Enric PRAT i Jordana (Sort, Lleida, España)
Santoral Católico:
San Olegario
Obispo
Nació
en Barcelona de familia noble hacia el año 1060. Se educó en la escuela
catedralicia y en 1093 se ordenó de sacerdote. Sintiéndose atraído por la vida
religiosa, ingresó en los Canónigos Regulares de San Adrián de Besós; luego
pasó a San Rufo de Provenza, donde fue elegido abad en 1110. Cinco años después
lo eligieron obispo de Barcelona, y se entregó al ministerio de la predicación
y a la asistencia a los pobres y enfermos. Cuando Tarragona fue reconquistada,
el papa le encomendó su sede metropolitana, sin dejar la de Barcelona. Asistió
al Concilio Ecuménico I de Letrán el año 1123. Fue legado pontificio en la
tarea de reconquista del conde de Barcelona. Visitó Tierra Santa. A la muerte
del papa Honorio II, hubo una doble elección, y Olegario prestó su obediencia a
Inocencio II. En medio de una intensa actividad eclesiástica y civil, como la
mediación entre los reyes de Castilla y Aragón, llevó una intensa vida
interior, de alta contemplación, con un profundo sentido de la justicia y una
generosa caridad para con los pobres. Murió en Barcelona el año 1136.
© Directorio Franciscano
Pensamientos del día
“El perdón no
es excusar el comportamiento del ofensor,
es abandonar el
resentimiento
y contemplar al
otro como un ser humano
a pesar de lo
que ha hecho”
“Se necesita
una persona fuerte para pedir perdón
y una persona
aún más fuerte para perdonar”
“El perdón
puede salvar tu vida.
Jamás he
encontrado algo tan efectivo
como el perdón
para sanar las heridas profundas.
El perdón es
una medicina poderosa”
AVISO IMPORTANTE
“Pequeñas Semillitas” no se editará
desde el 10 al 31 de marzo por vacaciones.
Volveremos el Domingo de Pascua de Resurrección (1 de
abril).
Muchas gracias.
Historias:
El perdón que tanto
necesitas
Corría
el día 7 de Mayo del año 1986, María tenía escasos 30 días de haber nacido en
un país centro americano: El Salvador. Por su corta edad ignoraba todo lo que
sucedía a su alrededor.
Ese
día su madre, una joven de 19 años de edad, la transportaba hacia un hospital
para hacer su debido chequeo de salud. Al llegar ella, como todas las pacientes
que esperaban su turno con su bebé en brazos, tomó asiento a la espera de ser
atendida. Pasaban los minutos, la bebé se desesperó y comenzó a llorar.
De
pronto una mujer desconocida, de aspecto joven, se mostró amigable con ella y
se ofreció a llevar la niña afuera para consolarla, ella accedió y la entregó
en sus brazos.
Pasaron
cinco minutos y la mujer que se ofreció a ayudarle no regresó. La madre comenzó
a sospechar que algo estaba mal y salió a buscarla. Para su gran sorpresa
descubrió que aquella mujer con su pequeña bebé habían desaparecido. El llanto
y desconsuelo comenzaron a invadir su corazón, ella había sido una más de las
víctimas del tráfico de menores en su país, bajo la sombra de la guerra civil
que sucedía en esa década.
Como
toda madre no pudo reponerse de la pérdida de su niña. Pasaron años y nunca se
perdonó el hecho, culpándose, día tras día, por su ignorancia.
A
30 años del suceso, aconteció lo que menos se esperaba. En un medio de
comunicación local se relataba la historia de una joven de nacionalidad
francesa pero origen salvadoreño que había regresado en búsqueda de su madre,
ya que como ella describía, sus padres adoptivos le habían relatado de sus
orígenes salvadoreños. Justamente ese día uno de sus hermanos se encontraba
viendo el reportaje televisivo y por las características que detallaban
concluyó que era la bebé que habían robado de los brazos de su madre.
La
madre con su hija se reencontraron nuevamente. Una mezcla de llanto y alegría
invadió el momento. Aquella madre, después de aclarar a su hija lo que sucedió
hace 30 años, recibió el perdón y la paz que por tanto tiempo había necesitado.
Al
igual que aquella madre, tú puedes haber cometido errores que te hacen sentir
cada día miserable y triste. Pero debes saber que el perdón es la mejor
medicina que puedes recibir.
“Más
bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros y perdónense mutuamente, así
como Dios los perdono a ustedes en Cristo.”
Efesios 4:32 (NVI)
Dios
ofrece su perdón incontables veces al ser humano, muchas veces lo tomamos como
algo insignificante o irrelevante. Pero cuando tenemos el perdón nuestra alma
vive en paz y la tristeza desaparece. Deja que el perdón eterno de Dios llene
tu alma y te enseñará también a perdonar a los demás como él nos ha perdonado
de nuestros pecados.
Y
entonces recibirás la verdadera paz en tu corazón.
Fuente: Huellas Divinas
No más
PPS
Una vez más les recuerdo a los lectores
que reciben “Pequeñas Semillitas” por correo electrónico,
que –lamentablemente– los
PPS no se envían más por cuestiones técnicas.
Cada día de Cuaresma
Perdonar y disculpar
I.
Es muy posible, que en la convivencia de todos los días, alguien nos ofenda,
que se porte con nosotros de manera poco noble, que nos perjudique. Y esto,
quizá de manera habitual. ¿Hasta siete veces he de perdonar? Es decir, ¿he de
perdonar siempre? Conocemos la respuesta del Señor a Pedro, y a nosotros: No te
digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Es decir, siempre. Pide
el Señor a quienes le siguen, a ti y a mí, una postura de perdón y de disculpa
ilimitados. A los suyos, el Señor les exige un corazón grande. Quiere que le
imitemos. Nuestro perdón ha de ser sincero, de corazón, como Dios nos perdona a
nosotros. Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros
deudores. Perdón rápido, sin dejar que el rencor o la separación corroan el
corazón ni por un momento. Sin humillar a la otra parte, sin adoptar gestos
teatrales. La mayoría de las veces bastará con sonreír, devolver la
conversación. Seguir al Señor de cerca es encontrar, en el perdonar con
prontitud, un camino de santidad.
II.
En algún caso, nos puede costar el perdón. En lo grande o en lo pequeño. El
Señor lo sabe y nos anima a recurrir a Él, que nos explicará cómo este perdón
sin límite, compatible con la defensa justa cuando sea necesaria, tiene su
origen en la humildad. Cuando una persona es sincera consigo misma y con Dios,
no es difícil que se reconozca como aquel siervo que no tenía con qué pagar. No
solamente porque todo lo que es y tiene se lo debe a Dios, sino también porque
han sido muchas las ofensas perdonadas. Sólo nos queda una salida: acudir a la
misericordia de Dios, para que haga con nosotros lo que hizo con aquel criado:
compadecido de aquel siervo, le dejó libre y le perdonó la deuda. La humildad
de reconocer nuestras muchas deudas para con Dios nos ayudará a perdonar y a
disculpar a los demás, que es muy poco en comparación con lo que nos ha
perdonado el Señor.
III.
La caridad ensancha el corazón para que quepan en él todos los hombres, incluso
a aquellos que no nos comprenden o no corresponden a nuestro amor. Junto al
Señor no nos sentiremos enemigos de nadie. Junto a Él aprenderemos a no juzgar
las intenciones íntimas de las personas. Cometemos muchos errores porque nos
dejamos llevar por juicios o sospechas temerarias porque la soberbia es como
esos espejos curvos que deforman la verdadera realidad de las cosas. Sólo quien
es humilde es objetivo y capaz de comprender las faltas de los demás y a
perdonar. La Virgen nos enseñará a perdonar y a luchar por adquirir las
virtudes que, en ocasiones, nos pueden parecer que faltan a los demás.
© Francisco Fernández Carvajal
Pedidos de oración
Pedimos
oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa
Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas, catequistas
y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la unión de los
cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo
son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones; por el triunfo del
Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María; por la conversión de todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por los
cristianos perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África, y en otros
lugares; por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente
por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo,
el hambre y la pobreza; por los niños con cáncer y otras enfermedades graves; por
el drama de los refugiados del Mediterráneo; por los presos políticos y la
falta de libertad en muchos países del mundo; por las víctimas de catástrofes
naturales; por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por
más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las
vocaciones sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Los cinco minutos del Espíritu Santo
Marzo 6
Recuerdo
los momentos en que no disfruto algo que tengo entre manos porque estoy
acelerado, pensando en otras cosas, y me imagino cómo sería un día de mi vida
si me detuviera a vivir plenamente cada momento.
Pido
al Espíritu Santo que me libere de la ansiedad, y me detengo a vivir este
momento, como si fuera el último de mi vida, sabiendo que es tan importante
como lo que pueda hacer después. Entonces, me pongo a hacer una tarea con todo
mi ser, ofreciéndola al Señor.
Pido
al Espíritu Santo que me impulse a evangelizar, que me quite el miedo y la
vergüenza, y le ruego que se manifieste con poder a través de mí, que me regale
valentía para reconocer mi fe, para hablar de Cristo a los demás, para expresar
la alegría de haberlo encontrado. Y me imagino concretamente alguna situación
en la que podré hacerlo.
Hago
una lista de los carismas que puedo descubrir en mi persona, todas las
capacidades que el Espíritu puso en mí para brindar algo a los demás. Doy
gracias al Espíritu Santo, que sembró en mí esos carismas, e intento ver cómo
podría ejercitarlos mejor para bien de los demás.
Es
importante incluir aquí todo tipo de carismas, aun los que parecen más
insignificantes: la capacidad de dar alegría con una sonrisa, la capacidad de
tocar un instrumento musical, de dibujar, etc. Entonces, tomo la decisión de
ejercitar esos carismas hoy mismo, para gloria del Espíritu Santo que me los ha
regalado.
* Mons. Víctor Manuel Fernández
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el
más pequeñito de todos)
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