PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año
13 - Número 3611 ~ Domingo 4 de Marzo de 2018
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Con la mortificación, además de seguir a Cristo en
su afán de redimirnos en la Cruz, es también medio para progresar en las
virtudes, pues mantiene nuestro corazón permanentemente dirigido a Dios.
¿Hay
en mi alma ese anhelo de Dios nuestro Señor? ¿Hay en mi alma ese ardiente fuego
por amar a Dios, por hacer que Dios realmente sea lo primero en mi vida? Éste
es el camino de conversión, es la forma de ver el camino de la salvación. No
nos quedemos simplemente en los comportamientos externos.
Vamos
a pedirle a Jesucristo en la Eucaristía, que así como Él se nos da en ese don,
nos conceda poseer una gran profundidad en nuestra vida para poder tener
conciencia de nuestra debilidad, y, sobre todo, nos conceda un gran anhelo de
vivir a su lado, porque si algún día en ese camino de conversión del corazón,
por ligereza o por superficialidad, caemos, si tenemos el anhelo de amar a
Dios, tenemos la certeza de que tarde o temprano, de una forma u otra,
acabaremos amando.
P. Cipriano Sánchez
¡Buenos días!
Rara flor en el precipicio
Confiar
en Dios es depositar toda nuestra fe en él. Dejarle el cuidado de tus cosas.
Permitirle disponer de tu futuro, porque sabes que te ama más que tú mismo.
Reposar en él “como un niño en brazos de su madre” (salmo 131). Y confiar sobre
todo en las pruebas, cuando las cosas resultan incomprensibles.
Unos científicos
exploraban un rincón desconocido de los Alpes, en busca de nuevas especies de
flores. Un día notaron con sus binoculares una flor muy rara y bella, de gran
valor para la ciencia. Pero la flor se hallaba en un profundo precipicio. Sólo
sostenido de una cuerda se podía bajar por el despeñadero. Un muchacho curioso
observaba la escena. Los científicos le propusieron pagarle bien si se dejaba
bajar por el despeñadero, para cortar la flor que había en el fondo. El
muchacho miró el peligroso precipicio, y luego dijo: “Regreso en un minuto”. Al
poco rato volvió seguido de un hombre de pelo canoso, se acercó al botánico y
le dijo: "Bajaré por el despeñadero, y les traeré la flor, si este hombre
sostiene la cuerda. Es mi papá". Si alguna otra persona sostiene la
cuerda, no me atreveré.
“No
temas, yo estoy contigo”, es un maravilloso tema bíblico que puedes profundizar
en el libro de Josué, capítulo 1, 1-10. Allí Dios una y otra vez repite al
héroe, antes de su gesta guerrera en la tierra que mana leche y miel: “Sé
valiente, no temas, porque yo estaré siempre contigo, adonde quiera que vayas”.
Que estas palabras fortalezcan tu confianza.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
Se
acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el
Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus
puestos. Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las
ovejas y los bueyes; desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las
mesas; y dijo a los que vendían palomas: «Quitad esto de aquí. No hagáis de la
Casa de mi Padre una casa de mercado». Sus discípulos se acordaron de que
estaba escrito: El celo por tu Casa me devorará.
Los
judíos entonces le replicaron diciéndole: «¿Qué señal nos muestras para obrar
así?». Jesús les respondió: «Destruid este Santuario y en tres días lo
levantaré». Los judíos le contestaron: «Cuarenta y seis años se han tardado en
construir este Santuario, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?». Pero Él
hablaba del Santuario de su cuerpo. Cuando resucitó, pues, de entre los
muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la
Escritura y en las palabras que había dicho Jesús.
Mientras
estuvo en Jerusalén, por la fiesta de la Pascua, creyeron muchos en su nombre
al ver las señales que realizaba. Pero Jesús no se confiaba a ellos porque los
conocía a todos y no tenía necesidad de que se le diera testimonio acerca de
los hombres, pues Él conocía lo que hay en el hombre. (Jn 2,13-25)
Comentario:
Hoy,
cercana ya la Pascua, ha sucedido un hecho insólito en el templo. Jesús ha
echado del templo el ganado de los mercaderes, ha volcado las mesas de los
cambistas y ha dicho a los vendedores de palomas: «Quitad esto de aquí. No
hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado» (Jn 2,16). Y mientras los
becerros y los carneros corrían por la explanada, los discípulos han
descubierto una nueva faceta del alma de Jesús: el celo por la casa de su
Padre, el celo por el templo de Dios.
¡El
templo de Dios convertido en un mercado!, ¡qué barbaridad! Debió comenzar por
poca cosa. Algún rabadán que subía a vender un cordero, una ancianita que
quería ganar algunos durillos vendiendo pichones..., y la bola fue creciendo.
Tanto que el autor del Cantar de los cantares clamaba: «Cazadnos las raposas,
las pequeñas raposas que devastan las viñas» (Cant 2,15). Pero, ¿quién hacía
caso de ello? La explanada del templo era como un mercado en día de feria.
-También
yo soy templo de Dios. Si no vigilo las pequeñas raposas, el orgullo, la
pereza, la gula, la envidia, la tacañería, tantos disfraces del egoísmo, se
escurren por dentro y lo estropean todo. Por esto, el Señor nos pone en alerta:
«Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!» (Mc 13,37).
¡Velemos!,
para que la desidia no invada la conciencia: «La incapacidad de reconocer la
culpa es la forma más peligrosa imaginable de embotamiento espiritual, porque
hace a las personas incapaces de mejorar» (Benedicto XVI).
¿Velar?
-Intento hacerlo cada noche- ¿He ofendido a alguien?, ¿son rectas mis
intenciones?, ¿estoy dispuesto a cumplir siempre y en todo la voluntad de
Dios?, ¿he admitido algún tipo de hábito que desagrade al Señor? Pero, a estas
horas, estoy cansado y me vence el sueño.
-Jesús,
tú que me conoces a fondo, tú que sabes muy bien qué hay en el interior de cada
hombre, hazme conocer las faltas, dame fortaleza y un poco de este celo tuyo
para que eche fuera del templo todo aquello que me aparte de ti.
Rev. D. Lluís RAVENTÓS i Artés (Tarragona, España)
Palabras de San Juan Pablo II
“Redescubrid
en estos días santos el sacramento de la Reconciliación, que os hace pasar de
las tinieblas del pecado a la luz de la gracia y de la amistad con Dios. Sois
conscientes de la gran fuerza espiritual que este sacramento proporciona para
la vida cristiana: os hace crecer en intimidad con Dios, adquirir nuevamente la
alegría perdida y gozar de la consolación de sentirse personalmente acogidos
por el abrazo misericordioso de Dios”
Predicación del Evangelio:
El culto al dinero
“No convirtáis en un mercado la casa de mi Padre”
Hay
algo alarmante en nuestra sociedad que nunca denunciaremos bastante. Vivimos en
una civilización que tiene como eje de pensamiento y criterio de actuación la
secreta convicción de que lo importante y decisivo no es lo que uno es sino lo
que uno tiene. Se ha dicho que el dinero es «el símbolo e ídolo de nuestra
civilización» (Miguel Delibes). Y de hecho, son mayoría los que le rinden su
ser y le sacrifican toda su vida.
J.
Galbraith, el gran teórico del capitalismo moderno, describe así el poder del
dinero en su obra «La sociedad de la abundancia». El dinero «trae consigo tres
ventajas fundamentales: primero, el goce del poder que presta al hombre;
segundo, la posesión real de todas las cosas que pueden comprarse con dinero;
tercero, el prestigio o respeto de que goza el rico gracias a su riqueza».
Cuántas
personas, sin atreverse a confesarlo, saben que en su vida, en un grado u otro,
lo decisivo, lo importante y definitivo, es ganar dinero, adquirir un bienestar
material, lograr un prestigio económico.
Aquí
está sin duda, una de las quiebras más graves de nuestra civilización. El
hombre occidental se ha hecho en buena parte materialista y, a pesar de sus
grandes proclamas sobre la libertad, la justicia o la solidaridad, apenas cree
en otra cosa que no sea el dinero.
Y,
sin embargo, hay poca gente feliz. Con dinero se puede montar un piso
agradable, pero no crear un hogar cálido. Con dinero se puede comprar una cama
cómoda, pero no un sueño tranquilo. Con dinero se pueden adquirir nuevas
relaciones, pero no despertar una verdadera amistad. Con dinero se puede
comprar placer pero no felicidad. Pero, los creyentes hemos de recordar algo
más. El dinero abre todas las puertas, pero nunca abre la puerta de nuestro
corazón a Dios.
No
estamos acostumbrados los cristianos a la imagen violenta de un Mesías
fustigando a las gentes. Y, sin embargo, ésa es la reacción de Jesús al
encontrarse con hombres que, incluso en el templo, no saben buscar otra cosa
que no sea su propio negocio.
El
templo deja de ser lugar de encuentro con el Padre cuando nuestra vida es un
mercado donde sólo se rinde culto al dinero. Y no puede haber una relación
filial con Dios Padre cuando nuestras relaciones con los demás están
mediatizadas sólo por intereses de dinero. Imposible entender algo del amor, la
ternura y la acogida de Dios cuando uno solo vive buscando bienestar. No se puede
servir a Dios y al Dinero.
© P. José Antonio Pagola
AVISO IMPORTANTE
“Pequeñas Semillitas” no se editará
desde el 10 al 31 de marzo por vacaciones.
Volveremos el Domingo de Pascua de Resurrección (1 de
abril).
Muchas gracias.
Nuevo vídeo
Hay
un nuevo vídeo subido al blog
de
"Pequeñas Semillitas" en
internet.
Para
verlo tienes que ir al final de esta página
Ofrecimiento para sacerdotes y religiosas
Formulo
el siguiente ofrecimiento únicamente
para sacerdotes o religiosas que reciben diariamente "Pequeñas
Semillitas" por e-mail: Si desean recibir los comentarios del Evangelio
del domingo siguiente con dos o tres días de anticipación, para tener tiempo de
preparar sus meditaciones, homilías o demás trabajos pastorales sobre la
Palabra de Dios, pueden pedírmelo a feluzul@gmail.com
Sólo
deben indicar claramente su nombre, su correo electrónico, ciudad de residencia
y a qué comunidad religiosa pertenecen.
Agradecimientos
Imaginemos
que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las
oraciones de las personas en la tierra:
Una
es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que
atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que
llegan en todo momento.
La
otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y
en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega
ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde
esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por
semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina:
agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos
de oración.
♡ Desde la provincia de Córdoba, Argentina, nos llegan
agradecimientos a Dios y a las personas que rezaron por la salud de Evangelina (de Río Cuarto), José María e Imanol (de Canals), quienes se van recuperando día a día de las
afecciones que padecían. Nos sumamos al agradecimiento a Dios Misericordioso.
Cada día de Cuaresma
El sentido de la mortificación
I.
La salvación del género humano culmina en la Cruz, hacia la que Cristo encamina
toda su vida en la tierra. Y es en la Cruz donde el alma alcanza la plenitud de
la identificación con Cristo. Ese es el sentido más profundo que tienen los
actos de mortificación y penitencia. Para ser discípulo del Señor es preciso
seguir su consejo: el que quiera venir en pos de Mí niéguese a sí mismo, tome
su cruz y sígame. No es posible seguir al Señor sin la Cruz. Unida al Señor, la
mortificación voluntaria y las mortificaciones pasivas adquieren su más hondo
sentido. No son algo dirigido a la propia perfección, o una manera de
sobrellevar con paciencia las contrariedades de esta vida, sino participación
en el misterio de la Redención. La mortificación puede parecer a algunos,
locura o necedad, y también puede ser signo de contradicción o piedra de
escándalo para aquellos olvidados de Dios. Pero no nos debe extrañar, pues ni
los mismos Apóstoles siguen a Cristo hasta el Calvario, pues aún, por no haber
recibido al Espíritu Santo, eran débiles.
II.
Para dar frutos, amando a Dios, ayudando a una manera efectiva a los demás, es
necesario el sacrificio. Para ser sobrenaturalmente eficaces debe morir uno a
sí mismo mediante la continua mortificación, olvidándose por completo de su
comodidad y de su egoísmo. Debemos perder el miedo al sacrificio, pues la Cruz
la quiere para nosotros un Padre que nos ama y sabe bien lo que nos conviene.
Con la mortificación nos elevamos hasta el Señor; sin ella quedamos a ras de
tierra. Con el sacrificio voluntario, con el dolor ofrecido y llevado con
paciencia y amor nos unimos firmemente al Señor. Tomad sobre vosotros mi yugo y
aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para
vuestra alma, pues mi yugo es suave, y mi carga, ligera. (Mateo 11, 28-30).
III.
Con la mortificación, además de seguir a Cristo en su afán de redimirnos en la
Cruz, es también medio para progresar en las virtudes, pues mantiene nuestro
corazón permanentemente dirigido a Dios. La mortificación es también medio
indispensable para hacer apostolado. Además no olvidemos que la mortificación
nos sirve como reparación de nuestras faltas pasadas, hayan sido pequeñas o
grandes. Le pedimos al Señor que sepamos aprovechar nuestra vida, a partir de
ahora del mejor de los modos, y nos preguntamos: “¿Motivos para la penitencia?:
Desagravio, reparación, petición, hacimiento de gracias: medio para ir
adelante...: por ti, por mí, por los demás, por tu familia, por tu país, por la
Iglesia... Y mil motivos más” (San Josemaría Escrivá, Camino)
© Francisco Fernández Carvajal
Los cinco minutos del Espíritu Santo
Marzo 4
"Espíritu
Santo, que eres la fuente inagotable de todo lo que existe, hoy quiero darte
gracias.
Gracias
ante todo por la vida, por el fascinante misterio de existir. Porque respiro,
me muevo, corre sangre por mi cuerpo, mi corazón late. Hay vida en mí. Gracias.
Gracias porque a través de mi piel y mis sentidos puedo tomar contacto con el
mundo, porque puedo percibir los seres que has creado a mi alrededor.
Porque
el aire roza mi piel, siento el calor y el frío, percibo el contacto con las
cosas que toco. Gracias porque mi pequeño mundo está repleto de pequeñas
maravillas que no alcanzo a descubrir.
Me
rodeas y me envuelves con tu luz.
Gracias,
Espíritu Santo. Amén."
* Mons. Víctor Manuel Fernández
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el
más pequeñito de todos)
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