PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año
13 - Número 3612 ~ Lunes 5 de Marzo de 2018
Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
La
fe en los medios que el Señor nos da, obra milagros. La docilidad, muestra de
una fe operativa, hace milagros. El Señor nos pide una confianza sobrenatural
en la dirección espiritual; sin docilidad, ésta quedaría sin fruto.
No
es cuestión de entender las cosas. No es cuestión de saber que mi vida tiene
que estar realizada, manejada y ordenada de determinada manera, sino que es
cuestión de tener sed de Dios. El alma que tiene sed de Dios va a permitir que
sea Dios quien le realice la vida. Y el alma que va a realizarse apartada de
Dios, significa que no tiene, verdaderamente, sed de Dios. Podrá ser muchas
cosas —podrá ser un magnífico organizador en la Iglesia, podrá ser un excelente
conferencista, podrá ser un hombre de un gran consejo espiritual—, pero si no
tiene sed de Dios, no estará realizando la obra de Dios.
Ahora
veámonos a nosotros mismos en nuestra organización, en nuestro trabajo, en
nuestro esfuerzo, en nuestra vocación cristiana y rasquemos un poco, a ver si
en nuestro corazón hay verdaderamente sed de Dios. Si la hay, podemos estar
tranquilos de que estamos en el camino en el que hay que estar. Podemos estar
tranquilos de que estamos en la ruta en la cual hay que ir. Podemos estar
tranquilos porque tenemos en el corazón lo que hay que tener. No tendremos que
tener miedo porque esa sed de Dios irá haciendo que la luz y la verdad de Dios
se conviertan en nuestra guía hasta el Monte del Señor. Es un camino que
requiere estar dispuestos, en todo momento, a querer entender lo que Dios nos
pide. Estar dispuestos, en todo momento, a no apartar jamás de nuestro corazón
a Jesucristo y mantener siempre viva en nuestro corazón la fe del Dios que da
la vida.
P. Cipriano Sánchez
¡Buenos días!
El éxito no es casualidad
Una
característica de las personas que han triunfado en la vida es su capacidad de
ser realistas y concretos. Han tenido sueños que los han impulsado a trabajar y
luchar, pero han comenzado desde lo que tenían a la mano, de lo posible y
cotidiano. Fíjate metas posibles. Lo posible es fácil y simple. Crece con
lentitud, pero avanza con seguridad.
El éxito no es una casualidad, sino la recompensa
para quien lo buscó y luchó por él: Para quien al caer supo levantarse. Para
quien necesitó ayuda, y supo pedirla. Para quien, cuando se sintió solo, buscó
compañía. Para quien, cuando tuvo dudas, buscó un consejero. Para quien, antes
de buscar ser entendido, se propuso entender a los otros. Para quien estuvo
dispuesto a empezar en cualquier momento. Para quien comprendió que el amor es
la fiel recompensa de amar.
En
la base de los verdaderos triunfos está siempre una voluntad indomable. El
pensador romano, Séneca, observó con acierto: “Los caracteres de recio temple
hallan un gozo especial en las adversidades, lo mismo que el soldado intrépido
en los más duros combates”. Que el Señor te ayude a desarrollar un temple de
acero para ver en los obstáculos un punto de apoyo para lanzarte con más ímpetu
hacia tus metas, y triunfar.
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
Texto del Evangelio:
En
aquel tiempo, Jesús dijo a la gente reunida en la sinagoga de Nazaret: «En
verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria. Os digo de
verdad: muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando se cerró el
cielo por tres años y seis meses, y hubo gran hambre en todo el país; y a
ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta de Sidón.
Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de
ellos fue purificado sino Naamán, el sirio».
Oyendo
estas cosas, todos los de la sinagoga se llenaron de ira; y, levantándose, le
arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a una altura escarpada del monte
sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarle. Pero Él, pasando por
medio de ellos, se marchó. (Lc 4,24-30)
Comentario:
Hoy,
en el Evangelio, Jesús nos dice «que ningún profeta es bien recibido en su
patria» (Lc 4,24). Jesús, al usar este proverbio, se está presentando como
profeta.
“Profeta”
es el que habla en nombre de otro, el que lleva el mensaje de otro. Entre los
hebreos, los profetas eran hombres enviados por Dios para anunciar, ya con
palabras, ya con signos, la presencia de Dios, la venida del Mesías, el mensaje
de salvación, de paz y de esperanza.
Jesús
es el Profeta por excelencia, el Salvador esperado; en Él todas las profecías
tienen cumplimiento. Pero, al igual que sucedió en los tiempos de Elías y
Eliseo, Jesús no es “bien recibido” entre los suyos, pues son estos quienes
llenos de ira «le arrojaron fuera de la ciudad» (Lc 4,29).
Cada
uno de nosotros, por razón de su bautismo, también está llamado a ser profeta.
Por eso:
1º.
Debemos anunciar la Buena Nueva. Para ello, como dijo el Papa Francisco,
tenemos que escuchar la Palabra con apertura sincera, dejar que toque nuestra propia
vida, que nos reclame, que nos exhorte, que nos movilice, pues si no dedicamos
un tiempo para orar con esa Palabra, entonces sí seremos un “falso profeta”, un
“estafador” o un “charlatán vacío”.
2º
Vivir el Evangelio. De nuevo el Papa Francisco: «No se nos pide que seamos
inmaculados, pero sí que estemos siempre en crecimiento, que vivamos el deseo
profundo de crecer en el camino del Evangelio, y no bajemos los brazos». Es
indispensable tener la seguridad de que Dios nos ama, de que Jesucristo nos ha
salvado, de que su amor es para siempre.
3º
Como discípulos de Jesús, ser conscientes de que así como Jesús experimentó el
rechazo, la ira, el ser arrojado fuera, también esto va a estar presente en el
horizonte de nuestra vida cotidiana.
Que
María, Reina de los profetas, nos guíe en nuestro camino.
Rev. P. Higinio Rafael ROSOLEN IVE (Cobourg, Ontario,
Canadá)
Santoral Católico:
San Lucio I
22° Papa
Fue
papa del 25-VI-253 al 5-III-254; su pontificado duró menos de un año. Era
romano y el 25 de junio del año 253 sucedió a san Cornelio en la Sede de San
Pedro. Apenas elegido, fue arrestado y desterrado por el emperador Treboniano
Gallo. Después de la muerte de éste y el advenimiento de Valeriano, pudo
regresar a Roma, donde murió de muerte natural el 5 de marzo del año 254. Fue
enterrado en el cementerio de Calixto, en la Vía Appia.
© Directorio Franciscano
Pensamiento del día
“Bendito el hombre que confía en el Señor,
y pone su confianza en Él.
Será como un árbol plantado junto al agua,
que extiende sus raíces hacia la corriente;
no teme que llegue el calor,
y sus hojas están siempre verdes.
En época de sequía no se angustia,
y nunca deja de dar fruto”
Jeremías 17:7-8
Tema del día:
María, la mujer del perdón
“Yo
perdono pero no olvido”, escuchamos decir algunas veces. Estamos transitando el
tiempo de Cuaresma, encaminándonos hacia la Pascua, una oportunidad para
reflexionar acerca del significado del perdón en la sociedad y en nuestras
vidas.
Cuaresma
es tiempo de conversión, de reconciliación, de encuentro con Dios y con los
hermanos; tiempo de preparación para ese paso gozoso de la muerte del pecado a
la vida de la gracia, de la tristeza que produce el resentimiento, el rencor, a
la alegría que caracteriza a la Pascua.
Y,
claro, en este tiempo en el que la violencia, la incomprensión, el egoísmo se
manifiestan de una manera escandalosa, el tema del perdón surge
inevitablemente. El anhelo de paz, de justicia, de amor es el clamor del
corazón de quienes han descubierto el valor inmenso de su Bautismo, su total
gratuidad y la importancia de su misión en la construcción del Reino de Dios,
aquí y ahora.
Cuaresma
es tiempo de contemplación, tiempo de silencio, tiempo de escucha, tiempo de
oración. Resulta imposible contemplar a Jesús Crucificado, clavando su mirada
pura, nublada por el dolor, en el discípulo amado, el más joven y en su Madre,
entregándole uno al otro, para que continúen el camino juntos. ¿Quién puede no
conmoverse al ver a la Virgen con el cuerpo muerto de Jesús en sus brazos, como
a un niño pequeño al descenderlo de la cruz, de la misma manera que lo tenía en
el humilde pesebre de Belén, donde habían ido a parar por la obediencia a la
ley y dureza del corazón de sus habitantes.
Conmueven
las fibras más íntimas del ser esas palabras del Señor ante la crueldad de
quienes lo maltratan sin piedad: “Perdónalos, Padre, porque no saben lo que
hacen”.
Pensemos
un momento en la casita de Nazaret, en el hogar de la Sagrada Familia, donde el
trabajo, el canto de los Salmos, la alegría reinaban cotidianamente. Fue la
Virgen, sin duda, la que le enseñó a Jesús a perdonar setenta veces siete, a
perdonar siempre y a no tener en cuenta las ofensas recibidas.
Observamos
en la actualidad tanto veneno intoxicando a personas, familias, comunidades… La
violencia, el rencor, el deseo de venganza, la mentira, la falta de paz son
constantes. Sabemos que “la paz es fruto de la justicia pero es imposible que
haya justicia sin perdón” (San Juan Pablo II).
El
Papa Francisco, el 1° de enero de 2016, decía: “La fuerza del perdón es el
auténtico antídoto contra la tristeza provocada por el rencor y la venganza.
Sólo quien ama de verdad es capaz de perdonar, olvidando la ofensa recibida”.
Es posible, entonces, con la gracia de Dios, perdonar y olvidar el daño que
pudieron habernos causado.
Que
la Santísima Virgen, Reina de la Paz, la Mujer de la Reconciliación y el Perdón
nos guíe con su ternura maternal por el camino de la verdad, del
agradecimiento, de la misericordia para que seamos capaces de vivir esta Pascua
como verdaderos instrumentos de Dios, como mensajeros de Paz, poniendo amor
donde haya odio, perdón donde haya ofensa, alegría donde la tristeza no permita
vivir el gozo pascual, como seres nuevos, resucitados, para que la luz que se
encendió el día de nuestro Bautismo no se apague jamás y pueda disipar las tinieblas
que intenten ocultarla.
© Ana María Casal
AVISO IMPORTANTE
“Pequeñas Semillitas” no se editará
desde el 10 al 31 de marzo por vacaciones.
Volveremos el Domingo de Pascua de Resurrección (1 de
abril).
Muchas gracias.
Cada día de Cuaresma
Docilidad y buena disposición
I.
El Señor, después de un tiempo de predicación por las aldeas y ciudades de
Galilea, vuelve a Nazaret, donde se había criado. Todos había oído maravillas
del hijo de María y esperaban ver cosas extraordinarias. Sin embargo no tienen
fe, y como Jesús no encontró buenas disposiciones en la tierra donde se había
criado, no hizo allí ningún milagro. Aquellas gentes sólo vieron en Él al hijo
de José, el que les hacía mesas y les arreglaba las puertas. No supieron ver más
allá. No descubrieron al Mesías que les visitaba. Nosotros, para contemplar al
Señor, también debemos purificar nuestra alma. La Cuaresma es buena ocasión
para intensificar nuestro amor con obras de penitencia que disponen el alma a
recibir las luces de Dios.
II.
En la primera lectura de la Misa se nos narra la curación de Naamán, general
del ejército de Siria (2 Reyes 5, 1-15), por el profeta Eliseo. El general
había recorrido un largo camino para esto, pero lleno de orgullo, llevaba su
propia solución sobre el modo de ser curado. Cuando ya se regresaba sin haberlo
logrado, sus servidores le decían: aunque el profeta te hubiese mandado una
cosa difícil debieras hacerla. Cuanto más habiéndote dicho lávate y serás
limpio. Naamán reflexionó sobre las palabras de sus acompañantes y volvió con
humildad a cumplir lo que le había dicho el Profeta, y quedó limpio. También
nosotros andamos con frecuencia enfermos del alma, con errores y defectos que
no acabamos de arrancar. El Señor espera que seamos humildes y dóciles a las
indicaciones de la dirección espiritual. No tengamos soluciones propias cuando
el Señor nos indica otras, quizá contrarias a nuestros gustos y deseos. En lo
que se refiere al alma, no somos buenos consejeros, ni buenos médicos de
nosotros mismos. En la dirección espiritual el alma se dispone para encontrar
al Señor y reconocerle en lo ordinario.
III.
La fe en los medios que el Señor nos da, obra milagros. La docilidad, muestra
de una fe operativa, hace milagros. El Señor nos pide una confianza sobrenatural
en la dirección espiritual; sin docilidad, ésta quedaría sin fruto. Y no podrá
ser dócil quien se empeñe en ser tozudo, obstinado e incapaz de asimilar una
idea distinta de la que ya tiene: el soberbio es incapaz de ser dócil.
Disponibilidad, docilidad, dejarnos hacer y rehacer por Dios cuantas veces sea
necesario, como barro en manos del alfarero. Este puede ser el propósito de
nuestra oración de hoy, que llevaremos a cabo con la ayuda de María.
© Francisco Fernández Carvajal
Pedidos de oración
Pedimos
oración por la Santa Iglesia Católica; por el Papa Francisco, por el Papa
Emérito Benedicto, por los obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas,
catequistas y todos los que componemos el cuerpo místico de Cristo; por la
unión de los cristianos para que seamos uno, así como Dios Padre y nuestro
Señor Jesucristo son Uno junto con el Espíritu Santo; por las misiones; por el
triunfo del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María; por la conversión de todos los pueblos; por la Paz en el mundo; por los
cristianos perseguidos y martirizados en Medio Oriente, África, y en otros
lugares; por nuestros hermanos sufrientes por diversos motivos especialmente
por las enfermedades, el abandono, la carencia de afecto, la falta de trabajo,
el hambre y la pobreza; por los niños con cáncer y otras enfermedades graves; por
el drama de los refugiados del Mediterráneo; por los presos políticos y la
falta de libertad en muchos países del mundo; por las víctimas de catástrofes
naturales; por la unión de las familias, la fidelidad de los matrimonios y por
más inclinación de los jóvenes hacia este sacramento; por el aumento de las
vocaciones sacerdotales y religiosas; y por las Benditas Almas del Purgatorio.
Los cinco minutos del Espíritu Santo
Marzo 5
Para
que el Espíritu Santo pueda hacer maravillas en nuestra vida, es necesario que
estemos de verdad abiertos a su acción. Pero, ¿qué significa estar abiertos a
la acción del Espíritu Santo?
Significa
dejar que nos cambie los planes, que nos lleve donde quiera, y sobre todo
significa desearlo, buscarlo siempre más, no estar nunca conformes, no creer
que ya lo hemos conocido suficiente.
No
hay que pensar que ya no puede haber novedades en nuestra relación con él, que
ya lo hemos probado todo. No es así. Él es siempre nuevo, siempre deslumbrante,
siempre sorprendente.
Nunca
podemos decir que ya sabemos encontrarnos con él, porque él supera
infinitamente todas nuestras experiencias. Él es siempre mucho más rico y lleno
de hermosura de lo que nosotros podemos llegar a imaginar. Por eso cada día
somos mendigos de su amor y de su presencia.
Él
está indicándonos un nuevo camino para encontrarnos con él. Y a través de las
nuevas experiencias de la vida, también de las crisis, él nos va abriendo los
senderos para descubrir algo que nunca habíamos experimentado. Él siempre está
insinuando en el corazón una nueva invitación de amor. Vale la pena escucharlo.
* Mons. Víctor Manuel Fernández
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el
más pequeñito de todos)
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