miércoles, 12 de noviembre de 2008

Pequeñas Semillitas 0552

PEQUEÑAS SEMILLITAS


Número 0552 ~ Miércoles 12 de Noviembre de 2008
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)





Hola !!!
Si me permiten, quiero iniciar esta edición de "Pequeñas Semillitas" transcribiendo una conmovedora anécdota real, que ha sido enviada por Adriana Lizarribar y que lleva por título "El Papa y el Rabino":

El Papa Juan Pablo II, en una solemne sala del Vaticano, recibe a una de las más altas autoridades religiosas del judaísmo, el gran Rabino del Estado de Israel, Meir Lau. La formal entrevista se llevó a cabo en fraternal marco y quedó espacio para el relato anecdótico. Entonces, el religioso judío narró al Sumo Pontífice un hecho acaecido hace largas décadas en una ciudad europea.
Le contó que terminada la Segunda Guerra Mundial, una señora católica se dirigió al párroco de su pueblo, para hacerle una consulta. Ella tenía a su cuidado, desde los días de la guerra, a un pequeño niño judío que le habían encomendado, pues sus padres habían sido enviados a un campo de concentración. Los padres del niño, desaparecidos en el trágico infierno de la masacre nazi, habían previsto para él un futuro en la tierra de Israel. La señora se encontraba ante una encrucijada y pedía al sacerdote católico un consejo. El párroco tuvo una pronta y comprensiva respuesta: -"Se debe respetar la voluntad de los padres".
El citado niño judío fue enviado al entonces naciente Estado de Israel, donde se criaría y educaría.
La anécdota resultó muy interesante para Karol Wojtyla, y pasó a ser más conmovedora aún, cuando el gran Rabino le aclaró la identidad de aquellas personas:
-"Usted, Eminencia, era ese párroco católico. Y ese niño huérfano... era yo".




La Palabra de Dios : Evangelio del día



Un día, de camino a Jerusalén, Jesús pasaba por los confines entre Samaría y Galilea, y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia y, levantando la voz, dijeron: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!». Al verlos, les dijo: «Id y presentaos a los sacerdotes».
Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios. Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz; y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano. Tomó la palabra Jesús y dijo: «¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?». Y le dijo: «Levántate y vete; tu fe te ha salvado».
(Lucas 17, 11-19)

Comentario
Hoy, Jesús pasa cerca de nosotros para hacernos vivir la escena mencionada más arriba, con un aire realista, en la persona de tantos marginados como hay en nuestra sociedad, los cuales se fijan en los cristianos para encontrar en ellos la bondad y el amor de Jesús. En tiempos del Señor, los leprosos formaban parte del estamento de los marginados. De hecho, aquellos diez leprosos fueron al encuentro de Jesús en la entrada de un pueblo (cf. Lc 17,12), pues ellos no podían entrar en las poblaciones, ni les estaba permitido acercarse a la gente («se pararon a distancia»).
Con un poco de imaginación, cada uno de nosotros puede reproducir la imagen de los marginados de la sociedad, que tienen nombre como nosotros: inmigrantes, drogadictos, delincuentes, enfermos de sida, gente en el paro, pobres... Jesús quiere restablecerlos, remediar sus sufrimientos, resolver sus problemas; y nos pide colaboración de forma desinteresada, gratuita, eficaz... por amor.
Además, hacemos más presente en cada uno de nosotros la lección que da Jesús. Somos pecadores y necesitados de perdón, somos pobres que todo lo esperan de Él. ¿Seríamos capaces de decir como el leproso «Jesús, maestro, ten compasión de mi» (cf. Lc 17,13)? ¿Sabemos recurrir a Jesús con plegaria profunda y confiada?
¿Imitamos al leproso curado, que vuelve a Jesús para darle gracias? De hecho, sólo «uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios» (Lc 17,15). Jesús echa de menos a los otros nueve: «¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están?» (Lc 17,17). San Agustín dejó la siguiente sentencia: «‘Gracias a Dios’: no hay nada que uno puede decir con mayor brevedad (...) ni hacer con mayor utilidad que estas palabras». Por tanto, nosotros, ¿cómo agradecemos a Jesús el gran don de la vida, propia y de la familia; la gracia de la fe, la santa Eucaristía, el perdón de los pecados...? ¿No nos pasa alguna vez que no le damos gracias por la Eucaristía, aun a pesar de participar frecuentemente en ella? La Eucaristía es —no lo dudemos— nuestra mejor vivencia de cada día.
Fray Conrad J. Martí i Martí OFM (Barcelona, España)



Santoral Católico



San Josafat de Lituania, mártir


Josafat es una palabra hebrea que significa "Dios es mi juez".

Nació en 1580, de padres católicos fervorosos. Su madre le enseñó a mirar de vez en cuando el crucifijo y pensar en lo que Jesucristo sufrió por nosotros, y esto le emocionaba mucho y le invitaba a dedicar su vida por hacer amar más a Nuestro Salvador.

De joven entró de ayudante de un vendedor de telas, y en los ratos libres se dedicaba a leer libros religiosos. Esto le disgustaba mucho al principio al dueño del almacén, pero después, viendo que el joven se dedicaba con tanto esmero a los oficios que tenía que hacer, se dio cuenta de que las lecturas piadosas lo llevaban a ser más bueno y mejor cumplidor de su deber. Y tanto se encariñó aquel negociante con Josafat, que le hizo dos ofertas: permitirle casarse con su hija y dejarlo como heredero de todos sus bienes. El joven le agradeció sus ofrecimientos, pero le dijo que había determinado conseguir más bien otra herencia: el cielo eterno. Y que para ello se iba a dedicar a la vida religiosa.

Para su fortuna se encontró con dos santos sacerdotes jesuitas que lo fueron guiando en sus estudios, y lo encaminaron hacia el monasterio de la Sma. Trinidad en la ciudad de Vilma, capital de Lituania, y se hizo religioso, dirigido por los monjes basilianos en 1604. Al monasterio lo siguió un gran amigo suyo y personaje muy sabio, Benjamín Rutsky, que será en adelante su eficaz colaborador en todo.

En 1595 los principales jefes religiosos ortodoxos de Lituania habían propuesto unirse a la Iglesia Católica de Roma, pero los más fanáticos ortodoxos se habían opuesto violentamente y se habían producido muchos desórdenes callejeros. Ahora llegaba al convento el que más iba a trabajar y a sacrificarse por obtener que su nación se pasara a la Iglesia Católica. Pero le iba a costar hasta su propia sangre.

Josafat fue ordenado de sacerdote, pero su vida siguió siendo como la del monje más mortificado. Muchas horas cada día y cada noche dedicadas a la oración. Lectura y meditación en las Sagradas Escrituras y en los libros escritos por los santos. Como penitencias aguantaba los terribles fríos del invierno y los calores bochornosos del verano sin quejarse ni buscar refrescantes. Cuando lo sorprendía una espantosa tormenta de lluvias, truenos y rayos en pleno viaje, lo ofrecía todo por sus pecados. Cuando los pobres estaban en grave necesidad se iba de casa en casa pidiendo limosnas para ellos, y la humillación de estar pidiendo la ofrecía por sus pecados y por los de los demás pecadores. Pero su especial mortificación era soportar las gentes ásperas e incomprensivas, sin demostrar jamás disgusto ni resentimiento.

Fue nombrado superior del monasterio, en Vilma, pero varios de los monjes que allí vivían eran ortodoxos y antirromanos. Con gran paciencia, mucha prudencia y caridad llena de finura y de santa diplomacia, se los fue ganando a todos. Ellos se dieron cuenta de que Josafat tenía el don de consejo, y le iban a consultar sus problemas e inquietudes y sus respuestas los dejaban muy consolados y llenos de paz. Con sus sabias conferencias los fue convenciendo poco a poco de que la verdadera Iglesia es la católica y que el sucesor de San Pedro es el Sumo Pontífice y que a él hay que obedecer. Con razón los enemigos de la religión lo llamaban "ladrón de almas".

En 1617, fue nombrado arzobispo de Polotsk, y se encontró con que su arzobispado estaba en el más completo abandono. Se dedicó a reconstruir templos y a obtener que los sacerdotes se comportaran de la mejor manera posible. Visitó una por una todas las parroquias. Redactó un catecismo y lo hizo circular y aprender por todas partes. Dedicaba sus tiempos libres a atender a los pobres e instruir a los ignorantes. Las gentes lo consideraban un gran santo. Algunos decían que mientras celebraba misa se veían resplandores a su alrededor. En 1620 ya su arzobispado era otra cosa totalmente diferente.

Pero sucedió que un tal Melecio se hizo proclamar de arzobispo en vez de Josafat (mientras este visitaba Polonia) y algunos revoltosos empezaron a recorrer los pueblos atizando una revuelta contra el santo, diciendo que no querían obedecer al Papa de Roma. Muchos relajados se sentían molestos porque san Josafat atacaba a los vicios y a las malas costumbres.

En 1623, sabiendo que la ciudad de Vitebsk era la más rebelde y contraria a él, dispuso ir a visitarla para tratar de hacer las paces con ellos. Sus amigos le rogaban que no fuera, y varios le propusieron que llevara una escolta militar. Él no admitió esto y exclamó: "Si Dios me juzga digno de morir mártir, no temo morir". El recibimiento fue feroz. Insultos, pedradas, amenazas. Cuando una chusma agresiva lo rodeó insultándolo, él les dijo: "Sé que ustedes quieren matarme y que me atacan por todas partes. En las calles, en los puentes, en los caminos, en la Plaza Central, en todas partes me han insultado. Yo no he venido en son de guerra sino como pastor de las ovejas, buscando el bien de las almas. Pero me considero verdaderamente feliz de poder dar la vida por el bien de todos ustedes. Sé que estoy a punto de morir, y ofrezco mi sacrificio por la unión de todas las iglesias bajo la dirección del Sumo Pontífice".

Los enemigos se propusieron poner una trampa al santo para poderlo matar. Le enviaron un individuo que todos los días llegaba a su casa, mañana y tarde a insultarlo. Al fin uno de los secretarios del arzobispo detuvo al insultante para que no faltara más al respeto al prelado, y esta era la señal que los asesinos buscaban. Inmediatamente dieron voz de alarma en toda la ciudad, reunieron la chusma y se lanzaron a despedazar a todos los ayudantes de San Josafat.

Cuando él vio que iban a linchar a sus colaboradores, salió al patio y gritó a los atacantes: "Por favor, hijos míos, no golpeen a mis ayudantes, que ellos no tienen la culpa de nada. Aquí estoy yo para sufrir en vez de ellos".

Al oír esto los jefes de la sedición gritaron: "¡Que muera el amigo del Papa!" y se lanzaron contra él. Le atravesaron de un lanzazo, le pegaron un balazo, y arrastraron su cuerpo por las calles de la ciudad y lo echaron al río Divna. Era el 12 de noviembre de 1623. Meses después los verdugos se convirtieron a la fe católica y pidieron perdón de su terrible crimen.

El Papa ha declarado a San Josafat, Patrono de los que trabajan por la unión de los cristianos.



Pensamiento



"La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos"
Tertuliano




Tema del día : Saber descubrir a Dios



1) Para saber

Sucedió hace muchos años un hecho aleccionador. Le ocurrió en 1892 a un hombre ilustre.
Sucedió que un señor de unos 70 años viajaba en el tren, teniendo a su lado un joven universitario que leía su libro de Ciencias. El señor leía un libro de portada negra. Fue cuando el joven percibió que se trataba de la Biblia y que estaba abierta en el Evangelio de Marcos.
Sin mucha ceremonia, el muchacho interrumpió la lectura del señor y le preguntó:
- Señor, ¿usted todavía cree en ese libro lleno de fábulas y cuentos?
- Si, mas no es un libro de fábulas y cuentos, es la Palabra de Dios. O ¿acaso estoy equivocado?
- Pero claro que está equivocado. Creo que el señor debería estudiar Historia Universal. Vería que la Revolución Francesa, ocurrida hace más de 100 años, mostró la miopía de la religión. Solamente personas sin cultura todavía creen que Dios hizo el mundo en 6 días. El señor debería conocer un poco más lo que nuestros científicos dicen de todo eso.
El señor volvió a preguntarle:
- Y ¿es eso lo que los científicos dicen sobre la Biblia?
- Bien, como voy a bajar en la próxima estación, no tengo tiempo de explicarle, pero déjeme su tarjeta con su dirección para mandarle material científico por correo con la máxima urgencia.
El anciano entonces, con mucha paciencia, abrió cuidadosamente el bolsillo derecho de su bolso y le dio su tarjeta al muchacho. Cuando éste leyó lo que allí decía, salió cabizbajo, sintiéndose más pequeño que un gusano. En la tarjeta decía:
“Profesor Doctor Louis Pasteur, Director General del Instituto de Investigaciones Científicas, Universidad Nacional de Francia”.
Por eso se dice que un poco de ciencia nos aparta de Dios, pero mucha, nos aproxima'.

2) Para pensar

Hace poco, en un encuentro que el Papa Benedicto XVI tuvo con jóvenes, Giovanni, de 17 años, le comentó que en su escuela contraponen lo dicho por la Iglesia a lo que dice la ciencia, haciéndoles creer que la fe y la ciencia son enemigas y que con las matemáticas se puede explicar todo. Sin embargo, él, como todos los jóvenes, tiene hambre de Verdad. Y le preguntó: “Santo Padre ¿cómo puedo hacer para armonizar la ciencia y la fe?”
El Papa le respondió recordando la figura de Galileo, quien afirmaba que Dios había escrito el libro de la naturaleza en un lenguaje matemático. Galileo estaba convencido de que Dios nos ha dado dos libros: el de la Sagrada Escritura y el de la naturaleza. Por ello las matemáticas es un lenguaje de Dios.
Por ello no puede haber contradicción entre la fe y la ciencia. Cuando la ciencia es seria expresa la verdad de las cosas, de las cuales Dios es el mismo Autor. Las matemáticas aplicadas a la naturaleza nos muestran que el universo tiene una estructura inteligente, alguien le puso leyes racionales y lógicas.

3) Para vivir

El Papa Benedicto XVI afirmó también que la naturaleza es regida por la Razón, y no por un desorden ilógico o el caos: esa Razón es Dios mismo.
Dios es invisible y no podemos medirlo, pero podemos descubrirlo en sus diferentes manifestaciones. Ojalá podamos descubrir a Dios en todo lo que rodea nuestra vida, desde la naturaleza hasta la vida misma y así, nuestro conocimiento, lejos de apartarnos de Él, nos llevará a agradecerle este mundo bello que nos ha creado.

Pbro. José Martínez Colín
padrejosearticulos@gmail.com



Meditación breve



Dios me ama en este mismo instante y tal como soy. No necesito cambiarme ni llevar a cabo alguna tarea especial a fin de conquistar el amor divino, pues como hijo de Dios, soy amado libre y totalmente.
El amor que Dios me profesa está presente siempre, en cualquier circunstancia. Por lo tanto, mis actos pasados no pueden privarme del amor de Dios.
A través de Su infinito amor por mí, recibo constante sustento y aliento para mejorar. Lo pasado quedó atrás y Dios me apoya para que haga lo mejor en el momento actual.
El amor de Dios me rodea y me envuelve, elevándome en todo momento. Soy uno con el amor de Dios, que corre en mí como un torrente purificador, curando heridas pasadas e impulsándome hacia adelante con gran confianza.



Pedidos de oración



Pedimos oración por Yaneth Garzon Aldana que es lectora de esta página desde su país, Colombia, tiene 31 años, padece de hipotiroidismo y además está sin trabajo desde hace bastante tiempo. Pidamos a Jesús que la asista en sus necesidades tanto físicas como espirituales.


Tú quisiste, Señor, que tu Hijo unigénito soportara nuestras debilidades, para poner de manifiesto el valor de la enfermedad y la paciencia; escucha ahora las plegarias que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos, y concede a cuantos se hallan sometidos al dolor, la aflicción o la enfermedad, la gracia de sentirse elegidos entre aquellos que tu Hijo ha llamado dichosos, y de saberse unidos a la pasión de Cristo para la redención del mundo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.



Los cinco minutos de María - por Alfonso Milagro



Después de Jesucristo, nadie ha sufrido tanto como la Santísima Virgen María; la piedad cristiana la suele denominar "la Dolorosa", o la Virgen de los Dolores, o la Reina de los mártires. Y se la suele representar con el corazón atravesado por siete espadas.
María al pie de la cruz es la imagen más sublime del dolor humano; una Madre que ve morir a su Hijo; cuando ese Hijo es nada menos que Dios y esa Madre es la Madre de Dios, el dolor no tiene límites.
El Corazón de María fue el Corazón que más sufrió, porque fue el Corazón que más amó.

Concédenos, Virgen Santa, comprender que para seguir a tu Hijo Jesús tenemos que tomar la cruz y ofrecer nuestra vida.


Felipe de Urca
-Jardinero de Dios-

pequesemillitas@gmail.com

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