PEQUEÑAS SEMILLITAS
Número 0037 ~ Viernes 6 de Abril de 2007
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
"Señor Jesús:
Perdona mis pecados. Te amo mucho, te necesito para siempre. Estás en lo más profundo de mi corazón. Cubre con tu sangre preciosa a mi familia, mi casa, mi hogar, mi empleo, mis finanzas, mis sueños, mis proyectos y a mis amigos. Amén".
Evangelio de hoy
En aquel tiempo, Jesús pasó con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, en el que entraron él y sus discípulos. Pero también Judas, el que le entregaba, conocía el sitio, porque Jesús se había reunido allí muchas veces con sus discípulos. Judas, pues, llega allí con la cohorte y los guardias enviados por los sumos sacerdotes y fariseos, con linternas, antorchas y armas. Jesús, que sabía todo lo que le iba a suceder, se adelanta y les pregunta: «¿A quién buscáis?». Le contestaron: «A Jesús el Nazareno». Díceles: «Yo soy». Judas, el que le entregaba, estaba también con ellos. Cuando les dijo: «Yo soy», retrocedieron y cayeron en tierra. Les preguntó de nuevo: «¿A quién buscáis?». Le contestaron: «A Jesús el Nazareno». Respondió Jesús: «Ya os he dicho que yo soy; así que si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos». Así se cumpliría lo que había dicho: «De los que me has dado, no he perdido a ninguno». Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al siervo del Sumo Sacerdote, y le cortó la oreja derecha. El siervo se llamaba Malco. Jesús dijo a Pedro: «Vuelve la espada a la vaina. La copa que me ha dado el Padre, ¿no la voy a beber?».
Entonces la cohorte, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, le ataron y le llevaron primero a casa de Anás, pues era suegro de Caifás, el Sumo Sacerdote de aquel año. Caifás era el que aconsejó a los judíos que convenía que muriera un solo hombre por el pueblo. Seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Este discípulo era conocido del Sumo Sacerdote y entró con Jesús en el atrio del Sumo Sacerdote, mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta. Entonces salió el otro discípulo, el conocido del Sumo Sacerdote, habló a la portera e hizo pasar a Pedro. La muchacha portera dice a Pedro: «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?». Dice él: «No lo soy». Los siervos y los guardias tenían unas brasas encendidas porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos calentándose. El Sumo Sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y su doctrina. Jesús le respondió: «He hablado abiertamente ante todo el mundo; he enseñado siempre en la sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he hablado nada a ocultas. ¿Por qué me preguntas? Pregunta a los que me han oído lo que les he hablado; ellos saben lo que he dicho». Apenas dijo esto, uno de los guardias que allí estaba, dio una bofetada a Jesús, diciendo: «¿Así contestas al Sumo Sacerdote?». Jesús le respondió: «Si he hablado mal, declara lo que está mal; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?». Anás entonces le envió atado al Sumo Sacerdote Caifás. Estaba allí Simón Pedro calentándose y le dijeron: «¿No eres tú también de sus discípulos?». El lo negó diciendo: «No lo soy». Uno de los siervos del Sumo Sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dice: «¿No te vi yo en el huerto con Él?». Pedro volvió a negar, y al instante cantó un gallo.
De la casa de Caifás llevan a Jesús al pretorio. Era de madrugada. Ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse y poder así comer la Pascua. Salió entonces Pilato fuera donde ellos y dijo: «¿Qué acusación traéis contra este hombre?». Ellos le respondieron: «Si éste no fuera un malhechor, no te lo habríamos entregado». Pilato replicó: «Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra Ley». Los judíos replicaron: «Nosotros no podemos dar muerte a nadie». Así se cumpliría lo que había dicho Jesús cuando indicó de qué muerte iba a morir. Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres tú el Rey de los judíos?». Respondió Jesús: «¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?». Pilato respondió: «¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?». Respondió Jesús: «Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí». Entonces Pilato le dijo: «¿Luego tú eres Rey?». Respondió Jesús: «Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz». Le dice Pilato: «¿Qué es la verdad?». Y, dicho esto, volvió a salir donde los judíos y les dijo: «Yo no encuentro ningún delito en Él. Pero es costumbre entre vosotros que os ponga en libertad a uno por la Pascua. ¿Queréis, pues, que os ponga en libertad al Rey de los judíos?». Ellos volvieron a gritar diciendo: «¡A ése, no; a Barrabás!». Barrabás era un salteador.
Pilato entonces tomó a Jesús y mandó azotarle. Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le vistieron un manto de púrpura; y, acercándose a Él, le decían: «Salve, Rey de los judíos». Y le daban bofetadas. Volvió a salir Pilato y les dijo: «Mirad, os lo traigo fuera para que sepáis que no encuentro ningún delito en Él». Salió entonces Jesús fuera llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Díceles Pilato: «Aquí tenéis al hombre». Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron: «¡Crucifícalo, crucifícalo!». Les dice Pilato: «Tomadlo vosotros y crucificadle, porque yo ningún delito encuentro en Él». Los judíos le replicaron: «Nosotros tenemos una Ley y según esa Ley debe morir, porque se tiene por Hijo de Dios». Cuando oyó Pilato estas palabras, se atemorizó aún más. Volvió a entrar en el pretorio y dijo a Jesús: «¿De dónde eres tú?». Pero Jesús no le dio respuesta. Dícele Pilato: «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo poder para soltarte y poder para crucificarte?». Respondió Jesús: «No tendrías contra mí ningún poder, si no se te hubiera dado de arriba; por eso, el que me ha entregado a ti tiene mayor pecado». Desde entonces Pilato trataba de librarle. Pero los judíos gritaron: «Si sueltas a ése, no eres amigo del César; todo el que se hace rey se enfrenta al César». Al oír Pilato estas palabras, hizo salir a Jesús y se sentó en el tribunal, en el lugar llamado Enlosado, en hebreo Gabbatá. Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia la hora sexta. Dice Pilato a los judíos: «Aquí tenéis a vuestro Rey». Ellos gritaron: «¡Fuera, fuera! ¡Crucifícale!». Les dice Pilato: «¿A vuestro Rey voy a crucificar?». Replicaron los sumos sacerdotes: «No tenemos más rey que el César». Entonces se lo entregó para que fuera crucificado.
Tomaron, pues, a Jesús, y Él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota, y allí le crucificaron y con Él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio. Pilato redactó también una inscripción y la puso sobre la cruz. Lo escrito era: «Jesús el Nazareno, el Rey de los judíos». Esta inscripción la leyeron muchos judíos, porque el lugar donde había sido crucificado Jesús estaba cerca de la ciudad; y estaba escrita en hebreo, latín y griego. Los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: «No escribas: ‘El Rey de los judíos’, sino: ‘Éste ha dicho: Yo soy Rey de los judíos’». Pilato respondió: «Lo que he escrito, lo he escrito». Los soldados, después que crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos, con los que hicieron cuatro lotes, un lote para cada soldado, y la túnica. La túnica era sin costura, tejida de una pieza de arriba abajo. Por eso se dijeron: «No la rompamos; sino echemos a suertes a ver a quién le toca». Para que se cumpliera la Escritura: «Se han repartido mis vestidos, han echado a suertes mi túnica». Y esto es lo que hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.
Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dice: «Tengo sed». Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca. Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: «Todo está cumplido». E inclinando la cabeza entregó el espíritu.
Los judíos, como era el día de la Preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado —porque aquel sábado era muy solemne— rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran. Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con Él. Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua. El que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis. Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: «No se le quebrará hueso alguno». Y también otra Escritura dice: «Mirarán al que traspasaron».
Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilato autorización para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se lo concedió. Fueron, pues, y retiraron su cuerpo. Fue también Nicodemo —aquel que anteriormente había ido a verle de noche— con una mezcla de mirra y áloe de unas cien libras. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en vendas con los aromas, conforme a la costumbre judía de sepultar. En el lugar donde había sido crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que nadie todavía había sido depositado. Allí, pues, porque era el día de la Preparación de los judíos y el sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.
(Juan 18, 1—19,42 )
Comentario
Hoy celebramos el primer día del Triduo Pascual. Por tanto, es el día de la Cruz victoriosa, desde donde Jesús nos dejó lo mejor de Él mismo: María como madre, el perdón —también de sus verdugos— y la confianza total en Dios Padre.
Lo hemos escuchado en la lectura de la Pasión que nos transmite el testimonio de san Juan, presente en el Calvario con María, la Madre del Señor y las mujeres. Es un relato rico en simbología, donde cada pequeño detalle tiene sentido. Pero también el silencio y la austeridad de la Iglesia, hoy, nos ayudan a vivir en un clima de oración, bien atentos al don que celebramos.
Ante este gran misterio, somos llamados —primero de todo— a ver. La fe cristiana no es la relación reverencial hacia un Dios lejano y abstracto que desconocemos, sino la adhesión a una Persona, verdadero hombre como nosotros y, a la vez, verdadero Dios. El “Invisible” se ha hecho carne de nuestra carne, y ha asumido el ser hombre hasta la muerte y una muerte de cruz. Pero fue una muerte aceptada como rescate por todos, muerte redentora, muerte que nos da vida. Aquellos que estaban ahí y lo vieron, nos transmitieron los hechos y, al mismo tiempo, nos descubren el sentido de aquella muerte.
Ante esto, nos sentimos agradecidos y admirados. Conocemos el precio del amor: «Nadie tiene mayor amor que el de dar la vida por sus amigos» (Jn 15,13). La oración cristiana no es solamente pedir, sino —antes de nada— admirar agradecidos.
Jesús, para nosotros, es modelo que hay que imitar, es decir, reproducir en nosotros sus actitudes. Hemos de ser personas que aman hasta darnos y que confiamos en el Padre en toda adversidad.
Esto contrasta con la atmósfera indiferente de nuestra sociedad; por eso, nuestro testimonio tiene que ser más valiente que nunca, ya que el don es para todos. Como dice Melitón de Sardes, «Él nos ha hecho pasar de la esclavitud a la libertad, de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida. Él es la Pascua de nuestra salvación».
Rev. D. Francesc Catarineu i Vilageliu (Sabadell-Barcelona, España)
Santoral y Efemérides
En el Santoral Católico hoy se conmemora el Viernes Santo de la Pasión del Señor.
También hoy 6 de abril es el día de Los Ciento Veinte Mártires de Persia y de San Samuel, Profeta y de San Marcelino, Mártir.
Un cordial saludo a los amigos que llevan esos nombres.
Algunos de los hechos más importantes ocurridos en un día como hoy en la Historia fueron:
1199 - Muere Ricardo Corazón de León, rey de Inglaterra.
1483 - Nace el pintor renacentista italiano Raffaello Sanzio "Rafael", quien morirá en 1520 el día de su 37º cumpleaños.
1830 - Joseph Smith funda en Nueva York la Iglesia de Jesucristo de los Santos del Ultimo Día, más conocida como Iglesia Mormona.
1890 - Nace Anthony Herman Gerard Fokker, diseñador y constructor de aviones.
1892 - Nace Donald Wills Douglas, pionero de la aviación.
1896 - Apertura de los primeros Juegos Olímpicos modernos en Grecia.
1909 - Los exploradores estadounidenses Robert Peary y Matthew Henson son los primeros hombres en llegar al Polo Norte.
1943 - Se publica "El Principito", de Antoine de Saint-Exupery.
1971 - Muere en Nueva York, EE.UU., el compositor ruso Igor Fedorovich Stravinski.
1987 - El Papa Juan Pablo II llega a Argentina en su segunda visita pastoral al país.
1992 - Comienza la guerra civil en Bosnia-Herzegovina.
1998 - Francia y el Reino Unido ratifican el Tratado de Prohibición Total de Pruebas Nucleares.
Para pensar...
sino que el mismo sufrimiento humano ha quedado redimido. La Cruz de Cristo se ha convertido en una fuente de la que brotan ríos de agua viva".
Juan Pablo II
Viernes Santo
Judas, arrepentido, no supo volver con la Vírgen y pedir perdón, y se ahorcó.
Los judíos prefirieron a Barrabás.
Pilatos se lava las manos y manda crucificar a Jesús.
Antes, ordenó que le azotaran.
La Vírgen está delante mientras le abren la piel a pedazos con el látigo.
Después, le colocan una corona de espinas y se burlan de Él.
Jesús recorre Jerusalén con la Cruz.
Al subir al Calvario se encuentra con su Madre.
Simón le ayuda a llevar la Cruz.
Alrededor de las doce del mediodía, le crucificaron.
Nos dio a su Madre como Madre nuestra y hacia las tres murió y entregó el espíritu al Padre.
Para certificar su muerte, le traspasaron con una lanza.
Por la noche, entre José de Arimatea y Nicodemo lo desclavan y dejan el Cuerpo en manos de su Madre.
Son cerca de las siete cuando lo entierran en el sepulcro.
- ¡Dame Señor dolor de amor!
Ojalá lleves en el bolsillo un crucifijo y lo beses con frecuencia.
Gra Baq
Consignas
Aquella monjita francesa,Teresita de Lisieux, tan docta en las cosas del espíritu, solía repetir que las matemáticas sirven de muy poco cuando se trata de amar a Dios. A Dios no se lo puede amar así, como con cuentagotas.
Crucifixión... la peor muerte
Mucho antes de la era Cristiana se inventó una atroz forma de ejecución considerada maldita, a la que luego se llamo Crucifixión...
Originalmente esta tortura, junto con la horca, fueron denominadas "árbol siniestro".
Se cree que su orígen es Asiático, especificamente Persa, según arqueólogos e historiadores.
La muerte por Crucifixión era reservada para los criminales más sucios, crueles y despreciados. Un condenado a muerte que pudiese probar que tenía la ciudadanía Romana, disfrutaría del "privilegio" de ser decapitado, ejecución mas digna, rápida y "humanitaria", que la agonía lenta e insoportable de la crucifixión.
Cómo se ejecutaba:
El reo tenía que cargar, amarrado, un leño horizontal (casi siempre un pino) de 190 o 200 cm., llamado "stipes" hasta el lugar de su ejecución.
Cuando llegaban, era izado en el "patibulum" (parte vertical de la cruz que podía ser un tronco colocado o un árbol especialmente podado), utilizando cuerdas que pasaban por encima de ese tronco.
Cuando estaba izado se fijaban los troncos, "Stipes" y "Patibulum" (en ese momento era cuando tomaban la forma que hoy llamamos "Cruz"), se clavaban los pies, uno delante del otro con las piernas un poco dobladas, luego les rompían las piernas a la altura de las rodillas para que no pudieran sostener el cuerpo, y los brazos los clavaban por las muñecas y se dejaba al crucificado morir lentamente de hambre, sed, insolación, dolor, asfixia, etc.
Las cruces no eran muy altas y los reos más fuertes podían tardar entre 3 y 5 días en morir.
Durante este tiempo los crucificados eran atacados por las alimañas, quienes devoraban sus extremidades inferiores.
Con el tiempo en un acto de "misericordia" las cruces fueron hechas más altas.
Los médicos forenses dicen que el cuerpo humano en esta situación sufre una asfixia gradual, y para obtener aire el crucificado debía levantarse a la fuerza sobre los clavos, que al mismo tiempo desgarran la carne y los nervios del antebrazo.
Cada esfuerzo para respirar una vez más representaba para su cuerpo otra caída sobre los brazos, al no poder sostenerse sobre las piernas que estaban rotas. Luego de un rato el reo muere de asfixia.
Los más grandes historiadores y teólogos de todos los tiempos concuerdan en que la crucifixión de Cristo fue una muy distinta a las acostumbradas: el único muerto en cruz del cual se tiene constancia histórica, que fue azotado, coronado de espinas, golpeado y humillado antes de su crucifixión es JESÚS DE NAZARET (y existen muchas evidencias de otros crucificados).
Los libros de Mateo:27, Marcos:15, Lucas:23, y Juan:19, relatan cómo fue todo el preámbulo a la muerte de Cristo.
La cruz, desde sus orígenes, ha sido creada como un símbolo de una muerte considerada maldita y en la antigüedad las cruces eran exhibidas para intimidar al pueblo y recordarles cuán miserable podia ser su muerte.
¿Por qué las exhiben ahora?
Si ahora reflexionas que era la peor de las muertes de su época y una de las peores de todos los tiempos que incluía asfixia, rotura de huesos, ataque de alimanas, hambre, insolación, desangramiento, entre otras cosas...
Piensa... ¿Cuántos están dispuestos a morir en una cruz por lo que creen?
La próxima vez que pases frente a una cruz, sabrás su verdadero sentido, su significado, su por qué...
Y te sentirás infinitamente agradecido por aquella entrega de Amor, que nadie más haría por tí
Recibido de Nancy Little Cat
Meditación breve
¿Su primer milagro?
No fue curar un ciego, hacer andar a un cojo o exorcizar a un demonio: fue transformar el agua en vino y animar una fiesta.
¿Sus compañeros?
No fueron los que comandaban la cultura y la religión de la época; mas eran hombres comunes que vivían de su trabajo.
¿Sus compañeras?
No eran como Marta, que hacía aplicadamente las tareas domésticas; eran como María, que lo seguía con osadía.
¿El primer Santo?
No fue un apóstol, ni un discípulo, ni un fiel seguidor; fue un ladrón que moría a su lado.
¿El sucesor?
No fue aquel que más se aplicó en aprender sus enseñanzas; fue aquel quien lo negó en el momento que más precisaba de ayuda.
En fin, nada de lo que mandaba el manual del buen comportamiento...
Paulo Coelho
El rincón de los lectores
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Los cinco minutos de Dios - por Alfonso Milagro
Quieres conocerte a tí mismo en profundidad; no siempre lo consigues. Pretendes llegar a conocer a los demás con acierto; también sueles equivocarte con frecuencia.
Yo te diré por qué: no podrás llegar a comprender a los otros, si primero no te conoces a tí mismo y te comprendes; y no te comprenderás a tí mismo si no te esfuerzas por comprender y aceptar a los otros; hay en ésto algo así como una simbiosis enriquecedora.
Pero piensa que a tí mismo puedes llegar a conocerte con más o menos adecuado conocimiento pero será muy difícil que llegues a conocer de ese modo a los demás, por la sencilla razón de que ellos no son tú y tú no eres ellos. Siempre hay una intimidad reservada para el propio yo, que nadie debe violar.
De todo ésto debes deducir que nunca debes juzgar a nadie; que siempre has de suponer en todos rectitud de intención y bondad de voluntad; no temas, aún cuando te equivoques, no errarás.
Felipe de Urca
-Jardinero de Dios-
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