jueves, 12 de junio de 2025

Pequeñas Semillitas 6008

PEQUEÑAS SEMILLITAS
 
Año 20 - Número 6008 ~ Jueves 12 de Junio de 2025
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
¡Alabado sea Jesucristo!
A veces, aunque tenga mucho que hacer, uno poco de reposo me brinda energías para hacer todo lo necesario.
Y como estoy atento, sé reconocer cuando el cuerpo me indica que debo descansar. Entonces descanso.
Si estoy tratando de resolver una diferencia con otros y no aparece ninguna solución, quizá lo mejor que puedo hacer es dejarlo reposar.
La próxima vez que me encuentre con ellos, quizás el problema se haya resuelto solo.
Si no es así, me encuentro fresco y más atento a las soluciones y los actos correctos.
Permitir el reposo, para mí o para determinada situación, puede ser de gran ayuda.
Mientras descanso, la vida y la inteligencia de Dios, que están en las células de mi cuerpo, se comunican conmigo.
La sabiduría divina que recibo influirá sobre todas las decisiones que tome, sobre todas las acciones que inicie.
 
La Palabra de Dios
Lecturas del día
- JUEVES X DEL TIEMPO ORDINARIO -
Primera Lectura: 2 Corintios 3, 15–4, 1. 3-6
 
Salmo: Sal 84, 9ab y 10. 11-12. 13-14
 
Santo Evangelio: Mt 5,20-26
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos.
»Habéis oído que se dijo a los antepasados: ‘No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal’. Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano "imbécil", será reo ante el Sanedrín; y el que le llame "renegado", será reo de la gehenna de fuego.
»Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda. Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan en la cárcel. Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo».
 
Comentario:
Hoy, Jesús nos invita a ir más allá de lo que puede vivir cualquier mero cumplidor de la ley. Aún, sin caer en la concreción de malas acciones, muchas veces la costumbre endurece el deseo de la búsqueda de la santidad, amoldándonos acomodaticiamente a la rutina del comportarse bien, y nada más. San Juan Bosco solía repetir: «Lo bueno, es enemigo de lo óptimo». Allí es donde nos llega la Palabra del Maestro, que nos invita a hacer cosas “mayores” (cf. Mt 5,20), que parten de una actitud distinta. Cosas mayores que, paradójicamente, pasan por las menores, por las más pequeñas. Encolerizarse, menospreciar y renegar del hermano no son adecuadas para el discípulo del Reino, que ha sido llamado a ser —nada más y nada menos— que sal de la tierra y luz del mundo (cf. Mt 5,13-16), desde la vigencia de las bienaventuranzas (cf. Mt 5,3-12).
Jesús, con autoridad, cambia la interpretación del precepto negativo “No matar” (cf. Ex 20,13) por la interpretación positiva de la profunda y radical exigencia de la reconciliación, puesta —para mayor énfasis— en relación con el culto. Así, no hay ofrenda que sirva cuando «te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti» (Mt 5,23). Por eso, importa arreglar cualquier pleito, porque de lo contrario la invalidez de la ofrenda se volverá contra ti (cf. Mt 5,26).
Todo esto, sólo lo puede movilizar un gran amor. Nos dirá san Pablo: «En efecto, lo de: No adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás y todos los demás preceptos, se resumen en esta fórmula: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. La caridad no hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud» (Rom 13,9-10). Pidamos ser renovados en el don de la caridad —hasta el mínimo detalle— para con el prójimo, y nuestra vida será la mejor y más auténtica ofrenda a Dios.
* P. Julio César RAMOS González SDB (Mendoza, Argentina) © Textos de Evangeli.net
 
Santoral Católico:
San León III
Fue papa del año 795 al año 816. Era romano, de joven había ingresado en el clero y fue elegido papa cuando murió Adriano I. Aunque elegido por unanimidad, pronto tuvo que afrontar y sufrir la oposición de una parte de Roma, que intentó incluso asesinarlo, por lo que tuvo que huir. Coronó como emperador romano a Carlomagno, rey de los francos. Combatió con firmeza la herejía del adopcionismo español, que enseñaba que Cristo, en cuanto hombre, era sólo hijo adoptivo de Dios. El año 809 introdujo en el Credo la fórmula «qui ex Patre Filioque procedit» (que procede del Padre y del Hijo) relativa al Espíritu Santo. Murió en Roma el año 816 y fue sepultado en San Pedro.
Para más información hacer clic acá.
(Directorio Franciscano – ACI Prensa – Catholic.net)
 
Jesucristo sumo y eterno sacerdote
Esta celebración no está en el calendario universal de la Iglesia. Sólo en algunos países, el jueves posterior a la Solemnidad de Pentecostés se celebra la fiesta de “Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote”.
Esta festividad tiene sus orígenes en la celebración del Sacerdocio de Cristo que la Iglesia realiza desde siempre, pero que en algunas localidades o diócesis fue cobrando una forma particular con el transcurso de las últimas décadas. Este es el caso, por ejemplo, de España, donde se le dedica un día del año.
La celebración de la fiesta de Jesucristo, Sumo y eterno sacerdote fue introducida en España en 1973 con la aprobación de la Sagrada Congregación para el Culto Divino (hoy, convertida en Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos).
Además de España, otras Conferencias Episcopales han incluido esta fiesta en sus calendarios litúrgicos particulares. Este es el caso de países como Chile, Colombia, Perú, Puerto Rico, Uruguay y Venezuela. En algunas diócesis de los países mencionados la fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote es conocida también como la ‘Jornada por la santificación de los sacerdotes’.
 
Pensamiento del día
«El Espíritu Santo, como fuerte huracán, hace adelantar más en una hora la navecilla de nuestra alma hacia la santidad, que lo que nosotros habíamos conseguido en meses y años remando con nuestras solas fuerzas»
(SANTA TERESA DE ÁVILA)
 
Historias:
Eligiendo cruces
Por MAMERTO MENAPACE (Cuentos rodados, Editorial Patria Grande)
 
Esto también es del tiempo viejo, cuando Dios se revelaba en sueños. O al menos la gente todavía acostumbraba a soñar con Dios. Y era con Dios que nuestro caminante había estado dialogando toda aquella tarde. Tal vez sería mucho hablar de diálogo, ya que no tenía muchas ganas de escuchar sino de hablar y desahogarse.
 
El hombre cargaba una buena estiba de años, sin haber llegado a viejo. Sentía en sus pierna el cansancio de los caminos, luego de haber andado toda la tarde bajo la fría llovizna, con el mono al hombro y bordeando las vías del ferrocarril hacía tiempo que se había largado a linyerear, abandonando, vaya a saber por qué, su familia, su pago y sus amigos. Un poco de amargura guardaba por dentro, y la había venido rumiando despacio como para acompañar la soledad.
 
Finalmente llegó mojado y aterido hasta la estación del ferrocarril, solitaria a la costa de aquello que hubiera querido ser un pueblito, pero que de hecho nunca pasó de ser un conjunto de casas que actualmente se estaban despoblando. No le costó conseguir permiso para pasar la noche al reparo de uno de los grandes galpones de cinc. Allí hizo un fueguito, y en un tarro que oficiaba de ollita recalentó el estofado que le habían dado al mediodía en la estancia donde pasara la mañana. Reconfortado por dentro, preparó su cama: un trozo de plástico negro como colchón que evitaba la humedad. Encima dos o tres bolsas que llevaba en el mono, más un par de otras que encontró allí. Para taparse tenía una cobija vieja, escasa de lana y abundante en vida menuda. Como quien se espanta un peligro de enfrente, se santiguó y rezó el Bendito que le enseñara su madre.
 
Tal vez fuera la oración familiar la que lo hizo pensar en Dios. Y como no tenía otro a quien quejarse, se las agarró con el Todopoderosos reprochándole su mala suerte. A él tenían que tocarle todas. Pareciera que el mismo Tata Dios se las había agarrado con él, cargándole todas las cruces del mundo. Todos los demás eran felices, a pesar de no ser tan buenos y decentes como él. Tenían sus camas, su familia, su casa, sus amigos. En cambio aquí lo tenía a él, como si fuera un animal, arrinconado en un galpón, mojado por la lluvia y medio muerto de hambre y de frío. Y con estos pensamientos se quedó dormido, porque no era hombre de sufrir insomnios por incomodidades. No tenía preocupaciones que se lo quitaran. En el sueño va y se le aparece Tata Dios, que le dice:
 
-Vea, amigo. Yo ya estoy cansado de que los hombres se me anden quejando siempre. Parece que nadie está conforme con lo que yo le he destinado. Así que desde ahora le dejo a cada uno que elija la cruz que tendrá que llevar. Pero que después no me vengan con quejas. La que agarren tendrán que cargarla para el resto del viaje y sin protestar. Y como usted está aquí, será el primero a quien le doy la oportunidad de seleccionar la suya, vea, acabo de recorrer el mundo retirando todas las cruces de los hombres, y las he traído a este galpón grande. Levántese y elija la que le guste.
 
Sorprendido el hombre, mira y ve que efectivamente el galpón estaba que hervía de cruces, de todos los tamaños, pesos y formas. Era una barbaridad de cruces las que allí había: de fierro, de madera, de plástico, y de cuanto material uno pudiera imaginarse.
 
Miró primero para el lado que quedaban las más chiquitas. Pero le dio vergüenza pedir una tan pequeña. Él era un hombre sano y fuerte. No era justo siendo el primero quedarse con una tan chica. Buscó entonces entre las grandes, pero se desanimó enseguida, porque se dio cuenta que no le daba el hombro para tanto. Fue entonces y se decidió por una tamaño medio: ni muy grande, ni tan chica.
 
Pero resulta que entre éstas, las había sumamente pesadas de quebracho, y otras livianitas de cartón como para que jugaran los gurises. Le dio no sé qué elegir una de juguete, y tuvo miedo de corajear una de las pesadas. Se quedó a mitad de camino, y entre las medianas de tamaño prefirió una de peso regular.
 
Faltaba con todo tomar aún otra decisión. Porque no todas las cruces tenían la misma terminación. Las había lisitas y parejas, como cepilladas a mano, lustrosas por el uso. Se acomodaban perfectamente al hombro y de seguro no habrían de sacar ampollas con el roce. En cambio había otras medio brutas, fabricadas a hacha y sin cuidado, llenas de rugosidades y nudos. Al menor movimiento podrían sacar heridas. Le hubiera gustado quedarse con la mejor que vio. Pero no le pareció correcto. Él era hombre de campo, acostumbrado a llevar el mono al hombro durante horas. No era cuestión ahora de hacerse el delicado. Tata Dios lo estaba mirando, y no quería hacer mala letra delante suyo. Pero tampoco andaba con ganas de hacer bravatas y llevarse una que lo lastimara toda la vida.
 
Se decidió por fin y tomando de las medianas de tamaño, la que era regular de peso y de terminado, se dirigió a Tata Dios diciéndole que elegía para su vida aquella cruz.
 
Tata Dios lo miró a los ojos, y muy en serio le preguntó si estaba seguro de que se quedaría conforme en el futuro con la elección que estaba haciendo. Que lo pensara bien, no fuera que más adelante se arrepintiera y le viniera de nuevo con quejas.
 
Pero el hombre se afirmó en lo hecho y garantizó que realmente lo había pensado muy bien, y que con aquella cruz no habría problemas, que era la justa para él, y que no pensaba retirar su decisión. Tata Dios casi riéndose le dijo:
 
-Ven, amigo. Le voy a decir una cosa. Esa cruz que usted eligió es justamente la que ha venido llevando hasta el presente. Si se fija bien, tiene sus iniciales y señas. Yo mismo se la he sacado esta noche y no me costó mucho traerla, porque ya estaba aquí. Así que de ahora en adelante cargue su cruz y sígame, y déjese de protestas, que yo sé bien lo que hago y lo que a cada uno le conviene para llegar mejor hasta mi casa.
 
Y en ese momento el hombre se despertó, todo adolorido del hombro derecho por haber dormido incómodo sobre el duro piso del galpón.
 
A veces se me ocurre pensar que si Dios nos mostrara las cruces que llevan los demás, y nos ofreciera cambiar la nuestra por cualquiera de ellas, muy pocos aceptaríamos la oferta. Nos seguiríamos quejando lo mismo, pero nos negaríamos a cambiarla. No lo haríamos, ni dormidos.
 
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
Todos hemos conocido personas para las cuales es terriblemente importante tener siempre la razón. Quizás algunos de nosotros somos como esas personas, al menos una parte del tiempo.
En esas condiciones, la vida es una lucha implacable contra el pensamiento desordenado, la suciedad, la falta de cuidado y la negligente estupidez general del resto del mundo.
Cuando pensamos así, conviene preguntarnos cómo es que nosotros tenemos la razón mientras todos los demás están equivocados. Quizás descubramos que nuestra conducta no está basada en un pensamiento racional, sino en el miedo, es decir, en el temor de que si renunciamos al control, aunque sea por un momento, nos sumiremos en el caos.
¡Qué triste es ser rehén de esos miedos! El caos que imaginamos en esos momentos no es más real que el orden que luchamos por imponer. Lo que necesitamos es aceptarnos a nosotros mismos, reconocer humilde pero alegremente que somos humanos al igual que todo el mundo, y que el error forma parte de nuestra vida.
La perfección es una idea, no un fenómeno real. Sólo aceptando mi imperfección puedo ser plenamente humano.
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El corredor ciclista belga Julien Vermote es uno de los compañeros de Marcel Kittel el hombre que ganó cinco etapas del Tour de Francia en el 2017. Los dos son miembros del equipo ciclista Quick Step Floors.
En el rellano de la discreta casa de Julien en Flandres (Bélgica) una estatua de la Virgen María saluda sobriamente al visitante. Instalada a unas cuantas cuadras de la iglesia del barrio, el corredor se detiene para pasar y encender una vela “Fui educado en una familia católica y teníamos la costumbre de ir a misa los domingos, mis dos hermanas, mi hermano y mis padres”, comenta Julien.
“Desde que soy corredor profesional, ha sido un poco más difícil ya que generalmente no estoy en casa el fin de semana, así que voy a la iglesia entre semana cuando mi agenda me lo permite. Es cierto que este tipo de costumbres no está a la moda entre los jóvenes de mi edad (actualmente tiene 35 años) pero es algo que necesito, que tengo en mí. Rezo todos los días pero no siempre en el mismo momento del día”.
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Pedimos a Jesús muchas cosas. La mayoría de nuestras oraciones están armadas para pedir, implorar o rogar. Es cierto que Jesús nos dice que pidamos, y si pedimos en su nombre al Padre, Él nos lo concederá. Pero no hemos advertido lo suficiente que en la dinámica de la oración tenemos que estar dispuestos a abrir las manos y soltar. A veces pedimos a Dios agarrados de las cosas que queremos que nos conceda. Pedimos de manera caprichosa, sujetos a lo que deseamos conseguir. Decimos en el Padrenuestro "Hágase tu voluntad" pero queremos que se cumpla la nuestra. Pedir, en la dinámica de la oración, exige estar dispuestos a soltar, a entregar, a dejar en las manos de Dios lo que le pedimos para que su voluntad se cumpla. Debemos ofrecer al Padre lo que le pedimos para que sea su voluntad, y no la nuestra, la que se cumpla. (P. Javier Rojas S.J.)
 
Un año con María
Junio 12: Lo que pasa, pasa
Ante una misma realidad, cada persona la atraviesa de manera diferente. Uno puede ser dueño y controlador de su dolor, otro puede ser atrapado por ese mismo dolor; de una situación a enfrentar puedes ser una persona que saque lo mejor de sí, como también convertirte en una persona amargada y resentida. El guion lo escribe Dios, lo que nos pasó nos modeló en la persona que somos.
María reaccionó ante el llamado de una manera distinta a Ana, o a Elías, o a David. María saca lo mejor de este llamado. Hoy valoramos a María por su sí y por su amor a Jesús.
(PADRE LUIS ZAZANO)
 
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)
 
 
PÁGINAS DE FELIPE DE URCA:
 
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