domingo, 3 de noviembre de 2024

Pequeñas Semillitas 5805

PEQUEÑAS SEMILLITAS
 
Año 19 - Número 5805 ~ Domingo 3 de Noviembre de 2024
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
¡Alabado sea Jesucristo!
En el evangelio de hoy hay un momento maravilloso de mutuo acuerdo. Un escriba pregunta a Jesús: “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?”. Jesús da su respuesta y el escriba da su aprobación: “Bien dicho, Maestro…”. En ese momento hay un gran encuentro y acuerdo entre lo mejor de las tradiciones judía y cristiana: que el amor a Dios tiene precedencia sobre todos los demás requisitos, observancias y lealtades religiosas. Este amor a Dios requiere la entrega total de nuestro ser y, cuando se da, el amor al prójimo será la manifestación necesaria y visible de nuestro amor a Dios. El amor a Dios se muestra auténtico cuando se hace visible en el amor al prójimo, porque Dios viene a nosotros concretamente en la presencia de nuestras hermanas y hermanos. La primera lectura del leccionario y el evangelio de hoy muestran estos estrechos paralelismos.
 
La Palabra de Dios
Lecturas del día
Primera Lectura: Dt 6, 2-6
 
Salmo: Sal 17, 2-3a. 3bc-4. 47 y 51ab
 
Segunda Lectura: Heb 7, 23-28
 
Santo Evangelio: Mc 12,28-34
En aquel tiempo, se acercó a Jesús uno de los escribas y le preguntó: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?». Jesús le contestó: «El primero es: ‘Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas’. El segundo es: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. No existe otro mandamiento mayor que éstos».
Le dijo el escriba: «Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que Él es único y que no hay otro fuera de Él, y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a si mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios». Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: «No estás lejos del Reino de Dios». Y nadie más se atrevía ya a hacerle preguntas.
 
Comentario:
Hoy, está muy de moda hablar del amor a los hermanos, de justicia cristiana, etc. Pero apenas se habla del amor a Dios.
Por eso tenemos que fijarnos en esa respuesta que Jesús da al letrado, quien, con la mejor intención del mundo le dice: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?» (Mc 12,29), lo cual no era de extrañar, pues entre tantas leyes y normas, los judíos buscaban establecer un principio que unificara todas las formulaciones de la voluntad de Dios.
Jesús responde con una sencilla oración que, aún hoy, los judíos recitan varias veces al día, y llevan escrita encima: «Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas» (Mc 12,29-30). Es decir, Jesús nos recuerda que, en primer lugar, hay que proclamar la primacía del amor a Dios como tarea fundamental del hombre; y esto es lógico y justo, porque Dios nos ha amado primero.
Sin embargo, Jesús no se contenta con recordarnos este mandamiento primordial y básico, sino que añade también que hay que amar al prójimo como a uno mismo. Y es que, como decía el Papa Benedicto XVI, «amor a Dios y amor al prójimo son inseparables, son un único mandamiento. Pero ambos viven del amor que viene de Dios, que nos ha amado primero».
Pero un aspecto que no se comenta es que Jesús nos manda que amemos al prójimo como a uno mismo, ni más que a uno mismo, ni menos tampoco; de lo que hemos de deducir, que nos manda también que nos amemos a nosotros mismos, pues al fin y al cabo, somos igualmente obra de las manos de Dios y criaturas suyas, amadas por Él.
Si tenemos, pues, como regla de vida el doble mandamiento del amor a Dios y a los hermanos, Jesús nos dirá: «No estás lejos del Reino de Dios» (Mc 12,34). Y si vivimos este ideal, haremos de la tierra un ensayo general del cielo.
* Rev. D. Ramón CLAVERÍA Adiego (Embún, Huesca, España) © Textos de Evangeli.net 
 
Pensamiento del día
duda que el sol se mueva,
duda que la verdad sea mentira,
pero no dudes jamás de que te amo».
(WILLIAM SHAKESPEARE)
 
Predicación del Evangelio:
Lo primero de todo
Hay pocas experiencias cristianas más gozosas que la de encontrarnos de pronto con una palabra de Jesús que ilumina lo más hondo de nuestro ser con una luz nueva e intensa. Así es la respuesta a aquel escriba que le pregunta: «¿Qué mandamiento es el primero de todos?».
 
Jesús no duda. Lo primero de todo es amar. No hay nada más decisivo que amar a Dios con todo el corazón y amar a los demás como nos amamos a nosotros mismos. La última palabra la tiene siempre el amor. Está claro. El amor es lo que verdaderamente justifica nuestra existencia. La savia de la vida. El secreto último de nuestra felicidad. La clave de nuestra vida personal y social.
 
Es así. Personas de gran inteligencia, con asombrosa capacidad de trabajo, de una eficacia sorprendente en diversos campos de la vida, terminan siendo seres mediocres, vacíos y fríos cuando se cierran a la fraternidad y se van incapacitando para el amor, la ternura o la solidaridad.
 
Por el contrario, hombres y mujeres de posibilidades aparentemente muy limitadas, poco dotados para grandes éxitos, terminan con frecuencia irradiando una vida auténtica a su alrededor sencillamente porque se arriesgan a renunciar a sus intereses egoístas y son capaces de vivir con atenta generosidad hacia los demás.
 
Lo creamos o no, día a día vamos construyendo en cada uno de nosotros un pequeño monstruo de egoísmo, frialdad e insensibilidad hacia los otros o un pequeño prodigio de ternura, fraternidad y solidaridad con los necesitados. ¿Quién nos podrá librar de esa increíble pereza para amar con generosidad y de ese egoísmo que anida en el fondo de nuestro ser?
 
El amor no se improvisa, ni se inventa, ni se fabrica de cualquier manera. El amor se acoge, se aprende y se contagia. Una mayor atención al amor de Dios revelado en Jesús, una escucha más honda del evangelio y una apertura mayor a su Espíritu pueden hacer brotar poco a poco de nuestro ser posibilidades de amor que hoy ni sospechamos.
.
(P. José Antonio Pagola  - Imagen de Acción Católica General Málaga)
 
San Martín de Porres
Todos los 3 de Noviembre, la Iglesia recuerda la memoria litúrgica de San Martín de Porres (1579-1639), también conocido como “Fray Escoba”, patrono de Perú junto con Santa Rosa de Lima.
Si quieres tener más información sobre su vida y obra, debes hacer clic acá.

Nuevo vídeo y artículo
 
Hay un nuevo vídeo subido al blog
de "Pequeñas Semillitas" en internet
referido al Evangelio de este Domingo.
Para verlo tienes que ir al final de esta página:
 
Hay nuevo material publicado en el blog
"Juan Pablo II inolvidable"
sobre el tema: “Todos los Santos”
Puedes acceder en la dirección:
 
Agradecimientos
Imaginemos que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.
 
💕 Desde la provincia de Buenos Aires, Argentina, llega el agradecimiento por la mejoría anímica y psicológica que ha presentado el niño Lucca, de 6 años, luego de haber vivido un episodio muy traumático. Damos gracias a Dios.
 
💕 Desde la provincia de Buenos Aires, Argentina, agradecen por el restablecimiento del vínculo fraterno entre las hermanas Pilar, María Belén y Manuela, luego de un tiempo en que estuvieron distanciadas. Como dice el Evangelio de hoy, que siempre esté vivo el amor, como primer y más importante mandamiento de Dios.
 
Oremos: Bendito seas, Dios mío, porque a pesar de ser yo indigno de toda ayuda, tu generosidad e infinita bondad nunca dejan de otorgar el bien aún a los ingratos y a los que se han apartado de ti. Conviértenos a ti, para que seamos agradecidos, humildes y piadosos, pues Tú eres nuestra salud, nuestra fortaleza y nuestra salvación.
 
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
Una de las muchas trampas que han acechado -y a veces cazado- a los católicos en estos años del posconcilio, ha sido la de intentar separar el amor a Dios del amor al prójimo. Durante un tiempo, se presentó el amor a Dios como competidor del amor al hombre, e incluso se llegó a decir que si se amaba al prójimo por amor a Dios, en el fondo no se amaba al prójimo. De este modo se intentó cercenar la raíz del amor, la motivación religiosa. Sin otro motivo que el del amar al hombre por el hombre, pronto ese amor languideció, empezando por dejar de amar a aquellos que no eran “amables”: los enemigos, los antipáticos, los que son de otro país, de otra cultura o de otra religión.
En cambio, los que han resistido la prueba -los que han seguido alimentando su amor humano con motivaciones religiosas, con la oración, con la eucaristía, con la confesión-, han visto fortalecido su amor al prójimo, porque cuando el motivo humano para amar ya no era suficiente, estaba aún el enorme caudal del motivo divino. Si no haces las cosas por él -nos dice Dios, refiriéndose al prójimo-, hazlas por mí. Se trata, pues, de comprender que sólo hay un mandamiento: el del amor. Y que este mandamiento único tiene dos dimensiones inseparables: Dios y el hombre. No se puede amar al primero sin amar al segundo y viceversa. Pero el amor a Dios precede al amor al hombre, pues es su raíz, su alimento, su continua fuente de renovación. El amor al hombre, por el contrario, es la prueba de que nuestro amor a Dios es verdadero y no sólo una teoría retórica.
(P. Santiago Martín)
 
Extractos de cartas del Padre Pío
(Recopilación: P. Gianluigi Pasquale en “365 días con el Padre Pío”)
3 de noviembre
Oh, mis queridísimas hijas, ¡qué pesada es esta vida mortal para los hijos de Dios!; y, por el contrario, la vida del más allá, la que la misericordia del Señor tendrá a bien otorgarnos, oh Dios, ¡hasta qué punto es mucho más deseable! Aunque somos tan miserables, nunca hemos de dudar de que un día poseeremos esa vida; y, si no somos tan miserables, es porque Dios es misericordioso con los que han puesto en Él su confianza. Cuando el santo cardenal Borromeo estaba para terminar su vida terrena, pidió que le llevaran el crucifijo, para que su partida de este mundo le fuera más dulce a
la vista de la de nuestro Señor.
El mejor remedio cuando os encontréis en cualquier clase de prueba, física o moral, corporal o espiritual, es, pues, pensar en quien es nuestra vida, y no pensar nunca en la primera vida sin añadir el pensamiento de la segunda. Dios mío, mis queridísimas hijas, no os preguntéis, os ruego, si lo que hacéis y lo que queréis hacer fue, es y será mucho o poco, si estuvo bien hecho o mal hecho lo que hicisteis. Absteneos únicamente del pecado y de aquellas acciones en las que descubrís con certeza el pecado; y haced todas vuestras acciones con rectitud de intención y con la voluntad de agradar a Dios.
(8 de marzo de 1918, a las hermanas Ventrella, Ep. III, 576)
 
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)
 
 
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