domingo, 16 de junio de 2024

Pequeñas Semillitas 5665

PEQUEÑAS SEMILLITAS
 
Año 19 - Número 5665 ~ Domingo 16 de Junio de 2024
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
¡Alabado sea Jesucristo!
En la liturgia de este domingo, predominan las imágenes tomadas de la vida del campo. Tenemos que ubicar este lenguaje en el horizonte de una sociedad tradicional cuya actividad económica estaba centrada en la agricultura y la ganadería.
El hombre paciente se asemeja al labrador que acomoda su tarea al ritmo propio de la naturaleza, al arado, la siembra, el riego... Cada cosa tiene su momento y hay que esperar meses hasta recoger, multiplicados, los granos que se sembraron y se convertirán en pan. El impaciente querría recoger sin seguir todos los pasos. Hasta para hacer el bien es preciso la paciencia. Todos necesitamos del paso del tiempo para que la semilla de la palabra de Dios vaya arraigando y creciendo dentro de nosotros.
Dios se acomoda al compás de las personas y de las cosas sin acelerarlo. Parece como si Dios no tuviera prisa, pero al pasar el tiempo, sucede lo que tenía previsto, si se han dado los pasos. Es importante no impacientarse ante uno mismo, pensando que no se mejora, que no se vence una dificultad. Y es importante en el apostolado no pretendiendo recoger el fruto que aún no está maduro, pues se estropeará. Las plantas no crecen tirando de ellas hacia arriba. Así también la conversión o la vocación es una tarea del Espíritu Santo que remueve los corazones, cuenta con las circunstancias personales y ambientales y con el paso del tiempo.
 
La Palabra de Dios
Lecturas del día
Primera Lectura: Ez 17, 22-24
 
Salmo: Sal 91, 2-3. 13-14. 15-16
 
Segunda Lectura: 2 Cor 5, 6-10
 
Santo Evangelio: Mc 4, 26-34
En aquel tiempo, Jesús decía a la gente: «El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo. La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga. Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha llegado la siega».
Decía también: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos? Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra; pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan a su sombra». Y les anunciaba la Palabra con muchas parábolas como éstas, según podían entenderle; no les hablaba sin parábolas; pero a sus propios discípulos se lo explicaba todo en privado.
 
Comentario:
Hoy, Jesús nos ofrece dos imágenes de gran intensidad espiritual: la parábola del crecimiento de la semilla y la parábola del grano de mostaza. Son imágenes de la vida ordinaria que resultaban familiares a los hombres y mujeres que le escuchan, acostumbrados como estaban a sembrar, regar y cosechar. Jesús utiliza algo que les era conocido —la agricultura— para ilustrarles sobre algo que no les era tan conocido: el Reino de Dios.
Efectivamente, el Señor les revela algo de su reino espiritual. En la primera parábola les dice: «El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra» (Mc 4,26). E introduce la segunda diciendo: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios (…)? Es como un grano de mostaza» (Mc 4,30).
La mayor parte de nosotros tenemos ya poco en común con los hombres y mujeres del tiempo de Jesús y, sin embargo, estas parábolas siguen resonando en nuestras mentes modernas, porque detrás del sembrar la semilla, del regar y cosechar, intuimos lo que Jesús nos está diciendo: Dios ha injertado algo divino en nuestros corazones humanos.
¿Qué es el Reino de Dios? «Es Jesús mismo», nos recuerda Benedicto XVI. Y nuestra alma «es el lugar esencial donde se encuentra el Reino de Dios». ¡Dios quiere vivir y crecer en nuestro interior! Busquemos la sabiduría de Dios y obedezcamos sus insinuaciones interiores; si lo hacemos, entonces nuestra vida adquirirá una fuerza e intensidad difíciles de imaginar. Si correspondemos pacientemente a su gracia, su vida divina crecerá en nuestra alma como la semilla crece en el campo.
* Fr. Faust BAILO (Toronto, Canadá)
 
Pensamiento del día
«La semilla de Dios está en nosotros. Si el agricultor es inteligente y trabajador, crecerá para ser Dios, cuya semilla es; sus frutos serán de la naturaleza de Dios. La semilla de la pera se vuelve árbol de pera; la semilla de la nuez, árbol de nuez; la semilla de Dios se vuelve Dios».
(Meister Eckhart)
 
Predicación del Evangelio:
La vida como regalo
Casi todo nos invita hoy a vivir bajo el signo de la actividad, la programación y el rendimiento. Pocas diferencias ha habido en esto entre el capitalismo y el socialismo.
A la hora de valorar a la persona, siempre se termina por medirla por su capacidad de producción.
 
Se puede decir que la sociedad moderna ha llegado a la convicción práctica de que, para darle a la vida su verdadero sentido y su contenido más pleno, lo único importante es sacarle el máximo rendimiento por medio del esfuerzo y la actividad.
 
Por eso se nos hace tan extraña y embarazosa esa pequeña parábola, recogida por el evangelista Marcos, en la que Jesús compara el «reino de Dios» con una semilla que crece por sí sola, sin que el labrador le proporcione la fuerza para germinar y crecer. Sin duda es importante el trabajo de siembra que realiza el labrador, pero en la semilla hay algo que no ha puesto él: una fuerza vital que no se debe a su esfuerzo.
 
Experimentar la vida como regalo es probablemente una de las cosas que nos puede hacer vivir a los hombres y mujeres de hoy de manera nueva, más atentos no solo a lo que conseguimos con nuestro trabajo, sino también a lo que vamos recibiendo de manera gratuita.
 
Aunque tal vez no lo percibimos así, nuestra mayor «desgracia» es vivir solo de nuestro esfuerzo, sin dejarnos agraciar y bendecir por Dios, y sin disfrutar de lo que se nos va regalando constantemente. Pasar por la vida sin dejarnos sorprender por la «novedad» de cada día.
 
Todos necesitamos hoy aprender a vivir de manera más abierta y acogedora, en actitud más contemplativa y agradecida. Alguien ha dicho que hay problemas que no se «resuelven» a base de esfuerzo, sino que se «disuelven» cuando sabemos acoger la gracia de Dios en nosotros. Se nos olvida que, en definitiva, como decía Georges Bernanos, «todo es gracia», porque todo, absolutamente todo, está sostenido y penetrado por el misterio de ese Dios que es gracia, perdón y acogida para todas sus criaturas. Así nos lo revela Jesús.
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(P. José Antonio Pagola - Imagen de Misioneros Digitales Católicos)
 
Nuevo vídeo
 
Hay un nuevo vídeo subido al blog
de "Pequeñas Semillitas" en internet
referido al Evangelio de este Domingo.
Para verlo tienes que ir al final de esta página:
 
Agradecimientos
Imaginemos que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.
 
💕 Desde Córdoba, Argentina, se agradecen las oraciones hechas en favor de Romina C., joven mujer de 24 años de edad, con dos operaciones mamarias, que se está recuperando favorablemente. Seguiremos rezando pues todavía falta recibir el resultado de la anatomía patológica (biopsias).
 
Bendito seas, Dios mío, porque a pesar de ser yo indigno de toda ayuda, tu generosidad e infinita bondad nunca dejan de otorgar el bien aún a los ingratos y a los que se han apartado de ti. Conviértenos a ti, para que seamos agradecidos, humildes y piadosos, pues Tú eres nuestra salud, nuestra fortaleza y nuestra salvación.
 
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
“El Reino de Dios es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra es más pequeña que cualquier semilla; pero, una vez sembrada crece y es mayor que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan a su sombra”. (Mc 4, 30-33)
Luz del mundo, sal de la tierra, levadura en la masa, grano de mostaza. Con éstas y otras comparaciones, Jesús quería indicar a sus seguidores que Él no tenía miedo a que fueran pocos, sino que lo que a Él le preocupaba era que fueran innecesarios, inútiles, inservibles. Hemos llegado a pensar que sólo influiremos en la sociedad cuando tengamos el poder o cuando seamos la mayoría. En cambio, el Señor tenía otra forma de ver las cosas. Nuestra influencia vendrá de nuestra capacidad de ser fieles a Cristo y a su mensaje. Sólo así seremos sal de la tierra. Sólo así nos convertiremos en una planta de mostaza, que a pesar de su pequeñez original da sombra a los que buscan guarecerse de las inclemencias del tiempo.
¿Cómo hacer? Ante todo debemos fiarnos de Cristo y no de lo que nos digan unos y otros. Continuamente nos dicen que si hacemos rebajas en la moral va a venir más gente a la Iglesia. Eso es falso, como demuestra lo sucedido en las Iglesias protestantes. Además, debemos aceptar ser minoría; lo que nos debe preocupar no es el número sino la fidelidad al Señor, estando convencidos de que eso es lo que nos hará ser útiles a Dios y a los hombres. Por lo tanto, cuando algo nos haga dudar, estemos dispuestos a creer lo que nos enseña la Iglesia antes de creer en lo que la sociedad relativista nos dice que es lo verdadero. Y no darle importancia a las críticas que nos hagan por esa fidelidad. (P. Santiago Martín)
🌸
Si no rezamos a Dios y a la Virgen con confianza en el corazón, entonces será bien poco lo que obtendremos, porque Dios concede sus gracias a quienes confían en Él, y cuanto más confía un alma, tantas más gracias concede Dios. Por eso debemos prestar atención a cómo hacemos nuestra oración, si ponemos intenciones llenas de una santa ambición, y si cuando la hacemos estamos confiando en el Señor, en su bondad infinita, que da mucho, muchísimo, a quien confía mucho, muchísimo en Él.
Dios no tiene límites porque es infinito, y sus tesoros de gracias y dones, incluso materiales, son también infinitos. Pero si bien Dios no tiene límites, nosotros los hombres sí le ponemos límites con nuestras actitudes al rezar, al pedir esos dones, puesto que con nuestra poca confianza, limitamos y es como que atamos el poder de Dios, su providencia y generosidad, y así es como que cerramos la canilla por donde nos viene el agua abundante de las gracias y favores de todo tipo.
De nosotros depende que Dios nos regale con gracias tan grandes y escogidas, y en gran cantidad, porque sólo debemos confiar en Él y en su amor por nosotros. Si hacemos así, entonces caminaremos por esta vida con alegría en el corazón, porque el Señor no nos negará nada.
 
Extractos de cartas del Padre Pío
(Recopilación: P. Gianluigi Pasquale en “365 días con el Padre Pío”)
16 de junio
Consideremos ahora lo que el alma debe practicar para que el Espíritu Santo pueda de verdad vivir en ella. Todo se reduce a la mortificación de la carne con los vicios y con las concupiscencias y al cuidarse del propio espíritu.
Por lo que se refiere a la mortificación de la carne, san Pablo nos advierte que «los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias». De la enseñanza de este santo Apóstol se deduce que quien quiere ser verdadero cristiano, es decir, quien vive con el espíritu de Jesucristo, debe mortificar su carne, no por otra finalidad, sino por devoción a Jesús, quien por amor a nosotros quiso mortificar todos sus miembros en la cruz. Esa mortificación debe ser estable, firme, y no sólo a ratos, y que debe durar toda la vida. Más aún, el perfecto cristiano no debe contentarse con la mortificación rígida sólo en apariencia, sino que debe ser dolorosa.
Así debe llevarse a cabo la mortificación de la carne, ya que el Apóstol, no sin motivo, la llama crucifixión. Pero alguien podría contradecirnos: ¿por qué tanto rigor contra la carne? ¡Insensato!, si tú reflexionaras atentamente en lo que dices, te darías cuenta de que todos los males que padece tu alma provienen de no haber sabido y de no haber querido mortificar, como se debía, tu carne. Si quieres curarte en lo hondo, en la raíz, es necesario dominar, crucificar la carne, porque ella es la raíz de todos los males.
(23 de octubre de 1914, a Raffaelina Cerase, Ep. II, 197)
 
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)
 
 
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