domingo, 16 de marzo de 2025

Pequeñas Semillitas 5929

PEQUEÑAS SEMILLITAS
 
Año 20 - Número 5929 ~ Domingo 16 de Marzo de 2025
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
¡Alabado sea Jesucristo!
Todos los años en el segundo domingo de Cuaresma la Iglesia nos pone a consideración la escena de la Transfiguración del Señor. Este año el evangelista que lo narra es san Lucas, pues estamos en el ciclo C. Nos lo pone en este segundo domingo de Cuaresma, pues encierra una gran enseñanza para este tiempo. Se supone que hemos comenzado la Cuaresma con verdadero sentido cristiano de unirnos con Cristo, a quien consideramos ofreciéndose al Padre por nosotros en la Semana Santa. Por lo tanto debemos sentir más vivamente el arrepentimiento de nuestros pecados. La gran lección es que, si a Dios le parece bien que suframos un poco por nuestros pecados, no es porque quiera para nosotros el dolor, sino que es un paso para llegar a la felicidad de su gloria.
Esta es la gran lección que hoy nos da la Iglesia: que todos nuestros sufrimientos, llevados por amor a Jesús y llevados con Él, nos reportarán una gloria, que un día lo veremos cuando estemos con Cristo en el cielo.
 
La Palabra de Dios
Lecturas del día
(Domingo II de Cuaresma, ciclo C)
Primera Lectura: Génesis 15, 5-12. 17-18
 
Salmo: Sal 26, 1. 7-8a. 8b-9abc. 13-14
 
Segunda Lectura: Filipenses 3, 17–4, 1
 
Santo Evangelio: Lc 9,28-36
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, Juan y Santiago, y subió al monte a orar. Y sucedió que, mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó, y sus vestidos eran de una blancura fulgurante, y he aquí que conversaban con Él dos hombres, que eran Moisés y Elías; los cuales aparecían en gloria, y hablaban de su partida, que iba a cumplir en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño, pero permanecían despiertos, y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con Él. Y sucedió que, al separarse ellos de Él, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías», sin saber lo que decía. Estaba diciendo estas cosas cuando se formó una nube y los cubrió con su sombra; y al entrar en la nube, se llenaron de temor. Y vino una voz desde la nube, que decía: «Este es mi Hijo, mi Elegido; escuchadle». Y cuando la voz hubo sonado, se encontró Jesús solo. Ellos callaron y, por aquellos días, no dijeron a nadie nada de lo que habían visto.
 
Comentario:
Hoy, segundo domingo de Cuaresma, la liturgia de la palabra nos trae invariablemente el episodio evangélico de la Transfiguración del Señor. Este año con los matices propios de san Lucas.
El tercer evangelista es quien subraya más intensamente a Jesús orante, el Hijo que está permanentemente unido al Padre a través de la oración personal, a veces íntima, escondida, a veces en presencia de sus discípulos, llena de la alegría del Espíritu Santo.
Fijémonos, pues, que Lucas es el único de los sinópticos que comienza la narración de este relato así: «Jesús (...) subió al monte a orar» (Lc 9,28), y, por tanto, también es el que especifica que la transfiguración del Maestro se produjo «mientras oraba» (Lc 9,29). No es éste un hecho secundario.
La oración es presentada como el contexto idóneo, natural, para la visión de la gloria de Cristo: cuando Pedro, Juan y Santiago se despertaron, «vieron su gloria» (Lc 9,32). Pero no solamente la de Él, sino también la gloria que ya Dios manifestó en la Ley y los Profetas; éstos —dice el evangelista— «aparecían en gloria» (Lc 9,31). Efectivamente, también ellos encuentran el propio esplendor cuando el Hijo habla al Padre en el amor del Espíritu. Así, en el corazón de la Trinidad, la Pascua de Jesús, «su partida, que iba a cumplir en Jerusalén» (Lc 9,31) es el signo que manifiesta el designio de Dios desde siempre, llevado a término en el seno de la historia de Israel, hasta el cumplimiento definitivo, en la plenitud de los tiempos, en la muerte y la resurrección de Jesús, el Hijo encarnado.
Nos viene bien recordar, en esta Cuaresma y siempre, que solamente si dejamos aflorar el Espíritu de piedad en nuestra vida, estableciendo con el Señor una relación familiar, inseparable, podremos gozar de la contemplación de su gloria. Es urgente dejarnos impresionar por la visión del rostro del Transfigurado. A nuestra vivencia cristiana quizá le sobran palabras y le falta estupor, aquel que hizo de Pedro y de sus compañeros testigos auténticos de Cristo viviente.
* Rev. D. Jaume GONZÁLEZ i Padrós (Barcelona, España) © Textos de Evangeli.net
 
Palabras de Benedicto XVI
 
«El Evangelio de la Transfiguración del Señor pone delante de nuestros ojos la gloria de Cristo, que anticipa la resurrección y que anuncia la divinización del hombre, La comunidad cristiana toma conciencia de que es llevada, como los apóstoles Santiago y Juan, a un monte alto para acoger nuevamente en Cristo el don de la gracia de Dios: “Este es mi hijo amado, en quien me complazco, escuchadle”. Es la invitación a alejarse del ruido de la vida diaria para sumergirse en la presencia de Dios. Él quiere transmitirnos cada día una palabra que penetra en la profundidad de nuestro espíritu donde discierne el bien y el mal, y fortalece la voluntad de seguir a Cristo»
(Mensaje de Cuaresma, año 2011)
 
Predicación del Evangelio:
Vamos con Jesús al Tabor
Afortunadamente, solemos vivir mirando al futuro. Con preferencia, nuestra mirada interior se fija en aquello que esperamos, y pasamos sobre el presente de manera transitoria, aunque nos esforcemos para vivirlo intensamente. Veamos, si no: el niño se siente apremiado por el deseo de un rápido crecimiento y el prurito de llegar a ser un joven; el joven, al cabo de poco, suspira por la madurez, la estabilidad emocional, la independencia familiar, etc.; el enfermo, pendiente de un diagnóstico, suspira por conocer los resultados y se desvive en deseos de una pronta recuperación. Y así, cada uno de nosotros, en uno u otro aspecto, tiene su aliento pendiente de lo que más espera. Esta actitud, que es buena en sí, podría perjudicarnos, no obstante, si viviéramos una esperanza sin fundamento, basada únicamente en el instinto de conservación y supervivencia, como el caso del que cifra su esperanza en el azar.
 
Abraham, como hemos escuchado, también vivía cara al futuro fiándose de una promesa: que sería padre de una numerosa descendencia, a la cual le sería asignada una tierra en propiedad, fértil como un vergel y lugar seguro de felicidad. Abraham creyó en la promesa del Señor. El tiempo transcurría y la promesa tardaba en cumplirse, sin que por ello, Abraham decayera un ápice en su actitud de confianza incondicional. Entonces Dios tuvo en cuenta su fe para darle una justa recompensa; y, llegado el tiempo, hizo de la descendencia de Abraham un gran pueblo, su pueblo escogido, aquel tronco vigoroso de donde arranca la historia de la salvación.
 
En el caso de Jesús podríamos constatar una situación semejante, porque su mirada interior se mantuvo fija invariablemente en el futuro. Y era éste cumplir generosamente la misión por el Padre encomendada, con el fin de realizar la salvación de la humanidad, y volver después al seno de la gloria del Padre, de donde había salido al venir a este mundo.
 
Llegado al punto más conflictivo de su estancia terrenal, cuando se aproximaba la hora de su pasión y muerte, Jesús fue reconfortado por Dios mediante un acontecimiento misterioso: una experiencia mística; experiencia que fue el coronamiento de toda su vida de oración con que había estado siempre estrechamente unido al Padre. Efectivamente, en el monte Tabor Jesús fue transfigurado, transformado, revestido de gloria, reafirmado en la esperanza del triunfo final prometido a su obra. Habría de pasar todavía por la prueba suprema de la pasión y muerte, pero su destino era la resurrección.
 
De igual modo, nos es también a nosotros del todo necesario creer y confiar firmemente en la promesa del Señor para nuestro futuro, para que podamos sostenernos en el tiempo de la prueba, que es ahora: Creer y saber que nuestro destino final es de resurrección y de gloria, junto a Cristo Jesús, por oscura que nos parezca la noche que nos toque atravesar en el presente. La Cuaresma es figura de la prueba que pasamos en la vida presente, y la Pascua nos permitirá pregustar el estallido de gloria que esperamos. La transfiguración y la glorificación de Jesús son garantía suficiente y segura de nuestra esperanza.
(Texto de Mons. Enric Prat  - Imagen de cipecar .org)
 
Mes de San José
Día 16º- Ejemplo de fortaleza.
Sin duda, oh san José, tu fortaleza, como jefe de familia, fue fundamental en los momentos cruciales que los Evangelios nos dejan entrever. Pero seguramente se consolidó luego en el trabajo de cada día.
Ayúdame, oh san José, a no desfallecer frente a las tentaciones, fatigas y sufrimientos.
(Web Católico de Javier)
 
Agradecimientos
Imaginemos que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.
 
💕 Desde Córdoba, Argentina, Felipe (autor de esta página) agradece a Dios y a todos los que han rezado, por sus estudios médicos que ya están en etapa de análisis y cuyos resultados se conocerán alrededor del día 4 de abril. Confiando en el amor y la misericordia de Dios, esperaré esos resultados con fe y con aceptación de lo que el Padre Celestial disponga.
 
💕 Desde Córdoba, Argentina, la familia de Catalina B., niña de 11 años internada hace mucho tiempo por problemas respiratorios, agradece a Dios por la mejoría que poco a poco se va registrando en su estado de salud. Es necesario seguir rezando por ella pues todavía falta mucho para se alta.
 
Oremos: Bendito seas, Dios mío, porque a pesar de ser yo indigno de toda ayuda, tu generosidad e infinita bondad nunca dejan de otorgar el bien aún a los ingratos y a los que se han apartado de ti. Conviértenos a ti, para que seamos agradecidos, humildes y piadosos, pues Tú eres nuestra salud, nuestra fortaleza y nuestra salvación.
 
Meditación del P. Santiago Martín
Continuando con la lección de la semana anterior, el Evangelio de este domingo nos muestra un ejemplo concreto sobre la necesidad de orar para poder resistir la tentación. Cristo, preocupado por fortalecer a sus discípulos para la inminente prueba de la Cruz, se los llevó al monte Tabor y allí se transfiguró ante ellos. Quería robustecer su fe en que Él era el Hijo de Dios y en que Dios estaba de su parte, para que cuando le vieran colgando del madero no entraran en crisis. Sabemos que aquella experiencia, algo parecido pero infinitamente más fuerte que unos ejercicios espirituales, no dio en principio los resultados esperados, pero a la larga sirvió para que los apóstoles volvieran a recuperar la fe que perdieron el Viernes Santo.
Si eso hizo el Maestro con aquellos discípulos que tantas veces le habían visto ya hacer milagros, cuánta más necesidad tendrá de hacerlo con nosotros. Él quiere prepararnos para las pruebas de la vida, quiere darnos fuerzas para que resistamos los golpes. Nosotros, en cambio, lo que queremos es que esas pruebas no existan, lo cual es imposible. Por eso, porque es inevitable tener problemas y sufrir tentaciones, nos conviene “dejarnos iluminar”, dejarnos fortalecer. Y para eso, como la semana pasada, la oración y la participación en la Eucaristía son los mejores instrumentos. “No soy tan fuerte”, debes decirte a ti mismo, para correr enseguida a buscar ayuda y consuelo en el único que te la puede dar siempre: Cristo. Dejémonos ayudar, dejémonos iluminar por Cristo para poder retener algo de esa luz, de esa fuerza, en los momentos de oscuridad, en los momentos de decaimiento. Y cuando éstos llegan, recordemos los buenos momentos, los tiempos dulces en que sentíamos a Dios muy cerca de nosotros.
Propósito: Acudir a rezar siempre, con perseverancia, al margen de nuestra apetencia. Hacerlo tanto si tenemos ganas como si no, para estar preparados para cuando vengan los problemas.
 
Un año con María
Marzo 16: No huyas
Hay personas que toda la vida están huyendo, siempre están escapando de algo. Me animo a decirte que todos escapamos de algo tarde o temprano. Seguramente por miedo a la lucha, a los golpes, al dolor.
Recuerda que son las heridas las que te hacen fuerte y te abren los ojos del corazón; no es bueno que vivas caminando en círculos, porque es otra forma de no ir a ningún lado.
Tienes que entregarte al Señor y es el mismo Dios quien te cambiará. Mantenerte fiel ante este Dios que te llamó es un desafío, pero podrás lograrlo siempre con la ayuda de la Madre.
(PADRE LUIS ZAZANO)
 
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)
 
 
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