miércoles, 18 de diciembre de 2019

Pequeñas Semillitas 4196

PEQUEÑAS SEMILLITAS

Año 14 - Número 4196 ~ Miércoles 18 de Diciembre de 2019
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
Alabado sea Jesucristo…
Hoy, como ayer, Jesús busca posada. Hoy, como ayer, se le niega. ¡No hay posada para el Niño!
Estamos henchidos y apretados de paganía, de egoísmo y de maldad. Cerradas las puertas para Él. ¡No cabe! ¡No hay posada!
¡Ah, pero el Niño ha de nacer! El Niño tiene que nacer entre nosotros, como en Belén, a pesar de los moradores colmados y sin entrañas. ¡El Niño nace siempre, triunfador en su inerme sonrisa, a despecho de las puertas cerradas a piedra y lodo! (Alfonso Junco)

¡Buenos días!
Cuando falta amor
La comunicación te abre a las riquezas de las personas, mientras dejas que también ellos crezcan con tus propios dones. Sin la comunicación, que es abrirse a los demás y aceptarnos mutuamente, no puede haber verdadero amor. Encerrarse en uno mismo es muerte, en cambio abrirse como hermano es vida, libertad y madurez. 

Un niño que sufría por las riñas y conflictos diarios de sus padres, preguntó un día a su papá cómo comenzaban las guerras. El papá, pacientemente, se sentó y empezó a explicarle: —Imaginemos que México se enoja con Guatemala... La mamá, que oía la charla, le interrumpió bruscamente:  —Pero México y Guatemala no están enojados. El papá: —Lo sé, pero es un caso hipotético. La mamá: —Pero así confundes al niño. El papá: —¡No, mujer, no! La mamá: —¡Sí hombre, sí, no me contradigas! El niño: —Papá. ¡Ya entendí cómo comienza una guerra!

De la comunicación depende, muchas veces, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra. Que la verdad debe ser dicha en cualquier situación, de esto no cabe duda, más la forma con que debe ser comunicada es lo que provoca en algunos casos, grandes problemas. Que sepas dialogar siempre con respeto y humildad.
* Enviado por el P. Natalio

La Palabra de Dios
Lecturas del día
Primera Lectura: Jer 23, 5-8

Salmo: Sal 71, 1-2. 12-13. 18-19

Santo Evangelio: Mt 1,18-24
La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto.
Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en Ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: «Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: “Dios con nosotros”». Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer.

Comentario:
Hoy, la liturgia de la palabra nos invita a considerar el maravilloso ejemplo de san José. Él fue extraordinariamente sacrificado y delicado con su prometida María.
No hay duda de que ambos eran personas excelentes, enamorados entre ellos como ninguna otra pareja. Pero, a la vez, hay que reconocer que el Altísimo quiso que su amor esponsalicio pasara por circunstancias muy exigentes.
Ha escrito el Papa San Juan Pablo II que «el cristianismo es la sorpresa de un Dios que se ha puesto de parte de su criatura». De hecho, ha sido Él quien ha tomado la “iniciativa”: para venir a este mundo no ha esperado a que hiciésemos méritos. Con todo, Él propone su iniciativa, no la impone: casi —diríamos— nos pide “permiso”. A Santa María se le propuso —¡no se le impuso!— la vocación de Madre de Dios: «Él, que había tenido el poder de crearlo todo a partir de la nada, se negó a rehacer lo que había sido profanado si no concurría María» (San Anselmo).
Pero Dios no solamente nos pide permiso, sino también contribución con sus planes, y contribución heroica. Y así fue en el caso de María y José. En concreto, el Niño Jesús necesitó unos padres. Más aún: necesitó el heroísmo de sus padres, que tuvieron que esforzarse mucho para defender la vida del “pequeño Redentor”.
Lo que es muy bonito es que María reveló muy pocos detalles de su alumbramiento: un hecho tan emblemático es relatado con sólo dos versículos (cf. Lc 2,6-7). En cambio, fue más explícita al hablar de la delicadeza que su esposo José tuvo con Ella. El hecho fue que «antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo» (Mt 1,19), y por no correr el riesgo de infamarla, José hubiera preferido desaparecer discretamente y renunciar a su amor (circunstancia que le desfavorecía socialmente). Así, antes de que hubiese sido promulgada la ley de la caridad, san José ya la practicó: María (y el trato justo con ella) fue su ley.
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Santoral Católico:
Nuestra Señora de la Esperanza
(Santa María de la “O”)
Nuestra Señora de la Esperanza, La Expectación del Parto de la Virgen, Santa María de la «O», son títulos de una fiesta de la Virgen María que no figura en el calendario litúrgico de la Iglesia, pero que tiene larga tradición en España, pues viene del Concilio X de Toledo, celebrado el año 656, que quiso dar mayor relieve a la fiesta de la Anunciación y Encarnación, sacándola del tiempo cuaresmal o pascual, y acercándola, en plena celebración del Adviento, al momento decisivo del parto de la Virgen Madre, acontecimiento esperado por la humanidad y muy especialmente por María. Esperanza, pues presenta a María en estado avanzado del embarazo obrado por el Espíritu Santo. Expectación, por el ansia e intensidad con que ella esperaba tener pronto en sus brazos al que llevaba en su seno. El título de María de la «O» hace referencia a las solemnes antífonas del Cántico de la Virgen, el Magníficat, que en las Vísperas de los siete días anteriores a Navidad empiezan por esa letra. En relación con estas advocaciones de la Virgen, el arte suele representar a María en avanzado estado de gestación, con su vientre abultado y la mano sobre el mismo, apuntando que allí está el Hijo de Dios, que pronto nacerá.
Oración: Dios y Señor nuestro, que en el parto de la Virgen María has querido revelar al mundo entero el esplendor de tu gloria, asístenos con tu gracia, para que proclamemos con fe íntegra y celebremos con piedad sincera el misterio admirable de la encarnación de tu Hijo. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
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© Directorio Franciscano – Aciprensa

Pensamiento del día 
«La señal de Dios que viene es el Niño:
aprendamos a vivir con Él
y a practicar también con Él la humildad»
(Benedicto XVI)

Oración a la Virgen de la Dulce Espera
“María, madre del amor hermoso, dulce muchacha de Nazaret, tú que proclamaste la grandeza del Señor y, diciendo que “sí”, te hiciste Madre de nuestro Salvador y Madre nuestra: atiende hoy las súplicas que te hago.
En mi interior una nueva vida está creciendo: un pequeño que traerá alegría y gozo, inquietudes y temores, esperanzas y felicidad a mi hogar.
Cuídalo y protégelo mientras yo lo llevo en mi seno. Y que, en el feliz momento del nacimiento, cuando escuche sus primeros sonidos y vea sus manos chiquitas, pueda dar gracias al Creador por la maravilla de este don que Él me regala.
Que, siguiendo tu ejemplo y modelo, pueda acompañar y ver crecer a mi hijo.
Ayúdame e inspírame para que él encuentre en mí un refugio donde cobijarse y, a la vez, un punto de partida para tomar sus propios caminos.
Además, dulce Madre mía, fíjate especialmente en aquellas mujeres que enfrentan este momento solas, sin apoyo o sin cariño.
Que puedan sentir el amor del Padre y que descubran que cada niño que viene al mundo es una bendición.
Que sepan que la decisión heroica de acoger y nutrir al hijo les es tenida en cuenta.
Nuestra Señora de la Dulce Espera, dales tu consuelo y valor. Amén”

Tema del día:
Regalos Invisibles
Juan es un niño de siete años que vive con su mamá, una pobre costurera, en un pequeño cuarto. En Navidad, Juan espera ansioso, la llegada de los regalos.

Ha colocado en el pequeño árbol navideño una gran media de lana, esperando encontrarla la mañana siguiente, llena de regalos. Pero su mamá sabe que no habrá regalos de Navidad para Juan porque son muy pobres. Para evitar su desilusión, le explica que hay regalos visibles, que se compran con dinero, y regalos invisibles, que no se compran, ni se venden, ni se ven, pero que lo hacen a uno muy feliz: como por ejemplo: el cariño de mamá.

Al día siguiente, Juan despierta, corre al árbol y ve su media vacía que contiene un pequeño papelito que dice:
“Juan, hijo mío te amo mucho, he llenado la media de besos como señal de mi gran amor hacia ti: Tu mamá”.
La recoge con emoción y alegría y se la muestra su mamá diciendo: “¡Gracias mami, está llena de regalos invisibles y soy muy feliz de tenerte!”.

Por la tarde en el colegio cada cual muestra orgulloso su regalo, “¿Y a ti, Juan, qué te trajo la Navidad?”
Juan muestra feliz su media vacía: “¡A mí me ha traído regalos invisibles!”, contesta.

Los niños se ríen de él. Entre ellos Federico, un niño consentido quien tiene el mejor regalo pero no es feliz. Por envidia sus compañeros le hacen burla porque su lindo cuadriciclo no tiene marcha atrás y enfurecido destruye el valioso juguete.  El papá de Federico se aflige y se pregunta cómo podría darle gusto a su hijo.

En eso ve a Juan sentado en un rincón, feliz con su media vacía. Le pregunta: “¿Qué te ha traído la Navidad?”
“A mí, regalos invisibles”, contesta Juan ante la sorpresa el papá de Federico, y le explica que no se ven, ni se compran, ni se venden, como el cariño de su mamá.

El papá de Federico comprendió. Los muchos regalos visibles y vistosos no habían logrado la felicidad de su hijo.
Juan había descubierto, gracias a su mamá, el camino a la verdadera felicidad.

Felicidad que no la producen las cosas. Felicidad que es un estado del alma producto de la conexión con el Dios Real y Poderoso que se hizo hombre para demostrarnos su amor y llenarnos de regalos invisibles.

El que desprecia a su prójimo peca, pero es feliz el que se apiada de los pobres. Proverbios 14:21.

Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
Sé feliz esta Navidad.
Sé feliz esta Navidad porque Dios se acerca para dar respuestas a tu búsqueda.
Sé feliz esta Navidad porque Dios viene a mostrarse en la persona del otro, sobre todo en el más necesitado.
Sé feliz esta Navidad porque Dios viene a decirte que te ama como nunca nadie te amó y que su perdón te espera siempre.
Sé feliz esta Navidad porque Dios viene con sus dones para que juntos hagamos un mundo más humano.
Sé feliz esta Navidad porque Dios sale a tu encuentro para invitarte a su mesa, en una fiesta eterna.

Cinco minutos con Jesús
Diciembre 18
Cuando te levantas por la mañana, sientes palpitar a tu lado el corazón de tu esposa; eso es un don de  Dios; puedes mirarte en los ojos de tus hijitos y eso no tiene precio; puedes gozar de la luz del sol y oxigenar tus pulmones y mover tus manos y tus pies, y todo eso lo debes al Señor.
La carta que recibes de alguien a quien aprecias; el llamado telefónico que no esperabas; la visita de alguien que viene a acompañarte en un momento de prueba; el beso de tu niño después de la reprensión que le diste una picardía...
El capullo que se abrió en tu maceta; el sol esplendoroso que brilla o el viento que deprime; la cama que debes airear y tender; la cocina que debes atender; el parloteo de tus niños sentados junto a la mesa hogareña...
El dolor de cabeza que disminuye tu capacidad de trabajo; el frío que entumece tus miembros; el malestar físico o psíquico que te abate, lo mismo que la alegría de verte rodeado de tus hermanos y amigos; el éxito de uno de tus negocios o de alguna de tus acciones apostólicas; la Eucaristía celebrada y recibida en un ambiente cien por cien comunitario y cálido.
Todo, todo eso, es una señal inequívoca de la presencia de Dios, de que Dios está ahí, en esas cosas; y tú debes descubrir su presencia... Cuando cambias pañales, Dios te está acompañando; cuando realizas tu trabajo en la fábrica o en el taller, Cristo recuerda que sus manos se vieron desgastadas por el uso de las herramientas, lo mismo que las tuyas.
(Padre Alfonso Milagro)
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)

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