PEQUEÑAS
SEMILLITAS
Año 11 - Número 2924
~ Sábado 30 de Enero de 2016
Desde la ciudad de
Córdoba (Argentina)
Alabado
sea Jesucristo…
Cuentan
que San Medardo tenía unas colmenas que le producían una miel excelente, y las abejas eran muy mansas
y buenas. Sucedió que un día llegó un ratero a llevarse la miel; pero, las
abejas lo persiguieron tan terriblemente que no le quedó otro remedio que
meterse en la casa del santo a pedirle que rezara por él. San Medardo echó una
bendición a las abejas y éstas se fueron obedientes, y él, vuelto hacia el
ladrón, le dijo:
—Esto
es señal de los castigos que te pueden llegar si sigues robando. Ahora son unas
sencillas abejas, pero después los que te picarán serán tus remordimientos
eternamente.
Los
santos vivían con el pensamiento en Cielo. Con esta luz orientaron sus pasos
por la vida. Sabían que obrar mal desagrada y ofende a Dios y nos perjudica
seriamente. Sabían también que no dar importancia a las transgresiones
pequeñas, arrastra a graves pecados, porque adormecen la conciencia… Cuida no
lesionar el amor a Dios y a los hermanos.
¡Buenos días!
Desacelera el ritmo
“Si el
nadador levanta la cabeza es para «recobrar aliento». Si el automovilista se
detiene frente a un surtidor, es para «cargar nafta». Si te detienes es para
tomar conciencia de ti mismo, para unificar todas tus potencias, ordenarlas y
dirigirlas para comprometerte por entero en tu vida” (M. Quoist). Decídete a
vivir intensamente el momento presente, con serena sabiduría.
Desacelera el ritmo de tu corazón silenciando
tu mente. Resuelve sólo una cosa por vez.
Rompe la tensión de tus nervios y músculos con la dulce música de los
arroyos que viven en tu memoria. Vive intensamente la paz del sueño. Aprende a
tomar vacaciones de un minuto, al detenerte a mirar una flor, al conversar con
un amigo, al contemplar un amanecer o al leer algunas líneas de un buen libro.
Recuerda que una vida más intensa no quiere decir una vida más rápida. Mira las
ramas del roble que florece y comprende que creció grande y fuerte porque
creció despacio y bien. Ten calma, desacelera el paso y echa tus raíces en la
buena tierra de lo que realmente vale, para así crecer hacia las estrellas.
Cada mañana, al despertar, pide a Dios que te dé serenidad y fortaleza para
enfrentar las luchas cotidianas.
“Si
vas siempre a velocidades muy altas, cansarás el motor del auto. Si vives
siempre «bajo presión», tu cuerpo y tu espíritu se gastarán muy pronto. Si
corres tanto no encontrarás a nadie y, lo que es más grave, no te encontrarás
ni a ti mismo. Si quieres captar lo más profundo que hay en ti, has de saber
detenerte y reflexionar”(M. Quoist). ¡Excelente consejo!
* Enviado por el P. Natalio
La Palabra de
Dios:
Evangelio de hoy
Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus
discípulos: «Pasemos a la otra orilla». Despiden a la gente y le llevan en la
barca, como estaba; e iban otras barcas con Él. En esto, se levantó una fuerte
borrasca y las olas irrumpían en la barca, de suerte que ya se anegaba la
barca. Él estaba en popa, durmiendo sobre un cabezal. Le despiertan y le dicen:
«Maestro, ¿no te importa que perezcamos?».
Él, habiéndose despertado, increpó al
viento y dijo al mar: «¡Calla, enmudece!» El viento se calmó y sobrevino una
gran bonanza. Y les dijo: «¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis
fe?». Ellos se llenaron de gran temor y se decían unos a otros: «Pues ¿quién es
éste que hasta el viento y el mar le obedecen?». (Mc 4,35-41)
Comentario
Hoy, el Señor riñe a los discípulos por
su falta de fe: «¿Cómo no tenéis fe?» (Mc 4,40). Jesucristo ya había dado
suficientes muestras de ser el Enviado y todavía no creen. No se dan cuenta de
que, teniendo con ellos al mismo Señor, nada han de temer. Jesús hace un
paralelismo claro entre “fe” y “valentía”.
En otro lugar del Evangelio, ante una
situación en la que los Apóstoles dudan, se dice que todavía no podían creer
porque no habían recibido el Espíritu Santo. Mucha paciencia le será necesaria
al Señor para continuar enseñando a los primeros aquello que ellos mismos nos
mostrarán después, y de lo que serán firmes y valientes testigos.
Estaría muy bien que nosotros también
nos sintiéramos “reñidos”. ¡Con más motivo aun!: hemos recibido el Espíritu
Santo que nos hace capaces de entender cómo realmente el Señor está con
nosotros en el camino de la vida, si de verdad buscamos hacer siempre la
voluntad del Padre. Objetivamente, no tenemos ningún motivo para la cobardía.
Él es el único Señor del Universo, porque «hasta el viento y el mar le
obedecen» (Mc 4,41), como afirman admirados los discípulos.
Entonces, ¿qué es lo que me da miedo?
¿Son motivos tan graves como para poner en entredicho el poder infinitamente
grande como es el del Amor que el Señor nos tiene? Ésta es la pregunta que
nuestros hermanos mártires supieron responder, no ya con palabras, sino con su
propia vida. Como tantos hermanos nuestros que, con la gracia de Dios, cada día
hacen de cada contradicción un paso más en el crecimiento de la fe y de la
esperanza. Nosotros, ¿por qué no? ¿Es que no sentimos dentro de nosotros el deseo
de amar al Señor con todo el pensamiento, con todas las fuerzas, con toda el
alma?
Uno de los grandes ejemplos de valentía
y de fe, lo tenemos en María, Auxilio de los cristianos, Reina de los
confesores. Al pie de la Cruz supo mantener en pie la luz de la fe... ¡que se
hizo resplandeciente en el día de la Resurrección!
Rev. D. Joaquim FLURIACH i Domínguez (St. Esteve de P.,
Barcelona, España)
Santoral Católico:
Santa Jacinta
Mariscotti
Virgen
Nació en Vignanello, cerca de Viterbo
(Italia), en 1585, de familia noble. Sus padres la enviaron a las clarisas, que
pronto abandonó. A los 20 años ingresó en el monasterio de las Franciscanas de
la Tercera Orden Regular de Viterbo. Tanto en el siglo como en el claustro
llevó una vida ligera y disipada hasta que, a los treinta años y a raíz de una
grave enfermedad, se convirtió del todo al Señor. A partir de entonces llevó
una vida de gran austeridad y penitencia, y se afanó en obras de caridad; fundó
cofradías para la adoración de la Eucaristía y para atender a los pobres,
enfermos y ancianos. Dios adornó su intensa oración y contemplación con
carismas extraordinarios. Murió en Viterbo el 30 de enero de 1640.
Oración: Oh Dios, que nos has dejado
en santa Jacinta un ejemplo vivo de mortificación y amor a ti, concédenos, por
su intercesión, reconocer nuestros pecados, llorarlos y permanecer en tu
amistad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
© Directorio Franciscano
Palabras del Papa
Francisco
"No existe familia perfecta. No tenemos
padres perfectos, no somos perfectos, no nos casamos con una persona perfecta,
ni tenemos hijos perfectos. Tenemos quejas de unos a otros. Nos decepcionamos
los unos a los otros. Por lo tanto, no existe un matrimonio saludable ni
familia saludable sin el ejercicio del perdón.
El perdón es vital para nuestra salud
emocional y sobrevivencia espiritual. Sin perdón la familia se convierte en un
escenario de conflictos y un bastión de agravios. Sin el perdón la familia se
enferma. El perdón es la esterilización del alma, la limpieza de la mente y la
liberación del corazón. Quien no perdona no tiene paz del alma ni comunión con
Dios.
El dolor es un veneno que intoxica y
mata. Guardar una herida del corazón es un gesto autodestructivo. Es autofagia.
Quien no perdona enferma físicamente, emocionalmente y espiritualmente. Es por
eso que la familia tiene que ser un lugar de vida y no de muerte; territorio de
curación y no de enfermedad; etapa de perdón y no de culpa. El perdón trae
alegría donde un dolor produjo tristeza; y curación, donde el dolor ha causado
enfermedad".
Tema del día:
Cuando arrecia la tormenta
Estaba tan
tranquilo mi Señor, que pensaba que ya nada malo me podía volver a ocurrir.
Tenía una alegría sincera, y no era la felicidad de tener todo bajo control,
sino la extraña sensación de haber sido capaz de llegar a un puerto seguro.
Como un barco que logra lanzar el ancla en una bahía abrigada de los vientos
del mar abierto, para poder poner el pie en tierra y buscar el calor de una
casa acompañada de buena comida y amigos. Amigos que me hagan sentir seguro,
amado y esperado.
Y de
repente, mi Señor, la tormenta se echó sobre mí con toda su fuerza, una vez
más. Imprevistamente me encontré en mar abierto, arrancado del calor del hogar
para sentir nuevamente la confusión de haber perdido la seguridad, la paz, el
cobijante calor del hogar. No quiero pasar por esto, no estoy preparado, porque
la herida que sufrí la vez anterior todavía no ha sanado, aun me duele y ya
estoy nuevamente expuesto a una nueva herida, quizás peor que las anteriores.
La
tormenta arrecia, por fuera y dentro mío también, aquí mismo. Los golpes se
suceden uno tras otro, es difícil de explicar lo difícil que es sentir que me
has abandonado Señor. A pesar de que te he visto a mi lado tantas veces, ahora
estás tan lejos que ni siquiera tengo certeza de que pueda volverte a oír, y
hasta me asaltan dudas de que realmente existas.
En el
vacío del abandono, en medio de la noche más negra de mi alma, la tormenta hace
destrozos y arranca sentimientos de enojo, de furia, que rápidamente se disipan
para dar lugar al miedo, a la desesperación, a la muerte de la fe. El viento
destructor es tan frio que mata todo lo que toca, deja una sensación de vacío y
silencio interior semejante a una roca cubierta de escarcha y hielo. Toco y
busco vida, pero el vacío en mi pecho parece decirme que todo está perdido, que
ya no hay esperanza. Un corazón muerto, yermo.
En ese
punto límite cuestiono todo lo que siempre me has enseñado, Señor. Hasta dudo
de mis diálogos contigo, quizás fueron pérdida de tiempo y signo de locura. Si,
empiezo a creer que Tus Caminos fueron un engaño, una falsa idea instalada en
mi mente. Quizás Tu Palabra fue un espejismo de mi imaginación, porque aquí ya
no hay nada, solo esta tormenta tremenda que arranca y rompe todo lo que me dio
seguridad en el pasado.
Y
justamente cuando más arrecia la tormenta, cuando he decidido solo confiar en
mis propias fuerzas, es que veo el engaño al que he sido arrojado, una vez más.
Ya no esperaba nada, solo me dejaba mecer por los golpes que una y otra vez me
sacudían como una hoja muerta. Y sin embargo algo se encendió dentro de mí, una
pequeña luz, una chispa en medio de la oscuridad. Creí que era solo mi imaginación, pero no, allí estaba
nuevamente. Un anhelo de seguir, una repentina ilusión de levantarme y hacer
frente al viento arrasador. El hielo que cubre mi alma empieza a transformarse
en agua, quiere derretirse ante el calor que asoma por debajo de la carne de mi
corazón, que quiere volver a latir.
Esa luz
repentina que pones en medio de la tormenta, ese calor casi imperceptible que
hace latir nuevamente a mi corazón, ese renacer de la esperanza cuando todo
está perdido. ¡Debes ser Tú, mi Señor! No hay otro que pueda hacer eso, nadie
puede imponerse a la desesperanza como Tú, porque Tú eres la Esperanza misma.
No es que no arrecie la tormenta, es solo que sé bien que Tú eres el Dios de
las tormentas, Tú las haces y las deshaces y no hay fuerza o contrariedad que
pueda superar a Tu Voluntad.
¡Señor,
aquí está Tu siervo, Tu siervo Te escucha mi Señor, rescátame de este pozo de
desesperación!
Y
suavemente te digo al oído, cuando te pones a mi lado: Una Palabra tuya bastará
para sanarme, Señor. No hace falta que entres a mi casa, porque mi fe se ha
restablecido y ya no confiaré. Ancla en mis fuerzas, sino solo en Tu Poder, mi
Dios. Mi alma canta, se alegra por todas Tus maravillas, porque iluminaste mi
noche y te impusiste a mis miedos. ¡Ya no temo a la tormenta que ruge a mi
alrededor! Sé que nada ocurre sin que Tú así lo permitas, o lo desees. Por eso
confío en que nada me puede pasar, a mí que soy Tu siervo, Tu hermano, Tu hijo.
Mi Señor,
cuando más arrecia la tormenta, más feliz me siento de ser capaz de confiar en
Tu Presencia, en Tu cuidado. Los vientos arrasadores solo alimentan mi alegría
de saberme amado por Ti, de saberme Tu hermano, de poder compartir el dolor del
Dios del Dolor. Dame Señor de lo que necesito, Tú me conoces en lo más profundo
de mi corazón, hurga en mi alma ennegrecida y pon allí el brillo de Tu Amor
para que la aurora me encuentre aferrado a Ti.
* Oscar Schmidt
Humor
Se encuentra el paciente tendido en la
cama. En el mismo cuarto se están su médico, abogado, esposa, y sus hijos,
todos ellos esperando el suspiro final, cuando de repente el paciente se
sienta, mira a su alrededor y dice:
- Asesinos, ladrones, mal agradecidos y
sinvergüenzas, y vuelve a desmayarse.
El doctor un poco confundido dice:
- Creo que está mejorando...
- ¿Por qué lo dice doctor?, pregunta la
esposa.
- Porque nos ha reconocido a todos.
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Los cinco minutos
de Dios
Enero 30
Nada dura
mucho, si tiene fin. Nada es absoluto, si tiene límites.
Los días
de dolor parecieran no tener fin; las noches de insomnio, los días de duro
trajinar, la enfermedad molesta y dolorosa, el problema angustioso, la pena que
se aferra al espíritu con garra lacerante... todo parece que durará siempre,
que nunca acabará.
Sin
embargo, todo pasa, todo perece, todo termina, todo desaparece y todo se
olvida; por eso decimos que nada dura mucho si tiene fin, pues una vez llegado
a ese fin, ya no se puede hablar de mucho: ya estamos en la nada.
En cambio,
el Absoluto, el que no tiene ni principio ni fin, el que es eterno e inmutable:
Dios, es el que nunca pasa, el que por lo mismo no solo es mucho, sino que es
Todo.
Por eso en tu vida Dios no puede ocupar un segundo
lugar; nada puede ser superior a Dios; ni tampoco puede ocupar un “primer”
lugar, sino que ha de ocupar “todo” lugar. “Yo soy el alfa y la omega, dice el
Señor Dios. El que es, el que era y el que bien, el Todopoderoso” (Ap 1,8)
* P. Alfonso Milagro
Jardinero de Dios
-el más
pequeñito de todos-
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