PEQUEÑAS
SEMILLITAS Año
19 - Número 5591 ~ Domingo 31 de Marzo de 2024Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina) ¡Alabado sea Jesucristo!
Hemos llegado al Domingo de Pascua de Resurrección. El triunfo de Jesús
que resucitó glorioso después de su muerte en la cruz, constituye el motivo
central de nuestra alegría pascual. La Pascua, celebrada con fe, da profundidad
a nuestra alegría, porque la esperanza cierta de resucitar con él a la dicha
sin fin del Cielo, nos alienta a superar pruebas y sacrificios, para ganar una
corona de gloria eterna.
La resurrección es la cumbre de la misión de Jesús entre nosotros. El
Señor ha sido fiel a su misión hasta el fin, nos ha amado y nos ama con un amor
incomprensible para nosotros, demasiado grande y desinteresado para que lo
podamos abarcar.
Cristo vive. Esta es la gran verdad que llena de contenido nuestra fe.
Jesús, que murió en la Cruz, ha resucitado, ha triunfado de la muerte, del
poder de las tinieblas, del dolor y de la angustia.
¡El Señor vive! ¡Ha resucitado como lo había dicho! Esta alborada, es el
sol más brillante del año, el amanecer con más futuro para el hombre, la
noticia que ningún medio de comunicación social tendría que dejar de señalar en
primera página: ¡Hoy el hombre, por fin, tiene solución! ¡Cristo ha resucitado!
La Palabra de Dios Lecturas del día ♡ Primera Lectura: Hch 10, 34a. 37-43
♡ Salmo: Sal 117, 1-2. 16ab-17. 22-23
♡ Segunda Lectura: Col 3, 1-4
♡ Secuencia
Pascual:
Ofrezcan los cristianos ofrendas de alabanza a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua. Cordero sin pecado que a las ovejas salva, a Dios y a
los culpables unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte en singular batalla, y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta. «¿Qué has visto de camino, María, en la mañana? «A mi
Señor glorioso, la tumba abandonada, los ángeles testigos, sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea, allí el Señor aguarda; allí veréis los suyos la gloria de
la Pascua». Primicia de los muertos, sabemos por tu gracia que estás
resucitado; la muerte en ti no manda. Rey vencedor, apiádate de la miseria
humana y da a tus fieles parte en tu victoria santa.
♡ Santo Evangelio: Jn 20,1-9
El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro
cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. Echa a
correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería
y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han
puesto».
Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían
los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro,
y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no
entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las
vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas,
sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el
que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó, pues hasta entonces no
habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los
muertos.
♡ Comentario:
Hoy, «es el día que hizo el Señor», iremos cantando a lo largo de toda la
Pascua. Y es que esta expresión del Salmo 117 inunda la celebración de la fe
cristiana. El Padre ha resucitado a su Hijo Jesucristo, el Amado, Aquél en
quien se complace porque ha amado hasta dar su vida por todos.
Vivamos la Pascua con mucha alegría. Cristo ha resucitado: celebrémoslo
llenos de alegría y de amor. Hoy, Jesucristo ha vencido a la muerte, al pecado,
a la tristeza... y nos ha abierto las puertas de la nueva vida, la auténtica
vida, la que el Espíritu Santo va dándonos por pura gracia. ¡Que nadie esté
triste! Cristo es nuestra Paz y nuestro Camino para siempre. Él hoy «manifiesta
plenamente el hombre al mismo hombre y le descubre su altísima vocación»
(Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes 22).
El gran signo que hoy nos da el Evangelio es que el sepulcro de Jesús está
vacío. Ya no tenemos que buscar entre los muertos a Aquel que vive, porque ha
resucitado. Y los discípulos, que después le verán Resucitado, es decir, lo
experimentarán vivo en un encuentro de fe maravilloso, captan que hay un vacío
en el lugar de su sepultura. Sepulcro vacío y apariciones serán las grandes
señales para la fe del creyente. El Evangelio dice que «entró también el otro
discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó» (Jn 20,8).
Supo captar por la fe que aquel vacío y, a la vez, aquella sábana de amortajar
y aquel sudario, bien doblados, eran pequeñas señales del paso de Dios, de la
nueva vida. El amor sabe captar aquello que otros no captan, y tiene suficiente
con pequeños signos. El «discípulo a quien Jesús quería» (Jn 20,2) se guiaba
por el amor que había recibido de Cristo.
“Ver y creer” de los discípulos que han de ser también los nuestros.
Renovemos nuestra fe pascual. Que Cristo sea en todo nuestro Señor. Dejemos que
su Vida vivifique a la nuestra y renovemos la gracia del bautismo que hemos
recibido. Hagámonos apóstoles y discípulos suyos. Guiémonos por el amor y
anunciemos a todo el mundo la felicidad de creer en Jesucristo. Seamos testigos
esperanzados de su Resurrección.
* Mons. Joan Enric VIVES i Sicília Obispo de Urgell (Lleida, España)
Palabras de San Juan Pablo II «No existe una Pascua
verdadera sin la reconciliación con Dios desde lo profundo del corazón. Es Dios
quien nos ofrece esa reconciliación. Sólo tenemos que acogerla, renovándonos
interiormente acercándonos al sacramento del perdón... La resurrección de
Cristo abre ante al hombre la última perspectiva de la Alianza; la
“glorificación” de todo el ser humano, espiritual y corporal en Dios... De
Cristo resucitado toda nuestra vida recibe luz y esperanza.»
Predicación del Evangelio: ¡Aleluya! ¡Ha resucitado! Evangelio significa Buena Noticia. Hoy se nos da la mejor de las noticias:
Cristo ha resucitado. Si Cristo no hubiera resucitado nuestra fe sería vana,
descansaría en el vacío y en la muerte. Pero Cristo resucitó y nuestra fe se
acrecienta en la esperanza de que nosotros también un día podemos resucitar y
entrar en la vida definitiva. Proclamar la Resurrección es anunciar que la
muerte está vencida, que la muerte no es el final.
Nadie fue testigo del momento de la resurrección del Señor, porque no fue
un hecho físico y sensible como el de levantarse del sepulcro para vivir la
vida de antes. Fue un hecho estrictamente sobrenatural. Los apóstoles no vieron
el hecho transformante, pero fueron testigos de los efectos: Vieron a Jesús, le
palparon, y este acontecimiento les trasformó totalmente la vida.
Hay personas que quizá piensen que la resurrección de Jesús fue como un
revivir, como fue lo de Lázaro, la hija de Jairo o el joven de Naín. En ese
caso después tendría que volver a morir. Lo de Jesús fue un paso adelante hacia
otra vida superior, hacia una vida para siempre, una vida que será para
nosotros.
Hoy lo primero que se nos pide es un acto de fe: creemos que Cristo
resucitó, que vive entre nosotros. Cristo resucitó y por lo tanto vive para
nosotros y en nosotros. La Resurrección del Señor no es un acto que pasó. Es
actual, porque vive y lo debemos sentir que está con nosotros. La Resurrección
nos revela que Dios no nos abandona, sino que está con nosotros en nuestro
caminar de la vida. Por eso es un día de acción de gracias y de alegría.
La alegría es un fruto del Espíritu Santo. No debemos ahogarla aunque
hayamos sufrido con Cristo clavado en la cruz el Viernes Santo. Precisamente a
aquellos que más unidos estuvieron con el dolor de Jesús en su muerte, en el
día de su resurrección Jesús les quiere dar una mayor alegría. Sentir la
alegría de Cristo resucitado sería una gracia que debemos pedir a Dios
vivamente en este día.
El Evangelio de este domingo nos cuenta cómo María Magdalena, al ver el
sepulcro vacío, va a contárselo a los apóstoles. Simón Pedro y el otro
discípulo, a quien Jesús amaba, marchan a toda prisa al sepulcro. Los dos ven
lo mismo: que el cuerpo del Maestro no está, que las vendas y ropa están bien
colocadas, cosa que no harían unos ladrones, y el que más ama cree. La fe
verdadera es una mezcla de razones y de amor. En este día se nos dan razones
para creer, sobre todo por el testimonio de los apóstoles y otras personas, que
sintieron transformada su vida y con su predicación comenzaron a transformar al
mundo. Así nuestra vida de cristianos tiene que ser también un testimonio de
que Cristo vive entre nosotros. Y esto será verdad, si nuestra vida es una vida
de seres resucitados o vivificados por el impulso de Jesucristo.
Como al discípulo amado también nuestro amor debe llevarnos a la fe. La
alegría de la Pascua madura sólo en el terreno de un amor fiel. También nuestro
apostolado será más eficaz, si vivimos como personas resucitadas con Cristo.
Hoy san Pablo nos dice en la segunda lectura que, si hemos resucitado con
Cristo, debemos aspirar a los bienes de arriba. Es lo mismo que cuando pedimos
que “venga su Reino”. En primer lugar ese reino pedimos que venga sobre
nosotros y también sobre los demás.
Cuando comenzaron a predicar los apóstoles, como se dice en la primera
lectura, el principal mensaje era la Resurrección de Jesús: que Él vive. Esta
es nuestra gran persuasión. Por eso se enciende el cirio pascual en la
liturgia: para recordarnos que Cristo está vivo entre nosotros. En verdad, como
decía san Pablo, si Cristo no hubiera resucitado seríamos “los más miserables
de los hombres”.
Es el día de reavivar el compromiso bautismal para estar más unidos a
Cristo, como se hacía anoche en la Vigilia. Hoy saludamos con alegría a la
Virgen
María, que fue la que más se alegró en ese día. Y la pedimos que nos ayude
a que vivamos en nuestro corazón el misterio de esta alegría, para que podamos
dar testimonio en nuestro trabajo de cada día del amor y la esperanza que
Cristo resucitado nos da en nuestro caminar.
.
(Texto: P. Silverio Velasco - Imagen de Misioneros Digitales Católicos)
Mensaje de María Reina de la Paz Mensaje de María Reina de la Paz del
25 de marzo de 2024
“Queridos hijos, en este tiempo de gracia, orad conmigo para que el bien
venza en vosotros y a vuestro alrededor. De manera especial, hijos míos, orad
unidos a Jesús en su viacrucis. Poned en vuestras oraciones a esta humanidad
que vaga sin Dios y sin Su amor. Sed oración, sed luz y testigos para todos los
que encontréis, hijos míos, para que Dios misericordioso tenga misericordia de
vosotros. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!”.
Nuevo vídeo y artículo Hay un nuevo vídeo
subido al blogde "Pequeñas Semillitas" en internetreferido al Evangelio de
este Domingo.Para verlo tienes que ir
al final de esta página: Hay nuevo material
publicado en el blog"Juan Pablo II inolvidable"sobre el tema: La Virgen María en la Resurrección de JesúsPuedes acceder en la
dirección:
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas” “El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer,
cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y
fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo a quien quería Jesús, y les
dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”
(Jn 20, 1-2).
Muchos hombres de hoy hacen suyas las palabras de María Magdalena en la
mañana de la Resurrección: “Se han llevado al Señor y no sabemos dónde lo han
puesto”. Tenían una fe en Dios sencilla, quizá poco trabajada intelectualmente,
heredada de sus padres y sostenida por tradiciones y ambientes culturales
propicios. Esta fe ha sido golpeada desde muchos frentes: los cambios en la
Iglesia y en la sociedad, la emigración a núcleos urbanos donde la vivencia de
la fe es muy anónima, el hostigamiento que recibe la Iglesia en los medios de
comunicación. Eso les ha hecho entrar en crisis. Intuyen que debe existir algo
parecido a Dios, pero no saben ni dónde está ni cómo es.
Sin embargo, el Señor, Cristo, sigue estando ahí: vivo. Murió pero ha
resucitado. Está esperando a ser encontrado por los que –como la Magdalena– han
salido a buscarle. Por eso, nuestro deber es ayudar a los demás para que se
pongan en esa búsqueda, para que no se dejen vencer por las críticas hacia la
religión o por los cambios ambientales que, de estar a favor de la fe, han
pasado a estar en contra. Cristo vive y nosotros, que lo sabemos y lo
disfrutamos, tenemos que ser luz que dirijan a otros hacia Él, la Luz. Cristo
está vivo y nosotros debemos convertirnos en testigos de ello mostrando en
nuestra vida sus efectos: la alegría, la esperanza, el amor. (P. Santiago Martín)
🌸Resucitar con Cristo es dejar atrás nuestra historia de pecado, de malos
hábitos, rescatando lo bueno que hay en nosotros para ser mejores cristianos.
Resucitar con Cristo es dar valor a lo que verdaderamente importa, a lo
que nunca muere para reflejar en los demás el amor divino junto con los dones
sobrenaturales que dan trascendencia al hombre.
Resucitar con Cristo es vivir en la fe, es cuidarla, y mantenerla
encendida mediante la oración sincera.
Resucitar con Cristo es crucificar todo lo que puede enfermar nuestro
cuerpo o nuestra alma.
Resucitar con Cristo es no seguir la corriente del mundo cuando nos invita
a una vida consumista, light y egoísta, porque este tipo de vida nos lleva al
vacío interior y a la desolación espiritual y Dios quiere que tengamos una vida
plena en la verdad y el amor.
Resucitar con Cristo es estar atento y examinar todas las cosas, es
sacarle las vendas al pecado, descubrir el engaño y ver lo que está mal. Es
dejar de lado todo lo que nos impide ser mejores, lo que distrae y nos impide crecer en la fe.
Resucitar con Cristo es no coquetear con otras doctrinas o pensamientos
que no sean los de Jesús.
Resucitar con Cristo es vivir para servir a los demás según los dones y
talentos que hemos recibido porque la entrada a su Reino está condicionada a
las obras de caridad que hayamos realizado.
Extractos de cartas del Padre Pío (Recopilación: P. Gianluigi Pasquale en “365
días con el Padre Pío”) 31 de marzo
Mi queridísimo padre, recordando las muchas
atenciones que me ofrece, creo que es para mí un sagrado deber, en la santa
Pascua, no dejarla pasar sin deseársela llena de todas aquellas gracias que le
pueden hacer feliz aquí en la tierra y bienaventurado en el cielo.
Este, padre mío, es el augurio que sé hacerle; y
creo que le será muy grato. Además, en esa solemnidad no dejaré, en mi
indignidad, de rogar a Jesús resucitado por su hermosa alma, si bien es cierto
que no me olvido ningún día de orar por usted.
En estos días santos, más que de costumbre, soy
duramente atormentado por ese barbablù. Le pido, pues, que ruegue vivamente al
Señor para que no quede prisionero de este común enemigo.
Pero Dios está conmigo y los consuelos, que me hace
gustar de forma constante, son tan dulces que no podría describirlos.
(31 de marzo de 1912, al P. Benedetto da San
Marco in Lamis, Ep. I, 269)
FELIPE -Jardinero de Dios-(el más pequeñito de todos) BLOG ”PEQUEÑAS
SEMILLITAS”♡”JUAN PABLO II
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DE URCA”♡FACEBOOK de
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