PEQUEÑAS
SEMILLITAS Año
19 - Número 5585 ~ Martes 19 de Marzo de 2024Desde
la ciudad de Córdoba (Argentina) ¡Alabado sea Jesucristo!
Hoy celebramos a SAN JOSÉ, que es el patrono Universal de la Iglesia,
patrono de la buena muerte y patrono de los seminarios. Fue escogido por Dios
como fidelísimo guardián de los tesoros celestiales, que eran Jesús y María.
Con fe acogió al Niño que había comenzado a vivir en el seno de María, y a
ellos, a Jesús y María, les entregó su vida sin escatimar sacrificios.
No ha habido en el mundo santo más feliz ni padre más afortunado. ¡Qué
felicidad la suya al ver a su lado al Hijo de Dios!
Amado San José, queremos poner bajo tu protección a nuestra familia, para
que cada uno de nosotros viva en la fidelidad al Espíritu, en la escucha y
cumplimiento de la Palabra de Dios. Sé para nosotros el modelo del amor
desinteresado, que busca en primer lugar la felicidad de mi familia. Amén.
La Palabra de Dios Lecturas del día ♡ Primera Lectura: 2 Sm 7, 4-5. 12-14. 16
♡ Salmo: Sal 88, 2-3. 4-5. 27 y 29
♡ Segunda Lectura: Rom 4, 13. 16-18. 22
♡ Santo Evangelio: Mt 1,16.18-21.24a
Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado
Cristo. La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba
desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró
encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería
ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto.
Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños
y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque
lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le
pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados».
Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado.
♡ Comentario:
Hoy, nos invita la Iglesia a contemplar la amable figura del santo
Patriarca. Elegido por Dios y por María, José vivió como todos nosotros entre
penas y alegrías. Hemos de mirar cualquiera de sus acciones con especial
interés. Aprenderemos siempre de él. Nos conviene ponernos en su piel para
imitarle, pues así lograremos responder, como él, al querer divino.
Todo en su vida —modesta, humilde, corriente— es luminoso. Por eso,
célebres místicos (Teresa de Avila, Hildegarde de Bingen, Teresita de Lisieux),
grandes Fundadores (Benito, Bruno, Francisco de Asís, Bernardo de Clairvaux,
Josemaría Escrivá) y tantos santos de todos los tiempos nos animan a tratarle y
amarle para seguir las huellas del que es Patrón de la Iglesia. Es el atajo
para conseguir santificar la intimidad de nuestros hogares, metiéndonos en el
corazón de la Sagrada Familia, para llevar una vida de oración y santificar
también nuestro trabajo.
Gracias a su constante unión a Jesús y a María —¡ahí está la clave!— José
puede vivir sencillamente lo extraordinario, cuando Dios se lo pide, como en la
escena del Evangelio de la misa de hoy, pues realiza sobre todo habitualmente
las tareas ordinarias, que nunca son irrelevantes pues aseguran una vida
lograda y feliz, que conduce hasta la Beatitud celeste.
Todos podemos, escribe el papa Francisco, «encontrar en san José —el
hombre que pasa desapercibido, el hombre de la presencia diaria, discreta y
oculta— un intercesor, un apoyo y una guía en tiempos de dificultad (...). José
nos enseña que tener fe en Dios incluye además creer que Él puede actuar
incluso a través de nuestros miedos, de nuestras fragilidades, de nuestra
debilidad. Y nos enseña que, en medio de las tormentas de la vida, no debemos
tener miedo de ceder a Dios el timón de nuestra barca».
* Abbé Marc VAILLOT (París, Francia)
Santoral Católico: Solemnidad de San José La fiesta del Padre
nutricio de Jesús se extendió en la Iglesia a partir del siglo XV, cuando fue
propagada por san Bernardino de Siena y Juan Gerson. Los evangelios nos lo
inscriben enmarcado en la historia de la salvación. José, de oficio carpintero
en el pueblecito de Nazaret, se sintió turbado cuando comprobó que María, su
esposa, con la que no había cohabitado, estaba encinta. Pero el Señor le hizo
comprender que el estado de su mujer era obra del Espíritu, y él la acogió,
secundando los planes de Dios. Con María marchó a Belén, donde nació Jesús, y
en todo momento José se cuidó del sustento y protección de la Madre y del Hijo.
Con ellos estuvo en la adoración de los pastores y de los reyes, en la
circuncisión del Niño y en su presentación en el Templo, en la huida a Egipto,
estancia allí y regreso a Nazaret, donde Jesús fue creciendo al amparo de sus
padres. Por último vivió con María el dolor y el gozo de hallar a Jesús cuando
creían haberlo perdido en Jerusalén. Dios confió a José la custodia discreta
pero eficaz de María y de Jesús, y, con razón, Pío IX lo declaró en 1870
Patrono de la Iglesia universal.
Oración: Dios
todopoderoso, que confiaste los primeros misterios de la salvación de los
hombres a la fiel custodia de san José, haz que, por su intercesión, la Iglesia
los conserve fielmente y los lleve a plenitud en su misión salvadora. Por
Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Para más información hacer clic acá.
(Directorio Franciscano – Píldoras de Fe – Catholic.net)
Pensamiento del día inspirándose
en el Evangelio, han subrayado que San José,al
igual que cuidó amorosamente a Maríay se
dedicó con gozoso empeño a la educación de Jesucristo,también
custodia y protege su cuerpo místico, la Iglesia,de la
que la Virgen Santa es figura y modelo.»(SAN JUAN PABLO II) Tema del día:Celebramos a San José Celebramos hoy a san
José, el hombre que más cerca estuvo de Jesucristo, y de la Virgen María
haciendo las veces de padre en la tierra del Hijo de Dios hecho hombre. Hoy nos
habla el evangelio del anuncio que hace Dios a san José para que admita como
esposa a María y se haga cargo de su hijo como si fuese hijo propio.
Tuvo que ser tremendo
para san José el darse cuenta de que María iba a ser madre. Quizá fuese cuando
María volvió de visitar a su prima Isabel. Quizá se enteró por las habladurías
de la gente y hasta quizá fue cuando alguien le felicitó por ello.
Resulta que entre los
judíos existían unas leyes, para nosotros extrañas, leyes casi sólo tenidas por
la costumbre, sobre el momento del matrimonio: una cosa era el contrato y otra
la cohabitación. Entre estos dos momentos solían pasar unos cuantos meses.
Parece ser que José y María habían hecho el contrato. Por eso se dice en la
Anunciación que María estaba desposada con José. Pero parece que aún no
cohabitaban pues hoy al final del evangelio dice que “José se llevó a María a
su casa”. También por ello pudo estar María tres meses con su prima Isabel.
El caso es que durante
esos meses se llamaban esposos, pero era mal visto que pudieran ya esperar un
hijo, aunque en realidad era aceptado. De tal manera que, si alguno tenía una
relación carnal con otra persona, se consideraba ya un adulterio. San José sabía
que él no había tenido parte en esa paternidad; pero también sabía de la
santidad de María.
Por eso tuvo que ser
grande su angustia. ¿Qué hacer? La podía acusar como adúltera; pero san José
era “bueno”, como dice el evangelio. Algunas veces se traduce como “justo”;
pero esta palabra puede tener dos sentidos. Si se trata de una justicia, como
la señalada por las leyes de los judíos, debía acusarla; pero Jesús nos enseñó
otra clase de justicia, que llamamos santidad. Por ella uno debe tender a hacer
el bien. Por eso san José pensó sacrificarse él mismo y prefirió dejarla y
marcharse lejos, abandonado en las manos de Dios.
Alguno pensará que por
qué no hablaron y por qué María no explicó todo como le había dicho el ángel.
Esto es muy difícil explicarlo y mucho más difícil creerlo, si no hay una
intervención de Dios. Por eso Dios intervino y le anunció a José todo lo que había
sucedido. El evangelio habla de un “sueño”. Es una forma bíblica para expresar
que hubo una manifestación extraordinaria de Dios. De alguna manera fue un
ángel o mensajero de Dios.
No sólo le explica lo
que ha sucedido con María, sino que le da a José un encargo muy especial: el
poner el nombre al niño. En lenguaje bíblico quería decir que fuese responsable
del niño como si fuese su padre. Poner el nombre era aceptar que se responsabilizaba
de la educación y crianza de aquel niño. El nombre que debía ponerle era
“Jesús”, que significa salvador. Pero no salvador del poder de los enemigos
externos, sino salvador de los pecados, para darnos su gracia.
Hoy san José nos da un
ejemplo magnífico de entrega en las manos de Dios. Se fía de Dios. Y cuando uno
se fía de Dios, pueden venir muchas dificultades, que serán purificadoras; pero
al final brilla la luz. No fue todo fácil en la vida de san José para hacer de
padre de Jesús: el tener que dejar su tranquilidad de Nazaret para el
nacimiento de Jesús, la huida a Egipto, el volver a comenzar el trabajo, la
oscuridad de la fe para comprender a Jesús al quedarse en el templo y en la
vida ordinaria.
Pero san José es el
hombre que más cerca ha estado de Jesús y eso le reportaría un sin fin de
gracias. Hoy san José sigue estando junto a Jesús en el cielo y, como decía
santa Teresa, no puede haber cosa que desee y que le niegue Jesús. Por eso
debemos invocarle con mucha fe para nosotros mismos, para la unión en las
familias, para el bien de la Iglesia y para que todos podamos tener, como él,
una santa muerte en los brazos de Jesús y de María.
Pongamos nuestros
trabajos en las manos de Dios, como san José, y un día podremos gozar para
siempre de su compañía en el cielo.
.
(P. Silverio
Velasco)
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas” Dios se siente feliz de que el mes de marzo, el mes de San José,
corresponda a una parte de la Cuaresma, para que, durante este tiempo, con
interés especial, cada uno de nosotros, en el silencio y la humildad que el
Señor nos recomendó, se esfuerce como San José, por glorificar a Dios
ofreciéndose a Él por la salvación del mundo.
Nuestros ejercicios de piedad y nuestras mortificaciones, nuestras obras
de misericordia y nuestras limosnas son ofrendas que el Señor recibe y que, por
medio del misterio de la Misa, une a su propio sacrificio para la salvación del
mundo.
San José, custodio del misterio divino, con la ayuda de la gracia, vio
cómo su amor de esposo y su sentido de la paternidad se renovaban,
transformaban y transfiguraban para alcanzar una nueva dimensión en el sentido
del servicio a Dios en favor de la salvación del mundo. Así, nosotros, a través
de su intercesión, aprenderemos imitando su ejemplo.
La veneración a San José, sin querer igualarla, es inseparable de la de la
Santísima Virgen y el lugar que ocupa en el misterio de la Encarnación es tan eminente
que la Iglesia no exagera con los honores que le rinde.
🌸¡Que grande eres San José! Cada vez te admiro y te amo más por todo lo que
hacías con la Virgen y el Divino Niño para protegerlos y cuidarlos con tanto
amor y entrega total de tu vida y aliento inquebrantables. Fuiste puesto al
servicio de Dios por medio de los mensajes del ángel. Quizás en algunos
momentos difíciles tuviste que cruzar un río y entonces tomabas en tus brazos a María embarazada del Niño Jesús
y la cruzabas a la otra orilla, luego volvías y hasta se puede decir que
alzabas al pequeño burrito para que no se ahogara, llevándolo hasta donde
dejaste a tu esposa. Otras veces tal vez, debiste cubrir a la Virgen, con tu manto, de la lluvia, el
viento o el frío. Seguramente también tendrías hambre o sed, sin embargo
preferías darle a ella el alimento, para que no le faltase nada a la Madre del
Hijo de Dios. En otros momentos caminarías rengueando porque te habías torcido
un tobillo, o cansado de no dormir por hacer guardia, protegiendo a tu
compañera. Pero todo, todo lo conseguías con ese espíritu grande que superaba
todos los obstáculos y dolores. En el nombre de Dios, querido San José,
castísimo esposo de María, y por intercesión del Espíritu Santo, te pido nos
ayudes a mejorar en todo y que tratemos de imitarte siempre, si es para bien de
nuestras almas. Como tu hijo adoptivo, te suplico que intercedas por nosotros a
tu Hijo Amado Jesús y a Mamá María. Amén.
Extractos de cartas del Padre Pío (Recopilación: P. Gianluigi Pasquale en “365
días con el Padre Pío”) 19 de marzo
El demonio, querido padre, continúa haciéndome la
guerra; y, por desgracia, no parece que se quiera dar por vencido. En los
primeros días en que fui probado, confieso mi debilidad; casi estaba desanimado;
pero después, poco a poco, pasó la melancolía y comencé a sentirme un poco más
animado. Después, al orar a los pies de Jesús, me parece que ya no siento ni el
peso de la fatiga que me causo al vencerme cuando soy tentado, ni la amargura
de las tentaciones.
Las tentaciones que se refieren a mi vida en el
siglo son las que más me llegan al corazón, me ofuscan la mente, me producen un
sudor frío y –me atrevo a decirlo– me hacen temblar de pies a cabeza. En esos
momentos los ojos no me sirven más que para llorar; y, para consolarme y
animarme, debo pensar en lo que usted me va indicando en sus cartas.
También al subir al altar, ¡Dios mío!, sufro los
mismos asaltos del demonio; pero tengo conmigo a Jesús y, ¿qué podré temer?
(19 de marzo de 1911, al P. Benedetto da San
Marco in Lamis, Ep. I, 215)
FELIPE -Jardinero de Dios-(el más pequeñito de todos) BLOG ”PEQUEÑAS
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