jueves, 14 de marzo de 2024

Pequeñas Semillitas 5580

PEQUEÑAS SEMILLITAS
 
Año 19 - Número 5580 ~ Jueves 14 de Marzo de 2024
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
¡Alabado sea Jesucristo!
El famoso escritor y médico inglés A. J. Cronin estaba en una oportunidad visitando la ciudad de Roma. Un día se fue a dar un paseo por las afueras de la ciudad y se perdió. Buscaba quién le diera alguna información para volver al hotel, donde le esperaban sus amigos, cuando vio una capilla y entró. Era la capilla, que recuerda cómo Jesucristo salió al paso a san Pedro durante la persecución de Nerón y Pedro le dijo: “¿Quo vadis, Domine?” (¿A dónde vas, Señor?). Este suceso está relatado en la famosa novela “Quo vadis” del novelista polaco Sienkievicz, premio nobel de literatura de 1905. También se hizo famosa la película que hicieron sobre esta novela y que también se llama “Quo vadis”.
Pues bien, estando en aquella capilla, Cronin sintió que Jesús le decía: ‘¿A dónde vas?’ Como si le preguntara: ‘¿Cuál es el sentido de tu vida?’ Cronin se hizo católico y desde aquel día, en que oyó la voz de Jesús en su corazón, procuró vivir como un verdadero discípulo de Jesús hasta las últimas consecuencias.
 
La Palabra de Dios
Lecturas del día
Primera Lectura: Ex 32, 7-14
 
Salmo: Sal 105, 19-20. 21-22. 23
 
Santo Evangelio: Jn 5,31-47
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería válido. Otro es el que da testimonio de mí, y yo sé que es válido el testimonio que da de mí. Vosotros mandasteis enviados donde Juan, y él dio testimonio de la verdad. No es que yo busque testimonio de un hombre, sino que digo esto para que os salvéis. Él era la lámpara que arde y alumbra y vosotros quisisteis recrearos una hora con su luz. Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha encomendado llevar a cabo, las mismas obras que realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado. Y el Padre, que me ha enviado, es el que ha dado testimonio de mí. Vosotros no habéis oído nunca su voz, ni habéis visto nunca su rostro, ni habita su palabra en vosotros, porque no creéis al que Él ha enviado.
»Vosotros investigáis las escrituras, ya que creéis tener en ellas vida eterna; ellas son las que dan testimonio de mí; y vosotros no queréis venir a mí para tener vida. La gloria no la recibo de los hombres. Pero yo os conozco: no tenéis en vosotros el amor de Dios.
»Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viene en su propio nombre, a ése le recibiréis. ¿Cómo podéis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros, y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que os voy a acusar yo delante del Padre. Vuestro acusador es Moisés, en quién habéis puesto vuestra esperanza. Porque, si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque él escribió de mí. Pero, si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?».
 
Comentario:
Hoy, el Evangelio nos enseña cómo Jesús hace frente a la siguiente objeción: según se lee en Dt 19,15, para que un testimonio tenga valor es necesario que proceda de dos o tres testigos. Jesús alega a favor suyo el testimonio de Juan el Bautista, el testimonio del Padre —que se manifiesta en los milagros obrados por Él— y, finalmente, el testimonio de las Escrituras.
Jesucristo echa en cara a los que le escuchan tres impedimentos que tienen para reconocerle como al Mesías Hijo de Dios: la falta de amor a Dios; la ausencia de rectitud de intención —buscan sólo la gloria humana— y que interpretan las Escrituras interesadamente.
El Santo Padre San Juan Pablo II nos escribía: «A la contemplación del rostro de Cristo tan sólo se llega escuchando en el Espíritu la voz del Padre, ya que nadie conoce al Hijo fuera del Padre (cf. Mt 11,27). Así, pues, se necesita la revelación del Altísimo. Pero, para acogerla, es indispensable ponerse en actitud de escuchar».
Por esto, hay que tener en cuenta que, para confesar a Jesucristo como verdadero Hijo de Dios, no es suficiente con las pruebas externas que se nos proponen; es muy importante la rectitud en la voluntad, es decir, las buenas disposiciones.
En este tiempo de Cuaresma, intensificando las obras de penitencia que facilitan la renovación interior, mejoraremos nuestras disposiciones para contemplar el verdadero rostro de Cristo. Por esto, san Josemaría nos dice: «Ese Cristo, que tú ves, no es Jesús. —Será, en todo caso, la triste imagen que pueden formar tus ojos turbios...—Purifícate. Clarifica tu mirada con la humildad y la penitencia. Luego... no te faltarán las limpias luces del Amor. Y tendrás una visión perfecta. Tu imagen será realmente la suya: ¡Él!».
* Rev. D. Miquel MASATS i Roca (Girona, España) © Textos de Evangeli-net
 
Santoral Católico:
Santa Matilde
Nació hacia el año 895 de una noble familia sajona. Se educó en el monasterio de Herford (Westfalia), del que era abadesa una abuela suya. Contrajo matrimonio con Enrique I que fue sucesivamente duque de Sajonia y rey de Alemania. Tuvieron 5 hijos, que ocuparon altos puestos en la Iglesia y en la sociedad. De acuerdo con su esposo pudo llevar vida de devoción y de caridad, y fundar monasterios. Cuando murió Enrique, le sucedió su hijo Otón. Matilde vivió volcada en la causa de los pobres y la ayuda a la Iglesia. Se retiró primero al monasterio de Nordhausen y luego al de Quedlinburgo (Sajonia, Alemania), donde murió el año 968.
Para más información hacer clic acá.
(Directorio Franciscano – ACI Prensa – Catholic.net)
 
Pensamiento del día
«De José debemos aprender el mismo cuidado y responsabilidad: amar al Niño y a su madre; amar los sacramentos y la caridad; amar a la Iglesia y a los pobres. En cada una de estas realidades está siempre el Niño y su madre».
 
Tema del día:
Oración de desagravio

Autor: S.S. Pío XI
 
¡Oh dulcísimo Jesús, cuyo inmenso amor a los hombres no ha recibido en pago, de los ingratos, más que olvido, negligencia y menosprecio! Vednos postrados ante vuestro altar, para reparar, con especiales homenajes de honor, la frialdad indigna de los hombres y las injurias con que, en todas partes, hieren vuestro amantísimo Corazón.
 
Mas recordando que también nosotros alguna vez nos manchamos con tal indignidad de la cual nos dolemos ahora vivamente, deseamos, ante todo, obtener para nuestras almas vuestra divina misericordia, dispuestos a reparar, con voluntaria expiación, no sólo nuestros propios pecados, sino también los de aquellos que, alejados del camino de la salvación y obstinados en su infidelidad, o no quieren seguiros como a Pastor y Guía, o, conculcando las promesas del Bautismo, han sacudido el suavísimo yugo de vuestra ley.
 
Nosotros queremos expiar tan abominables pecados, especialmente la inmodestia y la deshonestidad de la vida y de los vestidos, las innumerables asechanzas tendidas contra las almas inocentes, la profanación de los días festivos, las execrables injurias proferidas contra vos y contra vuestros Santos, los insultos dirigidos a vuestro Vicario y al Orden Sacerdotal, las negligencias y horribles sacrilegios con que es profanado el mismo Sacramento del amor y, en fin, los públicos pecados de las naciones que oponen resistencia a los derechos y al magisterio de la Iglesia por vos fundada.
 
¡Ojalá que nos fuese dado lavar tantos crímenes con nuestra propia sangre! Mas, entretanto, como reparación del honor divino conculcado, uniéndola con la expiación de la Virgen vuestra Madre, de los Santos y de las almas buenas, os ofrecemos la satisfacción que vos mismo ofrecisteis un día sobre la cruz al Eterno Padre y que diariamente se renueva en nuestros altares, prometiendo de todo corazón que, en cuanto nos sea posible y mediante el auxilio de vuestra gracia, repararemos los pecados propios y ajenos y la indiferencia de las almas hacia vuestro amor, oponiendo la firmeza en la fe, la inocencia de la vida y la observancia perfecta de la ley evangélica, sobre todo de la caridad, mientras nos esforzamos además por impedir que seáis injuriado y por atraer a cuantos podamos para que vayan en vuestro seguimiento.
 
¡Oh benignísimo Jesús! Por intercesión de la Santísima Virgen María Reparadora, os suplicamos que recibáis este voluntario acto de reparación; concedednos que seamos fieles a vuestros mandatos y a vuestro servicio hasta la muerte y otorgadnos el don de la perseverancia, con el cual lleguemos felizmente a la gloria, donde, en unión del Padre y del Espíritu Santo, vivís y reináis, Dios por todos los siglos de los siglos. Amén.
 
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
«Mi experiencia con María comenzó cuando era pequeño. Nací en una familia profundamente católica. Todos los días, después de la cena, la familia (abuelos, tíos, padres, hermanos y hermanas) se reunía para la oración del Rosario y las Letanías de Nuestra Señora. También recibimos la visita de la Virgen Peregrina conocida entre nosotros con el nombre de "Pequeña Capilla de Nuestra Señora" y que recorría hogares como el nuestro.
El ejemplo de mis padres, abuelos, tías y tíos fue esencial para el desarrollo de mi experiencia con María. Pero mi devoción mariana también creció mucho en la comunidad de mi parroquia de San José (São José), donde recibí el bautismo y fui ordenado sacerdote y luego obispo.
Tenía 13 años cuando entré al seminario en el que se vivía una profunda devoción mariana. Fueron los religiosos de la Congregación de San José, fundada por el Padre Murialdo, quienes nos enseñaron a amar a Nuestra Señora. Le debo mucho a María mi vocación religiosa, sacerdotal y episcopal. Debo decir que aquí en Belém (Brasil) la devoción a Nuestra Señora de Nazaret es muy fuerte.»
(Monseñor Ireneu Roman, CJS)
🌸
Un cierto día, la profesora, queriendo saber si todos habían estudiado la lección solicitada, preguntó a los niños quién sabría explicar quién es Dios?  Uno de los niños levantó el brazo y dijo:
- Dios es nuestro Padre, Él hizo la tierra, el mar y todo lo que está en ella; nos hizo como hijos de Él.
La profesora queriendo buscar más respuestas fue más lejos.
- ¿Cómo saben que Dios existe si nunca lo han visto?
La sala quedó toda en silencio.  Pedro, un niño muy tímido, alzó la mano y dijo:
- Mi madre me dijo que Dios es como el azúcar en mi leche que ella hace todas las mañanas.  Yo no veo el azúcar que está dentro de la taza en el medio de la leche, pero si ella me la saca, queda sin sabor.  Dios existe y está siempre en medio de nosotros, sólo que no lo vemos.  Pero si Él sale de cerca, nuestra vida queda sin sabor.
La profesora sonrió y dijo:
- Muy bien Pedro, yo les enseñé muchas cosas, pero tú me enseñaste algo más profundo que todo lo que yo ya sabía.  Yo ahora sé que Dios es nuestra azúcar y que está todos los días endulzando nuestras vidas. Le dio un beso y salió sorprendida con la respuesta de aquel niño.
La sabiduría no está en el conocimiento, pues teorías existen muchas, pero dulzura como la de Dios no existe todavía ni en las mejores azúcares.
No te olvides cada día de colocar "AZÚCAR" en tu vida.
 
Extractos de cartas del Padre Pío
(Recopilación: P. Gianluigi Pasquale en “365 días con el Padre Pío”)
14 de marzo
Confianza y amor, hijita mía, confianza y amor en la bondad de nuestro Dios. Tú sufres, pero anímate, que tu sufrimiento es con Jesús y por Jesús; y no es un castigo sino una prueba para tu salvación.
Convéncete, pues; yo te lo aseguro de parte del Señor: en tus dolores está Jesús, y además en el centro de tu corazón; tú no estás separada ni lejos del amor de este Dios tan bueno. Experimentas en ti la delicia del pensamiento de Dios; pero sufres aún al estar lejos de poseerlo plenamente y al verlo ofendido por las criaturas desagradecidas. Pero no puede ser de otro modo, hijita mía; quien ama, sufre; es la norma constante para el alma que peregrina en esta tierra; el amor no plenamente satisfecho es un tormento, pero tormento dulcísimo. Tú lo experimentas.
Continúa sin temor, hijita mía, envolviéndote en este misterio de amor y de dolor al mismo tiempo, hasta que le plazca a Jesús. Este estado es siempre temporal; vendrá la divina consolación, completa, irresistible. En este estado de aflicción, continúa, mi buena hijita, rezando por todos, sobre todo por los pecadores, para reparar tantas ofensas como se hacen al divino Corazón.
Me parece que tú un día te ofreciste víctima por los pecadores; Jesús escuchó tu plegaria, aceptó tu ofrenda. Jesús te ha dado la gracia de soportar el sacrificio. Pues bien... ¡Adelante todavía un poco más!; la recompensa no está lejos.
(9 de abril de 1918, a Maria Gargani, Ep. III, 312)
 
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)
 
 
 
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