martes, 21 de mayo de 2024

Pequeñas Semillitas 5641

PEQUEÑAS SEMILLITAS
 
Año 19 - Número 5641 ~ Martes 21 de Mayo de 2024
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
¡Alabado sea Jesucristo!
Muchas veces se escucha decir: “Rezá vos por mí, que estás más cerca de Dios que yo”. Y creo que si bien parte de verdad tiene, pues hay algunos a los que Dios les encomendó la misión de presentar la ofrenda que los demás ponen en sus manos, se corre el riesgo de autoexcluirse del regalo de ser escuchados por Dios.
Si lo pensamos en el ámbito de la familia, veremos que, si bien los padres escuchan de manera más adulta a sus hijos mayores, esto no significa que los escuchen más que a los pequeños. Me atrevo a decir que posiblemente es justo al revés: más escuchan a los pequeños porque saben lo decisivo que ese diálogo es en su crecimiento.
Aquí es donde aparece lo grande del amor de Dios, que en su corazón de Padre, a los que creen que no están cerca, él se acerca, se abaja, se pone a la altura de sus más pequeñas necesidades para escucharlas. Sabe que para ellos, este diálogo es decisivo en su crecimiento.
(Javier Albisu S.J.)
 
La Palabra de Dios
Lecturas del día
Primera Lectura: San 4, 1-10
 
Salmo: Sal 54, 7-8. 9-10a. 10b-11a. 23
 
Santo Evangelio: Mc 9,30-37
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos iban caminando por Galilea, pero Él no quería que se supiera. Iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará». Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle.
Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntaba: «¿De qué discutíais por el camino?». Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién era el mayor. Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos». Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus brazos y les dijo: «El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado».
 
Comentario:
Hoy, el Evangelio nos trae dos enseñanzas de Jesús, que están estrechamente ligadas una a otra. Por un lado, el Señor les anuncia que «le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará» (Mc 9,31). Es la voluntad del Padre para Él: para esto ha venido al mundo; así quiere liberarnos de la esclavitud del pecado y de la muerte eterna; de esta manera Jesús nos hará hijos de Dios. La entrega del Señor hasta el extremo de dar su vida por nosotros muestra la infinidad del Amor de Dios: un Amor sin medida, un Amor al que no le importa abajarse hasta la locura y el escándalo de la Cruz.
Resulta aterrador escuchar la reacción de los Apóstoles, todavía demasiado ocupados en contemplarse a sí mismos y olvidándose de aprender del Maestro: «No entendían lo que les decía» (Mc 9,32), porque por el camino iban discutiendo quién de ellos sería el más grande, y, por si acaso les toca recibir, no se atreven a hacerle ninguna pregunta.
Con delicada paciencia, Jesús añade: hay que hacerse el último y servidor de todos. Hay que acoger al sencillo y pequeño, porque el Señor ha querido identificarse con él. Debemos acoger a Jesús en nuestra vida porque así estamos abriendo las puertas a Dios mismo. Es como un programa de vida para ir caminando.
Así lo explica con claridad el Santo Cura de Ars, Juan Bautista Mª Vianney: «Cada vez que podemos renunciar a nuestra voluntad para hacer la de los otros, siempre que ésta no vaya contra la ley de Dios, conseguimos grandes méritos, que sólo Dios conoce». Jesús enseña con sus palabras, pero sobre todo enseña con sus obras. Aquellos Apóstoles, en un principio duros para entender, después de la Cruz y de la Resurrección, seguirán las mismas huellas de su Señor y de su Dios. Y, acompañados de María Santísima, se harán cada vez más pequeños para que Jesús crezca en ellos y en el mundo.
* Rev. D. Jordi PASCUAL i Bancells (Salt, Girona, España)
 
Santoral Católico:
San Eugenio de Mazenod
Nació en Aix-en-Provence (Francia) en 1782. Cuando estalló la Revolución Francesa, su familia, de la alta sociedad, tuvo que exiliarse a Italia, y, cuando en 1802 pudo regresar a su patria, estaba destrozada y en la miseria. Entró en el seminario San Sulpicio de París, y en 1811 era ordenado de sacerdote en Amiens. Vuelve a Aix de Provenza y ejerce su sacerdocio atendiendo a los prisioneros, los jóvenes, las domésticas y los campesinos. Pronto se le unen otros sacerdotes celosos. En 1826, el Papa aprueba su nueva Congregación Misioneros Oblatos de María Inmaculada. Nació en Aix-en-Provence, centrada en la formación espiritual profunda y en la vida comunitaria, al mismo tiempo que en la evangelización, extendida a las misiones extranjeras. Nombrado más tarde obispo de Marsella, tuvo que sufrir la hostilidad de las autoridades, pero logró renovar material y espiritualmente la vida de su diócesis y darle un gran impulso, al tiempo que cuidaba de sus Oblatos. Murió en Marsella el 21 de mayo de 1861.
Para más información hacer clic acá.
(Directorio Franciscano – Catholic.net)
 
Pensamiento del día
«Y, no lo olvidemos, queramos o no... Tenemos un destino eterno, y de mí depende que muchos vayan o no vayan. Vivamos con un alma de apóstol que quiera tener la inmensa labor de transformar espiritualmente este mundo en que vivimos»
(SAN ALBERTO HURTADO)
 
Tema del día:
Cómo vivir con la paciencia
El cielo no se gana con sufrimiento, sino con paciencia. Ni los santos, ni los mártires se santificaron con lo que sufrieron, sino a través de la paciencia con que soportaron sus penas.
 
Es decir, que lo que santifica no es tanto lo que se sufre, cuanto el espíritu con que se sufre. Todos sufrimos, y sin embargo no todos somos santos. Es que todos sufrimos, pero no todos sabemos sufrir.
 
Cristo padeció lo indecible, pero lo hizo con un amor infinito, si no hubiera tenido paciencia se hubiera frustrado toda su obra de redención. De manera que el sello irrefutable de su amor en el sacrificio fue, precisamente, su paciencia.
 
Cristo tuvo paciencia para nacer en un miserable establo, paciencia al tener que huir de Herodes, paciencia en  la pobreza de su vida entera, paciencia al ser calumniado, paciencia en el instante de la traición, paciencia al ser vendido miserablemente, paciencia ante su juez y acusadores, paciencia en la flagelación y vía crucis, paciencia al ser crucificado y despreciado, porque la paciencia es la señal exterior de que se sufre por verdadero amor.
 
Más vale una hora de paciencia que un día de sufrimiento. El verdadero amor no se manifiesta con besos, cariños, halagos, ni siquiera con pequeñas o grandes atenciones personales. Todo esto puede llegar a ser convencionalismo, buena educación. El amor se conoce si es sincero, teniendo paciencia.
 
- Has de tener paciencia de ti mismo, no siempre esto resulta fácil.
- Has de tener paciencia de los demás y tampoco esto puede hacerse con facilidad.
- Has de tener paciencia de los fenómenos naturales: frío, calor, vientos, lluvias, etc. todo eso forma tu vida, la existencializa, y, en consecuencia, es así como Dios quiere que vivas.
- Has de tener paciencia con tus propias limitaciones, trata de superarlas, pero cuando ya te convenzas de que excede algo tu capacidad, quédate tranquilo y ten paciencia.
 
Deja que Dios haga lo que tú no pudiste hacer, pero no dejes hacer a Dios lo que hubieras podido hacer. No pretendas hacer lo que los demás pueden y les corresponde hacer, pero haz tú lo que a ti te corresponde y lo que los demás no alcanzan a hacer.
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(Texto e imagen de Internet)
 
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
¿Puedo aprender de una vez a no pensar en que los demás son siempre mejores que yo y comenzar a valorarme a mí mismo?
¿Soy capaz de decidir y actuar por mí mismo ante cualquier situación que se presente en mi vida o necesito como los niños que sean otros los que tomen las decisiones por mí?
¿Soy capaz de disfrutar completamente de la libertad que se me ha dado para vivir la vida o dependo de los sentimientos de culpabilidad a los que los demás me encadenan?
¿Valoro en su justa medida mi valía personal que sin duda es considerable y me acepto y me quiero sin condiciones?
¿Soy capaz de trabajar con tesón para combatir mi intolerancia, mi impaciencia y en general todos los obstáculos que mi mente pone en mi contra para mantener unas buenas relaciones familiares, sociales y laborales?
¿Soy consciente de las cosas negativas que están ocurriendo a mi alrededor y las acepto con valor intentando aprender la lección que me enseña cada una de las experiencias vividas o escondo la cabeza bajo la arena como los avestruces evadiéndome cobardemente de todo?
¿Soy capaz de poner orden en mi vida aprovechando positivamente toda mi energía y mi tiempo o prefiero pasar por este mundo sin pena ni gloria, sin dejar huella?
¿Soy capaz compartir mis bienes con los demás o de desprenderme de las cosas que ya no me sirven o vivo encadenado sin remisión a las cosas materiales sabiendo que el día que abandone mi cuerpo no podré llevarlas conmigo?
¿Soy capaz de sentirme plenamente satisfecho conmigo mismo porqué me acepto y me quiero tal como soy?
¿Soy capaz de quererme a mí mismo sin condiciones, amar a mi prójimo como a mí mismo y aceptar el amor que los demás me ofrecen?
¿Soy capaz de adoptar una actitud mental y emocional positiva y de aprovechar todo lo que la vida me ofrece?
🌸
La única manera que tenemos los humanos para multiplicar la felicidad es compartirla. Te deseo de verdad y con todo mi corazón que tu vida esté colmada de:
Entusiasmo: Para ver hacia adelante.
Felicidad: Para mantenerte dulce.
Problemas: Para mantenerte fuerte.
Penas: Para saberte humano.
Esperanza: Para seguir luchando cada día.
Fracasos: Para mantenerte humilde.
Éxitos: Para mantenerte anhelante.
Amigos: Para vivir la vida.
Riqueza: Para satisfacer tus necesidades.
Fe: Para desterrar la depresión.
Decisión: Para hacer que cada día sea mejor… y
Amor: porque sin amor nada somos.
 
Extractos de cartas del Padre Pío
(Recopilación: P. Gianluigi Pasquale en “365 días con el Padre Pío”)
21 de mayo
Da, pues, curso libre a las lágrimas, porque esta es una obra de Dios; y no te amargues por lo que puedan imaginar los presentes. Los sobresaltos que sufres en el corazón son también queridos por Dios, y Él los quiere para que su misericordia te haga más grata a Él; y quiere que te asemejes a su amado Hijo en las angustias del desierto, del huerto y de la cruz. (…)
El único consejo que puedo darte es que te atengas de forma estricta a cuanto te he dicho en el Señor, y que no hagas otra cosa que lo que el Espíritu Santo desea hacer en ti. Abandónate a sus actuaciones y no temas; Él es tan discreto, sabio y suave como para no hacer más que el bien.
Los gozos internos, sobre todo si van acompañados del dulce y profundo sentimiento de humildad, no deben despertar sospecha alguna en ti, y hay que ensanchar el corazón y recibirlos.
(15 de abril de 1918, a Girolama Longo, Ep. III, 1021)
 
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)
 
 
 
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