domingo, 19 de mayo de 2024

Pequeñas Semillitas 5639

PEQUEÑAS SEMILLITAS
 
Año 19 - Número 5639 ~ Domingo 19 de Mayo de 2024
Desde la ciudad de Córdoba (Argentina)
¡Alabado sea Jesucristo!
Pentecostés supuso un cambio radical: Se abrieron las “puertas cerradas”, se apagó el miedo con el soplo de aquel «viento recio» que llenó la casa donde se encontraban, y la todavía frágil barca de la Iglesia, con las velas hinchadas por el viento de Pentecostés, se hacía a la mar. Las «lenguas como llamaradas» fueron poniendo lumbre en sus corazones apagados, y haciéndose palabras encendidas en sus labios La tristeza se tornó en alegría. Desde entonces, la voz de Jesús, llevada por los evangelizadores de ayer y de hoy, sigue resonando en cada rincón de nuestro mundo. Es cosa de su Espíritu.
¿Qué podríamos decir en resumen del Espíritu Santo? Podemos declarar que el Espíritu Santo es Dios que viene a nosotros para ayudarnos a vivir como discípulos de Jesucristo. Él es el amor que nos une unos a otros en el Cuerpo de Cristo. También es el benefactor que nos permite resistir los vicios y practicar las virtudes. Él es la inspiración que nos mueve a hablar con los demás sobre Jesucristo. Finalmente, el Espíritu Santo es la fuente de vida nueva que nos purifica hoy de los pecados y en el día final reconstituirá nuestros cuerpos para disfrutar de la vida eterna.
 
La Palabra de Dios
Lecturas del día
Primera Lectura: Hch 2, 1-11
 
Salmo: Sal 103, 1ab y 24ac. 29bc-30. 31 y 34
 
Segunda Lectura: 1 Cor 12, 3b-7. 12-13
 
Santo Evangelio: Jn 20,19-23
Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros». Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío». Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
 
Comentario:
Hoy, en el día de Pentecostés se realiza el cumplimiento de la promesa que Cristo había hecho a los Apóstoles. En la tarde del día de Pascua sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo» (Jn 20,22). La venida del Espíritu Santo el día de Pentecostés renueva y lleva a plenitud ese don de un modo solemne y con manifestaciones externas. Así culmina el misterio pascual.
El Espíritu que Jesús comunica, crea en el discípulo una nueva condición humana, y produce unidad. Cuando el orgullo del hombre le lleva a desafiar a Dios construyendo la torre de Babel, Dios confunde sus lenguas y no pueden entenderse. En Pentecostés sucede lo contrario: por gracia del Espíritu Santo, los Apóstoles son entendidos por gentes de las más diversas procedencias y lenguas.
El Espíritu Santo es el Maestro interior que guía al discípulo hacia la verdad, que le mueve a obrar el bien, que lo consuela en el dolor, que lo transforma interiormente, dándole una fuerza, una capacidad nueva.
El primer día de Pentecostés de la era cristiana, los Apóstoles estaban reunidos en compañía de María, y estaban en oración. El recogimiento, la actitud orante es imprescindible para recibir el Espíritu. «De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno» (Hch 2,2-3).
Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y se pusieron a predicar valientemente. Aquellos hombres atemorizados habían sido transformados en valientes predicadores que no temían la cárcel, ni la tortura, ni el martirio. No es extraño; la fuerza del Espíritu estaba en ellos.
El Espíritu Santo, Tercera Persona de la Santísima Trinidad, es el alma de mi alma, la vida de mi vida, el ser de mi ser; es mi santificador, el huésped de mi interior más profundo. Para llegar a la madurez en la vida de fe es preciso que la relación con Él sea cada vez más consciente, más personal. En esta celebración de Pentecostés abramos las puertas de nuestro interior de par en par.
* Mons. José Ángel SAIZ Meneses, Arzobispo de Sevilla (Sevilla, España)
 
Pensamiento del día
«Recuerdo una canción de José Luis Perales que dice “Con una sonrisa puedo comprar todas esas cosas que no se venden...”. Muchas veces la primera impresión que podemos dar es esa, la de una persona dulce, bondadosa, comprensiva. Y esa actitud puede hacer que muchos muros se derrumben facilitándote la vida. Pide al Espíritu Santo que haga nacer siempre en ti una sonrisa que brote de la fe, la esperanza y el amor. Seguramente atraerás a muchos hacia ti»
(PAPA FRANCISCO)
 
Predicación del Evangelio:
Experiencia de amor
“Estaban los discípulos en una casa... En esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros»... Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor” (Jn 20, 19-10)
 
Había sido en el Cenáculo donde Jesús les demostró su amor hasta el extremo, instituyendo la Eucaristía, la Nueva Alianza. Fue en el Cenáculo donde estaban reunidos ese domingo de resurrección, donde Jesús se les aparece y les llena de alegría. Y será en ese mismo lugar, a los cincuenta días, que descenderá el Espíritu Santo sobre ellos, como leemos en la primera lectura de la misa de hoy.
 
Pentecostés fue la experiencia mística del amor de Dios. De toda la Iglesia, y de cada uno de sus miembros, como se simbolizó en las lenguas de fuego que  recibieron cada uno personalmente. La Iglesia somos las personas con Cristo y con María, no los edificios. Y el Espíritu Santo desciende sobre nosotros, en el Bautismo, y en plenitud en el día que recibimos el sacramento de la Confirmación.
 
Él está en nosotros, pero no basta saberlo como una idea más, sino que es preciso experimentarlo personalmente, y muchas veces a lo largo de la vida. Sentirse amado por Dios. Hasta que no se llega ahí no se sabe quién es Dios, ni lo que es ser hijo de Dios. Y se desconoce la alegría que Dios da, fruto de ser poseídos por el Espíritu Santo.
 
La alegría que vemos hoy en los apóstoles al reconocer a Jesús resucitado no es la mera alegría de quien vuelve a encontrarse con el maestro o el familiar al que creía difunto. Es la alegría del converso, de quien cambia radicalmente su mente porque ha encontrado a Dios como sentido de su vida. Ya no llamarán los cristianos a Jesús «señor», de usted, sino «el Señor», el Kyrios, Dios.
 
Ante la pregunta que uno le hizo a san Josemaría Escrivá –Padre, ¿usted está contento?–, se quedó pensativo, en seguida le contestó algo que dejó escrito después: «No se han inventado todavía las palabras para expresar todo lo que se siente –en el corazón y en la voluntad– al saberse hijo de Dios» Surco, 61).
 
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, el mío. Enciende en mí el fuego de tu amor, para que te conozca a fondo, porque sólo en el amor se te conoce a Ti, Dios, Amor infinito.
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(P. Jesús Martínez García  - Imagen de Misioneros Digitales Católicos)
 
Nuevo vídeo y artículo
 
Hay un nuevo vídeo subido al blog
de "Pequeñas Semillitas" en internet
referido al Evangelio de este Domingo.
Para verlo tienes que ir al final de esta página:
 
Hay nuevo material publicado en el blog
"Juan Pablo II inolvidable"
sobre el tema: San Juan Pablo II en Pentecostés
Puedes acceder en la dirección:
 
Agradecimientos
Imaginemos que en el cielo hay dos oficinas diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas" pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como respuesta a nuestros pedidos de oración.
 
💕 Desde Buenos Aires, Argentina, agradecen a Dios y a los orantes por la salud de Graciela G., cuyas hemorragias cerebrales se están reabsorbiendo y ya está con tratamiento en su casa. ¡Damos gracias al Señor!
 
💕 Desde Buenos Aires, Argentina, Cecilia Claudia B. agradece a Dios y a las personas que han rezado por ella, ya que sus pulmones están sanos. Nos sumamos a la plegaria de gratitud.
 
💕 Desde Río Tercero, provincia de Córdoba, Argentina, la familia agradece porque el joven Agustín G., brillante en sus estudios, se ha recibido de médico. Sumamos nuestro agradecimiento al Señor y las felicitaciones para el nuevo colega.
 
💕 Desde Córdoba, Argentina, agradecemos por los sacramentos de  iniciación (Comunión y Confirmación) que hoy recibe la niña Emma L. de 16 años de edad.
 
Bendito seas, Dios mío, porque a pesar de ser yo indigno de toda ayuda, tu generosidad e infinita bondad nunca dejan de otorgar el bien aún a los ingratos y a los que se han apartado de ti. Conviértenos a ti, para que seamos agradecidos, humildes y piadosos, pues Tú eres nuestra salud, nuestra fortaleza y nuestra salvación.
 
Meditaciones de “Pequeñas Semillitas”
Una de las herejías más antiguas es el llamado “pelagianismo”, que consiste en creer que sólo contamos con nuestras propias fuerzas en la lucha por alcanzar la perfección y que el hombre, por lo tanto, se salva por sí mismo, sin deberle nada o muy poco al Señor y a su muerte en la Cruz. Esta falta de fe en la gracia de Dios se nota, entre otras cosas, en la disminución con que se frecuenta el sacramento de la confesión. Contra esta tendencia, tan actual, debemos reaccionar renovando nuestra fe en el Espíritu Santo y estando convencidos de que, si bien hay que poner todo lo que podamos de nuestra parte, no somos nosotros los que hacemos las cosas sino que es Dios el que las hace. Jesús quiere que no lo olvidemos y por eso en Pentecostés al dar el don del Espíritu Santo dio también el don del perdón de los pecados a través del sacramento de la penitencia. El Espíritu Santo, al que deberíamos llamar “Espíritu Santificador” actúa, entre otras formas, a través del don del perdón que recibimos al confesarnos, porque al ser perdonados renacemos a la santidad, volvemos a disfrutar de la comunión con Dios, participamos de la resurrección de Cristo.
Es Dios, como dijo María en las palabras dirigidas a su prima Isabel, el que hace maravillas y es capaz de hacerlas incluso con instrumentos tan frágiles y pobres como somos nosotros. Por eso es tan importante la confesión, porque es una proclamación de nuestra fe no sólo en el amor redentor de Cristo –que perdona nuestros pecados– sino también en que Él es capaz con su gracia, con su fuerza, de hacernos santos. Porque creemos en Él nos confesamos y seguimos luchando. Y porque luchamos venceremos.  (P. Santiago Martín)
🌸
Dios Glorioso, dame gracia para enmendar mi vida y tener presente mi fin sin eludir la muerte, pues para quienes mueren en Ti, buen Señor, la muerte es la puerta a una vida de riqueza.
Y dame, buen Señor, una mente humilde, modesta, calma, pacífica, paciente, caritativa, amable, tierna y compasiva en todas mis obras, en todas mis palabras y en todos mis pensamientos, para tener el sabor de tu santo y bendito espíritu.
Dame buen Señor, una fe plena, una esperanza firme y una caridad ferviente, un amor a Ti, muy por encima de mi amor por mí.
Dame, buen Señor, el deseo de estar contigo, de no evitar las calamidades de este mundo, no tanto por alcanzar las alegrías del cielo como simplemente por amor a Ti. Y dame, buen Señor, Tu amor y Tu favor; que mi amor a Ti, por grande que pueda ser, no podría merecerlo si no fuera por tu gran bondad. Buen Señor, dame Tu gracia para trabajar por estas cosas que te pido. Amén.  (Santo Tomás Moro)
 
Extractos de cartas del Padre Pío
(Recopilación: P. Gianluigi Pasquale en “365 días con el Padre Pío”)
19 de mayo
Sobre los medios adecuados para conseguir la perfección del cristiano, el apóstol [Pablo] propone dos poderosísimos: el estudio continuo de Dios y el hacer todo para su gloria.
En cuanto al primer medio, escribe en Colosenses: «La palabra de Cristo habite en vosotros con toda su riqueza; instruíos y amonestaos con toda sabiduría, cantad
agradecidos himnos y cánticos inspirados». La doctrina de este Apóstol es clara; no tiene necesidad de comentarios. Si el cristiano se llena de la ley de Dios, que le advierte y le enseña a despreciar el mundo y sus lisonjas, las riquezas, los honores y todo lo que impide amar a Dios, no será derrotado nunca, suceda lo que suceda; todo lo soportará con perseverancia y con una santa constancia; y perdonará fácilmente todas las ofensas, y por todo dará gracias a Dios.
Además, el Apóstol quiere que la ley de Dios, la doctrina de Jesús, esté en nosotros, habite abundantemente en nosotros. Ahora bien, todo esto no se puede tener si no es leyendo asiduamente la sagrada escritura y aquellos libros que tratan de las cosas de Dios; o escuchándola de los oradores sagrados, confesores, etc.
Finalmente, el Apóstol quiere que el cristiano no se contente simplemente con saber la ley divina, sino que quiere que profundice el sentido, como para poder orientarse bien. Todo esto no se puede alcanzar sin una frecuente meditación de la ley de Dios, mediante la cual el cristiano, exultando de gozo, irrumpe con el corazón en dulces cánticos de salmos y de himnos a Dios. De esto deduce el cristiano, que tiende a la perfección, qué importante es la necesidad de la meditación.
En relación con el otro medio, es decir, el del hacer todo para gloria de Dios, escuchemos la enseñanza del Apóstol: «Y todo cuanto hagáis –dice él–, de palabra o de obra, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesucristo, dando gracias por su medio a Dios Padre».
Con este simple medio, practicado fielmente, no sólo nos mantenemos alejados de todo pecado, sino que nos sentiremos impulsados en todo momento a tender siempre a una perfección mayor.
(16 de noviembre de 1914, a Raffaelina Cerase, Ep. II, 226)
 
FELIPE
-Jardinero de Dios-
(el más pequeñito de todos)
 
 
 
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